Japón continúa con su estrategia dilatoria en materia energética

Sociedad

El nuevo plan de energía, que ha obtenido ya el visto bueno del Consejo de Ministros, atribuye a la energía nuclear un importante papel. Sin embargo, no hace referencia a la necesidad de reedificar las centrales nucleares ni de construir otras nuevas, dejando para más adelante las decisiones más trascendentales.

El V Plan Estratégico de Energía, que fija la orientación básica de la política energética de Japón, ha sido aprobado por el Consejo de Ministros este 3 de julio. El Gobierno de Japón está obligado por la Ley Básica de Política Energética a elaborar planes estratégicos, el primero de los cuales llegó en 2003. A partir de entonces, el plan ha venido revisándose cada tres o cuatro años. El presente plan, que llega cuatro años después del anterior, muestra el problema de la elección energética adoptando una perspectiva más a largo plazo, pues además del año meta de 2030, que es el que se venía manejando hasta el momento, añade un nuevo horizonte, el de 2050.

Vayamos viendo sus propuestas, que es lo importante. Sobre las energías renovables, explicita que se aspira a convertirlas en fuentes principales de energía eléctrica hacia 2050 y emite directrices para trabajar seriamente por hacer un mayor uso de ellas. Sin embargo, no se han revisado las metas gubernamentales vigentes para el mix de fuentes de electricidad de 2030, que fija la participación de la energía nuclear en un 20-22 %, la de las alternativas en un 22-24 % y la de la térmica en el 56 %.

En cuanto a la generación de electricidad de origen nuclear, cuyo trato era objeto de atención, se la considera una importante fuente de electricidad para la carga-base y una opción ya en fase de uso para la descarbonización a largo plazo. Sin embargo, no se alude ni a la reedificación de las instalaciones nucleares envejecidas ni a la construcción de nuevas centrales, lo que deja entrever que no se ha llegado a ninguna conclusión al respecto.

Sobre la estrategia a largo plazo, si bien para el año 2050, además de las energías renovables, nuclear o térmica, el plan sigue el principio de no descartar ninguna opción, incluyendo las tecnologías más novedosas, como el hidrógeno o las baterías recargables industriales para regulación de carga, lo cierto es que no aborda el debate en profundidad y tampoco fija en términos concretos cuál será el mix energético para el año-meta de 2050.

Se vuelve a confiar en la energía nuclear, pero…

Japón, un país pobre en recursos naturales cuya capacidad de autoabastecimiento energético no llega al 10 % (fue del 8 % en el año fiscal 2016), venía promoviendo el uso de la energía nuclear como una forma de “energía seminacional” (poco dependiente de la importación).

Sin embargo, las cosas cambiaron radicalmente con el Gran Terremoto del Este de Japón, ocurrido el 11 de marzo de 2011, y el subsiguiente accidente en la central nuclear Fukushima Daiichi, operada por la eléctrica TEPCO. La generación de energía nuclear, que hasta ese momento representaba en torno al 30 % del total, quedó totalmente paralizada, y comenzaron a soplar vientos contrarios a esta fuente de energía.

En su documento de septiembre de 2012 “Energías innovadoras y estrategia medioambiental”, el Gobierno entonces comandado por el Partido Democrático de Japón, emitió la directriz de abandonar por completo la energía nuclear para la década de 2030. En el IV Plan Estratégico de Energía (2014), primero en ser elaborado después de que el Partido Liberal Democrático recuperase el poder, se califica la energía nuclear de “importante fuente de electricidad de carga-base”, haciendo orbitar la política energética de nuevo alrededor del átomo. Al mismo tiempo, el plan muestra consideración ante la opinión pública contraria a seguir con la energía nuclear explicitando que el uso de dicha energía “se reducirá tanto como sea posible” mediante la introducción de las renovables y la mayor eficiencia que están alcanzando las térmicas (carbón, etc.), y evitando referirse expresamente a la reedificación y construcción de nuevas instalaciones nucleares.

Sin embargo, en las proyecciones estatales de oferta y demanda a largo plazo elaboradas en 2015 sobre la base del IV Plan Estratégico de Energía, sobre el mix para 2030, a la energía nuclear se le asigna un nivel prácticamente igual al de las renovables (20-22 % frente a 22-24 %).

Para alcanzar esa meta sería necesario mantener activas unos 30 reactores nucleares, pero incluso ahora, cuando han pasado ya siete años desde el accidente, solo se han reactivado cinco centrales, con un total de nueve reactores. El listón se coloca muy alto y para alcanzar la meta será imprescindible reedificar o construir nuevas instalaciones, pero, como he dicho, el IV Plan Estratégico de Energía evita referirse a este asunto.

¿Continuarán las políticas energéticas erráticas?

Cuando se estudiaba el quinto plan, en el verano de 2017, se esperaba que en la asamblea deliberante del Ministerio de Economía, Comercio e Industria donde se llevaba el tema se realizara un debate en profundidad. Sin embargo, el debate no fue demasiado encendido, ya que el propio ministro Sekō Hiroshige había expresado al principio su idea de que la falta de novedades tecnológicas desde el plan anterior hacía innecesario un cambio estructural en la política energética. Así que el quinto plan surgido de dichas deliberaciones sigue una línea continuista respecto al plan anterior.

Tampoco se dan pasos para concretar el papel que tendrán las renovables, de las que se dice claramente que se hará de ellas “fuentes principales de electricidad”. Se expresa la intención de utilizar todos los recursos políticos para dar un papel principal a estas energías esforzándose por aminorar sus costos y reformando la red de distribución, pero en cuanto a soluciones el plan carece de concreción y no ha sido posible corregir al alza el porcentaje que el anterior mix asignaba a estas energías.

Se dice que el primer ministro Abe Shinzō disfruta de una amplia base de apoyo político, pero incluso él, siempre sensible a los vientos que soplan en la opinión pública, se niega a afrontar cara a cara el problema de la política nuclear, pese a que se posiciona teóricamente a favor de impulsar la generación nuclear de energía y el ciclo del combustible nuclear. La consecuencia es que los problemas más arduos, entre ellos el de cómo impulsar las energías renovables, quedan como tareas pendientes para el próximo plan estratégico.

Si los Gobiernos de turno no muestran más firmeza en el tratamiento de estos temas lo único que conseguirán los sucesivos planes estratégicos de energía es marear la perdiz y dilatar estas erráticas políticas energéticas que padecemos.

Fotografía del encabezado: Jiji Tsūshin Photo.

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