Séptimo aniversario del Gran Terremoto del Este de Japón: recuperación y renovación de la pesca en Sanriku

Sociedad

El 11 de marzo de 2018 es el séptimo aniversario del Gran Terremoto del Este de Japón. La industria pesquera de Sanriku, que quedó aniquilada temporalmente tras la tragedia, se recupera a pesar de la falta de mano de obra para el relevo generacional. A continuación les presentamos un reportaje sobre la situación actual de tres localidades de la prefectura de Miyagi: Minamisanriku, Onagawa e Ishinomaki.

Una nueva fábrica a punto, tras siete años de espera

A mediados de febrero, cuando el frío arreciaba en todo el país, nos desplazamos hasta la zona del sur de Sanriku, afectada por el Gran Terremoto del Este de Japón. Hacía casi un año desde nuestra última visita. En el tramo inicial de la ruta nos desplazamos en coche desde Sendai, capital de Miyagi, hasta Minamisanriku. Recorriendo la carretera del litoral de las rías, una sucesión de curvas cerradas, pasamos por numerosas obras públicas de construcción de diques con máquinas colosales.

“Nos ha costado siete años llegar hasta aquí. Nuestra empresa depende del marisco de producción local. Estoy muy contento de que la pesca se haya recuperado y volvamos a tener materias para procesar”, comenta con una amplia sonrisa Miura Hiroaki, que a sus 59 años dirige la empresa de pescado y marisco procesados Marusen Shokuhin. Las obras de la tienda y la fábrica de su negocio, construidas sobre el altiplano artificial que se erigió donde antes se encontraba el centro de la localidad, finalizaron en septiembre de 2017. La fábrica se acaba de poner en marcha parcialmente y en marzo abrirá el resto del negocio, con tienda incluida.

Dentro de la fábrica, varias empleadas con uniformes de color rosa pálido rebozan filetes de salmón plateado, producto típico de la zona. El pescado se servirá en el comedor de las escuelas primarias y secundarias del municipio. “Antes del terremoto nos encargaban comida para los comedores escolares. Ahora que la nueva fábrica está lista, por fin podemos volver a ofrecer ese servicio”, explica Miura.

La tienda y la fábrica de Marusen Shokuhin, un negocio de Minamisanriku que reabrirá por completo en marzo de 2018.

La fábrica de Marusen Shokuhin está lista para empezar la plena producción de procesados a base de pescado y marisco, enlatados y empaquetados.

Miura es el tercer gerente de la empresa, que se fundó en 1933 como fábrica de kamaboko (un tipo de surimi). El tsunami derivado del terremoto arrasó los nueve edificios del empresario —entre viviendas, tiendas, fábrica y talleres— y acabó con la vida de su abuela, con quien convivía.

Cuando el centro de la localidad, a orillas del mar, quedó devastado por el tsunami, los habitantes se vieron obligados a trasladar sus vidas a los refugios y viviendas prefabricadas. Sin embargo, en diciembre de 2011, pocos meses después de la tragedia, Miura montó una fábrica provisional, se hizo con un coche de segunda mano y empezó a vender sus productos de pescado y marisco de forma ambulante. Suministraba frutos del mar frescos a sus paisanos, en un momento en que todos dependían del envío de alimentos desde otros puntos del país. Luego siguió operando desde la fábrica provisional, hasta que al fin terminaron las obras de la nueva fábrica, que costaron un total de 360 millones de yenes. Hace un año, además, el empresario logró completar la reconstrucción de su vivienda particular por sus propios medios.

Miura nos los cuenta lleno de entusiasmo, frente a la fachada gris de la nueva fábrica: “He recuperado mi casa y mi empresa pero, ahora que la población ha disminuido tanto, la situación es muy difícil. Voy a centrar mis esfuerzos en sacar nuevos productos elaborados con pesca local”.

La pesca de Iwate y Miyagi está volviendo a los niveles anteriores al desastre

La bahía de Sanriku, donde confluyen las corrientes de Oyashio y Kuroshio, es uno de los tres puntos de pesca más importantes del mundo. Las principales industrias de su costa son, lógicamente, la pesca y los productos pesqueros procesados. El tsunami de 2011 destrozó por completo puertos, barcos y criaderos de la costa de las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima. Mientras que en Fukushima, donde se produjo el accidente nuclear, la pesca sigue estando limitada, las localidades de Iwate y Miyagi han ido reconstruyendo los puertos y otras instalaciones de la industria pesquera en los últimos dos o tres años, y el volumen de pesca y las ventas van camino de la recuperación.

Minamisanriku también sigue esa tendencia. En el año fiscal 2014 los puertos y las instalaciones acuícolas ya se habían reconstruido casi totalmente; habiendo perdido el 90 % de los barcos de pesca por el tsunami, los pescadores que operaban con embarcaciones prestadas por asociaciones pesqueras de otras partes de Japón iban adquiriendo sus propias embarcaciones poco a poco. Las estadísticas de la localidad muestran un aumento acelerado —aunque con fluctuaciones— de la pesca desde el desastre. De las 3.042 toneladas del año fiscal 2011 se pasó a 8.566 en 2013, un año de especial abundancia. En el año fiscal 2017 el volumen de pesca alcanzó las 5.928 toneladas, un aumento del 14 % respecto a 2016, mientras que las ventas ascendieron un 23 % hasta los 2.213 millones de yenes, alcanzando el nivel previo al terremoto. “La parte ‘dura’ —la infraestructura pesquera— ya está terminada. En adelante tenemos que atajar los aspectos ‘blandos’, empezando por la formación de personal”, comentan los responsables del Departamento de Agricultura, Silvicultura y Pesca del municipio.

Ostras de mejor calidad gracias a la abolición del cultivo masificado

Tal y como apuntan los responsables municipales, asegurar personal para el relevo generacional es crucial para la continuidad y el desarrollo de la industria pesquera. Hay que tener en cuenta que la población municipal ha descendido un 30 % tras el terremoto y que la baja natalidad y el envejecimiento demográfico avanzan a marchas forzadas. Por eso el municipio colabora con las asociaciones pesqueras y turísticas, y con el Gobierno prefectural y el central, para intentar difundir el interés en la industria pesquera mediante proyectos como programas de prácticas de pesca para atraer recursos humanos de fuera del municipio.

La comunidad de pescadores también ha tomado la iniciativa para ampliar los horizontes de la industria. Un buen ejemplo de ello es Gotō Kiyohiro, de 57 años, que se dedica al cultivo de ostras y alga wakame en la zona de Togura. Gotō, que perdió la casa y el vivero en el tsunami, al principio creyó imposible volver a su oficio. Sin embargo, tan solo tres meses después del terremoto, en junio de 2011, se convirtió en responsable de la sección de ostras de la Suboficina de la Asociación de Pesca de Togura (parte de la Oficina de Shizugawa) y logró subvenciones públicas para un avanzado proyecto contra el problema de la masificación de balsas de ostras.

“Si no gestionamos bien los recursos, la industria pesquera se volverá insostenible”, afirma Gotō Kiyohiro, de Togura (Minamisanriku).

Gotō (derecha) extrae las algas wakame que ya están maduras.

“El problema de la sobrepesca, que provocan los pescadores al centrarse solo en obtener el máximo volumen y que empeora la calidad del producto, ya existía antes del terremoto. El tsunami ocasionó daños gigantescos, pero lo vi como una buena oportunidad para reformar completamente la industria pesquera y asegurar su continuidad. Eliminando la masificación, las ostras tienen acceso a todos los nutrientes que necesitan y el mar no se ensucia con sus excrementos, por lo que su hábitat mejora considerablemente”.

Para lograr el objetivo era necesario redefinir unos derechos de pesca heredados durante generaciones; muchos pescadores se negaban por miedo a ver reducidos sus intereses adquiridos. Con todo, a base de explicar los beneficios de eliminar la masificación, Gotō logró el consentimiento de los aproximadamente cuarenta pescadores de ostras de la comunidad y el número de balsas se redujo a menos de un tercio de las que había antes del desastre.

Las nuevas medidas lograron que las ostras crecieran mucho mejor. El periodo de cultivo se pasó de los dos o tres años anteriores a un solo año, y los costes de producción disminuyeron. A pesar de reducir el número de balsas, al elevarse la rotación, el volumen de pesca se mantuvo estable año tras año. Mientras que las horas de trabajo de los pescadores se recortaron un 20 %, el aumento del precio de venta les permitió elevar sus ingresos entre un 15 y un 20 %.

Además, como se asignaron más balsas a los pescadores que tuvieran posibles sucesores para el negocio, hubo jóvenes que se habían trasladado a otras zonas para buscar trabajo o estudiar que decidieron volver a su localidad de origen. “Los padres, que hasta ahora deseaban que sus hijos se fueran a trabajar a las ciudades, ahora confían suficiente en el negocio para querer legárselo. Y, ante la oportunidad de trabajar con una zona de pesca asegurada, los jóvenes han empezado a interesarse por nuevas técnicas de pesca”, explica Gotō.

Las iniciativas de la Suboficina de la Asociación de Pesca de Togura obtuvieron reconocimiento oficial hace dos años, cuando la organización sin ánimo de lucro ASC (Aquaculture Stewardship Council), con sede central en los Países Bajos, otorgó a la entidad su certificación internacional por un cultivo que mejora la calidad del producto sin perjudicar el medioambiente; fue la primera vez que se obtuvo dicha mención en Japón. Se trata de un reconocimiento que contribuye en gran manera a reforzar la marca de las ostras de Togura.

Los pescadores jóvenes organizan cursos profesionales de pesca

Después de visitar Minamisanriku, subimos de nuevo al coche y nos dirigimos hacia el sur, para llegar a la costa de Onagawa e Ishinomaki. Las montañas de escombros que quedaron tras el desastre ya no estaban, y parecía que tanto las obras del puerto y la bahía como las del altiplano artificial tocaban a su fin.

Continúan las obras públicas de reconstrucción en la costa de Onagawa. Se ven muchos vehículos circulando, además de los camiones y volquetes de las obras.

En Onagawa el mercado central para la distribución de los productos pesqueros locales abrió con plenas capacidades en abril de 2017, mientras que las instalaciones para la producción de hielo y las cámaras frigoríficas se completaron entre los últimos uno o dos años. En el año fiscal 2016 todos los pescadores ya tenían sus propios barcos.

Según datos del municipio, el volumen de pesca en 2017 fue de 35.619 toneladas, casi el doble que las 19.740 de 2011, año del terremoto. En los últimos años la pesca se ha recuperado entre un 70 % y un 80 % respecto al nivel anterior al desastre. “La recuperación fue más rápida de lo previsto porque, ya antes de que arrancasen las obras públicas de reconstrucción, los pescadores se dedicaron a retirar los escombros y a realizar reparaciones de emergencia en el puerto y la bahía”, declaran desde el Departamento de Promoción de la Industria Municipal.

Onagawa sufrió una devastación superior a la de otros municipios a causa del tsunami y su tasa de despoblación, un 40 %, se halla entre las más graves del país. La caída del número de pescadores, en consonancia con la del resto de la población, junto con el envejecimiento demográfico y la falta de mano de obra, sitúan el municipio en una situación tan preocupante como la de Minamisanriku,

Enfocando el problema común de la captación de personal para la industria pesquera como objetivo primordial, en julio de 2014 los pescadores jóvenes de Sanriku, incluidos los de Onagawa y la vecina Ishinomaki, se unieron para crear la asociación Fisherman Japan. Situaron la sede central en Ishinomaki, municipio donde el terremoto se cobró más de tres mil víctimas. La mayoría de los cuarenta miembros nucleares son pescadores en activo que compaginan su ocupación principal con sus funciones en la asociación. Fisherman Japan promueve una imagen de la pesca como oficio admirable, lucrativo e innovador mediante iniciativas como la venta directa y por internet, la organización de actos y la formación profesional.

“Lo más importante para devolver la vitalidad a la costa es la preparación del personal”, afirma con vehemencia Abe Shōta, de 32 años y secretario de la asociación. “Formar a un pescador profesional cuesta entre diez y quince años. Ahora que el grueso de los pescadores en activo están entre la sesentena y la setentena, debemos renovar la industria y llevar a cabo el relevo generacional”, añade.

Abe Shōta, secretario de Fisherman Japan, está muy ocupado con su trabajo principal, el cultivo de alga wakame.

Al poco de la fundación de Fisherman Japan, la asociación empezó a organizar, a petición de las autoridades de Ishinomaki, programas prácticos de pesca y cursos para aprender el oficio de la pesca y la acuicultura in situ, de la mano de los pescadores de la prefectura. Hace dos años también pusieron en marcha una web de anuncios de trabajo para personas interesadas en dedicarse a la pesca. Hasta la fecha han solicitado empleo mediante la web unas cien personas —en su mayoría jóvenes de fuera de la prefectura— y entre treinta y cuarenta han encontrado trabajo. En este momento hay unos veinte pescadores novatos en activo.

Abe expone con claridad los objetivos que quiere perseguir en adelante: “El interés por la pesca como oficio está creciendo notablemente. Ahora falta elevar la tasa de retención laboral. Quiero que Fisherman Japan lidere la apertura de nuevas vías de comercialización, construya la base para poder elevar los ingresos de los pescadores y promueva una nueva industria pesquera motivadora y atractiva”.

En la costa de Sanriku sigue habiendo muchos ciudadanos en viviendas provisionales. Además de la construcción de viviendas de gestión pública que ofrezcan un hogar permanente a esas personas, urge crear infraestructuras básicas como carreteras, instalaciones médicas y sociales, y organismos administrativos. Sin embargo, es la revitalización de la pesca lo que permitirá avanzar hacia la verdadera reconstrucción, y la fuerza de esos profesionales que se crecen ante la adversidad es el motor para conseguirlo.

Fotografía del encabezado: La bahía de Shizugawa (Minamisanriku), con todas las instalaciones portuarias reconstruidas. Se observa un buen número de balsas de cultivo.

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