Steve Jobs y Japón

Sociedad Cultura

En vida, se decía de Steve Jobs que odiaba Japón, pero lo cierto es que mantenía una relación muy profunda con el país. Hayashi Noboyuki, periodista que a lo largo de muchos años ha recopilado información sobre Apple y Jobs, sigue el rastro de la relación entre Jobs y Japón, que comenzó con su encuentro con el zen.

El 5 de octubre de 2011 el mundo sufrió la pérdida irremplazable de un gran hombre: Steve Jobs, fundador de la empresa estadounidense Apple.

A Jobs, tras su fallecimiento, se le aprecia como un empresario sin rival responsable de grandes avances, que colocó en tan solo quince años a Apple, empresa que había estado una vez al borde de la bancarrota, en los primeros puestos del mercado mundial.

También fue un famoso orador, y el discurso que pronunció ante los graduados de la Universidad de Stanford causó una gran impresión a personas de todo el mundo, e inclusó llegó a aparecer en los libros de texto de inglés de colegios en Japón.

El héroe que construyó el principio del siglo XXI

Sin embargo, fijarnos tan solo en sus habilidades como empresario u orador sería quedarnos estrechos de miras. Su verdadero logro fue haber erigido la cultura y el mercado de negocios de la época que denominamos el principio del siglo XXI.

“A veces aparece un producto revolucionario que lo cambia todo”, dijo, pero fue él mismo quien llevó esas palabras a la práctica y cambió el mundo.

En la década de 1970, siendo un veinteañero, fundó Apple y amplió el espectro de los ordenadores personales para convertirlos en un producto familiar; en los ochenta desarrolló el ratón que conocemos hoy día para controlar dichos ordenadores. Innovó aun más, iniciando la comercialización en masa de las impresoras láser, que eran muy caras, y así nació la revolución editorial basada en la adopción de la autoedición (o publicación de escritorio; DTP, por sus siglas en inglés).

Durante un tiempo estuvo apartado de Apple, y en ese intervalo inició un nuevo género de películas que se conocería como “animación por computadora”, con la empresa Pixar, de la cual también fue fundador. Tras regresar a Apple a finales de 1996, revolucionó de nuevo el aspecto de los ordenadores con el iMac, y se introdujo en el negocio musical en 2001 con la aparición del iPod, que terminó de enterrar tanto al MD (MiniDisc) como al CD (Compact Disc). El iPhone fusionó los teléfonos y los ordenadores, y causó un gran impacto en el ámbito de la telefonía mundial. Al permitir sacar del bolsillo en un instante la tecnología punta en software, cambió enormemente la vida de los casi cien millones de personas que usan el producto.

El iPad, que apareció después, relegó a los ordenadores al olvido como reliquias del pasado y continuó contribuyendo a crear un nuevo estilo de vida y de trabajo.

El Japón que amaba Jobs, el Jobs que amaba Japón

La revolución digital de Jobs no se limitó al estrecho mundo de los ordenadores personales y la música, sino que se extendió, expandiéndose a muchos ámbitos.

Y así, la mayoría de sus revoluciones trascendieron las fronteras de su Estados Unidos natal, y ejercieron una gran influencia también en Japón.

Por ejemplo el iPod que él creó llenó los trenes japoneses de pasajeros de ambos sexos y cualquier edad con audífonos blancos. El iPhone dio la vuelta a la situación de la industria de la telefonía móvil en Japón. Y el iPad impulsó de golpe la conversión digital de libros, que se encontraba atrasada con respecto a otros países, y sin necesidad de pasar por el ordenador personal mostró un rayo de esperanza para los ancianos, que la revolución digital había dejado de lado.

El día que se lanzó a la venta el iPhone 4S, justo después de la muerte de Jobs, frente a las siete tiendas de Apple en el territorio japonés en Ginza, Shibuya, Shinsaibashi, Nagoya, Sapporo, Fukuoka y Sendai, se formaron colas de varios cientos de personas. Los escaparates de cada tienda estaban adornados con ofrendas de ramos de flores y mensajes de muchos fans.

Jobs consiguió una gran simpatía en Japón sobre todo por haber tomado la simplicidad como virtud y haber cuidado el refinamiento en los detalles,.

Lo interesante es que Jobs también amaba a Japón, y mantuvo con él una relación initerrumpida durante toda su vida.

El zen que unía a Jobs y Japón

Tras conocerse la noticia de la muerte de Jobs, se podían ver gran cantidad de ramos de flores y mensajes frente a la tienda de Apple en Ginza, Tokio, así como gente que unía sus manos para rezar por él (6 de octubre, 2011) Fotografía: Sankei Shimbun Co., Ltd.

El primer punto de contacto entre Jobs y Japón fue el zen. Al poco de nacer fue dado en adopción, y desde muy joven intentó todo tipo de cosas para encontrarse a sí mismo. Incluso llegó a viajar a la India en un viaje ascético.

Finalmente llegó a un centro de zen en su California natal. El guía era un monje de la secta Sōtō llamado Otogawa Kōbun, procedente de la ciudad de Kamo, en la prefectura de Niigata, a quien Jobs llegó a adorar como mentor.

En 1985 NeXT,segunda compañía fundada por Jobs dio la bienvenida al señor Otogawa como asesor espiritual. También fue invitado a la boda de Jobs. Cuando Jobs era más joven planteaba profundas cuestiones sobre la verdad y la sustancia de las cosas a Otogawa, que en aquel entonces tenía tan solo ligeras nociones de inglés.

Incluso se dice que Jobs, que en lo sucesivo se iba sintiendo cada vez más atraído por la secto Sōtō, llegó a pensar en hacerse monje del templo Eihei, en la prefectura de Fukui, pero lo disuadieron.

El zen tuvo una influencia extraordinaria en el sentido estético y la filosofía de Jobs.

Por ejemplo, en el discurso que dirigió a los graduados de la universidad de Stanford en sus últimos años dijo que a veces había mantenido la cabeza fría y había mostrado una fuerte determinación porque cada día seguía planteándose la cuestión de “qué haría si hoy fuera el último día de mi vida”; ahí se puede ver cómo esta forma de pensar se relacionaba con el zen.

Además, Jobs declaraba la creencia de que “el mejor refinamiento es la simplicidad”, y consideraba que los objetos de mayor calidad eran aquellos desprovistos de todo adorno superfluo. Ese sentido estético, aunque no se puede negar que heredaba de la Bauhaus alemana, estaba relacionada con la estética zen japonesa.

Una competitividad fruto de lo aprendido de las empresas japonesas

Una empresa que no dejó de influir en Jobs fue Sony, fabricante de electrodomésticos. Es ampliamente conocida, en especial, la admiración que sentía Jobs por el cofundador Morita Akio. El día en que Jobs falleció se cumplían exactamente doce años desde que se celebrara la presentación de uno de sus nuevos productos, justo después de que el propio Morita hubiera fallecido, y que Jobs aprovechó para honrar su memoria; recordó cómo se había ilusionado con varios productos de Sony, como los radiotransistores o el sistema de televisión Trinitron, y transmitió sus deseos de que Morita se hubiera sentido satisfecho con los nuevos productos de Jobs.

En la presentación del iMac, Jobs honra la memoria del cofundador de Sony Morita Akio (5 de octubre de 1999) / Fotografía: AFP-JijiPress

Parece que el estilo que caracterizaba a Jobs, los tejanos y el Issei Miyake negro con cuello de cisne, también eran una huella dejada por la ropa de los trabajadores en las fábricas de Sony. Cuentan que, al preguntarle a Morita, que le sirvió de guía en la fábrica, por qué todos los trabajadores llevaban la misma ropa, éste le dijo que tras la guerra no tenían ropa, y era la empresa la encargada de proporcionársela.

Jobs, impresionado, trató de cambiar la ropa de los trabajadores de Apple, pero se encontró con una violenta oposición dentro de la empresa, y en cambio decidió usar él mismo los varios cientos de camisas que había encargado a Issei Miyake.

Más adelante, hasta la época en que Idei Nobuyuki abandonó su cargo de gerente general, Jobs continuó manteniendo una profunda relación con Sony. Invitó al presidente de la compañía de entonces, Andō Kunitake, a la plataforma de una presentación de sus productos, y fue en privado a varios conciertos y a degustar comida japonesa con directores ejecutivos de Sony.

En otro viaje a Japón hizo una visita sorpresa a Sony, para por un lado informarse sobre ideas y comentarios de los nuevos productos, y por otro porque deseaba fervientemente aprender acerca de temas como los métodos de gestión directa de las sucursales.

Otra empresa japonesa que tuvo una fuerte relación con Jobs fue Alps Denki. Su relación con Jobs comenzó como proveedores de disquetes (floppy disk) en los comienzos de los ordenadores personales, y Jobs visitó su planta en varias ocasiones. Los trabajadores de Alps fueron invitados a Apple para diversas consultas, y el propio Jobs dio conferencias en la planta de Alps. Se dice que aprendió con entusiasmo de Alps Denki en temas como la automatización de la planta.

Las técnicas artesanales japonesas que Jobs amaba

La relación entre Jobs y Japón no se limitó a los negocios.

Siempre sintió un gran interés por el estilo de vida y el sentido estético de Japón. Se dice que el modelo blanco de iMac que se lanzó en 2000 (el modelo Snow White) fue ideado para que su color fuera bien con el tatami (estera japonesa de paja cubierta con una urdimbre de juncos) de la habitación japonesa que su gran amigo y confundador de la corporación Oracle de TIC (tecnologías de la información y la comunicación), Larry Ellison, tenía en su casa.

Jobs mantuvo durante siete años una discusión acerca de la compra de un sofá, y durante varios meses otra mientras cenaba, sobre la compra de una lavadora; y por ser tan puntilloso a la hora de elegir mostraba un gran respeto por las técnicas artesanales japonesas.

Jobs se encontró con el ya mencionado modisto Miyake Issei, una vez presentados por Morita, en varias ocasiones. Además de los cientos de prendas iguales que Jobs había adquirido de Issei Miyake para uso personal, el primer regalo que Jobs había enviado tras una larga investigación a su hermana biológica (la novelista Mona Simpson) había sido también ropa de Issei Miyake.

Jobs también tuvo relación con el ceramista Shakunaga Yukio, de Ecchū Setoyaki, Tateyama, en la prefectura de Toyama. En los noventa Jobs encontró, en una galería de arte de Kioto que le encantaba, obras de Shakunaga, y durante tres días se dedicó a comprar todo tipo de artículos suyos. En lo sucesivo también realizó muchos pedidos por teléfono o fax.

En Kioto solía visitar y alojarse, en privado, en Tawaraya, un hostal tradicional japonés.

En sus últimos años, estando ya enfermo, peregrinó varias veces a los templos de Kioto acompañado de su hijo mayor o su hija. Se dice que el que más le llamaba la atención era el templo de Saihō-ji (Kokedera), de la escuela Rinzai de budismo zen.

El regalo de despedida de Jobs, el amante de la comida japonesa

Jobs mostraba gran agrado por la soba (fideos de alforfón) y el sushi. En su juventud fue frugívoro (sólo se alimentaba de fruta), y más adelante continuó con un vegetarianismo estricto, pero sin embargo aceptaba la comida japonesa de forma excepcional.

Explicó que le gustaba la soba, y consiguió que el cocinero del “Café Mac”, el comedor de la compañía Apple, fuera a aprender a la Academia de Soba de Tsukiji, tras lo cual hizo servir un menú original suyo llamado “sashimi soba” (soba con pescado crudo).

Por otro lado Jobs también visitó mucho el restaurante de sushi Jin Sho y el restaurante de kaiseki (comida ligera servida en numerosos platos, de alta cocina) Kaygetsu. A pesar de su doctrina secretista solía llevarse los productos antes de presentarlos, y si tenía que hablar de trabajo, también dicen que dio una fiesta de despedida con sus colegas poco antes de su muerte, como si se hubiera dado cuenta de que iba a morir.

Sin haber podido reservar en el Kaygetsu, que no hace tratamientos especiales ni a las celebridades, pedía su sushi para llevar e iba él mismo a recogerlo. Las piezas que más le gustaban eran el chūtoro (atún semigraso), el salmón, el hamachi (seriola quinqueradiata), la trucha asalmonada, el pargo, la caballa y el congrio.

Se dice que Jobs fue en una ocasión a Kaygetsu con su hija y entre los dos se comieron diez piezas de sushi de congrio.

Sin embargo, en julio de 2011, con su cáncer de mal en peor, a pesar de haber pedido ocho piezas de sus platos favoritos a penas pudo probarlos, y en su lugar pidió un nabeyaki udon (fideos en cazuela), pero tampoco pudo probarlo, y aunque trató desesperadamente de comer se tuvo que conformar con mirar su plato.

Para el lamento y dolor de sus fans, Jobs murió el 5 de octubre de 2011, tan solo dos días antes de que cerrara el Kaygetsu definitivamente. Estaba decidido que el restaurante iba a cerrar o a ser traspasado, y Jobs, que lo sabía, antes de morir propuso al cocinero y gerente, Sakuma Toshio, que trabajara para él. Sakuma, que aceptó la oferta de Jobs, pasó a difundir en el comedor de la compañía Apple los sabores que tanto amaba Jobs después de que éste falleciera. Fue un regalo de despedida al más puro estilo del amor que Steve Jobs había seguido profesando hasta el final tanto a Apple como a Japón, para los trabajadores de Apple.

Fotografía de fondo del título: Sankei Shimbun Co., Ltd

(Traducido al español del original en japonés)

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