Las pruebas nucleares de Corea del Norte y el embargo del petróleo como única solución

Política

Corea del Norte está retando a la comunidad internacional al sumar a sus constantes lanzamientos de misiles un quinto experimento nuclear. Pero ¿cuál es el objetivo de tales acciones? El autor de este artículo nos insta a buscar la respuesta en la apremiante situación del país.

Corea del Norte ha llevado a cabo su quinta prueba nuclear recientemente, y seguirá con su desarrollo nuclear a menos que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas responda con el embargo del petróleo. Los líderes de China, EE. UU. y Corea del Sur erraron su juicio porque no comprenden la política norcoreana de “antes la muerte que abandonar las armas nucleares”. Incapaces de captar el particular talante del país, lo trataron creyendo compartir un mismo sistema de valores y fracasaron. No habían aprendido la lección de las guerras del Peloponeso de la antigua Grecia, que nos enseñan que los errores de juicio de los dirigentes desembocan en conflictos armados. La solución no se alcanzará hasta que Corea del Norte se vea obligada a elegir entre desarmarse o hundirse. Debemos asimismo condenar duramente la visita del diputado de la Dieta japonesa Antonio Inoki a Corea del Norte en estos momentos, un acto que podría malinterpretarse como una muestra de debilidad por parte de Japón.

Los misiles y las pruebas nucleares no son simples tretas políticas

Antes de nada quisiera exponer las opciones disponibles para sancionar las acciones de Corea del Norte. Hasta la fecha las sanciones se han limitado a medidas “amables” de modestas consecuencias que no podían arruinar el país. El motivo es la oposición de China a medidas más duras. Pero Corea del Norte seguirá con sus pruebas nucleares a menos que se apliquen medidas como las que siguen: (1) el embargo total del petróleo; (2) unas sanciones financieras duras (que incluyan el dólar, el euro y el yuan); (3) la investigación de la exportación de armas nucleares y el bloqueo naval; (4) la prohibición de la entrada y la salida de personas; (5) la interrupción de las relaciones diplomáticas con los países europeos. Lo afirmo porque el desarrollo nuclear es el único medio de que dispone Corea del Norte para mantener su sistema actual. Japón tiene en su mano medidas como (1) bloquear totalmente las transferencias monetarias, (2) reforzar las regulaciones de entrada y salida de personas, (3) prohibir la entrada de embarcaciones que hayan desembarcado alguna vez en Corea del Norte, y (4) prohibir el repostaje de dichos barcos.

Tras lanzar un misil balístico desde un submarino el 24 de agosto, el 5 de septiembre Corea del Norte lanzó tres misiles Rodong desde el oeste del país y llevó a cabo una prueba nuclear de gran escala el 9 del mismo mes. ¿Cómo debemos interpretar estos hechos? La mayoría de los especialistas, los altos funcionarios gubernamentales y la prensa de los países interesados, incluido Japón, los analizaron como “un farol estratégico a propósito de la cumbre del G20 en China”. También hubo quien los tildó de “presión” para negociar con Estados Unidos y de “tretas políticas”.

Esos análisis no aciertan a captar el verdadero fondo del problema. Por las fechas del lanzamiento de los misiles se ejecutaba un ejercicio militar antimisiles conjunto de EE. UU. y Corea del Sur, y el 9 de septiembre era el aniversario de la fundación nacional de Corea del Norte; sin embargo, a estos hechos no se les dio importancia. El ejército norcoreano se ve obligado a responder a los ejercicios militares que EE. UU y Corea del Sur ejecutan durante el año realizando sus propios ejercicios dentro del país, lo que deja sus parcas reservas petrolíferas bajo mínimos. El problema es tan serio que cuando el director administrativo (actualmente, presidente) de la Fundación Nippon Sasakawa Yōhei visitó Corea del Norte en 1992, el presidente Kim Il-sung le comentó: “Los ejercicios militares de EE. UU y Corea del Sur hacen que Corea del Norte se empobrezca y se quede sin petróleo. Quiero que paren”. Además muchos expertos no comprenden que el liderazgo del presidente Kim Jong-un es inestable y que el descontento se está extendiendo dentro del ejército norcoreano.

Piénsenlo fríamente: era evidente que lanzar misiles y realizar pruebas nucleares durante la cumbre del G20 iba a suponer un desprestigio que provocaría la ira de China. Asimismo, realizar el experimento después de que el Consejo de Seguridad condenase el lanzamiento de los misiles iba a encender la ira de Estados Unidos. ¿Creen que la cúpula dirigente de Corea del Norte no preveía esas consecuencias? Los tiros no van por ahí. Lo que ocurre es que su situación interna es tan acuciante, que Corea del Norte se vio obligada a hacer oídos sordos ante las condenas de la cumbre del G20 y del Consejo de Seguridad; es lo que se desprende de las declaraciones emitidas hasta la fecha y de los anuncios más recientes.

Corea del Norte se empeña en sostener que el desarrollo de armas nucleares es una respuesta a la política de hostilidad de Estados Unidos. El 11 de septiembre también declaró que dicha actividad era para “conservar la dignidad y subsistir” ante “la amenaza nuclear (de EE. UU.) y las sanciones”. Es el método estrella de Corea del Norte para enmascarar los problemas. Por su parte, Estados Unidos debería haber insistido en que no mantiene ninguna política de hostilidad y buscar el respeto de los derechos humanos y la seguridad de los ciudadanos norcoreanos, pero su diplomacia no tomó tales derroteros.

El atolladero de Kim Jong-un

El presidente Kim Jong-un se encuentra en una posición extremadamente delicada. No puede dialogar con los dirigentes de otros países; la imposibilidad de dialogar con los líderes de China y Rusia tiene un impacto decisivo. Y, al no ser reconocido por la comunidad internacional, carece de legitimidad como dirigente.

Para que un “chaval” de solo 32 años pueda gobernar un ejército de 1 millón de soldados y un país de 20 millones de ciudadanos, necesita un poder político extraordinario. Incluso el presidente Kim Il-sung le contó a Sasakawa que “los dirigentes de nuestro país fracasan si no son capaces de ganarse la confianza de los mayores”. Y explicó que, a causa de los valores confucianistas profundamente arraigados en el país, “las personas mayores tienen una fuerte influencia, e infravalorarla puede costarle a uno el poder político”.

A juzgar por esa frase de Kim Il-sung, Kim Jong-un está tomando decisiones muy arriesgadas al ejecutar a los altos cargos del ejército uno tras otro y apresurar el relevo generacional del ejército, del partido y de los altos funcionarios gubernamentales. Los cargos intermedios mayores de 55 años se ven cesados y sustituidos por otros de la generación de Kim Jong-un.

Existe el peligro de que en el ejército se esparza el descontento, la insurrección y la desobediencia. El aparato de inteligencia de Corea del Sur ha revelado la existencia de ataques contra Kim Jong-un. Ya casi no se habla de las inspecciones del ejército, antaño tan frecuentes y enérgicas; eso es una prueba de que algo ocurre.

La raíz del descontento y el rechazo del ejército es la abolición de la política de priorización del ejército. En tiempos de Kim Jong-il, bajo el eslogan “primero el ejército”, las fuerzas armadas recibían un trato de favor y ejercían una tiranía patente, arrebatando alimentos y propiedades a los ciudadanos. Al sustituir el presidente Kim Jong-un el “primero el ejército” por el “primero el desarrollo nuclear”, la carencia de suministro y capital de las fuerzas armadas y su personal se agravó.

Kim Jong-un también pretende despojar al ejército de los derechos de explotación de las minas de oro y los metales escasos, así como los derechos del comercio con divisas extranjeras. Los dignatarios y dirigentes militares que no ceden sus derechos son ejecutados. Es decir que lo que se esconde detrás de las ejecuciones son conflictos de intereses.

La difícil situación en que se ve envuelto el presidente Kim Jong-un conlleva el fomento del desarrollo nuclear y el lanzamiento de misiles. Para establecer el control y el prestigio ante el ejército es absolutamente imprescindible mantener el programa nuclear del país y demostrar los resultados de la política de priorización del desarrollo nuclear, como también lo es fabricar misiles balísticos lanzados desde submarinos y misiles de largo alcance. Por eso Kim Jong-un tiene tanta prisa.

A los dirigentes de Corea del Norte se les exigen tres cosas: (1) medidas dirigidas a las personas mayores, (2) legitimidad y (3) grandes logros. No pueden mantener un poder estable a menos que las cumplan todas.

El fin de las pruebas nucleares y las negociaciones con EE. UU.

¿Adónde se dirige Corea del Norte? Si sigue con las pruebas nucleares y de misiles, China y Estados Unidos acabarán teniendo que elegir entre reconocerlo como potencia nuclear o tomar medidas para derrocar su Gobierno. Y parece ser que los dirigentes norcoreanos son conscientes de cuál sería el peor porvenir para Corea del Norte.

Hace algunos años la cúpula norcoreana elaboró una estrategia que consistía en consolidar la posesión nuclear y declarar el fin de las pruebas nucleares para finalmente negociar con Estados Unidos. Incluso se invitó secretamente a Pyongyang a los responsables de inteligencia del Gobierno estadounidense. La estrategia fue obra del vicepresidente Kim Yong-chol, el brazo derecho de Kim Jong-un y responsable del ejército y de la estrategia diplomática. Kim Yong-chol es el actor clave para solucionar el problema de los secuestros de ciudadanos japoneses.

Las declaraciones emitidas por el Centro de Investigación de Armas Nucleares tras las pruebas nucleares revelaron que la estrategia que mencionábamos sigue en pie. Dichas declaraciones contenían palabras muy relevantes que EE. UU., Corea del Sur y Japón pasaron por alto: “Hemos realizado la comprobación final de calidad y potencia (de las bombas nucleares)”. Los periódicos publicaron una traducción literal del norcoreano que decía “hemos comprobado finalmente”, pero la traducción correcta era “hemos realizado la comprobación final”.

La expresión “comprobación final” implica que “ya no hay necesidad de realizar más pruebas nucleares”. No queda claro es si esta vez fue la “final”, o si en adelante se va a usar ese término para dar a entender que se acerca el fin. De lo que no hay duda es de que ese “final”, sin el cual la declaración se hubiera entendido igualmente, estaba cargado de sentido. Con todo, dudo que los mandos militares acaten sin más la decisión de abandonar las pruebas nucleares. Por eso en las declaraciones del día 11 de septiembre se aseguraba la “continuación de las medidas de refuerzo de la potencia del armamento nuclear”, pero no se utilizaba la expresión “continuación de las pruebas nucleares”.

El ejército norcoreano es un ejército con armas obsoletas y carencia de petróleo que no puede luchar en una guerra. Con el embargo total del petróleo, se desmoronaría. Lo que más temen los militares, desde los generales hasta los soldados rasos, es el ataque de Estados Unidos, porque no podrían ganar. Si no se despeja esa inquietud y se mantiene la lealtad del ejército, el régimen de Kim Jong-un se derrumbará. Todo el ejército comparte la idea de que el único modo de contener el ataque estadounidense es la disuasión nuclear. Por eso si los dirigentes anuncian unilateralmente el fin de las pruebas nucleares, corren el riesgo de verse desterrados y aniquilados. El presidente Kim Jong-un se enfrenta a una situación y una elección extremadamente complejas.

Fotografía del encabezado: En la estación de Seúl, un hombre ve la noticia televisada sobre la ejecución del vice primer ministro y ministro de educación norcoreano Kim Yong-jin (segundo desde la izquierda). Las imágenes emitidas muestran al vice primer ministro junto al presidente Kim Jong-un (segundo desde la derecha). 31 de agosto de 2016 (AP/Aflo).

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