El kimono conquista el mundo

Cultura

La exposición “Kimono Refashioned”, que aborda la influencia de esta prenda tradicional japonesa en el mundo de la moda, recorre en estos momentos Estados Unidos. Su organizadora nos cuenta que el kimono no es un vestigio del pasado, sino un elemento que sigue, y seguirá, estimulando la creación.

El kimono, un estímulo para la moda en todo el mundo

En estos momentos, el kimono goza de un protagonismo como nunca. Durante un tiempo, se lo consideraba una prenda exclusiva para ceremonias, pero ahora llama la atención su uso, tanto en Japón como en el extranjero, como vestimenta elegante para el día a día. Además, los diseñadores foráneos lo consideran una fuente de inspiración, algo que se refleja de diversas formas en sus creaciones. En el mundo de la moda, suele incitarse a rediseñar las prendas propias de los diferentes pueblos; el kimono ha motivado un gran número de propuestas.

Una de las más recientes es el abrigo de caballero que John Galliano diseñó para la marca Maison Margiela como parte de su colección primavera-verano 2018. La tela era de un obi —faja o cinturón de kimono— viejo que destacaba por su colorido y pompa. Otro ejemplo lo encontramos en la colección otoño-invierno 2017 de Christian Louboutin, unos botines de tela maravillosos con motivos como el bambú, los ciruelos y las grullas, todos ellos inspirados en los kimonos de la segunda mitad del período Edo.

Botines de la colección otoño-invierno 2017 de Christian Louboutin. ©Instituto de Moda de Kioto

Nos interesan especialmente los trajes de caballero que formaban parte de la colección primavera-verano 2016 de Thom Browne. Se trata de trajes al uso, con la sobriedad característica de estas prendas de ropa, a los que se les ha dado un toque moderno y pop incluyendo motivos propios de un kimono; sus estampados son fruto del trabajo minucioso de la artesanía propia de Japón.

Trajes de caballero de la colección primavera-verano 2016 de Thom Browne. ©Fashion Press

Si retrocedemos en el tiempo, nos encontramos también con diseñadores de renombre que otorgaron protagonismo a la cultura de la moda propia de Japón: hace unos años, Alexander McQueen; mucho antes, Ives Saint Laurent y Cristóbal Balenciaga; en la década de 1920, Madeleine Vionnet y Paul Poiret; a finales del siglo XIX, Jacques Doucet. Había algo —no se sabe muy bien qué— del kimono que les interesaba a todos ellos.

Vestido de día de Jacques Doucet con estampado de hojas y lirios de Siberia, circa 1897. Fotografía: Hayashi Masayuki. ©Instituto de Moda de Kioto

El Japonismo y el interés por los kimonos

La respuesta la encontramos en unos hechos sumamente interesantes. En el siglo XVII, la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales se llevó de Japón un kimono relleno de algodón del período Edo. Esa prenda de abrigo ligera y exótica se convertiría en una bata de caballero de valor. Su éxito fue tal que se distribuyeron multitud de copias, incluso en los países vecinos, y llegó a aparecer con frecuencia en retratos de la época.

Batas exhibidas en “Japonismo y moda”, una exposición celebrada en 1996 en Tokio. Fotografía: Hatakeyama Naoya. ©Instituto de Moda de Kioto

En la segunda mitad del siglo XIX, época del Japonismo —auge de la cultura nipona—, muchas obras niponas llegaron a distintos puntos del mundo; entre ellas destacan las xilografías ukiyo-e, que influyeron en los pintores impresionistas, como bien es sabido. El kimono también tuvo una representación destacada en su arte.

Podría decirse que la moda parisina y el kimono confluyeron de forma natural. Esta prenda bella y exótica conquistó a las mujeres francesas, que se la ponían para andar por casa, y se empezó a usar la tela para hacer ropa que marcara tendencia. Poco después, la seda decorada con motivos japoneses irrumpió en la moda de París.

Los diseñadores de la capital francesa fueron quienes concedieron importancia, a principios del siglo XX, a la elegancia de ponerse un kimono. En torno a 1910, se fueron presentando sucesivamente abrigos de silueta y vestidos inspirados en kimonos como los uchikake —kimono de seda de manga larga y ricos ornamentos que suele usarse en las bodas— que lucían las mujeres bellas protagonistas de las xilografías. Además, se pusieron de moda detalles relacionados con la forma de ponerse el kimono en sí, como el nukiemon, que consiste en colocar el cuello del kimono de tal forma que se deje al descubierto la nuca, el uso de mangas largas y de un obi vistoso.

En la década de 1920, creadores como Madeleine Vionnet y Paul Poiret, vanguardistas en su tiempo, se fijaron en el corte de algunos kimonos, con forma de te, e hicieron una moda basada en las formas cilíndricas de líneas rectas cosiendo varias telas rectangulares. La moda occidental, en la que primaba tradicionalmente el corte tridimensional, tenía ahora nuevos métodos. A partir de ese momento, aumentaron las posibilidades gracias a la libertad de formas, ya que, hasta entonces, la ropa se había hecho para que se amoldara al cuerpo. La influencia del kimono fue más allá del mero gusto superficial por lo exótico y se propagó por todos los aspectos de la moda.

Vestido de Paul Poiret, década de 1920. Fotografía: Hayashi Masayuki. ©Instituto de Moda de Kioto

La exposición “Kimono Refashioned”, en la que se hace un repaso desde distintos ángulos a la relación entre el kimono y la moda occidental a partir de la segunda mitad del siglo XIX y hasta nuestros días, se inauguró en octubre de 2018 en el Museo de Newark y, posteriormente, en febrero de 2019, en el Museo de Arte Asiático de San Francisco; en junio llegará a Cincinnati, donde estará hasta septiembre. Ha sido posible gracias a la colaboración entre el Instituto de Moda de Kioto y los tres museos estadounidenses donde ha sido o será. Además del kimono como elemento de inspiración en la moda de Occidente, en la exhibición se presenta también la labor de los diseñadores japoneses, esto es, su legado.

La exposición “Kimono Refashioned” en el Museo de Newark, en 2018. ©Mike Peters

La moda japonesa y su influencia

Cabe recordar la importante contribución a la moda de la segunda mitad del siglo XX de diseñadores japoneses como Kawakubo Rei, Yamamoto Yōji y Miyake Issey. Aunque la prensa especializada de aquel entonces criticó airadamente sus propuestas creativas, surgidas en un contexto diferente al de Europa occidental, consiguieron hacerse un hueco en el mundo de la moda, donde reinaba Occidente, y pronto se ganaron el reconocimiento mundial. El estilo minimalista de Kawakubo y Yamamoto, caracterizado por la ausencia de colores —predominaban el blanco y el negro— y ornamentos, hacía gala de las peculiaridades de la cultura japonesa al evocar conceptos como el wabi-sabi (la belleza de la imperfección); o sea, algo así como una estética donde menos es más. La moda no fue el único ámbito del diseño de Europa occidental el que, durante el siglo XX, se apreció una tendencia hacia el minimalismo estrechamente vinculada con la estética nipona; la arquitectura destacó particularmente en este sentido. Kawakubo, entre otros, fomentó esta tendencia en la moda. Ellos fueron los precursores de un estilo antagónico a la vistosidad que imperaba en aquel entonces y que se basaba en una estética más sobria.

“Future Beauty: 30 Years of Japanese Fashion”, exposición celebrada entre 2010 y 2011 en la Galería Barbican (Londres) y en la que se pudieron ver obras de Kawakubo Rei y Yamamoto Yōji, entre otros diseñadores nipones. ©Lyndon Douglas

Sus diseños de líneas rectas son un fiel reflejo de la cultura del kimono, prendas que no se ajustan al cuerpo, sino que lo envuelven con holgura. Para la moda occidental, en la que la ropa reproduce la belleza de la silueta, se trataba de una auténtica herejía. Al principio, la falta de forma se tradujo en duras críticas, pero finalmente se entendió como un rasgo propio de los creadores japoneses, herederos de las formas abstractas características del kimono y, por lo tanto, sin las ataduras derivadas de querer ceñirse a la forma del cuerpo humano.

Vestido de Kawakubo Rei para la colección otoño-invierno 2012 de la marca Comme des Garçons. Fotografía: Hayashi Masayuki. ©Instituto de Moda de Kioto

Falda-vestido de Yamamoto Yōji, otoño-invierno 1996. Fotografía: Hatakeyama Takashi. ©Instituto de Moda de Kioto

El kimono aportó algo inexistente hasta entonces en las prendas de Europa occidental, un aura enigmática. Los diseñadores japoneses alcanzaron una posición privilegiada por esa percepción heterogénea en una época en la que se buscaba un diseño de moda más libre. Además, rompían con la idea establecida de que la ropa de mujer tenía que reproducir las curvas femeninas y, por lo tanto, convertían la feminidad en algo ambiguo; desmontaban el significado histórico y simbólico de la moda occidental. La moda japonesa dio nuevos aires a los conceptos de la moda de la hegemonía occidental y la llevó hacia un camino diferente.

La industria textil de Japón y las técnicas de teñido tradicionales

A pesar de las duras críticas que recibieron los diseñadores japoneses también por el tipo de materiales que utilizaban, el público sí los valoró muy positivamente desde el principio. Los materiales son un elemento indispensable para convertir unos diseños dinámicos en prendas originales y vanguardistas, con nuevas texturas y formas de expresión. En el caso del kimono, cuyo diseño es simple, los materiales son precisamente decisivos a la hora de establecer diferencias. Los diseñadores japoneses, herederos de las tradiciones de su país, crearon el concepto de “textil” al elegir los materiales antes incluso de haber pensado el diseño. Y pudieron hacerlo apoyándose en la industria textil de Japón, cuya tradición, extendida por todo el archipiélago nipón, se remonta a la antigüedad y destaca por la diversidad de técnicas que la conforman; por ejemplo, el tejido y el teñido de los kimonos refinados y el bordado o el shibori (teñido por reserva). En la actualidad, la industria textil nipona ha cambiado de enfoque —de la ropa tradicional a la occidental—, pero sigue conservando esas técnicas tradicionales de años atrás y esforzándose constantemente por desarrollar métodos nuevos. A día de hoy, el resto del mundo sigue prestando una gran atención a lo que hace Japón en este sector, siempre a la vanguardia.

En “Kimono Refashioned” se exponen también las obras de Iris van Herpen, una diseñadora holandesa conocida por sus propuestas extremistas; por ejemplo, un vestido de su colección otoño-invierno 2016 en cuya confección se empleó un hilo sumamente fino desarrollado por un fabricante japonés y que luego se tiñó mediante la técnica tradicional del shibori. Las técnicas de teñido tradicionales de la industria textil japonesa seguirán teniendo un significado importante de cara al futuro.

Vestido de la colección otoño-invierno 2016 de Iris van Herpen. Fotografía: Hatakeyama Takashi. ©Instituto de Moda de Kioto

El futuro del kimono

En la actualidad, la moda es un bien común en todo el mundo y, por lo tanto, independientemente de dónde nos encontremos, siempre nos daremos cuenta de que lo que no cambia nos aporta comodidad, pero, al mismo tiempo, nos resulta aburrido. Si hay algo común a todos los seres humanos, al final no pertenece a nadie en concreto. En estos tiempos que corren, el kimono, un elemento que no pertenece a la cultura occidental, podría situarse en una posición más privilegiada si cabe. El kimono, surgido en una cultura tan peculiar como la japonesa, es una fuente de ideas nuevas cuando lo que se busca es la diversidad en las prendas; no es algo del pasado en absoluto. Seguirá conquistando al público general y sirviendo de inspiración a los creadores.

Imagen del encabezado: La exposición “Kimono Refashioned” en el Museo de Arte Asiático de San Francisco. © Asian Art Museum of San Francisco

(Traducción al español del original en japonés)

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