Una reflexión en torno a la postura japonesa ante Irán

Política

Con motivo de la cuestión nuclear, los países occidentales han incrementado su presión sobre Irán. Japón, por su parte, ha anunciado que reducirá sus importaciones de crudo. Sin embargo, Miyata Osamu, director del Centro de Estudios Islámicos Contemporáneos de Japón, sostiene que Japón, que no puede cortar sus relaciones con un productor de petróleo como Irán, debería esforzarse por devolver a ese país a la comunidad internacional manteniendo sus relaciones bilaterales.

Mantener una línea de diálogo con Irán

No será necesario, a estas alturas, enfatizar la gran importancia que tiene para Japón la región de Oriente Medio a la hora de garantizar su seguridad energética. Nada menos que el 90% de nuestras importaciones de crudo procede de los países del Golfo Pérsico, entre los que se encuentra Irán. Establecer buenas relaciones con estos países ha venido considerándose crucial para la seguridad de Japón, como queda patente en el apoyo económico que ha prodigado a la Autoridad Nacional Palestina, o en el envío de efectivos de las Fuerzas de Autodefensa a los Altos del Golam, como parte de una misión de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz. 

Tampoco habrá que decir que, cuando Japón se plantea las relaciones con los países de Oriente Medio, un suministro estable de petróleo aparece como algo imprescindible. Por ello, la alegada presión de Estados Unidos no se constituye en razón suficiente para que Japón rompa relaciones con un productor de petróleo como Irán. Ante la inestabilidad que muestra esta región, que tras el 11-S ha sufrido guerras como la de Afganistán o la de Irak, desde ciertos sectores de la política y la economía japonesas se han alzado voces que claman por una mayor diversificación de las fuentes de abastecimiento de petróleo, pero lo cierto es que Japón sigue obteniendo la mayor parte del suministro en Oriente Medio, donde encuentra la materia prima y el transporte a precios razonables.

En Irán, la reelección de Mahmud Ahmadineyad como presidente del gobierno en 2009 provocó una serie de manifestaciones de protesta encabezadas por los reformistas. Bajo este movimiento antigubernamental subyace sin duda el problema de la falta de libertades, pero también el problema económico tiene un importante papel. En gran medida, la actitud tan dura mostrada por el gobierno iraní en el tema nuclear es consecuencia de las dificultades económicas que atraviesa el país. Por tanto, podemos pensar que si, priorizando la mejora de su situación económica, conseguimos que Irán tome una actitud de mayor concordia, podremos integrarlo mejor en la comunidad internacional. Lo que se le pide a Japón es un esfuerzo para conseguir que Irán se siente a negociar y se comporte de forma que pueda evitar nuevas sanciones económicas. Es precisamente ahora, cuando Irán se encuentra en una situación de aislamiento internacional, cuando más debe Japón mantener abierta la vía del diálogo.

Por otra parte, para compensar la imposibilidad para Japón de alinearse con su aliado norteamericano en lo que respecta a la política frente a Irán, nuestro país debería tener en Oriente Medio objetivos en cuya consecución pueda trabajar junto a aquel país. A esta idea responde el esfuerzo que ha hecho Japón en la reconstrucción de Afganistán e Irak después de sus respectivas guerras.

A Japón se le pide también que, aumentando sus inversiones en estos países musulmanes de Oriente Medio y proporcionándoles tecnología, ayude a que su transición hacia una economía de mercado sea exitosa. Una posibilidad sería que Japón transfiriera su tecnología medioambiental, en la que destaca, a Irán y otros países del área. Incluso un país como Irán ha comenzado a mostrar interés hacia las energías eólica y solar, bien en previsión de un agotamiento de sus yacimientos de petróleo, bien para estar en condiciones de destinar a la exportación una mayor parte de su producción petrolera. Es evidente que en estas áreas la tecnología japonesa puede ser de utilidad.  

Las ayudas al progreso de la paz en Medio Oriente son efectivas

Tras las alegaciones norteamericanas e israelíes de que Irán representa una amenaza está la postura iraní de oponerse al proceso de paz en Oriente Medio y reclamar el desmantelamiento del estado israelí. Actualmente este proceso de paz está empantanado. Gaza está dominada desde 2006 por las fuerzas islamistas de Hamas, una formación que cuenta con el apoyo iraní y que por razones ideológicas no reconoce el estado de Israel. De ahí nace la preocupación de países como Israel o Estados Unidos. Japón debe dialogar con Hamas y pedir que sea capaz de coexistir con Israel.

Japón es consciente de la importancia del proceso de paz de Oriente Medio y, tras el Acuerdo de Oslo de 1993 ha hecho muchos esfuerzos por mejorar el entorno de vida de los palestinos. Ha trabajado arduamente para dotar a la franja de Gaza de infraestructuras de alcantarillado y en la ciudad cisjordana de Jericó ha construido un hospital, que ha recibido una alta valoración por parte de los palestinos. El Islam es una religión que otorga gran importancia al bienestar público y se pide de Japón que prolongue su esfuerzo en estos campos.

Si se consiguen avances en la paz en Oriente Medio, las pretensiones iraníes de desmantelamiento del estado de Israel perderán credibilidad. El gobierno israelí de Benjamín Netanyahu pretende ampliar los asentamientos en Jerusalén Este, poblado por árabes desde hace mucho tiempo, pero el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se muestra reacio a apoyarlo. En un momento en que Estados Unidos critica las violaciones del derecho internacional cometidas por Israel, Japón deberá colaborar y reclamar a Israel que abandone sus planes de construcción de nuevos asentamientos.  

Reclamemos la aceptación de los reactores de agua ligera y el abandono de la política antiamericana

Sobre el problema nuclear, Japón, como único país en el mundo que ha sido víctima de un ataque atómico, debe mantener ante Irán su postura de no permitir que aumente el número de países que poseen armas nucleares. En adelante será necesario seguir reclamando de Irán que acepte la propuesta de los países europeos y de Estados Unidos de construir reactores de agua ligera como alternativa, de modo que se disipen totalmente las sospechas de que está fabricando armas nucleares. Si su programa de desarrollo nuclear tiene realmente objetivos pacíficos, es de suponer que Irán podrá aceptar la alternativa de los reactores de agua ligera. 

También sería necesario que Japón reclame de Irán que deje de lado sus eslóganes antiamericano. El antiamericanismo puede considerarse uno de los lemas de la revolución iraní de 1979 y la insistencia en estas proclamas es uno de los hechos que explica la profunda aversión de Estados Unidos hacia este país.   

Por otra parte, es igualmente cierto que la congelación de los activos iraníes en Estados Unidos decretada por Washington está causando también un endurecimiento de la postura iraní. Es factible que, como fórmula para conseguir que Irán ceda y, por ejemplo, acepte la alternativa del agua ligera, Estados Unidos juegue la carta del levantamiento de esa medida. Si se pone fin al congelamiento de los activos iraníes, este país podría revisar sus relaciones con Estados Unidos. Japón tiene entre sus opciones la de proponer a Estados Unidos que se mueva en ese sentido.  

Una reintegración en la comunidad internacional mediante el diálogo

Japón podría dar pie a una mejora de las relaciones entre Irán y la comunidad internacional impulsando las relaciones amistosas bilaterales mediante el intercambio académico y cultural. En el aspecto cultural, el cine iraní ha obtenido un gran reconocimiento a nivel internacional y el preciosista arte de las alfombras persas ha sido siempre motivo de orgullo nacional para los iraníes. Presentar en Japón la cultura iraní puede ser una forma de contribuir a una mejor comprensión de ese país por parte de los japoneses y quizás también a cambiar la actitud que existe hacia este país enfrentado con Estados Unidos.

Del mismo modo, habría que pensar en acercar a Irán la cultura, las tradiciones y la tecnología japonesas, por ejemplo, exponiendo en ese país los tesoros que encierran nuestros museos. En Irán hay una confianza casi absoluta en la tecnología japonesa, y si damos a conocer lo mejor de nuestra cultura, podrá formarse entre los iraníes un sentimiento positivo hacia Japón.

Tomando como base estos buenos sentimientos, Japón debe esforzarse por conseguir la reintegración de Irán en la comunidad internacional, pidiéndole que muestre de forma concluyente que su programa de desarrollo nuclear tiene objetivos pacíficos. La importancia relativa de los recursos energéticos de Irán se ha incrementado tras el accidente sufrido por la central de Fukushima Daiichi, que ha hecho que Japón no pueda depender demasiado de la energía nuclear. Sin duda, de cara al futuro, el mantenimiento y promoción de las buenas relaciones entre ambos países redundará en beneficio de los japoneses. Lo importante es hacer que esto ayude a resolver el problema nuclear que tanto preocupa a la comunidad internacional.

(Escrito el 9 de abril de 2012. Traducido al español del original japonés.)

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