Honda Sōichirō: el hombre que levantó un imperio de la nada

Sociedad Economía

Perseguía sueños, rebosaba energía y sabía transmitirla a los demás. Así fue Honda Sōichirō, el hombre que creó y dio proyección internacional a la empresa que lleva su apellido. Ofrecemos aquí una perspectiva de su vida y algunas pinceladas de su personalidad.

Honda Sōichirō (1906-1991) fue el fundador de Honda Motor Co., Ltd. La empresa fue establecida en 1948 inicialmente como fabricante de motocicletas, pero 15 años después, en 1963, entró en el sector de las cuatro ruedas, convirtiéndose en la cuarta e, históricamente, última gran compañía automovilística de Japón. El salto se vio coronado por el éxito y hoy en día Honda es una de las principales fabricantes de automóviles del mundo.

El fundador, sin embargo, se apartó de la dirección de la compañía en 1973, a los 65 años de edad. Que posteriormente a su retirada la empresa creada por él haya continuado expandiéndose por el mundo es, sin duda, el hecho del que más se enorgulleció Sōichirō como administrador de empresas y como técnico. Y es que su mayor mérito fue, precisamente, haber sabido transmitir a su empresa el ADN y el material humano para que esta se desarrollase durante los años que él estuvo al frente y prosiguiera su desarrollo cuando cedió la presidencia.

Incursión en la Fórmula 1 solo un año después de comenzar a fabricar automóviles

Honda Sōichiro vino al mundo en una pequeña aldea de la prefectura de Shizuoka, como hijo de un herrero pobre. A los 15 años se fue a Tokio, donde se colocó como aprendiz en un taller de reparación de vehículos. Es de suponer que ya desde esa época albergaba el sueño de convertirse algún día en fabricante de coches. No tardó mucho en dar los primeros pasos en esa dirección, pues ya a los 22 años regresaba a su aldea natal para abrir un taller de reparaciones. Una vez hubo encarrilado el negocio, fundó una empresa de fabricación de anillos de pistón. Los anillos son piezas muy importantes en los motores de los automóviles. Pasar de las reparaciones a la fabricación de autopartes fue para Honda el primer paso hacia la fabricación de vehículos. La nueva empresa de Honda iba viento en popa cuando Japón afrontó la dura derrota en la Segunda Guerra Mundial. Fue en la revuelta época de la posguerra cuando dio el salto hacia la fabricación de motocicletas, en su propia aldea natal. Corría el año de 1948. Las motos no son coches, pero pasar de la fabricación de simples piezas a la de vehículos completos no es cualquier cosa. Honda Sōichirō tenía 42 años y aquella era su tercera aventura empresarial.

Como genial técnico que era, Sōichirō llevó al éxito también este empeño, hecho lo cual creyó llegado el momento de pasar de las dos a las cuatro ruedas. Cumplía así su viejo sueño, pero a la tardía edad de 57 años. Y el desafío que se planteó fue doble, pues simultáneamente se decidió a participar en la Fórmula 1, la categoría reina del automovilismo internacional. Pese a que de sus fábricas solo salían camiones de pequeña cilindrada, con la tecnología que había desarrollado en la fabricación de motocicletas había acaparado todos los premios de la competición internacional. Fue con esos avales como puso a competir sus coches en 1964. Un año después, vencía en el Gran Premio de México.

Rigor y comprensión humana: dos elementos para un liderazgo perfecto

Honda Sōichirō supo ejercer un liderazgo muy efectivo en dos perspectivas: una “hacia adelante” y otra “hacia atrás”, y fue en esa doble orientación, sostenida a un altísimo nivel, donde estriba su éxito como empresario. El liderazgo “hacia adelante” se expresa en una actitud ilusionada de búsqueda incansable de nuevas posibilidades. En situaciones en las que otros solo veían obstáculos y limitaciones, Sōichirō sabía ver posibilidades. Exploró nuevas vías, abordando el trabajo con una actitud muy exigente, que podía llegar a ser de extrema severidad. Y fue esa exigencia lo que le permitió encarar sucesivos retos: las reparaciones, la fabricación de anillos de pistón, la fabricación de motocicletas, la competición en las dos ruedas, la fabricación de automóviles y la competición en las cuatro ruedas.

Honda Sōichirō da explicaciones a sus empleados dibujando esquemas en el suelo del laboratorio de su empresa en Wakō, en 1962. Al fondo, un modelo de la Serie S de pequeños automóviles deportivos.

En cuando al liderazgo “hacia atrás”, consistió en mostrar la debida consideración, miramiento y comprensión hacia el equipo humano que lo secundaba. Porque Sōichirō siempre tuvo esta otra cara. Y por esta razón la gente sentía deseos de seguirlo en sus proyectos, pese a la dureza que era capaz de mostrar en el trabajo. Con una gran vocación de futuro, Sōichirō no dejaba de explorar nuevas posibilidades y esa vehemencia era que lo llevaba a ser tan severo. No le gustaba hacer concesiones. A veces se le escapa algún que otro manotazo. Pero estas pequeñas cosas sabía compensarlas con creces. Tenía calidez. Una vocación de futuro, pues, llena de consideración y, sin embargo, llena también de rigor. Calidez humana y mano dura. En él convivían con toda naturalidad estas dos facetas contrapuestas de su liderazgo como empresario. Así era Sōichirō.

Aceptar el desafío y hacer posible lo imposible

Su anuncio de que las motocicletas Honda participarían en el Gran Premio de la Isla de Man (incluido entonces en el calendario del Mundial de motociclismo, hoy excluido de él y bajo el nombre de TT Isla de Man) llegó en 1954, en un momento en que su empresa estaba atribulada por problemas que la estaban poniendo al borde de la quiebra. Fue precisamente esa situación que atravesaba lo que le empujó a proponer a sus empleados este gran reto. El anuncio de que Honda participaría en la Fórmula 1, en 1963, coincidió con un momento no menos difícil, ya que la empresa afrontaba una dura oposición por parte del Gobierno de Japón a su incursión en el sector de las cuatro ruedas. Sōichirō se decidió a hacer ambos anuncios en momentos en que pocos habrían apostado por la victoria. Su expresión favorita era: “¡Qué sabrá ese, si ni siquiera lo ha intentado!”. Él probaba a hacer las cosas en la práctica y al cabo de muchas fatigas y penalidades, las conducía hacia el éxito. En esas fatigas y penalidades iba formando grandes profesionales y haciendo acopio de saberes técnicos. El objetivo de su forma de conducir su empresa era precisamente esa acumulación, que le servía de base para enarbolar sueños todavía más ambiciosos.

En el mundo de las carreras, los motores de los coches deben dar el máximo rendimiento y se trata de llevar ese empeño al límite. Esa lucha es la que ha ido formando a los jóvenes técnicos de Honda. Los curtidos en esas lides han venido siendo asignados a proyectos de desarrollo de nuevos productos de circulación general. De este modo, los coches de Honda han ido evolucionando hacia modelos en los que el elemento clave en su diferenciación comercial es un motor reducido al máximo en tamaño, pero de altas prestaciones. En especial, ha sido su experiencia en la Fórmula 1, donde se exige del motor una gran eficiencia de combustión en situaciones extremas, lo que ha permitido a Honda acumular una tecnología de combustión más innovadora que la de cualquier otro fabricante de automóviles. Y esta acumulación brilló con luz propia en 1972, cuando Honda consiguió desarrollar el sistema CVCC (siglas de Compound Vortex Controlled Combustion) que utilizando la combustión con exceso de aire (lean-burn) para rebajar el efecto contaminante marcó un hito en la historia del motor y dio proyección internacional a los pequeños vehículos de turismo de la firma.

Supo valorar y mostrar consideración hacia sus colaboradores más modestos

Otra de sus expresiones favoritas era “Instálate en la mente de la gente”. Eso era lo que les pedía a los investigadores que trabajaban en los laboratorios. Que adoptasen la perspectiva del cliente y pensasen detenidamente qué productos eran los que realmente aspiraban a adquirir. A él no le gustaba decidir qué tipo de producto ofrecer basándose en estudios de mercado. “Nosotros somos expertos en cuestiones técnicas. Los clientes, inexpertos. ¿Tendremos que decidir qué producto ofrecer basándonos en sus opiniones?”, decía.

Quizás fuera también un mensaje destinado a sus directores, de quienes esperaba que supieran “vivir en la mente” de sus subordinados. Porque de ahí surgía, con naturalidad, la comprensión humana. Sōichirō tenía en alta consideración, especialmente, a las personas que realizaban labores subalternas, a los colaboradores anónimos que trabajaban a la sombra. Para ellos tenía siempre ese otro liderazgo “hacia atrás” al que me he referido antes.

“Si la mano derecha tiene una excesiva debilidad por la izquierda, perfecto: que la tenga”, era otra de las cosas que se le oía decir. Había empezado él mismo en un taller de reparaciones, había fabricado piezas con sus propias manos y las había montado. Al accionar las manos, sabía que la más diestra era precisamente la derecha, la que más brillaba en la labor. Hasta podía parecer que era ella sola la que lo hacía todo. Sin embargo, cuando la derecha martilleaba, la izquierda siempre estaba ahí al lado, sujetando la pieza. Sin esa firme sujeción, no podía realizarse una operación precisa. Hay personas cuyo trabajo se ve fácilmente. Son como la mano derecha. Pero también hay otras que sustentan desde la sombra el trabajo de las primeras, y ellas son las más importantes, solía decir. Tenía Sōichirō en su mano izquierda 48 cicatrices y dos de sus dedos habían perdido unos cinco milímetros de sus respectivas puntas, fruto de accidentes laborales. Por aquella mano izquierda tan magullada sentía un gran apego.

En 1960, en el comedor junto a sus empleados.

Una valiente retirada que ha quedado para la posteridad

Fue Honda Sōichirō, como técnico, quien hizo de Honda una gran empresa, pero igualmente importante fue la contribución de uno de sus colaboradores, Fujisawa Takeo, a quien se considera cofundador de la firma junto al primero. La compañía estuvo dos veces al borde de la quiebra y en ambas ocasiones fue Fujisawa quien la reflotó, cargando con las gestiones más ingratas. Este compañero de trabajo de probada solvencia que quedó asimilado a la gran personalidad de Honda Sōichirō, formó con este una pareja indisoluble hasta el final y siguió contribuyendo con su discreta labor al desarrollo de la firma. Y es que el deseo de Fujisawa fue siempre el de preparar el terreno para que Honda Sōichirō pudiera dar rienda suelta a su ingenio.

Sin embargo, en sus últimos años de actividad, Sōichirō no fue capaz de asimilar completamente el progreso experimentado en la fabricación de automóviles, problema que quedó agravado por la tendencia que comenzaba a mostrar a imponer su voluntad en todo, como genial técnico que era. Esto hizo que el fundador fuera visto como un estorbo por las generaciones más jóvenes de la empresa. Consciente del problema, Fujisawa predicó con el ejemplo y manifestó su deseo de retirarse. Sōichiro captó rápidamente la segunda intención de Fujisawa y, alegando que retirarse era algo que debían hacer los dos a la vez, lo hizo también en 1973. Su sucesor en la presidencia de la firma fue Kawashima Kiyoshi, que contaba entonces 45 años y había sido el primer graduado universitario en ingresar en la empresa. La retirada de Sōichirō ha quedado para la posteridad como una valiente decisión que, además, ha sentado precedente en la firma, donde ya es tradicional entregar el relevo a la siguiente generación tempranamente. Un adiós honorable que está a la altura de un gran líder.

Honda Sōichirō con el uniforme de la empresa en 1960, en el laboratorio de Wakō.

Las fotografías son cortesía de Honda Motor Co., Ltd

Fotografía del encabezado: junto al modelo McLaren Honda MP4/4, que obtuvo el título mundial de la Fórmula 1 en 1988 tanto en la categoría de fabricantes como en la de conductores, llevándose 15 de los 16 premios de la temporada. Fotografía tomada ese año en el salón de exposiciones de la sede central de Honda en Aoyama.

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