“Junto al Támesis”, las memorias del príncipe heredero

Sociedad

¿Cómo es el príncipe Naruhito, el hombre que se convertirá en el nuevo Emperador de Japón? Los interesados en el tema tienen un libro inmejorable. En 1983, a los 23 años, el príncipe viajó solo al Reino Unido, donde cursó estudios durante dos años en el Merton College de la Universidad de Oxford. Sus recuerdos los consignó en un libro que fue publicado en 1993.

Posteriormente, en 2006, apareció la versión inglesa de su libro. Su traductor fue sir Hugh Cortazzi, fallecido en 2018. Gracias a él, también los no versados en la lengua japonesa pueden acercarse a la figura del príncipe. No estará de más mencionar aquí, pues figura entre los méritos de sir Hugh, que la publicación de su traducción topó con una dura oposición por parte de la Agencia de la Casa Imperial, según él mismo me comentó.

Temuzu to tomo ni (“Junto al Támesis”).

El original en japonés apareció en un formato un tanto peculiar. Tenía unas dimensiones muy reducidas: 10,3 centímetros de anchura por 18,2 de altura, lo que en Japón se llama “edición shinsho”. Pero al margen de estos detalles, es reseñable que el librito no saliera de una editorial propiamente dicha, sino de la imprenta de la alma mater del príncipe, la Universidad de Gakushūin, que, al no disponer de los canales de comercialización adecuados para difundir el libro por todo Japón, solo pudo colocarlo en ciertas librerías de prestigio de Tokio, donde fue vendido con la mayor discreción. Uno termina sospechando, incluso, que se evitó conscientemente publicar el libro en una editorial de renombre ante las molestas perspectivas de que se vendiera demasiado.

Efectivamente, podría no ser muy apropiado que un príncipe se convirtiera en objeto de consumo masivo, en una mercancía, y temores de este género debieron de cundir tanto en la referida agencia como en los círculos personales más próximos al príncipe. Esta preocupación se ahondaría más aún al ser traducido al inglés, pues, pasando a manos de lectores que, carentes de cualquier afecto hacia él, podrían ser muy mordaces, nadie garantizaba que el libro no fuera víctima de las mofas más despiadadas. Adelantarse y preocuparse por cualquier eventualidad es parte de la función de la agencia. No es difícil imaginar qué pudo haber detrás de la negativa de la agencia a colaborar con sir Hugh.

Instituciones tan tradicionales, que permanecen tan al margen de la democracia como las casas imperiales o reales, no son proclives a promover una apertura informativa de estilo moderno. Y a la Casa Imperial japonesa le viene como anillo al dedo aquello que señaló el lúcido observador de la cultura británica que fue el exembajador norteamericano en el Reino Unido Raymond G. H. Seitz, quien decía que dichas instituciones hay que mantenerlas siempre convenientemente “rodeadas de una bruma”.

El príncipe Naruhito conoce, pues los ha visto muy de cerca, los esfuerzos que su abuelo y su padre, ocupantes ambos del trono, han tenido que hacer, en medio de los cambios experimentados, para lograr posicionarse convenientemente ante el pueblo japonés. Y habrá meditado durante mucho tiempo qué respuesta dar él mismo a esa cuestión. Pero lo que las memorias de Naruhito reflejan más fielmente es cómo el príncipe, que había dejado en Japón a todos los adultos que podían preocuparse por él y que por primera vez en su vida disponía de su propio tiempo como persona, respiraba aire puro en un ambiente desahogado. Precisamente por eso, por ser una plasmación de la personalidad del príncipe, el libro tiene un gran sentido y la traducción de sir Hugh resulta tan valiosa.

“Alteza”, tratamiento otorgado a los príncipes, se dice en japonés denka y así se lo explicó Naruhito a sus amigos. “Debí abstenerme, pero se me ocurrió decirles, señalando el techo, que no fueran a equivocarse, porque la luz eléctrica era denki y no denka. Me di cuenta de mi error al instante, pero ya era demasiado tarde y desde aquel momento comenzaron a llamarme a mí denki y a la luz eléctrica denka”. En sus memorias leemos este tipo de risueñas anécdotas.

El principe Naruhito charla y ríe con sus amigos durante un paseo por la Universidad de Oxford (Reino Unido), en diciembre de 1983. (Fotografía: Jiji Press)

Entre los amigos del príncipe que desfilan por el libro encontramos a un estudiante estadounidense llamado K., cuyo hermano mayor, R., dejó durante la estancia del príncipe su puesto docente en el New College de la Universidad de Oxford para ocupar una plaza en la de Princeton (Estados Unidos). Cuando el príncipe finalizó su periodo de estudios, en su viaje de regreso a Japón pasó por Estados Unidos y visitó Princeton, donde tuvo la oportunidad de conocer a la actriz Brooke Shields, que por aquel entonces cursaba estudios en dicho centro. El episodio nació de la amistad existente entre el príncipe y los hermanos. Una casualidad me reveló que el citado R. no es otro que Robert George, que todavía trabaja en Princeton como profesor. Es un reputado pensador de ideas conservadoras.

En 2018 se celebran los 150 años de la Restauración Meiji, y durante este periodo un incontable número de japoneses han viajado a Europa y a Estados Unidos, donde han adquirido ávidamente todo tipo de conocimientos. Esto ha dado lugar a un género literario de no-ficción, el ryūgakuki (memorias de un periodo de estudios en el extranjero) que no existe en los países occidentales. Gira en torno a los conflictos con la imagen que el protagonista tenía de sí mismo, la pugna lingüística por encontrar una expresión y el peso de la responsabilidad que siente al descubrir que no puede regresar a Japón sin antes haber aprendido algo de fundamento. Muchos de los autores de estas memorias se encontraban, cuando experimentaban todo esto, entre la adolescencia y la edad adulta, por lo que los libros de este género suelen tener en común un claro tinte de bildungsroman (novela de aprendizaje).

Lo que encontramos en el libro del príncipe es, pues, un bildungsroman que plasma sin ostentación el proceso de crecimiento de un joven que abre sus ojos y aguza sus oídos al mundo, y que, en un ambiente festivo, una y otra vez se enzarza con gozo en largos debates con sus amigos. En todas sus páginas aparecen anécdotas que arrancarán una sonrisa al lector, y cuando este termine la lectura, que no le llevará mucho tiempo, tendrá la sensación de haber sido testigo de la vida de su autor hasta en sus menores detalles obteniendo, sin duda, una buena perspectiva de la decisiva importancia que tuvieron en la vida del príncipe aquellos dos años que pasó en Oxford “junto al Támesis”.

Fotografía del encabezado: el príncipe Naruhito, al escritorio de su habitación en el dormitorio de estudiantes del Merton College de la Universidad de Oxford (Reino Unido), en septiembre de 1985. (Fotografía: Jiji Press)

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