El imperio del ‘pachinko’: la ludopatía en Japón

Sociedad

En Japón se puede disfrutar de las tragaperras de un pachinko o pachislo en cualquier parte. La autora, que sufrió en su día gravemente por una adicción a los juegos de azar, señala la falta de información entre los japoneses sobre la ludopatía y el retraso en las medidas por parte del Gobierno, pese a tratarse de un país con un fuerte movimiento para levantar la prohibición sobre los casinos.

Un 3,6 % de los japoneses adultos son ludópatas

En Japón se da un tipo local de juegos de azar denominado pachinko o pachislo (una palabra compuesta que proviene de pachinko y slot machine, “tragaperras” en inglés): espacios existentes por todo el país para que los clientes se diviertan de forma casual con las máquinas de juego. Además, se celebran por todo el territorio carreras de caballos, de botes, de bicicletas y de motocicletas sancionadas por el Estado, para las cuales se pueden adquirir incluso fuera del lugar boletos de apuesta. Hoy día, con el auge de las apuestas por Internet, es posible acceder a los juegos de azar con nuestro smartphone desde cualquier parte, a cualquier hora.

Según los resultados de una investigación publicada en septiembre de 2017 por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, se estima que el porcentaje de adultos que han experimentado algún tipo de adicción a los juegos de azar en Japón (es decir, aquellas personas que se sospecha han podido tener o tienen algún tipo de adicción a esos juegos) es de un 3,6 %, cerca de 3.200.000 personas. Si comparamos estos datos con los de Holanda (1,9 %), Francia (1,2 %) y otros países con un promedio del 2 % veremos que se trata un porcentaje extremadamente alto. Se sospecha que en este último año un 0,8 % de la población (unas 700.000 personas) ha gastado de media 58.000 yenes mensuales en juegos de azar como el pachinko y el pachislo.

A partir del establecimiento de la Legislación para la Promoción de las Zonas Turísticas Integradas (comúnmente denominada “ley de los casinos”), en diciembre de 2016, el problema de la ludopatía comenzó a atraer atención. Para empezar, el estándar en los países avanzados es fomentar la industria al mismo tiempo que se establecen medidas contra la adicción al juego, pero Japón es un caso extremadamente inusual, ya que pese a no contar con casi ninguna medida hacia la ludopatía su Gobierno aprueba y fomenta una gran parte de las empresas del ramo. Quizá precisamente por eso la adicción a los juegos de azar se encuentra tan extendida.

La ludopatía, una enfermedad cotidiana

Soy una ludópata “de tercera generación”: tanto mi abuelo como mi padre y mi marido son adictos al juego, y yo misma sufrí esa adicción tras ellos. Me preguntan a menudo por qué no aprendí de la experiencia de mi padre. Por supuesto, entiendo por qué me lo preguntan, pero los casos de ludópatas de tercera generación no son nada raros en familias como la de esta autora. Yo misma me decía a mí misma que no quería una vida como la de mis padres, pero al mismo tiempo caminaba tras sus pasos. “¿Por qué me pasa esto?”, me repetía, incapaz de comprenderme, y sentía decepción y odio hacia mí misma. ¿Por qué nos convertimos en reflejos de nuestros padres con tanta facilidad?

Trataré de recordar ahora mi propia experiencia. Mi madre se divorció pronto de mi padre, que era ludópata, y regresó a casa de sus padres conmigo, su única hija. Sin embargo, mi abuelo jugaba de mañana a noche al pachinko; la familia se llevaba mal y era pobre, y yo crecí en un ambiente familiar de tales carencias que no nos permitían comprar mi mochila escolar o el uniforme de secundaria.

Mi abuelo comenzó a llevarme con él al pachinko siendo yo muy niña, de modo que yo entraba y salía a mis anchas del local, y comprendí de primera mano, ya desde mi época de prescolar, en qué consistía la diversión del juego. Además, mi madre y sus hermanos se habían criado en casa de mi abuelo, de manera que les gustaba el juego, claro, y cuando toda la familia se juntaba en Año Nuevo pasábamos el rato divirtiéndonos con las cartas o el mahjong. Quizá en nuestro fuero interno todos nos reíamos del abuelo, pensando que podríamos mantener el autocontrol y jugar sin peligro, que nunca seríamos ludópatas como él. Al menos eso es lo que yo pensaba.

Como todos los adultos que me rodeaban eran aficionados al juego me fui quedando con la imagen de que los juegos de azar son algo que se da por descontado, y fui bajando la guardia. Yo misma, al ser criada en este ambiente, conocí a un hombre aficionado al juego y, a partir del momento en el que empezamos a jugar juntos caí en la ludopatía. Por supuesto existen casos en los que los afectados no han recibido ningún tipo de influencia por parte de su familia, sino que aprendieron sobre el juego de la mano de amigos. Quizá sea más fácil comprender cómo funciona la ludopatía si pensamos en ella como una alergia. Hay personas que reaccionan con particular fuerza a los “elementos alergénicos” de los juegos de azar; es decir, que la ludopatía es una enfermedad normal, de carácter cotidiano.

Lo cierto es que la sociedad japonesa, incluyendo a los propios afectados por la ludopatía, no reconoce nuestra adicción al juego como una enfermedad propiamente dicha, y no existen medidas preventivas para evitar que se extienda o políticas para tratarla.

El efecto opuesto: “la familia se limpia el trasero”

Curar una adicción a los juegos de azar significa también tratar a la familia como conjunto. ¿A qué se debe que esta enfermedad parezca ser a veces hereditaria, o que a veces se recrudezca repentinamente? Para librarse de ella se necesita “que la familia no se limpie el trasero con la responsabilidad del enfermo”, es decir, que lo más importante es ofrecerle a esa persona una oportunidad de hacer frente a su problema. Sin embargo, son muy pocos los japoneses que conocen esa metodología, pero si el resto de la familia ayuda a la persona con deudas y problemas similares, ocasionados por la ludopatía, esta pierde una fuerte motivación para dejar de apostar y jugar. La familia solo se esfuerza por conseguir el dinero para lo más inmediato, y pueden llegar a pasar mucho tiempo sumidos en la confusión.

En el caso de mi marido y yo, tras diez años de peleas logramos salir del infierno de los juegos de azar. Nuestros fondos estaban por los suelos y estábamos exhaustos por el esfuerzo de haber pagado nuestras deudas, pero finalmente conseguimos que nos atendieran en una clínica especializada, además de ponernos en contacto con un grupo de autoayuda, de cara a la recuperación.

Últimamente han aparecido nuevos estudios que señalan la genética como causa de la ludopatía, además del ambiente personal.

En 2014 un equipo de investigadores de la Universidad Berkeley de California presentó los resultados de un estudio según el cual “Los genes son en gran medida responsables de las tendencias humanas hacia el juego y la inversión”. En el estudio se muestra cómo la función de la dopamina en el cerebro se ve influida por la genética de la persona. Ojalá en el futuro se desarrollen métodos de prevención y tratamiento mediante investigaciones más avanzadas en el terreno de la ludopatía.

Las medidas contra la ludopatía, casi inexistentes en Japón

Creo que existen tres elementos por los cuales el riesgo de contraer una adicción a los juegos de azar es tan alto en Japón.

El primero es la popularidad de los locales de pachinko y pachislo, mencionados al principio del artículo. En la actualidad existen unos 10.000 establecimientos de este tipo a nivel nacional, y como ya se ha mencionado estos son responsables de un 80 % de la ludopatía del país. Se trata de locales cercanos y accesibles, como una tienda de veinticuatro horas, y a nadie le resulta extraño que se haga uso de ellos, una característica puramente japonesa de esos juegos de azar.

El segundo elemento a mencionar es la propia responsabilidad del individuo, y la “cultura de la vergüenza”. A los japoneses se nos cría con la idea de que cada uno tiene que hacer sus cosas, de que no debemos molestar a los demás con nuestros problemas. Se considera que no se debe contar a los demás sobre los problemas que uno o su familia pueda tener, que la falta de autocontrol es un motivo de vergüenza y que por muy difícil que sea la situación es mejor ocultar las cosas antes que causar vergüenza a otros.

Aunque la familia de un ludópata reúna el valor suficiente para consultar con la administración local, amigos y conocidos, lo más probable es que en lugar de apoyarlos les den sermones, del tipo: “¿No será que no le falta amor por parte de sus padres, o su pareja?”, “Habla con franqueza”, o “No lo mimes tanto”, y terminen por callar.

El tercer elemento es el retraso en las políticas. Es algo relacionado con la idea de la responsabilidad personal: Japón es el paraíso de los juegos de azar, pero las medidas para la ludopatía no reciben ninguna publicidad, ni tampoco se han realizado estudios sobre la responsabilidad beneficiaria de la industria. Mientras tanto, en países como Singapur o Estados Unidos se han implementado políticas al respecto como las siguientes:

  • Comprobación de la edad
  • Limitación por ley del número de visitas a los locales de juego, o de la cantidad máxima de dinero que se puede gastar en ellos.
  • Concienciación sobre la ludopatía como enfermedad
  • Educación preventiva para jóvenes
  • Instalaciones de ayuda y formación de personal de apoyo
  • Encuestas prácticas e investigaciones
  • Limitación de la publicidad de juegos de azar

Mientras tanto, en Japón ni siquiera se comprueba la edad a conciencia. En 2016 la prefectura de Chiba realizó una encuesta entre unos 5.000 estudiantes de instituto, de los cuales 106 contestaron que habían tenido alguna experiencia con juegos de azar.

Irónicamente, el movimiento para levantar la prohibición contra los casinos, una nueva forma de juego para los japoneses, fue en parte la causa de que el problema de la ludopatía saliera a la luz. Se espera que la Legislación para la Promoción de las Zonas Turísticas Integradas, necesaria para la instalación de casinos, junto con las primeras medidas básicas contra la ludopatía, se presente en sesión ordinaria de la Dieta en enero de 2018. Dejando de lado si el tema de si los casinos son buenos o malos, los afectados por los problemas con los juegos de azar esperamos que el Gobierno implemente en esta ocasión medidas sólidas para paliar la ludopatía del país.

(Artículo escrito el 27 de noviembre de 2017, y traducido al español del original en japonés)

Imagen del encabezado: jugadores de pachinko (Jiji Press)

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