Nuevos retos cuando la J. League cumple veinte años

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Pueden haber sido las décadas perdidas de la economía japonesa, pero en lo que a fútbol respecta, la J. League ha hecho grandes progresos durante los últimos veinte años. Chūbachi Shin’ichi, veterano periodista del Asahi Shimbun, analiza los factores clave del éxito de la liga de fútbol y lo que debe hacer para avanzar hacia el futuro.

El fútbol goza de una larga historia en Japón. La Asociación Japonesa de Fútbol fue fundada en 1921 para popularizar este deporte. Sin embargo, la liga profesional tiene una historia mucho más corta: la primera temporada de la J. League se inició hace tan solo veinte años, en mayo de 1993. Esa liga empezó con diez equipos, y fueron incorporándose más cada año hasta que se confeccionaron dos divisiones en 1999. Ahora la primera división de la J. League (J1) la componen dieciocho equipos y la segunda división (J2) veintidós. Después de la segunda división encontramos la Japan Football League, una liga semiprofesional con dieciocho equipos, seis de los cuales cumplen con los criterios operativos fijados por la J. League y buscan el ascenso a la J2.

Primeros años complicados

En estas dos décadas han habido altibajos. El estreno de la J. League se hizo a bombo y platillo, con la participación de jugadores estrella extranjeros como el brasileño Zico, para atraer a multitudes y elevar el nivel de juego.

La liga captó la atención del público rápidamente, y en 1993 el término “J. League” fue reconocido como el más popular del año. La asistencia media a los partidos de la temporada inaugural fue de 17.976 espectadores, y al año siguiente la cifra subió hasta los 19.598.

Pero esta cifra marcó un récord que ya no se superó. Mientras la economía comenzó a estancarse en la década de los años noventa, la J. League-manía quedó sosegada rápidamente. Para 1997, el quinto año de la liga, la asistencia media por partido se había reducido a los 10.131 espectadores. Se hablaba de la J. League en los mismos términos que la economía: la burbuja había estallado.

Tanto equipos como jugadores notaron las consecuencias rápidamente. En 1997, S-Lap Communications, la empresa que patrocinaba al equipo Shimizu S-Pulse de la J. League, empezó a atravesar dificultades económicas. En 1998 el interés por controlar al equipo fue a parar en una empresa de nueva formación fundada por compañías locales de Shimizu, en la prefectura de Shizuoka, la ciudad del equipo. El S-Pulse sobrevivió a duras penas tras el cambio de propietarios, pero el mundo futbolístico japonés quedó sacudido por el repentino fracaso de una operación que había sido la punta de lanza del éxito de la J. League.

Pero en 1998 ocurrió algo todavía peor para la J. League, cuando la empresa constructora Satō Kōgyō, patrocinadora corporativa del Yokohama Flugels registró pérdidas económicas y retiró su patrocinio, lo que llevó a la inexorable disolución del equipo. Gastos superfluos y lujos innecesarios en el equipo tuvieron la culpa. En 1999 el equipo fue absorbido por el otro equipo de Yokohama de la J. League, el Marinos, que adoptó la inicial del equipo anterior y pasó a denominarse F. Marinos.

Popularidad renaciente

Tras todos estos contratiempos, los equipos de la J. League en general dejaron de confiar en el patrocinio de una sola empresa y realizaron operaciones más realistas que fueran sostenibles por ingresos publicitarios provenientes de una amplia gama de empresas locales y de las entradas vendidas en los partidos como local.

En 2002, la Copa del Mundo, el torneo cuatrienal que reúne a equipos nacionales de todo el mundo para competir por el premio más valioso en el mundo del fútbol, fue organizado conjuntamente entre Japón y Corea del Sur.

Para la J. League esto significó un empuje hacia un estatus y popularidad renovados. La asistencia media en los partidos de la J1 ya empezó a aumentar en 2001, y en 2007 y 2008 se llegó a la cifra de 19.000 espectadores. La asistencia media de estos últimos años se ha situado sobre los 17.000 (ver tabla en japonés). En 2010, la asistencia total acumulada en los partidos de las divisiones 1 y 2 superó los 100 millones. El fútbol de la J. League es ahora parte inseparable de la vida diaria en Japón.

Brujas, Giants y la J. League

En el mundo del deporte japonés de posguerra se han producido pocos fenómenos que hayan tenido un verdadero y crucial impacto en el país y en sus hábitos de consumo deportivo. Uno fue el equipo de voleibol femenino japonés apodado las “Brujas orientales”, que derrotó al poderoso equipo de la Unión Soviética para hacerse con la medalla de oro en las Olimpiadas de Tokio 1964. Otro fue la difusión televisiva de los partidos jugados por el sublime equipo de béisbol profesional de Japón, los Yomiuri Giants. La J. League ha conseguido ser el tercer fenómeno de este calibre.

La brillante clasificación del equipo olímpico de voleibol femenino hizo elevar el estatus de las actividades atléticas de las chicas y mujeres en Japón. La popularidad del voleibol creció enormemente tras esta medalla de oro, y ello creó una vibrante liga de equipos patrocinados por empresas e incluso ligas de voleibol “mama-san” con una amplia participación de mujeres en todo tipo de comunidades por todo el país. Las antiguas jugadoras estrella, ahora mujeres casadas y con familia, desempeñaron un activo papel en la promoción de estas ligas comunitarias. El éxito del equipo olímpico tuvo un efecto dominó que consiguió crear un entorno favorable no solo para el voleibol femenino de élite sino también para el deporte de chicas y mujeres en general.

Los partidos televisados de los Giants, que combinaban el atractivo de un equipo ganador formado por estrellas como Nagashima Shigeo y Oh Sadaharu con el amplio alcance de las emisiones de la Nippon Television Network, fundamentalmente crearon las bases para que las retransmisiones deportivas se convirtiesen en un entretenimiento. Fuese cual fuese el rival, un partido de los Giants ofrecía un valor considerable a los anunciantes gracias a su base de seguidores por todo el país. La cadena podía no llegar a emitir el inicio o el final del partido, pero las conexiones en directo y los comentarios correspondientes se presentaban de una manera que transformaba cada partido en una narración deportiva espectacular, para gran satisfacción de muchos espectadores.

Cambio de la sabiduría convencional 

La J. League ha modificado el paradigma esencial del mundo del deporte japonés, que tradicionalmente, al igual que el béisbol profesional, ha posicionado al deporte principalmente como un canal de publicidad para las grandes empresas que patrocinan a los equipos.

Antes de la llegada de la J. League, los deportes de primer nivel en Japón eran jugados principalmente por equipos de empresas que eran parte de las prestaciones para empleados. Jugadores de muchos deportes eran fichados directamente por las empresas, mientras que en otros deportes, como el bésibol, los equipos profesionales eran propiedad de importantes corporaciones. Por el contrario, la J. League sirvió como vía de entrada para que el mundo del deporte tuviese más independencia del ámbito de las corporaciones.

La actual encarnación de la J. League incluye algunos equipos que funcionan con el patrocinio de una firma matriz, pero la política de la liga hace que cada equipo se gestione como una organización independiente. Los equipos deben promocionar sus partidos, hacer que el fútbol sea más popular, y generar mejores jugadores, para conseguir de esta forma su independencia operativa. Dicho de otro modo, la liga está luchando para convertir el deporte mismo en un negocio sostenible.

El sistema actual, que facilita a los equipos que empiezan a jugar en ligas prefecturales la posibilidad de ir subiendo de categoría hasta llegar a competir en la J1, ha avivado las ambiciones de jugadores, entrenadores y seguidores, y ha contribuido enormemente al progreso de la J. League de estos últimos veinte años. Algunos de los actuales equipos de la J1 estaban compitiendo a nivel prefectural cuando se inició la J. League, y consiguieron ir promocionando hasta llegar a la máxima división. Esto contrasta marcadamente con el béisbol profesional, en donde existe un verdadero muro que separa a los profesionales de los aficionados, y prácticamente no existe ninguna reorganización entre equipos.

El fútbol japonés se ha hecho más competitivo a nivel internacional desde el comienzo de la liga profesional en 1993. El país ha participado en cada Copa del Mundo desde 1998, un logro conseguido gracias en parte a la motivación generada por un sistema que ofrece a las ligas locales una vía para llegar a la J. League, máxima división del país, y desde ahí optar a las competiciones internacionales.

Sin diferenciación de participantes

La J. League pone también en entredicho a otro dogma del mundo de los deportes en Japón: los límites que separan a los profesionales de los aficionados y a los estudiantes de los adultos. No es inusual encontrar a estudiantes universitarios e incluso de bachillerato que han firmado contratos con un equipo de la J. League y que juegan al fútbol profesionalmente mientras siguen acudiendo a clase.

El sistema original de traspasos de jugadores de la J. League hacía que los contratos fuesen generalmente más ventajosos para los patronos (los equipos) que para los jugadores, pero ahora ambas partes negocian sobre una base más o menos equitativa. Los jugadores pueden utilizar su capacidad competitiva para pedir una mayor compensación. Cada vez son más los jugadores japoneses de primer nivel que llegan a los equipos de las principales ligas de algunos de los países más importantes del mundo del fútbol.

Pero nada de esto significa que los patronos estén en desventaja. El activo de un equipo es su capacidad para competir, lo que está representado por la suma de los esfuerzos de cada jugador para mejorar su propia capacidad competitiva. Por lo tanto, los patronos también se benefician de un entorno que anima a los jugadores a pulir sus habilidades en busca de los mejores destinos posibles. Además, los equipos se benefician económicamente de las comisiones por traspaso de jugadores. Desde una perspectiva a largo plazo, el actual sistema de traspasos, al conceder a los jugadores una relativa libertad de movimientos entre equipos, resulta altamente ventajoso tanto para los jugadores como para los equipos.

Igualmente importante es la obligación que tienen los clubes de fútbol de mantener equipos organizados por edades para poder optar al ascenso a la J. League. Este método de fomento de generaciones sucesivas de talento profesional imita a los precedentes establecidos en Europa y Suramérica, en donde los equipos juveniles representan un valioso programa de entrenamiento y una forma de descubrir talento de primer orden. El cultivo de jugadores competitivos está haciendo más competitivos a los equipos de fútbol y está siendo de gran ayuda en su camino para convertirse en organizaciones independientes.

Los límites del éxito basado en las comunidades

Un motivo del éxito hasta la fecha de la J. League es el arraigo de sus equipos en las comunidades donde están ubicados, algo evidente por la forma de nombrar a todos los equipos, que llevan los nombres de sus ciudades de origen en lugar del de sus patrocinadores corporativos.

En el pasado, el talento futbolístico se cocinaba principalmente en los equipos de las escuelas de bachillerato y pequeños clubes de fútbol locales gestionados por voluntarios. Cuando se estrenó la J. League, fueron organizaciones profesionales dotadas con los fondos suficientes las que empezaron a formar jugadores. Puesto que se consideraba para una buena causa (ofrecer a los chicos mejores oportunidades para convertirse en jugadores de fútbol profesional) esta circunstancia topó con una mínima oposición entre los clubes locales y los entrenadores de las escuelas. La J. League pudo obtener también el apoyo de empresas y gobiernos locales, porque estos grupos vieron que una actividad caracterizada por contribuciones locales serviría a un objetivo común.

El hecho de que algunos equipos hayan sido rescatados de sus dificultades financieras y que algunos clubes relativamente pequeños hayan podido sobrevivir como equipos profesionales es también atribuible a la determinación fundacional de la J. League de ser una organización que preste una especial atención a las comunidades.

Mucha gente cree que este sistema que prioriza a las comunidades es la misión oficial de la J. League y están convencidos de que es el factor responsable del éxito de la liga. Pero se trata de una percepción errónea.

La declaración de la misión oficial de la liga identifica tres objetivos principales: “Elevar el nivel del fútbol japonés y promocionar la difusión de este deporte por medio del fútbol profesional. Fomentar el desarrollo de la cultura del deporte en Japón, ayudar al crecimiento mental y físico del pueblo japonés. Contribuir a la amistad e intercambio internacionales”. El enfoque hacia las comunidades solamente aparece en las seis “políticas” citadas como medio para logar estos objetivos:

  1. Crearemos sueños y ofreceremos diversión a los miembros de la comunidad organizando partidos justos y atractivos.
  2. Solicitamos la comprensión y colaboración de los aficionados, seguidores y gobiernos locales, y garantizaremos un entorno seguro y agradable en los estadios que pueda ser mostrado al mundo con orgullo.
  3. Para que los miembros de las comunidades se sientan más cercanos a su equipo de la J.League, las instalaciones de los equipos permanecerán abiertas, y ofreceremos espacios y oportunidades para la interacción entre miembros de las comunidades, jugadores y entrenadores.
  4. Crearemos y popularizaremos un sistema que permita a familias y comunidades disfrutar fácilmente del fútbol-sala.
  5. Crearemos muchas oportunidades para participar no solo en el fútbol sino también en otros deportes.
  6. Crearemos un sistema mediante el cual las personas discapacitadas puedan disfrutar del deporte junto con las demás.

En resumen, tener una base local no se presenta como un objetivo, sino como un medio para un fin. El mantenimiento de esta perspectiva será importante para los futuros retos de la J. League.

La expansión comporta nuevos problemas

El secretariado de la J. League, mencionando la meta de elevar a cien el número de equipos potencialmente elegibles para el ascenso a la liga, ha anunciado la creación de una tercera división (J3) que constará de unos diez a doce equipos, en 2014.

El aumento del número de equipos potenciales de la J. League es una acción positiva desde el punto de vista de popularizar el fútbol todavía más, seguro que sí. Pero desde un punto de vista empresarial, también significa una competición más intensa entre los equipos. Las plantillas actuales están acercándose a los límites de su expansión como organización, y cada vez se teme más que la intensificación de la competición pueda resultar mutuamente destructiva. Si los equipos sufren en lo operativo, se producirá un recorte de aquellas inversiones que podrían haberlos hecho más competitivos, lo que acabará afectando a la calidad del juego global de la liga.

Además, la etiqueta de priorizar las comunidades puede ser un obstáculo en las gestiones para conseguir patrocinadores entre las principales corporaciones nacionales e internacionales. Ya tenemos registrado al menos un caso en donde una empresa ha aceptado patrocinar a un equipo solamente en una prefectura y no ha cerrado contratos en otra prefectura porque ya se ha identificado muy fuertemente con la región de ese equipo. Para una gran corporación que se publicita en todo el mundo, patrocinar un equipo de un lugar muy determinado y que no tiene relación con la identidad corporativa de la empresa no tiene sentido como estrategia publicitaria.

En continua evolución

Si la actuación en el ámbito comunitario se toma como la razón de ser de la J. League, el debate sobre cómo resolver los problemas a los que se enfrenta la liga se complica sin remedio. Cada comunidad tiene sus propias circunstancias únicas, y cada equipo tiene sus propias expectativas. Aunque ahora estén arraigados en su comunidad, hay equipos que no podrán conseguir fondos para sus actividades si no trascienden esos ámbitos locales y se convierten en organizaciones de ámbito nacional.

La J. League ha sido fiel a sus políticas y continúa ratificando su imagen de actuación en el ámbito comunitario. Pero los tiempos están cambiando, y el cambio está llegando también a la liga. Es el momento de formular un nuevo conjunto de directrices con un nuevo tema común: la diversidad.

Las actuales directrices de la J. League abogan por popularizar el fútbol-sala, un juego similar al fútbol pero jugado en un campo más pequeño. Pero por un descuido clamoroso, no hacen referencia al fútbol femenino. A pesar de que el equipo femenino japonés ganó la Copa del Mundo de 2011, no se están tomando las medidas adecuadas para generar talento en el fútbol femenino ni para popularizar el deporte femenino. Este problema lo han reconocido personas que trabajan en el mundo del fútbol.

Incluso más que el voleibol en el pasado, la J. League tiene las cualidades para convertirse en la plataforma ideal para animar a las mujeres a participar y elevar el estatus del fútbol femenino. La liga debería incorporar la mejora y la popularización del deporte femenino a su lista de directrices. Con ello, avanzaría en su misión y fomentaría acciones que corroborarían el compromiso manifestado de la J. League de agrupar a los distintos miembros de las comunidades.

La J. League ha aportado importantes cambios en el mundo del deporte en Japón, y con los cambios llegan nuevos retos. La liga está destinada a seguir evolucionando mientras busca una respuesta para ellos.

(Escrito originalmente en japonés el 8 de abril de 2013)

Fotografía superior: Los Urawa Reds se preparan para un partido de la J. League en el Estadio de Saitama el 6 de abril de 2013. (Fotografía de Aflo)

 

Equipos campeones de la J. League

1993 Verdy Kawasaki 2003 Yokohama Marinos
1994 Verdy Kawasaki 2004 Yokohama Marinos
1995 Yokohama Marinos 2005 Gamba Osaka
1996 Kashima Antlers 2006 Urawa Reds
1997 Jubilo Iwata 2007 Kashima Antlers
1998 Jubilo Iwata 2008 Kashima Antlers
1999 Jubilo Iwata 2009 Kashima Antlers
2000 Kashima Antlers 2010 Nagoya Grampus
2001 Kashima Antlers 2011 Kashiwa Reysol
2002 Jubilo Iwata 2012 Sanfrecce Hiroshima

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