El problema de la abdicación en Japón y en Europa

Política

El día 23 de enero, el consejo de expertos formado por el Gobierno para estudiar cómo aliviar la carga de funciones públicas que soporta el Emperador de Japón emitió un primer informe provisional. Según este informe, la mayoría de los expertos del consejo se posicionan a favor de que la posibilidad de la abdicación se limite al caso del actual Emperador. Sin embargo, es muy probable que la necesidad de abdicar el trono por razones de edad vuelva a manifestarse en el futuro. ¿Es aceptable que, en esta ocasión, no se realice una reforma exhaustiva de la ley que rige la Casa Imperial? Un experto en estos temas compara el caso japonés con el de las monarquías europeas.

Un mensaje imperial de gran impacto

Día 8 de agosto de 2016, 3 de la tarde. Las cadenas de televisión de todo el país transmiten un videomensaje del Emperador de Japón relativo a su “abdicación”, un mensaje cargado de emoción hacia un desempeño de más de un cuarto de siglo, y que dejaba traslucir las limitaciones físicas que el Emperador sentía para seguir llevando a cabo su simbólica labor codo a codo con el pueblo japonés. En el mensaje se exponía también con firmeza que el Emperador no es favorable al establecimiento de una regencia.

Después de la difusión del mensaje, al objeto de estudiar la forma de aliviar la carga que supone para el Emperador el ejercicio de sus funciones públicas, el Gobierno estableció un consejo de expertos al frente del cual se situó al presidente honorario de la patronal Keidanren, Imai Takashi. El otoño pasado este órgano comenzó a celebrar una serie de debates cuyas conclusiones quedaron plasmadas el día 23 de enero en un dictamen, del que se desprende que la mayoría de los expertos se posicionaron a favor de que la posibilidad de abdicar el trono quede por el momento limitada al actual Emperador. Se dijo también que “sería deseable una comprensión más profunda por parte de la ciudadanía”. Sin embargo, cabe plantearse si este dictamen refleja correctamente la intención expresada por el Emperador en su videomensaje del 8 de agosto o la interpretación que la ciudadanía hizo del mismo. Por otra parte la situación en Japón parece distar de lo que está ocurriendo en los países europeos, muchos de los cuales han hecho reformas constitucionales para posibilitar una sucesión al trono que no dé preferencia a un sexo sobre el otro.

Entre los expertos, algunos señalaron que el videomensaje de agosto del año pasado produjo una conmoción comparable a la del mensaje radiofónico que comunicó al pueblo japonés, mediante la voz del entonces emperador Hirohito, la derrota en la Segunda Guerra Mundial el 15 de agosto de 1945. Ciertamente, Akihito expresó su pensamiento de una forma directa, no en una rueda de prensa, sino mediante un video en el que mira a los ojos a cada uno de los japoneses, lo cual no tiene precedentes en el país.

Creo personalmente que la elección de esa forma de comunicación fue un acierto. De hecho, desde que, inmediatamente después de difundirse la primera noticia sobre el tema de la abdicación, los informadores comenzaron a preguntarme al respecto, siempre manifesté que esa sería la forma más adecuada de hacer llegar el pensamiento del Emperador. Y lo que me llevó a pensar así fue, precisamente, la serie de sucesiones al trono que se han visto en Europa desde 2013.

Series de abdicaciones en Holanda y Bélgica

Probablemente el primer caso en la historia de las casas reales del mundo en que un monarca abdicó de forma voluntaria y consensuada en un miembro de la siguiente generación familiar sea el de Guillermina de Holanda, que lo hizo en la persona de su hija en 1948. Guillermina, que accedió al trono en 1890 cuando solo contaba 10 años de edad, se vio obligada a exiliarse en Reino Unido medio siglo después, cuando la Alemania nazi ocupó militarmente su país en 1940. Desde su exilio dirigió a su pueblo un mensaje radiofónico alentando la resistencia, siendo recordada como heroína de la independencia nacional. Sin embargo, al volver a la Holanda liberada una vez finalizada la guerra, la austera reina, poco amiga de las grandes demostraciones públicas, tuvo que sufrir mucho al no poder sintonizar con un pueblo que reclamaba grandiosos desfiles y fiestas para celebrar la victoria. Lo más aconsejable parecía hacer el traspaso a la siguiente generación, más próxima al sentir de la juventud del país. Decidida a hacerlo, la reina cedió el trono a su hija mayor, Juliana, tres años después del fin de la guerra. Tenía 68 años de edad.

Su hija y sucesora se comprometió en cuerpo y alma con la reconstrucción del país y abdicó el trono en su hija primogénita, Beatriz, en 1980, quien durante 33 años cumplió una nutrida agenda nacional e internacional, contribuyendo con el pueblo holandés al progreso de su país. A su vez, Beatriz hizo público súbitamente, poco antes de cumplir los 75 años, que abdicaría el trono en su hijo mayor, Guillermo Alejandro. Corría el mes de enero de 2013. La abdicación dejó boquiabierta a la ciudadanía, pues la reina se encontraba en plenitud de sus facultades físicas y gozaba de enorme popularidad. Pero la firme voluntad de la reina, patente en la forma en que miró a los ojos a cada uno de los ciudadanos, acabó por convencer al pueblo.

En aquella ocasión fue un videomensaje directo al pueblo holandés y no una rueda de prensa la forma elegida para que la reina hiciera su declaración de abdicación.

En julio de ese mismo año, Alberto II, rey de la vecina Bélgica, dimitió en la persona de su primogénito Felipe. En Bélgica se estaban dando enfrentamientos por cuestiones étnicas o lingüísticas que tenían su reflejo político en el Parlamento. La situación era tal que durante 541 días no fue posible formar un gobierno. Era el rey quien actuaba como mediador y coordinador entre los partidos enfrentados. Y el pueblo lo sabía. Ya con 79 años, Alberto decidió abdicar en su hijo en el verano de 2013, cuando comenzaba a vislumbrarse una vía hacia una cierta estabilidad, al menos provisionalmente, en la política parlamentaria. También entonces el rey transmitió a su pueblo directamente su voluntad, mirando a los ojos a cada uno de los ciudadanos en un mensaje televisado.

El monarca en la era de las democracias de masas

Este método de transmitir directamente un posicionamiento personal al pueblo (a la audiencia) mirando a los ojos a cada persona en un mensaje televisado comenzó a utilizarse en Reino Unido, país que ha estado siempre en la vanguardia de las monarquías europeas. Desde que accedió al trono en 1952, Isabel II viene dirigiendo al pueblo británico un mensaje navideño que se transmite cada 25 de diciembre. Cuando Isabel ascendió al trono era todavía la era de la radio, pero en 1957 su mensaje empezó a ser televisado. La reina de los británicos lo es también de canadienses, australianos y ciudadanos de otros países, por lo que el mensaje se dirige a todos los rincones del mundo. En él, la reina diserta sobre un tema diferente cada año. El primero en difundir un mensaje de este estilo fue el abuelo de Isabel, Jorge V, en 1932, cuando las emisiones radiofónicas comenzaron a masificarse.

Jorge V, que condujo como monarca la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue rey en el momento histórico en que la democracia británica se extendía a las masas. El sufragio se amplió a las mujeres a partir de esa contienda y la monarquía pasó a depender estrechamente para su supervivencia del apoyo popular, como se vio claramente en el caso de su sucesor, Eduardo VIII, quien cedió el trono voluntariamente, entre otras razones, porque su deseo de casarse con una divorciada norteamericana encontró la oposición popular. Su decisión de renunciar al trono fue transmitida directamente al pueblo por la radio.

En la época de Isabel II, sobrina de Eduardo, la relación entre Casa Real y pueblo se hizo todavía más estrecha. Y fue la excesiva confianza de la reina en el apoyo popular lo que la llevó a cometer un grave error en 1997 en relación con la princesa Diana. La frialdad que mostró Isabel hacia la princesa, que contaba con el apoyo incondicional de gran parte del pueblo, se tradujo en un gran descontento popular hacia la primera, algo que rara vez había ocurrido en dicho país. En respuesta a esto y a fin de obtener la comprensión del pueblo para sus muchas actividades, la Casa Real británica utilizó sus sitio web y herramientas de difusión como Youtube para dar a conocer hechos como las más de 3.000 actividades públicas que desempeñan todos los años los miembros de la familia, incluyendo las relacionadas con el gran número (entre 600 y 700) de asociaciones de todo tipo de las que la reina y su consorte, el duque de Edimburgo, ambos ya de avanzada edad, ostentan la presidencia.

Isabel II charla, el día de su 90 cumpleaños, con los empleados de la oficina en el castillo de Windsor del Royal Mail. (Fotografía cortesía del sitio web de la Casa Real británica)

Gracias en parte a estos esfuerzos, las celebraciones por el sexagésimo aniversario de la coronación de Isabel que se realizaron en 2012 y los actos de 2016 por su 90 cumpleaños contaron con una inusitada participación popular. Se pusieron de manifiesto una vez más los profundos vínculos que unen al pueblo con su reina y con su Casa Real.

El problema de la abdicación y el futuro de la Casa Imperial

Como se ve incluso en el caso de una monarquía que ha gozado del favor de su pueblo durante un periodo tan largo como la británica, cualquier monarquía moderna puede llegar a perder el contacto con la gente si descuida sus relaciones públicas. El mensaje difundido en agosto del año pasado por el Emperador de Japón, en el que comunicaba su intención de abdicar, causó indudablemente un fuerte impacto en la ciudadanía. Es posible que muchos se sintieran sorprendidos por lo “inesperado” del mensaje. ¿Por qué se difundía en ese preciso momento? Podía haberse hecho, si se trataba de llamar la atención sobre su edad o de aprovechar una fecha significativa, unos años antes, en diciembre de 2013, cuando el Emperador llegaba a los 80 años de edad, o en enero de 2014, cuando se cumplían sus 25 años en el trono del crisantemo.

Se deja entrever en este problema grandes deficiencias en la emisión de información por parte de la Agencia Imperial y del Gobierno, que parecen, incluso después de la gran evolución experimentada por la democracia japonesa tras la guerra, como si quisieran apartar a la familia imperial del pueblo, tratando a sus miembros como –siguiendo la expresión japonesa– “personas de más allá de las nubes”. La ciudadanía habría podido entender mucho mejor el mensaje imperial si hubiera estado más al corriente de cuáles son las funciones públicas concretas que realiza el Emperador y cuántas de ellas desempeña anualmente cada miembro de la familia. En adelante, creo que va ser cada vez más importante que tanto la Casa Imperial como la Agencia Imperial mantengan mejor informado al pueblo y vayan estrechando los lazos entre este y la Casa Imperial

Fotografía del encabezado: los Emperadores asisten a una ceremonia de Año Nuevo en enero de 2017. (Fotografía: Jiji Press)

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