El primer ministro Abe Shinzō y la importancia de su visita a los Estados Unidos

Política

Mientras que muchos expertos han calificado la visita del primer ministro Abe Shinzō a los Estados Unidos como un notable éxito, Nakayama Toshihiro afirma que ha supuesto un antes y un después. No a través del tipo de amistad personal que apreciaban los primeros ministros japoneses en sus relaciones con los presidentes de los Estados Unidos, sino mediante un objetivo común para alcanzar los marcos necesarios para construir una nueva alianza global.

Considero que la visita de estado que el primer ministro Abe Shinzō realizó a Estados Unidos en abril fue un éxito resonante.

Pocos pueden discutir con la idea de que la visita fue un triunfo como acto de relaciones públicas. La recepción que el presidente Barack Obama ofreció al primer ministro Abe en esta ocasión puede ser comparada como un “gran abrazo”. Y aunque los resultados específicos de esta cumbre puede que no hayan alcanzado todas las expectativas, creo que el primer ministro Abe consiguió todo lo posible dadas las limitaciones a las que estaba sometido.

De acuerdo con las últimas encuestas de opinión la imagen internacional de Japón está volviendo a mejorar, revertiendo un pequeño deterioro que preocupó a muchas personas en medio de las crecientes incertidumbres que afectan a los asuntos de Asia Oriental. En su discurso firme y optimista, Abe pareció la personificación de esta nueva tendencia.

En su anterior visita a los Estados Unidos, Abe Shinzō quiso concentrarse en ganarse a la comunidad política con su lema “Japón está de vuelta”. Parece que en esta ocasión ha tratado de llegar a una audiencia más amplia y de dar mayor importancia al objetivo de presentar Japón como un aliado en el que es posible confiar.  

Una serie de circunstancias que escapaban al control del primer ministro Abe han amenazado con reducir el impacto de su visita, como las violentas protestas en la cercana Baltimore, que concentraron la atención del país. A este respecto, las primeras declaraciones públicas de Obama sobre los altercados en Baltimore se produjeron durante su rueda de prensa conjunta con el primer ministro Abe en la Casa Blanca el 28 de abril, haciendo que al menos una pequeña parte de esa rueda de prensa fuese colocada en primera plana en los medios nacionales.

Símbolo y sustancia

La visita de una semana de Abe pasó volando posiblemente porque fue muy productiva tanto en el simbolismo como en la sustancia.

En el apartado del estilo y el simbolismo, la interacción de Abe con Obama terminó con ciertas preocupaciones en torno a la falta de química personal entre ambos líderes. Abe también dejó una impresión muy positiva con su discurso ante el Congreso, que pronunció en inglés.

Fuera de Washington, el primer ministro Abe estuvo a la altura de un itinerario emblemático de la profundidad polifacética de las relaciones entre Japón y los Estados Unidos.

Esta visita ha servido también para dar paso a un progreso sustancial. En una reunión “2+2” entre los ministros de Asuntos Exteriores y Defensa de ambas naciones se logró alcanzar un acuerdo sobre la actualización de las directrices para la cooperación en materia de defensa bilateral. Los Gobiernos han reafirmado asimismo su compromiso con la Asociación Transpacífica y están preparados para comenzar las negociaciones con el objetivo de alcanzar un consenso definitivo en cuanto al ambicioso acuerdo de libre comercio antes de que el plazo llegue a su fin.

Un aliado en el que confiar en tiempos difíciles

La realidad es que pocos líderes japoneses en la historia reciente han dejado una impresión tan profunda en los estadounidenses. Tal vez los dos primeros ministros que le precedieron que dejaron una mayor impresión (dejando a un lado al primer ministro Hatoyama Yukio, que dejó una impresión de una naturaleza muy diferente) fueron Nakasone Yasuhiro (primer ministro entre 1982 y 1987) y Koizumi Jun’ichirō (2001-2006). Estos dos líderes aprovecharon su relación personal con los mandatarios que ocupaban la Casa Blanca entonces—Ronald Reagan y George W. Bush, respectivamente—para progresar en la relación bilateral. Pero el éxito de Abe ha sido de una naturaleza más sustancial. En esta última visita ha logrado obtener el interés de los estadounidenses sobre la importancia de Japón como aliado a través de ejemplos concretos sobre lo indispensable que estas naciones son la una para la otra.

Esta distinción es evidente cuando comparamos el tratamiento mediático que recibieron los tres líderes japoneses durante las cumbres nipoestadounidenses. En el caso de Nakasone, fue en Hinode Sansō, un refugio de montaña de estilo japonés, donde el primer ministro reforzó su amistad con Reagan. En el caso de Koizumi, fue el rancho de Bush en Crawford, Texas, y Graceland (el monumento a Elvis Presley que visitó en compañía de Bush). Pero los puntos más importantes de la diplomacia de Abe en Estados Unidos han sido su apuesta por “mejorar la alianza bilateral” (aunque la legislación sobre defensa deberá cambiar y se deben revisar las directrices de defensa nipoestadounidenses) y “construir un marco económico pionero y abierto centrado en Japón y los Estados Unidos” (el TPP), junto al primer discurso que un primer ministro nipón ofrece en la historia ante una sesión conjunta del Congreso.

En gran medida esta evolución refleja cambios en las necesidades de ambos Gobiernos en un mundo acuciado por los desafíos al orden internacional y la incertidumbre sobre el rápido ascenso de China. El interés de la visita del primer ministro Abe, de este modo, era conocer lo que Japón y Estados Unidos pueden hacer juntos para enfrentarse a estos problemas. Como resultado, esta se convirtió en la primera visita a los Estados Unidos de un mandatario japonés que ha sido llevada a cabo bajo la asunción de una genuina alianza entre ambos países—un concepto que ha surgido de manera natural durante la semana de charlas y discursos—, en lugar de la búsqueda del equilibrio que ha obsesionado a Japón desde la posguerra en pos de la igualdad con los Estados Unidos. Este nuevo desarrollo en las relaciones nipoestadounidenses se debe en parte a la iniciativa del primer ministro Abe, pero es también el producto de años de esfuerzo, tanto por parte de Tokio como de Washington, para adaptar la relación bilateral a las transformaciones en la región de Asia-Pacífico y en todo el mundo.

Contribuyendo a un nuevo orden mundial

Japón dedica más tiempo y recursos a sus relaciones diplomáticas con los Estados Unidos de lo que lo hace con cualquier otro país del mundo. En Japón las valoraciones sobre las políticas gubernamentales respecto a los Estados Unidos están inevitablemente relacionadas no solo con el estado de las relaciones bilaterales, sino también con la dirección general de la política exterior bajo el gabinete en el Gobierno. En este caso, uno apenas puede esperar que Abe u otro primer ministro obtenga el apoyo unánime de la población japonesa para cualquier iniciativa bilateral. Las valoraciones a nivel nacional de la visita de Abe Shinzō a los Estados Unidos  han sido de toda clase al estar condicionadas por la visión del observador individual en materias tan polémicas como las leyes referentes a la seguridad que hoy están en trámite en la Dieta, la visión de la historia por parte de Abe, las relaciones de Japón con China y Corea del Sur, y la presencia militar estadounidense en Okinawa—según el amplio espectro de opiniones que aparecen en los medios. A continuación me gustaría ofrecer mi valoración personal sobre los logros más relevantes de esta visita.

Desde el punto de vista de la política, las dos claves más importantes de esta reciente visita fueron indiscutiblemente la revisión de las directrices de defensa nipoestadounidenses y el TPP. Aunque estas dos iniciativas corresponden a diferentes ámbitos políticos (seguridad y comercio, respectivamente), ambas representan un importante esfuerzo de Japón y los Estados Unidos para desarrollar un orden en la región de Asia-Pacífico para el siglo XXI. A través de la revisión de estas directrices y del TPP los dos países tratan de construir una política con amplias miras y un marco económico y político que sirva a un orden internacional volcado en el respeto a las normas, al tiempo que se preparan para actuar en conjunto si este orden existente y sus normas son amenazados. Estas iniciativas, además, son de alcance mundial. Así debe ser, teniendo en cuenta que la mayoría de los grandes desafíos a los que se enfrenta el mundo hoy—al contrario que antaño—trascienden las fronteras geográficas. Esta es la razón de que las nuevas directrices de defensa amplíen el alcance de la cooperación estratégica.

El acuerdo entre el primer ministro Abe y el presidente Obama para acelerar las negociaciones bilaterales para el TPP también tiene implicaciones globales en un momento en el que los Acuerdos de Libre Comercio en grandes escalas son vistos como el futuro del comercio internacional. Desde un punto de vista estratégico, el TPP es hoy más importante que nunca, ahora que el Banco de Inversión en Infraestructuras de Asia, controlado por China, comenzará a funcionar de manera inminente. El fracaso de las negociaciones del TPP sería considerado como una derrota diplomática para Japón y los Estados Unidos. También convertiría el “reequilibrio” con Asia de la administración Obama en una promesa vacía.

En este contexto, el resultado de la visita del primer ministro Abe a Washington ha sido muy significativo al haber puesto de relieve el compromiso de ambos Gobiernos para colaborar en la creación de un orden internacional más fuerte.

Postergando la cuestión de la historia

¿Pero qué ocurre con la cuestión de la reconciliación histórica, que muchos observadores advirtieron que podría acabar con las ambiciones del primer ministro Abe de conseguir que la cumbre fuese fructífera?

En Occidente, las críticas y el escepticismo que rodea al primer ministro Abe suelen estar centradas en las ideas que se presumen tener el mandatario sobre las políticas y acciones del imperio japonés en la región, especialmente a partir de la década de 1930. Algunos expertos norteamericanos en asuntos de Asia Oriental han sugerido que las iniciativas de seguridad de Abe, a pesar de estar envueltas en una capa de pragmatismo, están motivadas por un profundo nacionalismo.

No obstante, los comentarios recientes del primer ministro nipón sobre esta materia parecen ser completamente aceptables, al menos bajo los estándares estadounidenses. Parece que Abe se ha preparado con cuidado y atención ante la forma en la que Washington ha sido arrastrado a la creciente controversia sobre la reconciliación histórica. Aunque el deseo del primer ministro de evitar la controversia saltaba a la vista en ocasiones, creo que dijo lo que tenía que ser dicho para mantener una relación constructiva con los Estados Unidos. Esto no significa que Abe haya despejado completamente las ya mencionadas sospechas. La verdadera prueba, desde el punto de vista de los estadounidenses escépticos, será el discurso del primer ministro en la conmemoración del 70 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial el próximo mes de agosto.

La carta abierta firmada por 187 expertos sobre Japón y publicada el 5 de mayo, la semana después de la visita de Abe, destaca las sospechas que albergan los académicos occidentales sobre la supuesta perspectiva “de derechas” que el primer ministro Abe mantiene sobre la historia de Japón. (Una lista adicional de nombres fue publicada el 19 de mayo, aumentando el número de firmas a más de 450.) Mientras que mantienen un tono fundalmentalmente positivo, esta carta está claramente basada en ese profundo escepticismo. Sin reacciones exageradas, Abe y sus simpatizantes necesitan reconocer la importancia de una declaración firmada por tantos expertos de multitud de áreas diferentes.

Dicho esto, las relaciones entre Japón y los Estados Unidos han evolucionado no solo en una o dos dimensiones, sino en múltiples de ellas. Aunque estas dimensiones se cruzan inevitablemente, no tienen por qué solaparse necesariamente. La relación que ha ido evolucionando en el mundo académico no es semejante a la relación bilateral en materia de política y seguridad.

Debemos tener en cuenta que la visión estadounidense de Japón abarca un amplio espectro, al igual que la visión japonesa de los Estados Unidos varía en gran medida. Entre los firmantes de la carta abierta, muy pocos son especialistas en relaciones internacionales o asuntos relacionados con la seguridad. Es más, muchos de los expertos en Japón asociados con los centros de investigación estadounidenses decidieron no firmarla. Mientras que el número de firmantes sin duda merece ser tenido en cuenta, del mismo modo debemos considerar a aquellas personas que decidieron no firmar. Una perspectiva ecuánime es esencial para cualquier tipo de declaración de relevancia sobre la cuestión histórica y su significado para la política exterior del primer ministro Abe.

(Fotografía del encabezado: el primer ministro Abe Shinzō charla con el presidente de los Estados Unidos Barack Obama el 27 de abril, poco después de su llegada a Washington DC. Fotografía cortesía de la Casa Blanca y Jiji Press)

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