Ser ‘hāfu’ en Japón (1): ¿Una cuestión de nombres?

Sociedad

Con las grandes actuaciones de la tenista japonesa Ōsaka Naomi y la elección como gobernador de la prefectura de Okinawa de Tamaki Denny, los focos de la atención pública japonesa se han centrado otra vez sobre los hāfu. El autor, cuya madre es una de esas personas que han venido llamándose mestizas, hāfu o amerasian, repasa las diversas expresiones que se han acuñado después de la Segunda Guerra Mundial y hace una reflexión sobre la identidad de las personas de diversas raíces que viven en Japón, y de los japoneses.

El debate en torno a la palabra hāfu

Con motivo de los éxitos deportivos de la tenista japonesa Ōsaka Naomi, se ha desatado en los medios de comunicación y en las redes sociales un debate sobre la utilización de la palabra hāfu (del inglés half, medio o mitad), debate en el que se lanzan, como globos sonda, preguntas como qué es ser hāfu o ser japonés.

La propia denominación de hāfu resulta un tanto ambigua. Es una expresión acuñada por los medios japoneses en la posguerra, que viene siendo utilizada también por los designados por el término, como una forma de expresar su propia identidad. Si en algunos casos tiene una connotación positiva, en otros puede resultar ofensivo e incluso discriminatorio.

Tamaki Denny (Denī), que en octubre fue elegido gobernador de la prefectura de Okinawa, hizo una reflexión sobre esa palabra en un artículo publicado en 2016. En su opinión, el problema fundamental es la intención discriminatoria o despectiva que aflora o que subyace cuando se trata de distinguir a alguien o de que esa persona se distinga del resto mediante ese término.

Más allá de la nacionalidad o de la diferencia de nacionalidad entre los padres

Pero, ¿en qué sentido se utiliza generalmente la palabra hāfu? Encontré en el periódico Asahi Shimbun un artículo que decía que “cada año nacen en Japón cerca de 20.000 niños uno de cuyos padres es extranjero, los llamados hāfu, que representan ya uno de cada 50 nacimientos”. En su título se hacía mención a las dudas que suscita que estas personas sean tratadas como extranjeras (Asahi Shimbun Digital, 5 de noviembre de 2016).

Por su parte, la socióloga Mary Angeline Da-anoy explica que hāfu es “un constructo social de carácter metafórico generalmente aplicado a los niños nacidos en Japón de matrimonios internacionales” (en el libro Kokusai kekkon to tabunka kyōsei: Tabunka kazoku no shien ni mukete, 2017, editorial Akashi Shoten).

Es decir, que hāfu se usa principalmente en referencia a hijos de matrimonios internacionales. Según un estudio del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, los matrimonios en los que uno de los cónyuges no es japonés son cada vez más comunes en Japón. Durante los últimos 10 años se han registrado 30.000 matrimonios internacionales al año como promedio, lo que representa uno de cada 30 matrimonios celebrados en el país. Para ofrecer sus cifras de hāfu, los medios se basan en una estadística elaborada por dicho ministerio en la que se especifica el número de nacionalidades implicadas y el número de nacimientos dentro de matrimonios de diferente nacionalidad. Pero no existe ningún método estadístico que nos permita tener una idea exacta de cuántos hāfu hay actualmente en Japón.

Por ejemplo, entre las personas que he entrevistado durante mis investigaciones y entre las que hacen declaraciones a los medios, hay muchas que han nacido en otros países de un hombre de nacionalidad japonesa o de origen étnico japonés y de una mujer del país. Cuando estas personas vienen a Japón y se quedan a vivir aquí, se presentan a sí mismas como hāfu o son calificadas de hāfu por su entorno social. En este caso están los hijos de muchos extranjeros de origen japonés que con ocasión de la reforma de las leyes migratorias japonesas llegaron al país de sus antepasados durante la década de 1990.

Como las estadísticas del ministerio solo incluyen a los niños nacidos en Japón, no nos dan noticia de estos otros hāfu que residen en Japón pero que nacieron en el extranjero.

Hay otros muchos niños que viven en Japón y que son llamados hāfu, pero que nacieron sin que sus padres hubieran hecho los trámites necesarios para legalizar su matrimonio, como es el caso de mi madre, que nació de una okinawense y un soldado norteamericano destinado en la isla. En resumen, no existe una definición clara de hāfu que pueda basarse en datos concretos como la nacionalidad o haber nacido en el seno de un “matrimonio internacional”. Y tampoco funcionan bien las simplificaciones del estilo de “si eres hāfu habrás experimentado sin duda cosas como esta”. La experiencia vital de un hāfu y su identidad se ven influidas por una combinación de los más variados factores: la nacionalidad, el lugar de nacimiento, el lugar donde esa persona ha crecido, su apariencia, las circunstancias que rodearon el cambio de país en la generación de los padres, la cultura, la educación escolar que ha recibido (si es en escuela pública o privada, o quizás en una international school), su sexo y las cuestiones de género, su nombre (si al escribirlo en japonés se usa el silabario katakata, el hiragana o los caracteres kanji), etc.

Debido a esa ambigüedad, la gente suele preguntarse si estas personas son japonesas, son extranjeras o qué son. Pero dado que hāfu es una palabra que ha arraigado fuertemente entre los japoneses, en muchos casos es el propio interesado, aunque su pasado familiar sea complicado e incluya diversas raíces, quien la usa para salir del paso cuando se le pregunta por su identidad.

Expresiones similares: daburu, mikkusu, etc

Dentro de este tipo de palabras usadas para definir un origen o pasado familiar, hāfu es la más extendida. Pero hay otras muchas que se usan en referencia a diversas particularidades. Después de la Segunda Guerra Mundial, se utilizó mucho la palabra konketsuji (mestizo) para referirse a los niños nacidos entre soldados norteamericanos y mujeres japonesas. Desde aquella época, los grupos de ayuda, los propios interesados, los medios y otros agentes sociales han utilizado, entre otras, las palabras que vienen a continuación.

Kokusaiji (“niño internacional”). La utilizan a menudo los grupos de apoyo, las personas implicadas en movimientos sociales y los investigadores. Viene a sustituir a konketsuji, de la que se ha señalado su matiz discriminatorio. La usan especialmente, en referencia a los niños sin nacionalidad de Okinawa y los niños de origen filipino, las personas que participan en los movimientos de ayuda.

Daburu (del inglés double, doble). Se usa en alusión a los dos idiomas o a las dos culturas que recibe el niño. Si hāfu nos habla de algo que solo es la mitad de otra cosa y puede tomarse en sentido negativo, daburu recoge esa doble herencia dándole un sentido más positivo. Fue extendida por efecto de los medios de comunicación durante los años 90, en relación con los movimientos sociales y los estrenos de películas de la época. Aunque muchos interesados utilizan esta palabra en el buen sentido, ha sido criticada por no reflejar la realidad.

Kuōtā (del inglés quarter) se usa en muchos casos para referirse a las personas uno de cuyos padres es hāfu. Últimamente, se usa también para los niños que tienen dos o más orígenes. Su significado está, pues, en fase de cambio y según el hablante puede tener un sentido diferente.

Mikkusu (del inglés mix, mezcla o mezclado). Como en el extranjero se usa habitualmente la expresión mixed race, en Japón oímos también algunas veces mikkusu. Señala principalmente la diversidad de raíces dentro de una persona. Pero si en algunos casos se toma en el buen sentido, en otros puede causar cierta extrañeza.

Jafurikan, bureijian. La primera correspondería en inglés a jafrican (japanese+african). La segunda, procede del término blasian (black+asian) que se usa en el extranjero. Ambas se han empezado a oír en los últimos años.

Amerajian (del inglés amerasian, de american y asian). Se utilizó principalmente en Okinawa durante los años noventa, dentro de los movimientos sociales y grupos de apoyo a las free schools. En su origen, era el nombre que recibían los hijos de soldados norteamericanos y mujeres asiáticas nacidos después de la guerra.

Hapa. La palabra hawaiana hapa, entre cuyos significados está el de “mestizaje”, se utiliza en algunos casos también en Japón, especialmente entre los usuarios de las redes sociales y otros colectivos.

El campo semántico que cubren estas palabras, las implicaciones sociales, políticas e históricas de sus significados, la intención con la que se usan y su propia utilización son muy variados.

Las palabras que han sido usadas en los movimientos sociales aparecen en contextos de reivindicación de derechos y tienen un importante papel social. Pero esa misma complejidad se convierte, al mismo tiempo, en un factor de dificultad en la captación de lo que estas personas son.

Una clase en la Amerasian School in Okinawa (ciudad de Ginowan, prefectura de Okinawa), donde los niños reciben una educación daburu (doble), en japonés e inglés. La fotografía se tomó en 2002, con motivo del trigésimo aniversario de la reintegración de Okinawa a Japón en 1972. (Fotografía: Jiji Press)

Relación con los cambios en el escenario social tras la guerra

Todas estas palabras están íntimamente vinculadas, por su nacimiento y evolución, a la historia del Japón emergido de la Segunda Guerra Mundial. Si dividimos esta historia en bloques temporales de unos 20 años, obtendremos el siguiente esquema:

1945-años 60: Tras ser derrotado en la guerra, Japón atravesó una época bajo el Mando Supremo de las Fuerzas Aliadas. Terminada dicha época, ocupó grandes espacios en los medios de comunicación el referido tema de los niños mestizos, que se convirtió en un problema social. Hasta aquella época, hablar de mestizos en Japón era hablar de niños nacidos entre japoneses y coreanos, taiwaneses o ainu. Pero después de la guerra, la palabra se usó casi exclusivamente para designar a los hijos nacidos entre mujeres japonesas y soldados norteamericanos.

Un artículo aparecido en el Asahi Shimbun el 24 de diciembre de 1952.

Fragmento de un artículo sobre los konketsuji (niños mestizos) aparecido en la edición del 30 de abril de 1967 del New York Times. Recoge la labor de asistencia a dichos niños realizada por el escritor y experto en literatura francesa Hirano Imao.

El problema de los niños mestizos quedó marcado por las dificultades económicas que se vivieron en la posguerra y por la propia derrota japonesa en la guerra. Sin embargo, conforme Japón se aproximaba a su auge económico a partir de la segunda mitad de los años 50, este tema fue perdiendo espacios en los medios de comunicación.

Durante los años 50 y 60 llegaron a Japón muchos elementos culturales occidentales (series televisivas, películas, moda, música, etc). Se pusieron de moda los peinados y vestidos de Audrey Hepburn y de Twiggy, y gracias a estas y otras tendencias la imagen negativa de lo occidental que se tenía antes de la guerra fue sustituida por la admiración y la asociación entre lo occidental y la riqueza.

Años 70 y 80: Con el desarrollo económico y la influencia cultural occidental, empezó a circular la palabra hāfu, especialmente en los medios de comunicación, que comenzaron a servir también mucha información sobre los éxitos cosechados por los artistas, cantantes o deportistas mestizos o hāfu. La consecuencia fue que se creó una imagen un tanto falsa e idealizada sobre la apariencia estas personas.

Durante los años 70 y 80 se crearon muchas revistas de moda, que a menudo recogían imágenes de mujeres hāfu. La portada de la fotografía corresponde al número inicial (junio de 1975) de la revista mensual JJ (editorial Kōbunsha).

Fue también la época del auge del género llamado nihonjinron (estudios y debates sobre el origen y el carácter nacional de los japoneses), donde normalmente se retrataba a los japoneses como un pueblo compuesto por una sola etnia (monoetnicidad), lo que dejaba fuera de la fotografía a los hāfu.

Pero si volvemos la mirada a las cifras de matrimonios internacionales, vemos que, mientras que hasta entonces solían estar formados por mujer japonesa y hombre extranjero, a partir de 1975 se invierte la tendencia. Durante los 80 aumentan notablemente las uniones entre hombres japoneses y mujeres asiáticas, y con la globalización van aumentando también los matrimonios internacionales entre japoneses y personas de las más variadas etnicidades.

Años 90 y primer lustro del siglo XXI: Se despliegan diversos movimientos sociales que utilizan palabras como kokusaiji o daburu, que vienen a sustituir a konketsu o hāfu, hasta entonces de uso mayoritario. Se activan movimientos para defender los derechos y se organizan comunidades para los niños filipino-japoneses, para los amerasian y los daburu nacidos entre los coreanos y chinos residentes de Japón y los japoneses.

Además, conforme Japón reforzaba su presencia internacional, se hacían cada vez más habitual ir a estudiar al extranjero o tomarse unas working holidays, así como los proyectos de ayuda al desarrollo, dándose también una gran expansión internacional de las empresas japonesas. Todo esto contribuyó a aumentar el número de matrimonios internacionales y también el de niños de diferentes raíces residentes en Japón.

Sobre el trasfondo de la crisis económica que se produjo al reventar la burbuja y el problema de la insuficiencia de mano de obra, que fue agravándose, en 1990 se reformaron las leyes migratorias y esto permitió la entrada de muchos extranjeros procedentes de Sudamérica. Poco a poco se han desarrollado a nivel local actividades de ayuda en favor de estos extranjeros o de estos niños vinculados de alguna forma con el extranjero.

Visibilización en las redes sociales del problema de la discriminación

A partir del segundo lustro del siglo XXI, los poderes públicos comenzaron a concentrar fuerzas en la promoción de la convivencia intercultural, pero siguiendo el esquema de que los beneficiarios de la ayuda ofrecida eran los extranjeros y quienes los acogían, los japoneses. Los hāfu, que a veces son víctimas de discriminación en su vida diaria, quedaron fuera de dicho esquema y deben hacer frente por sí solos a situaciones como el acoso escolar, la discriminación en la búsqueda de empleo y en el matrimonio, etc.

Al mismo tiempo, conforme se han ido asentando los grupos o colectivos formados por los propios hāfu, han aparecido más y más personas que llevan su mensaje a la sociedad exponiendo cuestiones relacionadas con sus experiencias y su identidad. Especialmente importante ha sido el desarrollo de las tecnologías de la información, que ha dado margen a un gran activismo mediático a través de las redes sociales. Así, están visibilizándose cada vez más todos esos problemas de discriminación que habían permanecido ocultos a la mirada de la sociedad.

Hasta ahora, hablar de hāfu era casi siempre hablar de famosos televisivos o figuras del deporte, pero ahora son los propios interesados quienes, a través de estos nuevos medios, exponen sus experiencias vitales dentro de la sociedad japonesa, y gracias a ello se está consiguiendo corregir muchos estereotipos y clichés que rodeaban su imagen.

Ahora se debate intensamente a nivel gubernamental la necesidad de una política que permita abrir las puertas de Japón a los trabajadores extranjeros. Pero en ese debate se echa en falta la presencia de todos esos hāfu que forman parte de la sociedad japonesa, todos los llamados zainichi korean (coreanos establecidos en Japón desde antes de la guerra y sus descendientes que mantienen la nacionalidad) y de todos aquellos que tuvieron nacionalidad extranjera pero que se han naturalizado. Ese Japón que se dispone a recibir a los extranjeros es, en realidad, un Japón bastante heterogéneo.

Mirar cara a cara las situaciones complejas, sin simplificaciones

Existen, pues, muy diferentes denominaciones y trasfondos. Ante esto, habrá quien se pregunte cómo hay que llamar a estas personas o a qué nos referimos, en definitiva, con hāfu. O qué experiencias y situaciones hay detrás de ese nombre.

Pero la identidad no es algo que pueda ser fijado unilateralmente desde fuera, ni tiene por qué ser así. Esa variedad léxica que se aprecia cuando oímos a algunas personas definirse como daburu mientras que otras lo hacen como hāfu o mikkusu, refleja el deseo de recalcar que en su persona convergen dos identidades, o el de explicar de forma sencilla y comprensible quién es uno mismo, o de dar una idea de la complejidad de su situación.

Es importante que, después de conocer la realidad cotidiana que rodea a estas personas que llamamos hāfu o de otro modo, prestemos oído al modo en que se presentan a sí mismos ante los demás y a la forma en que tratan de expresar toda esa complejidad. No tratar de encasillarlas, sino de aceptar esa complejidad tal como viene. Creo que es importante adoptar esa perspectiva a la hora de contemplar una sociedad en la que hay ya una gran diversidad.

Fotografía del encabezado: a la izquierda, la madre del autor del artículo en su infancia, junto a un amigo, en su natal Okinawa. (Fotografía cortesía de Shimoji Lawrence Yoshitaka).

Hafu matrimonio internacional