Empresas originales

Una empresa con 400 años de historia sobrevive gracias a su legendaria medicina secreta para los niños

Economía Sociedad

Cualquier japonés conoce el nombre de esta empresa de manufactura de medicina natural para el llanto nocturno de los niños, una empresa que ha sido capaz de mantenerse a flote desde principios del periodo Edo gracias a sus tradicionales medicinas secretas, su diversificación y el espíritu empresarial con el que se reinventa.

Las huellas de la historia entre los arrozales de Tochigi

Hace más de 400 años, a finales del periodo Sengoku (1467-1603), un monje extenuado por sus viajes se tumbó junto a la puerta de una casa en Shimotsuke (actualmente en la prefectura de Tochigi). Las personas de la casa lo atendieron con gran amabilidad, pero el monje exhaló allí su último suspiro. Antes de fallecer, a modo de agradecimiento, les entregó un libro. En él se hallaban registrados ciertos métodos de medicina secreta…

Hoy en día es Uzu Kyūmeigan, empresa famosa por sus remedios contra el llanto nocturno infantil y las rabietas, la encargada de transmitir esa historia legendaria, propia de un cuento de hadas. Tras un trayecto en coche a través de arrozales desde la estación de Hōshakuji de la línea JR Tōhoku Honsen, en la ciudad de Takanezawa, prefectura de Tochigi, se puede divisar un grupo de edificios con aspecto de residencia de samurái, rodeados por densos bosques. En la puerta hay un letrero que reza “Fábrica Takanezawa, Uzu Kyūmeigan”. ¿Será este el lugar en el que, según la leyenda, apareció aquel monje moribundo, y en el que se fundó la empresa fabricante de medicinas naturales para niños Uzu Kyūmeigan (con sede actual en Tokio)?

“Por mucho que se cuente, no hay pruebas al respecto. Sin embargo existe un texto antiguo de 1620 ―era Genna―, por el que sabemos que, al menos, la manufactura de medicina natural en Takanezawa ya había comenzado por esas fechas. Gon’emon, de la primera generación de la familia Utsu, trabajaba como médico para la familia Utsunomiya, líder de Shimotsuke. Dado que la familia Utsunomiya participó en la conquista de la península coreana de Toyotomi Hideyoshi en la década de 1590, me parece muy posible que a través de ellos algunas medicinas y métodos curativos llegaran a la zona de Shimotsuke desde el continente chino.”

Uzu Yoshiyuki, de la decimonovena generación familiar, el hijo mayor del actual presidente Yoshihiro y director ejecutivo de la empresa, nos explicó con semblante afable acerca de los orígenes de la empresa familiar. Aunque no se conocen los motivos, en 1597 la familia Utsunomiya se ganó las iras de Hideyoshi y perdió su rango, con lo que Gon’emon se vio obligado a volver a labrar sus campos en el terreno que hoy día ocupa la fábrica de Takanezawa. Esos fueron los años en los que se fundó la familia Uzu. Recibieran sus secretos curativos de un monje sin nombre o como recuerdo traido de una campaña militar en Corea, lo cierto es que fue en esta época en la que establecieron sus métodos medicinales, que han empleado hasta la fecha de forma ininterrumpida.

Al comenzar el periodo Edo, los miembros de la familia Uzu se convirtieron en líderes del pueblo, y dividieron su tiempo entre la agricultura y la medicina. Los métodos curativos secretos se pasaban de padre a hijo, únicamente al primogénito, que se recluía en un refugio denominado Seiiken (“la casa de la buena fe”) y fabricaba los granos medicinales a partir de una combinación de medicinas japonesas y chinas.

En la granja, de unos 33.000 m2, queda esa Seiiken, esa cabaña en la que se fabricaban las medicinas, rodeada por la tranquilidad de los bosques. A poca distancia, además del Museo de Historia Uzu, en el que hay expuestos todo tipo de objetos desde la época de la fundación -una gran cantidad de textos antiguos, paquetes y morteros para fabricar medicinas-, también se encuentra el santuario Uzu dedicado al Buda de la curación, declarado patrimonio cultural de la municipalidad, que crea una sensación de antigüedad en el lugar.

El Museo de Historia que se encuentra en los terrenos de la fábrica Takanezawa Uzu Kyūmeigan. Contiene textos e instrumentos antiguos, a través de los cuales se pueden notar las huellas de la Historia.

El santuario Uzu dedicado al Buda de la curación fue construido en el periodo Edo. Pintadas en el techo, 56 figuras de hierbas medicinales diferentes.

Seiiken, el refugio, entre el silencio de los árboles. Su interior está diseñado al estilo de una habitación de té, en la que los herederos de la familia se iban recluyendo para purificarse en cuerpo y alma a lo largo de las generaciones y para fabricar las medicinas.

Al principio la medicina secreta se ofrecía como panacea para mejorar la salud, de vez en cuando de forma gratuita, no solo para los niños que vivían en la zona, sino también para los adultos. Sus efectos gozaban de una buena reputación, y en el periodo Edo, a mediados del siglo XVII, fue bautizada como Kinki Kyūmeigan por el quinto Gon’emon, y se extendió por las posadas y bodegas de sake de la ciudad de Edo (actual Tokio) y de todo el país. Fue por este entonces que se empezó a ofrecer la medicina a la familia Hitotsubashi, una de las tres ramas del clan Tokugawa. La primera palabra del nombre del producto, kinki, significaba “preciado, valioso”; dado que se fabricaba con ingredientes muy difíciles de conseguir, se empezó a considerar que un único grano de la medicina tenía un valor equivalente a un saco de arroz.

Una marea de imitaciones

A principios de la era Meiji comenzó la verdadera comercialización del producto; la razón es que, en 1906, poco después del fin de la guerra ruso-japonesa, una gran compañía farmacéutica de Tokio empezó a encargarse de la distribución. Ese fue el momento en el que el Kyūmeigan pasó a convertirse en el producto especializado para niños que es hoy día. El director nos explica: “En aquel momento la nutrición no estaba bien desarrollada, y había muchos niños con problemas de salud. La empresa lanzó una gran cantidad de publicidad a través de los periódicos, y las ventas subieron como la espuma”.

La familia se sumó al ritmo de los tiempos y amplió sus negocios, incluyendo áreas como la inversión en créditos y en la industria ferroviaria, la producción de fertilizante, o la gerencia de la Escuela Uzu, institución privada. Por otro lado, Kyūmeigan quedó finalmente establecido en su posición como producto estrella. Era una época en la que el sistema de marcas registradas aún no se había asentado, y un montón de productos similares salieron al mercado por todo el país.

Sin embargo, a principios de la era Shōwa, bajo la influencia de la Gran Depresión (que en Japón dio lugar al llamado Pánico Shōwa), la financiación para mantener los diversificados negocios de la familia se fue haciendo más difícil. Se cedieron los derechos de venta del producto a una empresa farmacéutica de Tokio y, en 1931, se fundó la entidad jurídica Uzu Gon’emon Yakubō, especializada en la producción del Kyūmeigan. A través de medidas publicitarias más modernas, como el uso de una ilustración de una niña extranjera y la inclusión de Santa Claus en anuncios de revistas, la empresa fue acumulando conocimientos en el terreno, y por fin pudo recuperar su rumbo financiero.

Tras la Guerra llegó el baby boom. Las ventas se duplicaban y triplicaban año a año, pero el fracaso en la gestión de costes colocó a la empresa en números rojos, hasta el punto que en 1955 entró en crisis por segunda vez. A pesar de ello, consiguieron apoyo en el campo de las ventas por parte de otra empresa farmacéutica, renombraron la compañía con el nombre que lleva hoy día, Uzu Kyūmeigan, cambiaron su sede al distrito tokiota de Chiyoda, donde se encuentra ahora, y lograron sobrevivir una vez más. Posteriormente, en la época del segundo baby boom (alrededor de 1970), las ventas alcanzaron su récord histórico, con 2.000 millones de yenes. El director Yoshiyuki continúa narrando:

“Los libros de cuentas desde el periodo Meiji muestran que la empresa ha venido sufriendo crisis una vez cada 30 años aproximadamente; a lo largo de su historia, la empresa ha recibido ayuda en cada ocasión”.

La capacidad de regeneración venía, precisamente, del producto estrella de la familia, que durante cientos de años había gozado de más demanda: el Kyūmeigan. Los métodos de fabricación apenas han cambiado; los ingredientes animales provienen de la secreción del jakōjika (ciervo almizclero), del almizcle -que calma los nervios y estimula el corazón-, el goō -cálculos biliares secos de vaca-, y los vegetales de productos como la zanahoria, que acelera la digestión, y el regaliz (Glycyrrhiza). Lo que sí ha cambiado con respecto a la fabricación de antaño son la fábrica homologada por el Estado y la maquinaria, de última tecnología, con las que se producen las medicinas. En el oeste de Japón también existe otro producto de similar historia para los males infantiles, el Hiyakiōgan (empresa con sede en Osaka), que comparte la popularidad del Kyūmeigan.

El presidente también enfatiza las posibilidades inherentes al Kyūmeigan incluso hoy día.

“Hace unos años hicimos una encuesta entre mujeres que criaban niños, y vimos que su principal preocupación era el llanto excesivo. Con el exceso de información en el que vivimos tanto niños como adultos son propensos al estrés. Las medicinas para el llanto nocturno proporcionan un buen apoyo para paliar los numerosos males derivados del estrés.

En busca de un paliativo para el declive demográfico

No obstante, por mucho que el antiguo establecimiento siga superando sus problemas, debe afrontar un gran cambio. El presidente habla de “una gravedad que no deja de aumentar”, en referencia a la situación del negocio.

“Además de la seriedad del declive demográfico, se están produciendo cambios en las tendencias del sistema, como la fuga de negocios privados al por menor hacia grandes cadenas farmacéuticas. En comparación con el pasado, últimamente los padres tienden a dar cada vez menos medicinas a sus hijos. Probablemente es la prueba más difícil a la que nos hemos enfrentado desde la fundación de la empresa.”

En los últimos años las ventas han descendido hasta una sexta parte de lo que eran en los momentos de mayor bonanza, una transición de 300 o 400 millones de yenes. Los anuncios en televisión, en los que antes se invertían presupuestos gigantescos, fueron abandonados hace unos cinco años ya que su efecto había dejado de hacerse notar.

Según el presidente Yoshihiro, “Resulta peligroso mantener un negocio sin adecuarse a los cambios de cada época”; junto al Kyūmeigan, los otros dos pilares que siguen manteniendo a la empresa son la medicina para el resfriado infantil que comenzaron a vender a mediados de los ochenta y una loción para el cuidado de la piel, también para adultos, que lanzaron hace unos veinte años.

Las ventas de Kyūmeigan representaban casi el 100% del total de la empresa hace treinta años, pero actualmente son un tercio de esa cantidad. Al contrario que hace 110 años, cuando se concentraban en la medicina infantil, lo que hace avanzar el negocio ahora es la diversificación de los productos. El presidente nos confía sus temores con franqueza: “Este es el momento de pensar en un nuevo plan de ataque. Sin olvidar la tradición que hemos heredado de crear medicinas que sirvan a las personas, más que productos que reporten beneficios, debemos cambiar la forma misma de hacer negocios”.

El actual director Yoshiyuki, de 37 años, es de la misma opinión que el presidente. Su objetivo es, al igual que ha venido haciendo hasta ahora, abrirse camino desarrollando productos que se adecúen a los tiempos, que abran nuevos campos. Uno de ellos es el Goreisan, una medicina para tratar la hipertermia, que comenzó a venderse en primavera de 2015.

“Gracias al saber hacer de Kyūmeigan, esta medicina tradicional, cuya dosis se puede adaptar tanto a bebés desde el tercer mes como a adultos, ha registrado ventas de decenas de miles de unidades al poco de salir a la venta. También, debido al cambio climático, el calor del verano se va haciendo insufrible; queremos lanzarla de nuevo al mercado cuanto antes, el año que viene.”

En lo relativo a las estrategias financieras, la empresa se plantea reforzar sus ventas online, que registran un aumento del 50 % en ventas con respecto al anterior año fiscal, y dar aún más importancia a sus actividades a través de su página web. Así afrontan una meta tras otra para cumplir su objetivo actual de devolver las ventas a los mil millones de yenes en cinco años.

El interior de la fábrica de Takanezawa en la actualidad, con máquinas de producción de última generación (imagen cortesía de Uzu Kyūmeigan)

En verano de 2011, tras el Gran Terremoto del Este de Japón, el director Yoshiyuki abrió de nuevo las puertas de la fábrica al vecindario para que sirviera como escenario durante el Ichimantōmatsuri, un festival local que se celebró desde el periodo Edo hasta mediados de la era Shōwa y que llevaba casi medio siglo sin realizarse, como esfuerzo para conectar con la gente de Takanezawa. Gracias a ello, todos los años muchos niños pueden disfrutar de dicho festival. Y el Kyūmeigan, la medicina secreta que salvó a la empresa de la crisis, renace de sus cenizas una vez más.

Imagen de la portada: El presidente Yoshihiro (izquierda) y su hijo mayor, Yoshiyuki, de Uzu Kyūmeigan. Ambos aseguran que “Hay que superar la crisis y buscar nuevos caminos”.

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