Luces y sombras de Nagasaki

El legado del doctor Nagai Takashi: testimonios de la bomba atómica de Nagasaki

Sociedad Cultura Historia

A las 11:02 del 9 de agosto de 1945 la segunda bomba atómica explotó en el cielo de Nagasaki, a 500 metros de altura sobre la Catedral de Urakami, erigida tras abolir la persecución del cristianismo en Japón y principal punto de reunión de la comunidad cristiana de la ciudad. El sacerdote y algunas decenas de fieles que se hallaban rezando en la catedral murieron instantáneamente y el edificio quedó destruido. La vecina Universidad de Medicina de Nagasaki también sufrió numerosas víctimas mortales. Para Nagai Takashi, uno de los médicos del hospital universitario que quedó gravemente herido a causa de la bomba, ese episodio marcó el principio de una lucha para dejar a las generaciones posteriores constancia documental de los daños causados por la bomba.

Nyoko-dō: una casa bautizada con el precepto “Ama a tu prójimo como a ti mismo”

La melodía y la letra de Las campanas de Nagasaki están grabadas en el muro de la cuesta que lleva a la casa Nyoko-dō

“Consuelo, ánimo, suenan las campanas de Nagasaki”. Así reza Nagasaki no kane (Las campanas de Nagasaki), una canción con letra de Satō Hachirō y música de Koseki Yūji interpretada por Fujiyama Aiichirō que fue un éxito de ventas en Japón en 1949, poco después de la Segunda Guerra Mundial. Ya han pasado siete décadas desde aquel 9 de agosto de 1945 en que Nagasaki sufrió la explosión de la bomba atómica. Y no podríamos relatar ese punto de la historia sin mencionar a Nagai Takashi, un radiólogo que legó una extensa obra documental en la que destaca el libro Nagasaki no kane (Las campanas de Nagasaki), que inspiró la canción antes mencionada.

La obra y la huella que dejó Nagai, que ofreció asistencia médica y socorro a numerosas víctimas de la bomba atómica aunque él mismo había quedado gravemente herido, son testimonios de primer nivel del terrible legado de la bomba, al tiempo que destilan el amor y el deseo de paz que profesaba como cristiano.

En la cuesta junto a la Estatua de la Paz, símbolo de Nagasaki, hay una casita de madera de poco más de tres metros cuadrados. Allí vivió Nagai estando enfermo de leucemia, y allí escribió 17 libros en 4 años y medio. Nagai bautizó la casa como Nyoko-dō (casa de “como a ti mismo”), inspirado por el precepto cristiano “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, para vivir guiado por el amor a los demás y no olvidar a las numerosas personas que fallecieron o resultaron heridas en la zona de Urakami, epicentro de la bomba atómica.

En nuestro viaje a Nagasaki visitamos la casa Nyoko-dō de Nagai Takashi —cuya figura está muy olvidada entre los japoneses— y hablamos con su nieto de 49 años, Nagai Tokusaburō, que actualmente dirige el Museo Conmemorativo de Nagai Takashi.

Dos meses antes de la bomba le dieron 3 años de vida

El doctor Nagai se somete a un examen médico en la casa Nyoko-dō. Esta fotografía forma parte de la exposición del Museo Conmemorativo de Nagai Takashi.

El doctor Nagai Takashi nació en 1908 en Matsue, prefectura de Shimane. Tras licenciarse en la Universidad de Medicina de Nagasaki (actual Facultad de Medicina de la Universidad de Nagasaki), se especializó en la práctica y la investigación de la radiología. Al involucrarse también en el tratamiento de la tuberculosis, la enfermedad más grave de la época, contrajo leucemia mielocítica crónica. Dos meses antes de la explosión de la bomba atómica los médicos le pronosticaron que le quedaban tres años de vida. Tenía 38 años.

Cuando cayó la bomba Nagai se encontraba en el hospital universitario y resultó gravemente herido con un corte en la arteria temporal derecha. Su amada esposa Midori quedó calcinada dentro de casa. En Las campanas de Nagasaki, Nagai describe el panorama tras el estallido de la bomba con las palabras siguientes: “Era el infierno, el mismo infierno. Igual que en el mundo de los muertos, no había nadie que pudiese emitir ni un mero gemido”.

Tras la explosión atómica, el doctor Nagai se involucró en las tareas de primeros auxilios y rescate de las víctimas a pesar de estar malherido. Posteriormente enterró los restos de su esposa y, a partir del 12 de agosto y durante 58 días, constituyó un puesto de socorro médico en la zona de Mitsuyamamachi en calidad de capitán del 11.º Cuerpo Médico y se dedicó a tratar a las víctimas de la bomba. Durante ese período la salud de Nagai pasó por un momento crítico del que se recuperó milagrosamente.

Al año siguiente, en 1946, Nagai se convirtió en profesor de la Universidad de Medicina de Nagasaki; pero un día de julio del mismo año cayó enfermo en la estación de Nagasaki y quedó postrado en cama hasta el fin de sus días. Tumbado boca abajo en el estrecho futón de su casa, el doctor inició su vigorosa labor literaria. Dos años después se trasladó a Nyoko-dō, una casita de 3 metros cuadrados que los vecinos de Urakami le construyeron con maderas que sobrevivieron al fuego de la bomba.

Las campanas de Nagasaki tardó más de dos años en publicarse

Nagai finalizó la redacción de su ensayo Las campanas de Nagasaki en agosto de 1946, pero no lo tuvo fácil para publicarla. Aunque se trataba de un registro de los daños causados por la bomba atómica desde el punto de vista médico, al ser la primera obra del mundo escrita por una víctima de la bomba, se vio sometida a la estricta censura del Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas.

Se tardó más de dos años en conseguir el permiso de publicación, que se otorgó con una condición innegociable: la obra debía editarse en un mismo volumen junto con La tragedia de Manila, una serie de archivos de la masacre cometida por el ejército japonés en Manila en febrero de 1945. Estos archivos constaban de declaraciones juradas de religiosos, militares y civiles sobre la masacre, editadas por el gobierno de ocupación. El hecho de que Las campanas de Nagasaki tuviera 160 páginas y La tragedia de Manila tuviera 159 permite comprender el nivel de rigidez de la censura. Nagai Seiichi, difunto hijo del doctor Nagai, da detallada cuenta del proceso de publicación del libro en su obra Nagai Takashi (São Paulo).

Finalmente Las campanas de Nagasaki se publicó en enero de 1949 y, a pesar de la escasez de papel de la época, fue un superventas sin precedentes. En julio del mismo año se lanzó la canción del mismo título compuesta por Satō Hachirō (letra) y Koseki Yūji (música), que también obtuvo un éxito arrasador. Al año siguiente el intérprete de la pieza, Fujiyama Aiichirō, agarró el acordeón y fue a visitar al convaleciente doctor Nagai en la casa Nyoko-dō. Fujiyama también cantó Las campanas de Nagasaki con gran sentimiento en el 1.er Concurso de Canción Rojo y Blanco de la NHK, que se emitió el 3 de enero de 1951.

En 1950 la productora Shōshiku trasladó Las campanas de Nagasaki a la gran pantalla con la dirección de Ōba Hideo y el guion de Shindō Kaneto, Mitsuhata Sekirō y Hashida Sugako. El film contó con Wakahara Masao como protagonista y con las actrices Tsukioka Yumeji y Tsushima Keiko en papeles secundarios. Al ser la primera película que trataba el tema de la bomba atómica, y con el control del gobierno provisional estadounidense todavía vigente, no pudo mostrar de forma directa el daño causado por la bomba y se limitó a poner énfasis en la esperanza de la recuperación.

Está previsto que dentro de poco se estrene la película All That Remains: The Story of Takashi Nagai (Todo lo que queda: la historia de Takashi Nagai), una biografía del doctor Nagai producida en Reino Unido que ha tardado casi cuatro años en filmarse.

La visita de Hellen Keller

Según Nagai Tokusaburō, nieto del doctor Nagai que dirige el Museo Conmemorativo de Nagai Takashi, el museo recibe unos 150.000 visitantes al año. El edificio que alberga el museo fue originalmente una sala de lectura llamada Uchira no Honbako (Nuestra Librería) que el doctor Nagai financió de su bolsillo para los huérfanos de la guerra. Luego la sala se convirtió en una biblioteca gracias a los donativos de los japoneses expatriados en Brasil y las subvenciones municipales. En 1969 recibió su nombre actual y pasó a exponer obras y fotografías del doctor. Y en el 2000 el edificio se reformó por completo. Aunque la exposición ocupa un espacio reducido, según el director del centro “hay visitantes que pasan hasta 30 o 40 minutos observándola en silencio”.

Fueron muchísimas las personas que visitaron al doctor Nagai durante su enfermedad, pero una de las visitas más inesperadas fue la de Helen Keller, la célebre escritora sordociega que dedicó la vida a trabajar por el bienestar social y la paz mundial. Aunque solo duró quince minutos, esa visita del 8 de octubre de 1948 hizo llorar de emoción al profesor Nagai. Según luego escribió en Itoshigo yo (Niño querido): “¡Me ha agarrado de las manos! Por un instante he sentido que un dulce sentimiento de amor recorría todo mi cuerpo como si fuera un circuito eléctrico”.

Además, el 27 de mayo de 1949 Nagai tuvo un encuentro con el emperador Shōwa, que visitó la zona bombardeada de Nagasaki para ofrecer su consuelo. Tres días después Nagai besó la reliquia del brazo de San Francisco Javier, que había sido trasladada al Centro Social de Urakami, y luego recibió la visita del cardenal Gilroy, representante del papa de Roma. A finales del mismo año Nagai se convirtió en la primera persona en recibir el título de Ciudadano Ilustre de la ciudad de Nagasaki.

Las víctimas de la bomba dicen no a la guerra

La actual Catedral de Urakami, reconstruida en 1959.

El profesor Nagai no fue siempre cristiano; solía ser devoto del santuario sintoísta de Izumo Taisha. Pero el tañido de las campanas del ángelus de la Catedral de Urakami, que escuchaba a diario desde la universidad, y el descubrimiento de la obra Pensées (Pensamientos) de Blas Pascal lo acercaron al catolicismo.

Tras regresar de la guerra en Manchuria, en agosto de 1934 Nagai recibió el bautismo y se casó con Moriyama Midori. Midori procedía de una estirpe de devotos cristianos que se habían mantenido en la clandestinidad durante siete generaciones. Nagai decidió bautizarse con el nombre de Paulo en honor a Paulo Miki, uno de los 26 mártires de Japón que fueron ejecutados en 1597, durante el mandato del shogun Toyotomi Hideyoshi.

Según el director del museo Nagai, “La gente decía que Nagai Takashi era un santo, pero a él no le gustaba eso”. Nagai dirigió estas palabras a las generaciones futuras: “Me gustaría que comprendieran mi deseo de paz y mi deseo de la paz duradera que surge del amor al prójimo, y que los aplicasen en sus vidas”.

El doctor Nagai celebró la aprobación de la Constitución japonesa que entró en vigor el 3 de mayo de 1947. Como escribe en Heiwa no Tō (La torre de la paz): “Nunca hasta ahora habíamos estado todos tan decididos a no provocar más guerras. Y esto se debe exclusivamente a la explosión de las dos bombas atómicas. Ahora que hemos declarado que renunciamos a la guerra mediante la Constitución, debemos eliminar del todo la guerra del fondo del corazón de las personas”.

Descanse en paz, doctor Nagai

Fotografía del doctor Nagai expuesta en el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki

Las campanas de Nagasaki debe su título a las campanas del ángelus de la Catedral de Urakami, que el doctor Nagai había escuchado desde su época universitaria y que sufrieron los efectos de la bomba atómica. Una de las dos campanas se conservó entera, y el 24 de diciembre de 1946 los fieles la recuperaron de entre los escombros. Posteriormente la colgaron con troncos de madera y la hicieron sonar en Nochebuena. Nagai encontró el título para su obra al escuchar las campanadas de la misa que se dedicó a las víctimas de la bomba.

El director del museo Nagai comenta que a menudo le preguntan qué habría dicho el doctor Nagai si hubiera vivido el accidente nuclear que ocurrió tras el Gran Terremoto del Este de Japón. Él les responde que la pregunta está fuera de lugar, ya que el doctor hubiera considerado necesario tomar las medidas adecuadas entendiendo la seguridad y los peligros de la energía atómica desde antes del accidente, y por lo tanto no habría emitido ningún comentario destacable.

El doctor Nagai falleció en la Universidad de Medicina de Nagasaki el 1 de mayo de 1951. Tenía 43 años. La autopsia reveló que su bazo era 35 veces más grande de lo normal y su hígado, 5 veces. El 14 del mismo mes se celebró un funeral oficial de la ciudad en la Catedral de Urakami al que acudieron 20.000 personas para darle el último adiós. Según Nagai Seiichi, hijo mayor del doctor, hasta el actor y cantante Maruyama Shingo (actualmente, Miwa Akihiro) asistió al funeral.

Al final de la visita el director Nagai comenta: “Tal vez algún día la gente olvidará que hubo una guerra y se lanzaron bombas nucleares. Aun así, espero que mi abuelo pueda descansar en paz bien pronto”. No obstante, mientras en Nagasaki sigan tocando campanas de réquiem, el legado de Nagai Takashi seguirá presente entre nosotros.

Fotografía del titular: La casa Nyoko-dō en la actualidad. El edificio de madera se encuentra en el lado derecho de la cuesta que va de la Estatua de la Paz a la Escuela Primaria Municipal Yamazato de Nagasaki. (Museo Conmemorativo de Nagai Takashi, 22-6 Uenomachi, 852-8113 Nagasaki. Teléfono/fax: 81 95-844-3496).

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