La directora Sasaki Megumi ofrece otra versión del problema de Taiji

Sociedad

La directora de cine Sasaki Megumi ha dedicado siete años a completar Okujirasama: Futatsu no seigi no monogatari (inglés: A Whale of a Tale), un documental que, más que hacer un juicio de valor sobre el problema de la caza de cetáceos, expone un choque y una división que se está produciendo a nivel nacional y mundial.

Sasaki Megumi SASAKI Megumi

Directora y productora de cine. Nacida en Hokkaidō; vive en Nueva York desde 1987. En 1992 pasó a ser corresponsal de la NHK en Estados Unidos después de trabajar como periodista freelance. Posteriormente se independizó y comenzó a producir material para programas de televisión. En 2008 dirigió su primer largometraje, Hābu & Doroshī - āto no mori no chīsana kyojin (Herb y Dorothy: pequeños gigantes en el bosque del arte), que continuó en 2013 con Hābu & Doroshī 2 - Futari kara no okurimono (Herb y Dorothy 2: un regalo de ambos). En 2016 completó su tercera obra, el documental Okujira sama - futatsu no seigi no monogatari (La señora ballena: una historia de dos justicias). Recibió varios premios a la excelencia en festivales internacionales de cine, entre ellos en el Festival Internacional de Cine de Pusan. En 2017 se publicó en Japón una versión de Okujira sama en libro, con la que Sasaki ganó el Premio al Periodismo Científico de 2018.

El largometraje estadounidense The Cove, ambientado en Taiji (prefectura de Wakayama), que denunciaba la “crueldad” de la caza de delfines que se realiza en la bahía de Hatakejiri, fue aclamado en aquel país y obtuvo el Oscar al Mejor Documental de 2010. La consecuencia para este pequeño pueblo pesquero de apenas 3.000 habitantes fue un aluvión de críticas procedentes de activistas opuestos a la caza de cetáceos de todo el mundo. Las críticas se dirigían, en particular, a la “crueldad” utilizada en la forma de matar a los delfines, calderones de aleta corta (gondōkujira) y otros cetáceos de pequeño tamaño que son reunidos y conducidos a la bahía haciendo sonar tubos metálicos introducidos en el mar.

Entre abril de 2010 y julio de 2016, la directora Sasaki Megumi paseó sus cámaras por ese mismo pueblo de Taiji, captando perfiles de una gran variedad de personas que mantienen las más diversas actitudes y posturas. Sin inclinar la balanza hacia ninguno de los dos lados, dio voz al alcalde del municipio, a los pescadores, a Ric O’Barry (examaestrador de delfines y “protagonista” de The Cove), a miembros de Sea Shepherds y a los organizadores de la organización política Nihon Yonaoshi-kai, que promueve reuniones entre activistas extranjeros y representantes municipales, así como a otras muchas personas, entre ellas un antiguo periodista de la agencia de noticias Associated Press que mostraba su extrañeza ante la relaciones existentes entre los medios y Taiji, o la falta de noticias al respecto procedentes del propio Japón.

El tono autosuficiente es el problema de The Cove

ENTREVISTADOR Hay un importante salto temático entre Herb & Dorothy, que habla de amor entre personas y amor hacia el arte, y el problema de la caza de ballenas. ¿Qué la llevó a hacer un documental sobre la caza de ballenas y delfines?

SASAKI MEGUMI The Cove se exhibió en Estados Unidos en 2009 y yo la vi en un cine de Nueva York. Fue un gran shock para mí. Como película, la forma de estructurar el relato y el montaje están muy bien hechos. Y eso refuerza todavía más el impacto. Tuve la impresión de que el documental iba a contribuir a calentar mucho los ánimos en torno al problema de la caza de ballenas. Por otra parte, me sorprendió que, aunque el relato que se hacía fuera claramente unilateral y estuviera lleno de prejuicios y de interpretaciones equivocadas, Japón no saliera a rebatir los argumentos. Y habiendo vivido muchos años en Estados Unidos, me extrañaba también que, mientras que sobre cuestiones como el control de armas o el aborto había tanta diversidad de opiniones, sobre este otro asunto prácticamente todos estuvieran en contra. Me costó, pero al final me decidí a hacer mi propia película sobre el tema empujada por The Cove.

La directora Sasaki Megumi percibió con extrañeza que sobre el problema de la caza de la ballena solo se oía la postura de una de las partes.

ENTREVISTADOR En Japón algunos sostuvieron que The Cove, que fue filmada sin demasiados escrúpulos, recurriendo por ejemplo a hacer tomas a escondidas, carecía de imparcialidad y era pura propaganda. ¿Qué puede decirnos sobre su celo por mantener un equilibrio en su película?

SASAKI Tal vez, la propia pretensión de eliminar toda forma de propaganda y mantener un cierto equilibrio sea de por sí una forma de propaganda. En Japón, algunos piensan, sin demasiada razón, que el género documental es una mera extensión o prórroga de los noticieros de la televisión pública NHK. Pero los documentales llevan dentro el punto de vista y los valores de su autor.

De todas formas, a mí me pareció que en el caso de The Cove, siendo un documental, había un fallo de partida en la actitud de sus productores. Por ejemplo, [el famoso director de documentales norteamericano] Michael Moore apunta con su cámara hacia el Gobierno, hacia el gran capital o hacia toda una industria en conjunto, es decir, hacia el poder. Su actitud es la de delatar, en beneficio de los maltratados, de los que no tienen voz, todas las irregularidades que cometen los poderosos. Sin embargo, The Cove tenía un presupuesto de cientos de millones, un equipo de profesionales de primera fila reclutado en Hollywood y contaba además con tecnología punta en efectos especiales. Y con todo eso y con una montaña de artilugios se plantó en una modesta aldea pesquera llamada Taiji. Sus cámaras apuntaban hacia pescadores que venían capturando delfines y otros cetáceos como un oficio heredado de generación en generación. Sin ningún tipo de probación o verificación, de forma totalmente unilateral, les colgaron a los aldeanos el letrero de malvados, atribuyéndose a sí mismos el papel de héroes. El problema lo veo en esa forma tan autosuficiente en que se adjudican los papeles, ya de partida. Además, en una sociedad como la nuestra, en la que la información se difunde en un instante por los medios digitales e Internet, las voces de los que tienen menos acceso a los medios no se oyen. Yo sentí una gran violencia en la forma en que se utilizó esa superioridad aplastante para difundir ese mensaje por todo el mundo. Creo que para producir una película hay que tener unos mínimos principios éticos y me pareció muy cuestionable que desde un principio asumieran que la justicia estaba de su parte.

ENTREVISTADOR A Whale of a Tale tiene una faceta de comedia humana, con un rico muestrario de tipos, pero entre todos ellos destaca con luz propia la figura de Nakahira Atsushi, representante de Nihon Yonaoshi-kai.

SASAKI Cuando empezamos a filmar nuestra película, en 2010, The Cove acababa de llegar a las pantallas japonesas y los sea shepherds acababan también de establecer su base permanente en Taichi. Interactuamos con muchas personas, presenciamos muchos sucesos y conocimos muchas facetas de la naturaleza local, pudiendo al mismo tiempo dirigir nuestras cámaras hacia todo eso. Ese es el mayor placer que proporciona el documentalismo. Nakahira se convirtió en un inesperado peacemaker. La situación entre Taiji y los activistas era de una total falta de comunicación, pero él trató en todo momento de contactar con los activistas extranjeros, con su inglés chapurreado. Fue el único que se dio cuenta de lo importante que era el diálogo. Los grandes medios de comunicación no suelen ocuparse de personas como él, que nunca se sabe con qué te van a salir. Yo también vacilé al principio, pero él se ha implicado mucho en el problema de Taiji y va por las calles difundiendo mensajes desde su coche de campaña. Diversidad social significa no excluir a nadie. Todos tratamos de vivir con intensidad, cada cual desde sus propias posturas y perspectivas. Esa es otra de las cosas que yo quería transmitir.

Sasaki recogiendo testimonios en Taiji. © Project team de Okujirasama.

Scott West, uno de los sea shepherds que en 2010 se establecieron en Taiji. Su grupo fue el protagonista de la campaña contra la caza de delfines. © Project team de Okujirasama.

Activistas en plena protesta. © Project team de Okujirasama.

ENTREVISTADOR ¿No le pareció que los sea shepherds deberían haber emitido sus mensajes también en japonés, o al menos haberlo intentado?

SASAKI Más que eso, lo que creo es que los japoneses deberían utilizar el inglés para difundir sus ideas. La incapacidad de los japoneses para comunicarse en inglés es un problema muy grave. Todo aquel que haya terminado sus estudios de secundaria debería ser capaz de expresarse en inglés. Los japoneses les tienen demasiado miedo a las lenguas extranjeras. Para comunicarse bien es necesario una cierta pasión, desear transmitir algo con fuerza, a toda costa, y desear también comprender al otro con toda el alma. El problema de la caza de delfines y ballenas es el tema de esta película y es una forma de entrar en materia, pero mi idea era no quedarme en la disyuntiva de estar a favor o en contra, sino plantearme otro problema que se atisba un poco más allá, que es más “universal”.

Inoperancia como foco informativo y parálisis mental

ENTREVISTADOR En este esquema de enfrentamiento, la figura de Jay Alabaster, un experiodista que para comprender mejor a la gente de Taiji y su cultura vivió allí durante dos años y se ganó la confianza de los lugareños, es un rayo de esperanza. Él afirmaba que Taiji es una muestra en miniatura del conjunto de Japón, un país que es un gigante en el aspecto económico y que tiene las más avanzadas tecnologías, pero que como tal país es incapaz de emitir sus propios mensajes.

SASAKI Para mí, fue de gran ayuda que Jay se prestase a salir en mi película. Taiji es, efectivamente, una miniatura de Japón, pero podría decirse que también lo es del conjunto del mundo. A partir de lo que está ocurriendo en ese pequeño pueblo de 3.000 habitantes se puede visualizar el choque o la división que está ocurriendo a nivel mundial.

Jay Alabaster (derecha), un experiodista de la agencia Associated Press que vivió durante dos años en Taiji y logró ganarse la confianza de los pescadores. Actualmente cursa un doctorado en la Universidad Estatal de Arizona, en el que investiga la relación entre Taiji y los medios de comunicación. © Project team de Okujirasama.

ENTREVISTADOR En el libro que ha publicado recientemente, titulado Okujirasama (editorial Shūeisha), dice usted que cuando cubrió la reunión plenaria de la Comisión Ballenera Internacional en 2002 se sintió indignada, incluso pasmada, por lo estériles que eran esas reuniones. ¿Qué opinión le merece la postura mantenida sobre el problema de la caza de ballenas por el Gobierno de Japón?

SASAKI En primer lugar, antes de emitir un determinado mensaje deberíamos tener una comprensión profunda de la otra parte. ¿Por qué esa fijación de los occidentales en los delfines y ballenas? Los extremistas del estilo de los sea shepherds no han aparecido por generación espontánea. Hay ahí una concepción de la relación entre el ser humano y la naturaleza, o entre el ser humano y los animales, que está en lo más profundo de su religión y de su filosofía, y que es, en su esencia, diferente a la de Japón.

Sasaki entiende que el Gobierno de Japón no está rindiendo cuentas debidamente ante la comunidad internacional.

Japón mantiene que la caza de la ballena forma parte de su tradición, pero los occidentales creen que hay que abandonar las viejas costumbres que no se adaptan a los nuevos tiempos y que la humanidad tiene que ir evolucionando como tal. La mentalidad acerca de los “derechos de los animales” también está evolucionando. En los años setenta se reclamaba “save the whales”, presentando las ballenas como un símbolo de todo el movimiento de preservación medioambiental, pero a partir de The Cove, son los propios derechos de los animales los que se han convertido en objeto de discusión. Es un “movimiento pro derechos civiles siglo XXI”, que se propone equiparar a ballenas y delfines, es decir, a aquellos animales que, desde su punto de vista, son más cercanos al ser humano, con las personas socialmente más débiles o desfavorecidas. La única forma que encuentra Japón de rebatir estas ideas es quejarse de que se defienda a la ballena, pero no a la vaca o al cerdo. Sufrimos una especie de parálisis mental.

Hoy en día, el consumo medio anual de carne de ballena de los japoneses equivale a dos o tres lonchas de jamón. Recurrir una y otra vez, como explicación, a eso de la tradición o de la cultura, no es rendir cuentas ante la comunidad internacional. Los occidentales, por su parte, lo único que hacen es imponer sus valores al resto. Hay que saber ir desgranando uno a uno los pensamientos e ideas, que son muy variados, y entrar en un diálogo.

Un problema más profundo que afecta a la existencia de las comunidades rurales

ENTREVISTADOR ¿Cómo ve usted la influencia que están teniendo los social media (medios de comunicación sociales)?

SASAKI El rodaje de Okujirasama tuvo que ser interrumpido temporalmente por causa del Gran Terremoto del Este de Japón (marzo de 2011), pero fue reanudado en 2014. Ese mes de enero causó un gran revuelo un tuit de Caroline Kennedy, entonces embajadora de Estados Unidos en Japón, en el que criticaba la caza de delfines de Taiji.

Un año después la edición on line en inglés del periódico Asahi Shimbun publicó un artículo sobre la película que estábamos haciendo y en unos pocos días obtuvo el recommend de 4.000 personas. Pero debajo del artículo fueron acumulándose cientos de comentarios críticos. Esto me hizo pensar lo peligrosos que pueden ser los medios sociales.

Alrededor de palabras como “Taiji”, “pesca por cerco”, “caza de delfines”, se está formando un lenguaje codificado que a veces no nos permite ver que detrás de esas palabras hay personas y hay vidas. Estamos en una era dominada por mensajes cortos, muy potentes, que forman un lenguaje codificado, y esto me da mucho miedo.

ENTREVISTADOR Jay Alabaster, al que se ha referido anteriormente, afirma que lo que realmente está en peligro de extinción hoy en día no son las ballenas ni los delfines, sino los pequeños municipios de provincias como Taiji.

SASAKI En todos los países del mundo encontramos pequeños municipios como Taiji que, dentro de este proceso de globalización que vivimos, están debilitándose y declinando.

La pesca de delfines y otros cetáceos representa aproximadamente un 30 % del total de las capturas de Taiji. No hay que olvidar que la caza de delfines, además de ser una actividad económica y una forma de ganarse la vida, para esta localidad es un rasgo de identidad y un motivo de orgullo. Es una región pobre en agua, que no permite demasiados cultivos, pero cuyas aguas costeras, por casualidad, son lugares de paso para los cetáceos, y esta gente tiene grabado en su corazón que si ha podido sobrevivir allí durante los últimos 400 años ha sido gracias a que están ahí las ballenas y los delfines. Es su orgullo y su identidad. Estemos a favor o en contra de esta caza, en todo caso deberíamos plantearnos lo grave que sería privar a estas personas de todo eso. No estamos hablando de tradiciones de un país, ni de su cultura culinaria: es una cuestión que afecta al propio sentido de la existencia de la gente que vive en las zonas rurales.

ENTREVISTADOR El alcalde de Taiji está dando los primeros pasos para llevar a la práctica su idea de convertir la localidad en un centro de investigaciones científicas sobre las ballenas. Parece lógico pensar que el futuro de Taiji deba estar en manos de quienes allí viven, y no a merced de las presiones externas.

SASAKI Es algo en lo que los habitantes de Taiji deben ir pensando, y no solo ellos, sino el conjunto de Japón. En Japón existen otros lugares, como la prefectura de Iwate, donde también se cazan delfines, pero el mundo solo critica a Taiji. A diferencia de la pesca con arpón, que se hace en alta mar, la pesca por conducción al estilo de Taiji se hace cerca de la costa y está a la vista de todos, y en realidad es por esa razón tan simple por la que Taiji se ha convertido en el blanco de todas las críticas.

ENTREVISTADOR Los controles migratorios se han endurecido y ahora vemos menos activistas extranjeros en Taiji. ¿Cree que su actividad irá llegando a su fin?

SASAKI Yo creo que ellos no van a darse por vencidos. El problema no va a terminar porque ya no vengan a Japón. Cada 1 de septiembre, día en que se levanta la veda de la captura del delfín, se organizan protestas frente a las embajadas y consulados japoneses de todo el mundo. En Japón no se informa de estas cosas. No se está visibilizando el problema y creo que esto va a traer nuevas complicaciones.

La película Okujirasama: Futatsu no seigi no monogatari (inglés: A Whale of a Tale) ha sido estrenada en Eurospace (Tokio) y será próximamente presentada en salas de proyección de todo el país. Todavía no se sabe si podrá verse también en Estados Unidos, pero su directora cree que se dará a conocer principalmente por distribución digital.

Fotografía del encabezado: Okujirasama: Futatsu no seigi no monogatari (inglés: A Whale of a Tale), distribuida por Elephant House. © Project team de Okujirasama.

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