Lecciones de los asesinatos en serie de Zama: el uso de internet para prevenir el suicidio

Sociedad

La noticia de un asesino en serie que utilizaba Twitter para captar a mujeres con tendencias suicidas ha llevado a sectores de la sociedad japonesa a reclamar que se refuerce la regulación de las redes sociales. El autor de este artículo apunta que deben hallarse métodos efectivos para usar internet en la prevención del suicidio.

El impacto del asesinato en serie de Zama

El 31 de octubre de 2017 salió a la luz un asesinato en serie perpetrado en Zama (prefectura de Kanagawa) que dirigió la atención pública hacia la relación entre el uso de internet y el suicidio. Cuando se redactó el presente artículo, todavía no se habían esclarecido todos los detalles del crimen, pero las noticias contaban que los nueve homicidios y el desmembramiento de los cadáveres se habían producido entre agosto y octubre de 2017. Este caso provocó un gran impacto público, más incluso por el modo en que el sospechoso había contactado con las víctimas, que por la escala de la matanza. Al parecer, el sospechoso había utilizado la red social Twitter para buscar a mujeres con ideas suicidas y captarlas con la promesa de ayudarlas a quitarse la vida.

Cuando me enteré de la noticia, me impactó el número de víctimas, pero no me sorprendió que el asesino las hubiera hallado mediante las redes sociales. Aunque no muy frecuentemente, alguna vez se han dado crímenes relacionados con personas que habían demostrado tendencias suicidas por internet. Es cierto que, cuando las redes sociales no gozaban de tantísima difusión como hoy en día, no se utilizaban para cometer crímenes; pero sí había ya casos de asesinos que captaban a sus víctimas a través de anuncios en sitios web de temática suicida. De hecho, para mi tesis doctoral —sobre la cual basé mi libro ¿Internet puede evitar el suicidio?— realicé entrevistas con personas que habían hablado del suicidio en sitios web y redes sociales. Fueron muchos los que se tomaron la molestia de contarle sus experiencias a un simple estudiante de doctorado que investigaba sobre el suicidio.

Un entorno de internet para conectar con la ayuda

Ante los hechos del asesinato en serie de Zama, el Gobierno ha declarado su intención de aplicar medidas para evitar que se produzcan otros casos similares. A continuación quiero plantear una reflexión sobre qué tipo de medidas pueden adoptarse, basándome en mis investigaciones y mi experiencia personal.

La primera medida que se nos ocurre para evitar este tipo de sucesos es la regulación del uso de internet. No obstante, resulta imposible controlar todas las intervenciones e información relacionadas con el suicidio y, aun cuando eso fuera viable, no podría tildarse de medida constructiva. Las personas que escriben cosas como “quiero morir” o “quiero suicidarme” en Twitter se hallan en una situación límite. Con borrar sus intervenciones de la red no se borrarían sus sentimientos. De aplicar alguna regulación, tendría que hacerse para evitar que los malhechores contactasen con las víctimas, pero es difícil detectar la mala fe antes de que se produzca la agresión.

Más que evitar que los individuos malintencionados contacten con personas que muestran tendencias suicidas, el camino a seguir sería modificar el diseño de redes sociales como Twitter para aumentar las posibilidades de que aquellos con problemas entrasen en contacto con personas bienintencionadas. Como todas las redes sociales son distintas, no valdría una receta universal, sino que habría que concebir un diseño adaptado a cada caso concreto.

Como ejemplo de iniciativa, quisiera mencionar Yomawari 2.0, una actividad de una ONG con la que colaboro, OVA. Se trata de un sistema gestionado mediante Google Adwords, en que, cada vez que un usuario realiza una búsqueda que contiene expresiones relacionadas con formas de suicidarse, le aparece un anuncio de un servicio gratuito de consulta psicológica por correo electrónico. Después de que el usuario contacte con el servicio de consulta, se le realiza un seguimiento continuo por correo electrónico y, si el riesgo de suicidio y su situación lo requieren, se le pone en contacto con organismos que puedan facilitarle ayuda en persona (por ejemplo, clínicas psiquiátricas). Con esto se reducen las posibilidades de que los usuarios que quieren informarse sobre métodos de suicidio accedan a información dañina y se elevan las posibilidades de que hallen ayuda.

Insisto en que esta forma de proceder no es aplicable a todos los medios, pero se puede dar con medidas todavía mejores sirviéndose de las características propias de cada medio. Y las redes sociales constituyen plataformas especialmente prometedoras para detectar a los usuarios con riesgo de suicidio. Mis investigaciones dejan claro que las personas que escriben cosas como “quiero morir” o “quiero suicidarme” en Twitter tienen un mayor riesgo de quitarse la vida que las demás. Tal vez el asesinato en serie de Zama hubiera podido evitarse de haber ofrecido ayuda a las víctimas antes de que el asesino las captase, por ejemplo mostrándoles anuncios de ayuda al detectar que presentaban un alto riesgo de suicidio en Twitter.

La prevención del suicidio requiere inversión pública

El problema es decidir quién invertirá el dinero para ayudar a las personas con alto riesgo de suicidio. Las medidas de prevención no se sostienen sin fondos públicos, ya que no son explotables como negocio. Cuando se produce un suceso como el que nos ocupa, se tiende a echar las culpas a internet, pero está claro que en este caso el problema no fue solo de la empresa Twitter. La entidad puede afinar su diseño para ofrecer un entorno mejor a sus usuarios, pero no puede cuidar de todas las personas con riesgo de suicidio.

Cuando sucede un crimen tan sonado como el de Zama, la opinión pública se exclama sobre la importancia de las medidas de prevención. Sin embargo, la decisión de emprender o no dichas medidas depende de la conciencia de toda la ciudadanía sobre la gestión del riesgo de este tipo de casos (que raramente se producen). Hablando claramente: depende de nuestras prioridades respecto a cómo se invierten nuestros impuestos. Y, por desgracia, aunque la mayoría de nosotros estemos dispuestos a dedicar los impuestos a prevenir muertes causadas por fenómenos como los accidentes, nos resistimos a invertirlos en prevenir las muertes por suicidio. Crímenes como el de Zama seguirán sucediendo mientras la conciencia ciudadana no cambie.

No dejemos que el suceso se consuma

Para terminar, quisiera hablar de un caso que conllevó un avance en la prevención del suicidio, al cambiar la visión de toda la sociedad japonesa respecto al modo de informar sobre los suicidios en los medios de comunicación. Dar mucho bombo y platillo en los medios al suicidio de un personaje famoso, como un artista o un político, provoca un pico temporal del número de suicidios entre la población. Este fenómeno se conoce como efecto Werther y se produce en todo el mundo. Después de que la cantante japonesa Okada Yukiko se quitase la vida en los años ochenta, se observó un aumento del número de suicidios entre jóvenes. En YouTube hay vídeos de la cobertura mediática de aquella época que muestran imágenes del cadáver de la cantante bajo la lona azul, con una música macabra de fondo, y periodistas recorriendo el lugar desde donde se lanzó al vacío; son imágenes repletas de violaciones a las recomendaciones que la OMS emitió en Prevención del suicidio: Un instrumento para profesionales de los medios de comunicación.

Ahora que han pasado treinta años de aquel suceso, ya casi ningún medio japonés informa de ese modo sobre el suicidio. No es que ningún reportaje se salte ya las directrices de la OMS, pero en general la cobertura ha mejorado muchísimo. Aunque el cambio se ha visto en parte motivado por la voluntad de los medios de seguir las recomendaciones, mayor influencia ha tenido el rechazo que ha expresado la audiencia ante tales métodos informativos. Los medios se ven constantemente tentados a utilizar el sensacionalismo para aumentar las cifras (de audiencia o lectores), y solo el público —es decir, los ciudadanos— puede controlar esa tentación.

Aunque tarde cierto tiempo, si la conciencia ciudadana cambia, también cambiarán los medios y las medidas de prevención del suicidio. Y, si el público demuestra un mayor rechazo por redes sociales que no hacen nada para reducir el peligro de los usuarios, las empresas que gestionan las redes no tendrán más remedio que mejorar su servicio. Es decir que, de no cambiar la conciencia pública, no mejorará la situación. Lo mismo puede afirmarse sobre las medidas para prevenir el suicidio. En un país con una estructura demográfica conflictiva como es Japón, cada vez hay más problemas que requieren medidas de intervención. ¿Qué prioridad otorgamos al suicidio, entre todos esos problemas? Todo depende de si sucesos como el asesinato en serie de Zama se tratan desde el sensacionalismo, para consumirse y desaparecer, o si se enfocan de un modo distinto.

(Traducido del original en japonés, publicado el 30 de noviembre de 2017)

Fotografía del encabezado: Un agente de policía plantado delante del edificio donde se hallaron los cadáveres de las nueve víctimas del asesinato en serie de Zama (prefectura de Kanagawa). Fotografía tomada el 31 de octubre de 2017. (Jiji Press)

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