¿Qué legado queremos que nos deje Tokio 2020?

Sociedad Tokio 2020

Avanza la cuenta atrás para el comienzo los Juegos Olímpicos y Paralímpicos Tokio 2020. Sus preparativos han venido acompañados de no pocos tropezones. Pero lo más importante en este momento es concentrar todas las energías en la creación de un legado intangible que perdure cuando los juegos se hayan clausurado. Se trata de aprovechar al máximo esta magna cita deportiva para solucionar los problemas locales preexistentes y para crear capital humano.

La misión que la Carta Olímpica asigna al COI

El día 28 de octubre se cumplieron los 1.000 días para los próximos Juegos Olímpicos, que tendrán lugar en Tokio. Desgraciadamente, no puede decirse que el clima en Japón sea de gran entusiasmo, pero algo similar ocurrió con los exitosos juegos de Londres 2012, pues los británicos no mostraron demasiado interés hasta comenzados los mismos. En ese sentido, es normal que en una sociedad como la japonesa, cuyos valores se han diversificado, el fervor no sea tan patente por el momento. Se han sucedido problemas como la revisión del diseño del Estadio Nacional, la rectificación en la elección del emblema olímpico, los recortes presupuestarios, los cambios de estadios, el retraso en el traslado del mercado del pescado de Tsukiji, etc., pero es de suponer que conforme se vaya avanzando en los preparativos, la ciudadanía, amante del olimpismo, se vuelque. Más que eso, lo que a mí me preocupa es lo que se está haciendo para que los próximos juegos nos dejen un legado positivo.

Un estudio hecho por nuestro instituto en abril de este año revela que el conocimiento de la expresión “legado olímpico” alcanza ya a la mitad de los encuestados. De todas formas, ofreceré aquí algunas explicaciones sobre este concepto. En la sesión plenaria de 2002 del Comité Olímpico Internacional (COI) se añadió a las misiones que la Carta Olímpica asigna a dicho órgano la de “promocionar un legado positivo de los Juegos Olímpicos para las ciudades y países anfitriones”. En adelante, se exige a las ciudades anfitrionas que planifiquen ese legado, le vayan dando forma y, una vez concluidos los juegos, presenten un informe sobre los logros obtenidos. Estas exigencias tienen su justificación. Existe una conciencia muy viva de que la imagen de los juegos es cada vez más negativa, debido a la hipertrofia que sufren en cada edición y al hecho de que los anfitriones acaben soportando cargas cada vez más onerosas, encontrándose con que una vez terminados los juegos los estadios se convierten en pesos muertos sin ningún uso práctico. Baste decir que, ante el hecho de que París y Los Ángeles eran las dos únicas candidaturas presentadas para los juegos de 2024, se ha optado por adjudicar esos juegos a la primera ciudad y los siguientes (2028) a la segunda.

El legado material no es lo más importante

Para los Juegos de Londres 2012, los primeros que partían de la exigencia de delinear una planificación del legado olímpico, fueron públicamente asumidos, cinco años antes de su celebración, cinco compromisos para la formación de dicho legado: 1) hacer del Reino Unido una potencia deportiva; 2) transformar el corazón de East London (sector Este de la capital, al norte del río Támesis); 3) hacer labor de concienciación entre los jóvenes y promover su participación en la sociedad; 4) asegurar la sostenibilidad de los estadios, y 5) hacer campaña para presentar Londres ante el mundo como ciudad atractiva para los negocios, el turismo y otras actividades. Se estableció un plan para conseguir que el efecto económico fuera mayor durante los ocho años posteriores a su realización que durante los nueve precedentes (cuatro billones de yenes, frente a tres billones), en cuyo cumplimiento se sigue trabajando actualmente.

Se ha hecho una valoración muy positiva del legado de Londres 2012, pues además de dejar una parte tangible en forma de estadios deportivos como el Olympic Park o de mejoras en la red de ferrocarril y otras infraestructuras, se ha cuidado también la parte intangible, consiguiendo un aumento de la población que hace deporte, dando mayor amplitud y continuidad a muchas actividades de voluntariado, creando empleo en la zona de East London, donde se alza el Olympic Park, y promoviendo una mayor afluencia de turistas extranjeros.

Los juegos del 2020, que se celebrarán en una capital que, al igual que Londres, ha alcanzado ya su madurez, también han concedido gran importancia a la creación de ese legado desde el primer momento. Las acciones se están llevando a cabo partiendo de dos planes: el de formación de legado en ocho campos presentado en diciembre de 2015 por el Gobierno metropolitano y el de acción y legado hecho público por el Comité Organizador en julio de 2016, aplicable este en cinco campos.

Los juegos celebrados en la capital japonesa en 1964 dejaron un gran legado material: el Shinkansen o tren bala, la red de autopistas metropolitanas Shuto, el Monorraíl de Tokio, el Estadio Nacional, el estadio Budōkan, el Gimnasio Nacional de Yoyogi o el Estadio de Komazawa. Sería deseable que los juegos de 2020, al margen del nuevo Estadio Nacional y de la Villa Olímpica, dejen un legado fundamentalmente intangible. Se espera, igualmente, que la formación de legado no se limite a Tokio y se haga partícipes a otras regiones del país, empezando por las que sufrieron el Gran Terremoto del Este de Japón de marzo de 2011. Viendo lo que se está haciendo en Londres, parecen objetivos perfectamente alcanzables. Lo que ocurre es que las cosas intangibles, precisamente por ser difíciles de visualizar, no suelen obtener la comprensión general, y la prueba es que en la fase actual las zonas geográficas implicadas siguen sin tener claro qué acciones deberían tomar para dejar qué legado.

Aprovechar los juegos para avanzar en la resolución de problemas preexistentes

Al establecer las metas de creación de legado para cada área implicada, lo más importante es partir de los problemas que afectan a esas áreas y de las soluciones que pueden dárseles. La cuestión no es cómo obtener provecho de la realización de los juegos. Existen unos problemas que se deben afrontar se celebren los juegos o no, y de lo que se trata es de pensar cómo aprovechar la energía que emana de los juegos para solucionar dichos problemas locales. Se dice que el principal legado de los juegos de Londres ha sido la revitalización de East London. Se ha desarrollado un complejo urbano de gran escala, con una extensión que supera las 200 hectáreas, y los interesados dicen que el mayor legado que les han dejado los juegos es que, gracias a ellos, se han encarrilado problemas que nada tenían que ver con el evento, como el problema de la pobreza o el de la contaminación del suelo. Por supuesto, los problemas no son los mismos en las áreas donde se asientan los estadios y en el resto, pero lo importante es que a la hora de establecer el legado deseable se parta de los problemas locales preexistentes.

Se pensará que, quedando ya solo 1.000 días para la cita olímpica, no pueden hacerse demasiadas cosas, y que conforme se acerque el día de la inauguración el interés se centrará en los juegos en sí, quedando el legado olímpico en un segundo plano. En todo caso, en la cuestión del legado olímpico, lo más importante llega una vez cerrados los juegos, así que no hay ninguna necesidad de completarlo todo antes de los mismos. Ahora se trata de motivarse y de ir disponiendo las cosas. El director de la Agencia de Turismo del Gobierno británico dijo que sus planes eran gastar un 20 % del presupuesto antes de los juegos y otro 20 % durante los mismos, dejando el restante 60 % para después de ellos. Hay que pensar qué preparativos hay que hacer de cara al “día después”, entendiendo que el grueso de las actuaciones vendrá después de los juegos. Los japoneses tienden a entusiasmarse rápidamente para enfriarse luego con la misma rapidez, pero es importante darse cuenta de que hay que conseguir modelos y mecanismos que sigan siendo sostenibles cuando los juegos formen ya parte del pasado.

Ganarse a los actores más influyentes

Los juegos olímpicos y paralímpicos concentrarán las miradas del mundo en Tokio y en Japón, y esta es su principal virtud. Reino Unido aprovechó al máximo la oportunidad que le brindaron sus juegos para publicitarse ante el mundo. A través de los campos de entrenamiento que se pondrán en funcionamiento antes de los juegos, o atrayendo a los medios de comunicación y a los visitantes llegados para asistir a las competiciones, incluso las zonas de Japón donde no se alza ningún estadio podrán promocionarse como lugares turísticos, vender sus productos típicos, hacer intercambios de todo tipo y promover los negocios.

Las zonas que aspiren a alojar un campo de entrenamiento olímpico no tienen por qué fijar su mirada en los países más conocidos o deportivamente más potentes. Pueden elegir los países en función de cuáles sean sus objetivos o estrategias. El municipio de Imabetsumachi, en la prefectura de Aomori, y el de Sanmu, en la de Chiba, escogieron sus respectivos países y disciplinas (equipo mongol de esgrima y equipo de Sri Lanka, respectivamente) sobre la base de estrategias claras y pusieron manos a la obra cuando todavía faltaban cuatro años para la realización de los juegos.

Por otra parte, en cuanto a las posibilidades de captar visitantes para estas áreas, todavía más interesantes que los juegos podrían ser la Copa Mundial de Rugby, que se celebrará en Japón en 2019, o los World Masters Games que tendrán lugar en Kansai en 2021. En el primero de estos acontecimientos, los partidos están bastante espaciados y los estadios distanciados, dando margen para que el público visitante y la prensa pueda desplazarse a las regiones. Además, los visitantes llegarán de países que todavía no tienen demasiada presencia entre los turistas extranjeros que visitan cada año Japón. En cuanto a los Masters, su principal atractivo son esos 20.000 aficionados a los deportes que se espera que lleguen de todo el mundo. Es muy probable que ellos o los familiares que los acompañen hagan turismo, compras o alguna otra actividad en los días previos y posteriores a las citas. Ahora bien, tengo que decir que yo he estado en cuatro campeonatos mundiales de fútbol, uno de rubgy y dos juegos olímpicos y que sin embargo nunca he vuelto a visitar esos países. Para obtener un efecto más duradero, más que con los visitantes de a pie hay que contar con la preferencia de las personas e instituciones más influyente, como los medios de comunicación, los atletas o las redes sociales.

Una oportunidad para acelerar la certificación alimentaria internacional

Cabe la posibilidad de que ni en la fase previa de preparación ni durante los juegos puedan servirse en las comidas alimentos procedentes de los campos y mares japoneses. Se exige que todos los proveedores de alimentos para los juegos hayan pasado una certificación internacional u otra equivalente, pero hoy por hoy son muy pocos los productores japoneses que la tienen. Además, hay una organización internacional no gubernamental que vela por la sostenibilidad en los productos y materiales utilizados en los juegos, y por el respeto a los derechos humanos en aspectos como la prohibición del trabajo infantil o de las condiciones laborales abusivas. Aunque sean productos de empresas japonesas, podría ocurrir que dentro de una cadena de suministros globalizada hubiera una parte que incumpliera los estándares internacionales y a la empresa podrían pedírsele responsabilidades y ser instada a subsanar la deficiencia. Pero estos riesgos no hay que verlos como una excusa para echarse atrás, sino como una oportunidad inmejorable para que, de una vez, los grandes y pequeños empresarios del país se apresten a cumplir todos estos estándares internacionales, lo cual les permitirá ampliar sus negocios una vez hayan concluido los juegos.

Otro aspecto en el que hay que avanzar es el de la consecución de una sociedad cada vez más inclusiva. Durante los juegos, gentes de todos los países y razas llegarán a Japón y entre ellos habrá no pocas personas con discapacidad. Aprovechando el tirón de los juegos paralímpicos, muchas ciudades están mejorando su entorno –tanto en su software como en su hardware– para acoger de la mejor manera posible a estas personas. Es de esperar que esto sirva también para hacer avances en el campo de la concienciación. Si la tolerancia hacia la diferencia va calando en la sociedad, esto se traducirá en una mejor convivencia entre los propios japoneses y la diversidad se convertirá en fuerza de activación social y fuente de nuevos valores.

Otro aspecto que hay que aprovechar al máximo es el efecto de aceleración que surten los juegos olímpicos y paralímpicos en muchos procesos. Esto se está sintiendo ya, pues vemos que, con 2020 como fecha límite, se realizan esfuerzos para afrontar reformas en aspectos técnicos y sociales, entre los que podríamos citar la conducción automática, la utilización del hidrógeno como fuente de energía, el impulso a los minpaku (hogares habilitados para recibir visitantes temporalmente), la atención plurilingüe, la traducción automática, el reciclaje de minerales urbanos (metales de aparatos electrónicos, etc), la accesibilidad a los espacios, el desarrollo de industrias relacionadas con el deporte, etc.

La formación de capital humano, el mayor legado

En todo el país se están realizando proyectos de cara a los juegos de 2020. Se están preparando campos de entrenamiento en varios cientos de localidades. Hay un programa cultural paralelo al deportivo que se propone implicar a 50 millones de personas en cerca de 200.000 eventos. Hay otros muchos eventos en relación con los juegos que tendrán lugar en escuelas y otras instituciones locales. Y se espera la colaboración de 80.000 voluntarios. Si, además de participar en todos estos actos y apoyar a la organización como voluntarios, los jóvenes y la gente en general participa activamente en la planificación y ejecución, así como en la toma de decisiones, será posible obtener un capital humano de personas que, después de los juegos, puedan liderar diversos procesos locales aprovechando la experiencia adquirida.

En nuestro instituto estamos llevando a cabo, conjuntamente con el ayuntamiento de Shibuya-ku (Tokio) y contando con la colaboración de algunas empresas, un proyecto que permitirá a jóvenes de entre 18 y 29 años relacionados o con algún interés en Shibuya presentar sus ideas o propuestas para mejorar esta parte de Tokio aprovechando la celebración de los juegos. Las mejores propuestas serán canalizadas hacia el ayuntamiento para que este las pueda integrar en sus políticas. En su puesta en práctica, se contará con el apoyo de las empresas. Lo más especial de este proyecto es que se implicará a los jóvenes a lo largo de todo el proceso, desde la idea original hasta la ejecución.  Cuando hay que unificar posturas para tomar decisiones, recabar las ayudas necesarias y pasar a la ejecución, se afrontan sufrimientos, dificultades y frustraciones que uno no experimenta cuando se limita a dar su opinión o a hacer una simple propuesta desde fuera. Pero esto mismo puede favorecer la adquisición del tipo de capacidades que se exigen en los líderes de la sociedad o de sus organizaciones, y eso significa formar capital humano.

Si estos planes se activan en todo el país y un gran número de jóvenes y de vecinos de las diversas áreas conocen lo que es participar en la sociedad, se formará un capital humano que finalmente se constituirá en el mayor legado que nos dejarán los juegos. Y si todos estos esfuerzos no se quedan en algo pasajero y se forman plataformas estables para seguir aportando soluciones a los problemas locales de forma continuada, esto también será un valioso legado.

Supongo que algunos se preguntarán qué relación tiene todo esto con un acontecimiento deportivo, pero para París 2024 se espera que el mayor legado de los juegos sea la creación de social businesses (negocios sociales) que contribuyan a la consecución de objetivos como cero pobreza, cero desempleo o cero emisiones de CO2. Conseguir unos juegos entretenidos y rodeados de animación es en sí un objetivo importante, pero los juegos olímpicos y paralímpicos tienen lugar en sociedades donde los valores son cada vez más diversos y, en una época como esta, unos juegos a secas, que afectasen solo a la ciudad anfitriona o que nos hablasen exclusivamente de deporte no serían socialmente aceptables.

Si echamos la vista atrás, los Juegos Olímpicos Tokio 1964 fueron un hito histórico que aceleró el proceso por el que Japón, saliendo de los escombros de la guerra, logró reintegrarse en la comunidad internacional y creció hasta convertirse en una potencia económica. Sobre nuestra generación pesa ahora la responsabilidad de hacer realidad unos juegos Tokio 2020 de los que las generaciones venideras puedan decir que fueron un hito en la maduración de la sociedad japonesa en el verdadero sentido de la palabra.

(Escrito el 20 de octubre de 2017 y traducido al español del original en japonés)

Fotografía del encabezado: el último portador de la antorcha prende el fuego olímpico en el estado Nacional durante la ceremonia de inauguración de los Juegos de Tokio 1964, el día 10 de octubre. (Fotografía: Mainichi Shimbunsha/Aflo)

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