La última actriz del pueblo

Cultura Cine

La actriz Yoshinaga Sayuri, que interpreta a una profesora en una remota isla de Hokkaidō en su última película, Kita no kanaria tachi (A Chorus of Angels, 2012), es la última estrella del cine nipón que encarna el espíritu característico del Japón de la posguerra.

Yoshinaga Sayuri nació en marzo de 1945, cinco meses antes de que Japón viviera el final de la Segunda Guerra Mundial; por ello, podría decirse que esta actriz fue creciendo conforme transcurría la posguerra. A sus más de 60 años, Yoshinaga todavía conserva un aspecto juvenil y continúa trabajando activamente en el mundo de la interpretación; suele protagonizar una película cada dos años.

Hasta ahora, ha participado en más de cien largometrajes. Tiene fans de todas las generaciones, y puede presumir de ser la primera persona en la historia del séptimo arte japonés en haber sido galardonada un total de cuatro veces con el Premio a la Mejor Actriz de la Academia de Cine de Japón. También fue nombrada Persona de Mérito Cultural por el Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología de Japón en el año 2010. Por su palmarés, se la considera la estrella cinematográfica más importante de la posguerra en Japón.

Estrellas e ídolos

Aunque a Yoshinaga se la considera todavía una estrella, a día de hoy en el mundo del espectáculo en Japón son los idols (ídolos) los que se encuentran en pleno apogeo. Básicamente, la diferencia entre estas dos denominaciones, "estrella" e "ídolo", reside en el medio en el que cada artista desarrolla su actividad profesional: las estrellas hacen cine, mientras que los ídolos se dedican a la televisión.

Las estrellas, tal y como simboliza el denominado sistema de estrellas que reinaba en la Edad de Oro de Hollywood, son seres cuya existencia tiene como fin interpretar a valientes héroes y a hermosas heroínas en las películas, un espacio ajeno a la realidad cotidiana, por lo que en aquel entonces era muy importante que escondieran su vida diaria lo máximo posible, todo para aumentar el misterio que los rodeaba y mantuvieran, de esa forma, su carisma. Precisamente por eso es por lo que los paparazzi persiguen a los actores y actrices hollywoodienses.

Los ídolos, por su parte, son un fenómeno cultural originario de Japón; se trata de personas que se asemejan más al chico guapo y a la chica mona de la clase de al lado que a hombres y mujeres de belleza abrumadora; esto es, son seres al alcance de la mano con los que uno se familiariza fácilmente. Por ello, no sólo salen en series de televisión o cantan en espacios musicales, sino que también participan en programas de entrevistas y de variedades. El grado de simpatía hacia ellos aumenta porque en sus apariciones se exponen francamente, sin máscaras ni disfraces.

Yoshinaga Sayuri se dedica principalmente al cine. Aunque ha aparecido en numerosas series de televisión y grandes producciones para la pequeña pantalla, ha participado en pocas emisiones televisivas de otro tipo. Huelga decir que una explicación para esto es que cuando ella comenzó a hacer sus pinitos, en Japón la televisión todavía no se había difundido. Con todo, si pensamos en que muchas estrellas de cine se vieron obligadas a hacer televisión cuando la industria cinematográfica cayó en decadencia, es posible pensar que su exclusivo aferramiento a la gran pantalla contribuyó a conservar el mito sobre su persona.

Una seriedad reflejo de una época

La figura de Yoshinaga Sayuri, que nació en Tokio en 1945, encarna la recuperación de la sociedad japonesa tras la Segunda Guerra Mundial y el desarrollo de la industria cinematográfica del país.

A decir verdad, el cine se extendió como la pólvora durante la posguerra, y se convirtió en el principal entretenimiento del pueblo desde la segunda mitad de la década de los cincuenta hasta los primeros años de la de los sesenta. En aquella época, unos mil millones de personas acudían cada año a las salas. Si tenemos en cuenta la población del Japón de entonces, una persona llegaba a ir al cine más de diez veces en doce meses.

A partir de la segunda mitad de los sesenta, la televisión se convirtió en la diversión nacional por antonomasia, por lo que la industria del cine entró en decadencia y el número de espectadores en los últimos años ronda los cien millones (en 2011 fue de unos 144 millones).

Yoshinaga Sayuri apareció por primera vez en la gran pantalla cuando apenas tenía 14 años, en 1959, en pleno apogeo del cine en Japón. De niña había participado en novelas radiofónicas, así que ya tenía cierta carrera en el mundo del espectáculo; con todo, su debut fue precoz. Además, desde 1960 hasta 1961 participó en más de 20 películas. Aunque la industria cinematográfica se encontraba en auge, se podría decir incluso que fue una época dura para ella, ya que era una estudiante de secundaria que también trabajaba.

Garasu no naka no shōjo ("La joven del cristal") fue su primera película como protagonista, allá por el otoño de 1960. En ella compartió la pantalla con el también actor Hamada Mitsuo, con quien a partir de entonces empezaría a trabajar en las llamadas "películas de amor puro". En sus comienzos, Yoshinaga Sayuri hacía en muchas ocasiones papeles de chica seria y responsable, como el de delegada de clase. Su interpretación en filmes para adolescentes como Aoi sanmyaku ("Sierra azulada", 1963), adaptación cinematográfica de la homónima novela de Ishizaka Yōjirō, supuso una gran contribución al establecimiento de su imagen como actriz.

Estas películas reflejan la mentalidad que sostuvo a los japoneses de una época de recuperación que comenzó en la posguerra, hasta el desarrollo económico del país: por muy pobre que se sea, hay que creer en el mañana, mantener una actitud positiva y esforzarse seriamente. En ellas, se puede ver a una Yoshinaga Sayuri con tesón, sentimiento que sirvió de apoyo para las esperanzas y los sueños de los jóvenes de la época. Por eso, Yoshinaga Sayuri es una estrella diferente a las del cine de Europa y Estados Unidos. Transmite poca sexualidad y da una imagen de mujer pura, posiblemente por su inocencia, y porque irradia un resplandor que trasciende a la edad.

Actriz social

Son muchos los que consideran Kyūpora no aru machi (Foundry Town, 1962) como la película más representativa de Yoshinaga Sayuri, al igual que otras adaptaciones al cine de obra del escritor Ishizaka Yōjirō, o la exitosa Ai to shi wo mitsumete (The Crest of Man, 1964).

Kyūpora no aru machi es una película de corte social ambientada en la ciudad de Kawaguchi, en la prefectura de Saitama, que cuenta la historia de la familia de un maestro fundidor de la localidad, conocida por esta industria. Esta dramatización de la novela de Hayafune Chiyo es la ópera prima del director Urayama Kirio; en ella, trabajó junto al realizador Imamura Shōhei, ganador en dos ocasiones de la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes.

Temas tan serios como los problemas laborales, la pobreza y los conflictos étnicos eran recurrentes en esta película. Teniendo en cuenta su imagen de chica pura e inocente, este largometraje resultaba un tanto oscuro. De hecho, el director Urayama Kirio, conocido por sus trabajos de carácter social, recuerda haber sentido cierto malestar al principio por tener que elegirla para su filme, pero el mundo del espectáculo exigía promocionar a esta actriz, que se encontraba en pleno apogeo.

Sin embargo, Yoshinaga Sayuri se lo tomó muy en serio cuando el director le pidió que reflexionara sobre la pobreza. Prueba de ello son las buenas críticas que recibió por su interpretación, que le valió el histórico Premio Blue Ribbon a la Mejor Actriz, y ayudó a que el largometraje se llevara el mismo galardón a la Mejor Película.

En la actualidad, los idols de moda no salen en películas ni series sobre temas de peso como éstos, muy posiblemente porque los realizadores y los propios fans se resisten. Sin embargo, en aquella época se daba por sentado que los jóvenes tenían conciencia social y espíritu crítico, así que los admiradores de una actriz tan seria en la vida real como Yoshinaga Sayuri aceptaban que ésta se enfrentara sinceramente a asuntos graves.

Aunque se la considere la "eterna representante de la pureza y la inocencia", está claro que Yoshinaga Sayuri no vive alejada del mundo real. Actualmente, es conocida por manifestar sus opiniones sobre política, en particular sobre la energía nuclear, de la que es detractora; el público lo acepta con naturalidad. De esto se puede aprehender un serio espíritu de democracia, un tanto cándido y crédulo, propio de la generación que buscó de alguna manera una nueva forma de constituir la sociedad y un nuevo país tras la Segunda Guerra Mundial.

(Escrito el 26 de noviembre de 2012 y traducido al español del original en japonés)

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