Puntualidad japonesa: se sabe cuándo empieza, pero no cuándo termina

Sociedad

Noticias que asombran al mundo

La reunión de la tarde debe comenzar a las 5.10. Los encargados de cada campo que han sido convocados hacen sus últimos preparativos con gran ajetreo, como suele ocurrir en estos casos, para poder presentarse en la sala cinco o 10 minutos antes. Yo también me dirijo a la sala a toda prisa, pero por el camino tengo un encuentro accidental con un conocido y me detengo un momento a saludarle, a consecuencia de lo cual llego a la reunión con un retraso de un minuto.

El tiempo es una cosa muy misteriosa. Es infinito y finito al mismo tiempo. En nuestra sociedad actual, todo el mundo vive contrarreloj, tratando de ser puntual en encuentros con amigos, actividades extraescolares, trabajos ocasionales o citas de pareja. En todas las sociedades del mundo se desarrolla una actividad frenética y consecuentemente la puntualidad se considera ya una premisa, algo incuestionable y de sentido común.

Si uno se para a pensar, la relación que mantenemos los humanos con el tiempo es realmente misteriosa e incomprensible.El tiempo es algo de lo que somos conscientes precisamente porque todas las cosas y los seres, incluidos los humanos, nos movemos. Porque, al parecer, por decirlo de alguna forma, el tiempo no es algo que haya estado ahí desde el principio, como sugiere Matsuura Sō en su libro Jikan to wa nan darō (“¿Qué será eso del tiempo?”, 2017). Especialmente en Japón, el ritmo de vida, la velocidad a la que pasa el tiempo, va más allá de lo razonable.

Los medios de todos los países del mundo conceden amplios espacios a noticias centradas en la disciplina y el prodigioso sentido del tiempo que tienen los japoneses, que son reputados en todo el mundo como los más estrictos en cuestiones temporales. Entre todas esas noticias, una de las que más revuelo causaron fue la que hablaba de los tres minutos de trabajo que alguien escamoteaba a una oficina pública para pedir el o-bento (bandeja de comida preparada). Se trataba de un empleado municipal de la ciudad de Kobe que había sido castigado con un recorte salarial por haberse adelantado en varias ocasiones tres minutos al habitual descanso del mediodía, con el objeto de hacer el pedido del o-bento que iba a consumir a continuación. El caso fue recogido como un hecho pasmoso por algunos de los principales medios de comunicación occidentales, entre ellos el diario británico The Guardian y la cadena estadounidense de televisión ABC News. De haber sido una noticia procedente de cualquier otro país, habría sido automáticamente catalogada entre las fake news. Pero en Japón, estas cosas ocurren de verdad.

Los japoneses eran muy laxos en cuanto al tiempo

Pero esa disciplina que hoy en día se considera parte de la identidad japonesa no es un rasgo que haya acompañado a los nipones durante toda su historia.

“Hice un pedido de madera para hacer una reparación, diciendo que la quería para la pleamar, pero la pleamar pasó sin que llegara”, “un artesano que se dejó ver por el taller una sola vez y ya nunca volvió”, “un mozo de cuadra que se pasó dos días haciendo visitas de Año Nuevo”. “Tal como van las cosas, voy a tener que irme de aquí sin haber hecho ni la mitad de las cosas que quería hacer” (pasajes del prólogo al libro Chikoku no tanjō, dirigido por Hashimoto Takehiko y Kuriyama Shigehisa, editorial Sangensha).

“Se queda uno pasmado viendo la cachaza de los japoneses”. Así se expresa en su diario el oficial de la Marina Real de Holanda Willem van Kattendijke, que llegó a Japón a finales del periodo Edo (1603-1868) como instructor del Centro de Capacitación Naval de Nagasaki. Kattendijke tira por los suelos la imagen de puntualidad que tenemos de los japoneses. Trabajadores que salen por ahí un momento y ya no vuelven, materiales que no llegan el día acordado… Nos sorprendemos al saber que los extranjeros que llegaron durante los últimos años del periodo Edo y primeros de la era Meiji (1868-1912) contratados por las autoridades japonesas para contribuir a la modernización del país consideraban a los trabajadores japoneses muy relajados en cuestiones de plazos y horarios, y se lamentaban de ello. Es la misma flema que vemos hoy en día en árabes o sudamericanos.

Eso que llamamos cachaza o flema es la actitud de tomarse las cosas con calma y no apresurarse incluso en situaciones en las que debería hacerse. Para aquellos colaboradores extranjeros llegados a Japón, la cachaza de las gentes del periodo Edo, que no respondían a sus apremios, debió ser una fuente de estrés. Pero, entonces, ¿desde cuándo y con qué motivo pasaron los japoneses a respetar escrupulosamente los plazos y horarios?

No lo sabemos a ciencia cierta, pero suele interpretarse que la puntualidad japonesa se derivó de la hiperadaptación de los japoneses a la sociedad industrial moderna promovida a toda marcha por los Gobiernos de la era Meiji. Los frutos de este proceso los recogemos nosotros, pues hoy en día los autobuses y trenes de este país llegan siempre a la hora y esto nos permite llevar un perfecto control sobre nuestra agenda diaria.

Tipo M y tipo P: japoneses y árabes

Pero si echamos una mirada al mundo, veremos que hay culturas de la puntualidad y culturas de la relajación. Y nos preguntamos en qué estriba la diferencia. Por ejemplo, al quedar con alguien de los países árabes o de Sudamérica, suele ocurrir que se retrasen. ¿Por qué?

El antropólogo cultural Edward Hall señala que la concepción que se tiene del tiempo varía según cuál sea la cultura y perspectiva adoptada en cada sociedad. Los patrones de comportamiento en materia de tiempo pueden clasificarse, según Hall, en dos tipos: los basados en un “tiempo monocrónico” (tipo M) y los basados en un tiempo policrónico (tipo P). Las personas del tipo M manejan el tiempo con precisión y, por naturaleza, tienden a hacer una sola cosa cada vez, mientras que las del tipo P son más relajadas y pretenden solucionar varias cosas al mismo tiempo, dando prioridad a las relaciones humanas sobre cualquier otra consideración.

Es decir, que en Japón y los países occidentales, que se encuadran en el tipo M, existiría un único eje temporal, mientras que en otros países, como los árabes o los sudamericanos, encuadrados en el tipo P, habría una pluralidad de ejes. Y cuando se produce un contacto entre ambos tipos, de ello se deriva un roce cultural. De esta forma hay gente que llega, al debatir estas cuestiones sobre el sentido del tiempo, a conclusiones precipitadas como la de pensar que los japoneses son cumplidores y los sudamericanos o árabes negligentes.

Una pequeña contradicción

Por lo que respecta a la puntualidad de los japoneses, la unanimidad es ciertamente mundial, pero si he de hablar partiendo de mi experiencia de 23 años como residente en Japón, tengo que decir que en su sentido del tiempo he encontrado una única contradicción o laguna: su tendencia a no medir por el mismo rasero los inicios de las actividades y sus finales.

Culturas del tipo M
  1. Se hace una sola cosa cada vez
  2. Los patrones de comportamiento están estandarizados y se prima la planificación
  3. “El tiempo es dinero”.

Ejemplos: Alemania, Estados Unidos, Japón, etc.

Culturas del tipo P
  1. Se pretende hacer varias cosas al mismo tiempo.
  2. Se evita la planificación, respondiendo con flexibilidad a cada situación que surge.
  3. Se ven los negocios como una prolongación de la vida social.

Ejemplos: Sudamérica, países árabes, Francia, etc.

Que llegar un minuto tarde a la empresa o a la escuela sea visto como un retraso, al margen de cuáles sean las circunstancias en que ese retraso se ha producido, tiene su lógica. Y en casos así, es inevitable que el retraso sea motivo de una regañina. Hasta ahí, puedo comprenderlo.

Pero lo que me resulta menos comprensible son esos patrones de comportamiento y ese espíritu de no respetar los tiempos de finalización de las reuniones ni de las jornadas laborales, cuestión de la que ni siquiera se tiene una conciencia clara.

Es un país que se cree escrupuloso en cuestiones de tiempo, pero que al mismo tiempo es muy relajado cuando se trata de poner fin a algo. Y ahí se siente una gran contradicción o doble rasero en la percepción o sentido del tiempo de los japoneses, según se trate de dar inicio o de poner fin. ¿Por qué ocurrirá esto?

Ante el grupo o ante los demás, el ser humano no siempre se muestra tal cual es. Esto no es algo que se aprecie solo entre los japoneses. Actuamos conscientemente, tratando de darle a ese grupo o a los demás una buena imagen de nosotros mismos. Es lo que en psicología social se denomina autopresentación. Y creo que los japoneses tienen una marcada tendencia a actuar así.

Deseamos ser vistos de una forma y ese deseo nos lleva a manipular la imagen que damos. Es, pues, un modo de “manipulación de la impresión”. Al dar inicio a algo, tratamos de respetar escrupulosamente el tiempo establecido para su comienzo, para que no se tenga una mala imagen de nosotros o se nos valore negativamente, pero al poner fin a esa actividad, sobre la exactitud en el tiempo priorizamos la credibilidad que deseamos tener entre los miembros del grupo. En otras palabras, que tanto al dar inicio como al poner fin, lo primero que consideran y lo que más valoran los japoneses es su reputación en su entorno cercano o grupo. Si vemos la peculiar relación que se entabla en este país entre el grupo y el individuo, una relación de profundas raíces, concluiremos que los japoneses pertenecen al tipo M en los inicios y al tipo P en los finales. Quizás esto sea así porque, si bien los japoneses valoran altamente las relaciones humanas, en lo cual se parecen a árabes y occidentales, al mismo tiempo dan una gran importancia al crédito o reputación que obtienen del grupo.

Reformemos nuestra percepción del trabajo 

¿Tiene el tiempo una existencia independiente del sentido temporal de los humanos? Enfocándolo no desde la física, sino desde la antropología cultural, puede decirse que más que una existencia independiente el tiempo viene incorporado a nuestro sentido, fundido con él. Y esa es la razón de que, según el ambiente cultural en el que estemos, sintamos que el tiempo pasa lentamente o con mayor rapidez.

Y cuando uno se enfrenta a una reunión que ha durado ya tres horas y no tiene trazas de terminar pronto, que es precisamente la situación en la que me encuentro, la lentitud con la que se siente pasar el tiempo escapa ya a las leyes de la física.

Antes de ponerse a reformar el estilo de trabajo, como pretende hacer el Gobierno con sus nuevas reglamentaciones, lo que necesita Japón en este momento es debatir estos asuntos pensando sobre todo en reformar la “percepción” que se tiene sobre la forma en la que se trabaja. Si se consigue, será la salvación para todos los empleados que, como tú o como yo, vemos cada día cómo el tiempo se nos escapa de las manos.

Fotografía del encabezado: PIXTA

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