La yakuza hoy

Los “marubō”: 24 horas al día tras la pista de la yakuza

Sociedad

Es un equipo de profesionales que ha declarado la guerra a las poderosas organizaciones que trafican con drogas y armas, lavan dinero y comenten diversos delitos internacionales. El departamento de Crimen Organizado de la Policía Metropolitana es la punta de lanza de las autoridades japonesas en su lucha contra los grupos bōryokudan de la yakuza. Veamos cómo actúan los agentes especializados en estos momentos en que todavía se siente la conmoción causada por la fractura del Yamaguchi-gumi, la más grande de estas organizaciones.

“Policía Metropolitana. Tenemos orden de registro. Vamos a leérsela”. Quien esto dice, mirando fijamente al miembro del bōryokudan (literalmente, “grupo violento”) que le ha salido a la puerta, es un investigador que por su imponente físico no se aleja demasiado de la imagen popular de un hampón.

Son las 11 de la mañana del 12 de mayo de 2017. Una treintena de agentes de la Sección Cuarta del Departamento de Crimen Organizado de la Policía Metropolitana se presentan ante la sede del bōryokudan Kōbe Yamaguchi-gumi, en Awaji (prefectura de Hyōgo). En previsión de cualquier eventualidad, los 30 agentes cuentan con el respaldo de otros 40 de la Unidad Antidisturbios, perfectamente equipados y portando sus escudos reglamentarios.

Leída la orden por el oficial, el yakuza que escucha con cara de fastidio al otro lado de la puerta no ha tenido más remedio que acceder al registro domiciliario.

Dicho cuerpo de policía procedía al registro por una sospecha de extorsión, en relación con un caso en el que tres dirigentes de grupos afiliados al Kōbe Yamaguchi-gumi habían sido ya detenidos por intimidar a un conocido para sacarle dinero. Es la primera vez que se investiga a esta organización desde que, a finales de abril, un sector escindido de la misma anunciase la formación del Ninkyō Dantai Yamaguchi-gumi (nombre modificado a Ninkyō Yamaguchi-gumi en agosto). Tirando de la hebra de la extorsión, lo que en realidad pretendía la policía era obtener información para hacer un análisis de la situación desencadenada por la escisión y comprender mejor cómo andan las cosas por el nuevo grupo.

Cuando anunció su nacimiento, el 30 de abril, fue el propio Ninkyō Yamaguchi-gumi el que condujo a los informadores a sus oficinas de Amagasaki (prefectura de Hyōgo). No es habitual que un bōryokudan convoque a los medios a una rueda de prensa.

La nueva organización, que oficialmente carece de kumichō (capo o cabecilla), tiene por “representante” a Oda Yoshinori, quien fuera número dos del Yamaken-gumi, una importante facción dentro del Kōbe Yamaguchi-gumi. Además de carecer de kumichō, el Ninkyō Yamaguchi-gumi trata de crearse una nueva imagen diferenciándose de los grupos yakuza convencionales autodefiniéndose como una “hermandad” que no utiliza el característico sakazuki o brindis ritual para establecer lazos verticales u horizontales de carácter pseudofamiliar.

Pero pese a estas pretensiones, las autoridades policiales están enfocando este caso como un enfrentamiento en el seno del Kōbe Yamaguchi-gumi y siguen la directriz de aplicar al nuevo grupo los mismos controles que se aplican bajo la ley a cualquier otro bōryokudan. Así, en el caso del miembro del Ninkyō Yamaguchi-gumi mortalmente tiroteado en Kōbe en 12 de septiembre, la policía de Hyōgo abrió causa por asesinato encuadrando el caso dentro de una guerra entre ambos grupos.

El Kōbe Yamaguchi-gumi nació en agosto de 2015, cuando la facción Yamaken-gumi y otros poderosos elementos se escindieron del Yamaguchi-gumi, bajo su sexta jefatura histórica. Al parecer, la causa de la escisión fue el descontento hacia el excesivo protagonismo en la dirección de la organización de la facción Kōdō-kai, de la que procede el actual kumichō, Tsukasa Shinobu (alias de Shinoda Ken’ichi) y las altas cuotas que se imponían a sus afiliados. Pero desde el Ninkyō Yamaguchi-gumi se afirma que, por sus maneras, el Kōbe Yamaguchi-gumi no se diferencia en nada del régimen impuesto por Tsukasa en el Yamaguchi-gumi. Los investigadores creen que los cerca de 50 jefes de las organizaciones directamente afiliadas al Ninkyō proceden en su mayoría del propio Yamaken-gumi.

Inoue Kunio (segundo por la izquierda), líder del bōryokudan Kōbe Yamaguchi-gumi, en una instantánea tomada el 5 de septiembre de 2015 en Hyōgo-ku (Kōbe). (Fotografía: Jiji Press)

Los responsables de la investigación policial creen que estas luchas intestinas en el Kōbe Yamaguchi-gumi son una oportunidad para terminar definitivamente con esta organización. Sin embargo, el panorama no es ni mucho menos claro, ya que, al parecer, el verdadero objetivo del Kōbe Yamaguchi-gumi en el tiroteo del 12 de septiembre no era el gángster que fue víctima del mismo, sino el citado Oda, líder del Ninkyō Yamaguchi-gumi. Dichos responsables explican que están alertas ya que el Yamaguchi-gumi podría tratar de aprovechar las aguas revueltas para intervenir en alguna de las otras dos organizaciones y así reafirmarse como fuerza hegemónica.

Efectivos y recursos para luchar con la yakuza

La Policía Metropolitana dispone de una plantilla de 43.000 personas. Para luchar contra el crimen organizado, en 2003 se creó un departamento ad hoc. Además de la sección de asuntos generales, el departamento cuenta con cinco secciones de trabajo y un Cuerpo Especial de Investigación, con un total de 1.000 agentes. La Sección 4 es la encargada de los bōryokudan. Su antecesora es la sección 4 del Departamento de Delitos Penales, que ha venido recogiendo todo tipo de informaciones sobre los grupos violentos, poniéndolos bajo su mira y sacando a relucir sus delitos. En la institución, los agentes de esta sección reciben el apelativo de marubō.

Estos detectives dedican prácticamente toda su jornada a reunir información sobre los bōryokudan. Van consiguiendo informantes en el seno de estos grupos y accediendo a informaciones sobre la parte más nuclear de su estructura. En esto, sus métodos se parecen a los utilizados por las secciones de la Policía Nacional encargadas de la seguridad del Estado.

Para conseguir información, la policía de seguridad efectúa seguimientos, filmaciones y escuchas secretas. Consiguiendo de esta forma pistas sobre los delitos presuntamente cometidos, finalmente van desbaratando la organización.

Alguien que conoce bien los entresijos de la Policía Metropolitana explica que los marubō siguen un método híbrido, con elementos de la policía criminal y otros de la policía de seguridad del Estado.

Por ejemplo, dentro de la Sección 4 está el llamado Grupo de Coordinación de Inspecciones. Su principal función es la encontrar y formar colaboradores que aporten información desde dentro de los bōryokudan. Se dice de este grupo que para sus actividades recibe financiación sin límites. Cuando se trata de obtener informes de lo más recóndito de los bōryokudan, no se escatiman esfuerzos económicos.

Formar colaboradores es una tarea ímproba y engorrosa que a veces comporta riesgos para la vida de los investigadores. Por si fuera poco, los bōryokudan responden tratando de ganarse para su causa a los marubō, para lo que ofrecen sumas de dinero, facilitan compañía femenina y utilizan todo tipo de estrategias. Hay ocasiones en que los agentes se dejan vencer por la tentación. En los últimos tiempos, los bōryokudan son proclives a prohibir que sus miembros mantengan contactos con la policía, lo cual dificulta la labor de formación de colaboradores. Cada vez es más difícil obtener información solo por los métodos tradicionales.

Así las cosas, los nuevos tiempos están llamando a las puertas de la policía y las fórmulas high-tech se están aplicando cada vez más en “pinchazos” (chuponeo) y colocación de cámaras en puntos clave. Un equipo de marubō en misión especial está siguiendo actualmente a un dirigente de la yakuza 24 horas al día. Los agentes están al tanto de con quién se ve, con quién ha hablado y a qué locales ha acudido. Toda la información se registra en un mapa de relaciones o diagrama correlativo. De esta forma, los investigadores van exponiendo a los jefes de la yakuza.

Cerrando filas contra la yakuza

Las batallas entre la policía y los bōryokudan se remontan a los años 60. En febrero de 1964 la policía Nacional hizo llegar a todas las policías prefecturales de la Policía Nacional las primeras directrices para lidiar con dichos grupos. Bajo el título de Primera Operación en la Cumbre, se instruía a los agentes para que arrestaran a los capos o grandes jefes, identificaran las fuentes de financiación, localizaran las armas utilizadas en delitos y se incautaran de ellas, y también a que apagaran rápidamente cualquier brote de violencia entre los grupos. Con estas medidas, los bōryokudan, con el Yamaguchi-gumi a la cabeza, recibieron golpes demoledores. Sin embargo, a partir de ese momento los bōryokudan fueron adoptando métodos más propiamente mafiosos. Para evitar la acción policial, fueron escondiéndose en el inframundo, entrando en un proceso de clandestinización.

Investigadores de la Policía Metropolitana efectúan un registro en la sede de la organización Anegasaki Rengō-kai durante la Tercera Operación en la Cumbre, en mayo de 1977 (Taitō-ku, Tokio). (Fotografía: Jiji Press)

Lo primero que hicieron fue crear empresas que les sirvieran de fachada. Los bōryokudan dejaban de actuar a cara descubierta y pasaban a manejar desde la sombra empresas legales en sectores como la construcción o las finanzas. El tráfico de sustancias prohibidas, las apuestas o los locales de alterne, actividades tradicionales de la yakuza conocidas genéricamente como shinogi, pasaban a tener una menor importancia relativa, pero actuando más soterradamente los bōryokudan consiguieron recuperar el aliento.

En el campo contrario, las autoridades policiales consiguieron dar nuevas vueltas de tuerca gracias a las sucesivas reformas y adaptaciones de la ley contra los bōryokudan de 1992. En 2011 se emitieron en todo el país ordenanzas que obligaban a las empresas privadas a cortar cualquier lazo con la yakuza. La estrategia de asfixia se extremó al punto de que algunos hampones se quejaban de que ni siquiera se les permitía abrir una cuenta bancaria. Y llegamos así a agosto de 2015, mes en que la mayor organización de la yakuza japonesa, el Yamaguchi-gumi, se fractura estrepitosamente. Un acontecimiento que expone en sí mismo el proceso al que asistimos actualmente de conversión de los bōryokudan en organizaciones propiamente mafiosas.

Cortar sus fuentes de ingresos

“Si la yakuza se pasa por aquí póngase en contacto con nosotros. Y si puede grabar la visita de algún modo, mejor”. Julio de 2017, estamos en Ginza, una de las zonas comerciales más importantes de Tokio. Hombres fornidos, cuyo rudo aspecto no encaja en este glamuroso entorno, van visitando uno a uno los clubes nocturnos de lujo. Son los famosos marubō de la Policía Metropolitana.

Durante los meses de junio y julio, la policía ha detenido por extorsión a varios cabecillas de grupos afiliados al Yamaguchi-gumi que exigían pagos a bares y otros establecimientos en concepto de aisatsuryō (literalmente, tarifa de saludo o visita). Entre 2009 y abril de este año, estos grupos obtuvieron de cerca de 40 locales un total que fue valorado inicialmente en unos 50 millones de yenes, pero que podría elevarse finalmente a unos 100 millones.

Entre clubes de lujo y otros establecimientos, se calcula que solo en Ginza hay por lo menos 1.500. Hoy son unos 150 los investigadores que recorren la zona, advirtiendo a los propietarios contra el pago de cuotas a los bōryokudan, poco antes de iniciarse el horario de apertura de los locales.

El aisatsuryō o mikajimeryō es una de las fórmulas de obtención de dinero tradicionales en el mundo de la yazuka. Está tipificado y prohibido por la ley contra los bōryokudan como un “acto de exigencia violenta” cometido por los miembros de estos grupos. Si se detecta una exigencia similar, la Junta Prefectural de Seguridad correspondiente emite una orden de paralización o suspensión, cuyo incumplimiento puede acarrear la imposición de sanciones económicas.

Visto desde otro punto de vista, simplemente abandonando su pretensión de cobrar de un determinado local, el bōryokudan evita tanto las sanciones como la detención de sus miembros. Un alto mando de la Policía Metropolitana señala que muchos dueños de locales no acuden a la policía por temor a las represalias de la yakuza, y que si no se logra reunir un cierto número de denuncias nunca se podrá terminar con la práctica. Por eso, la Sección 4 ha tomado la iniciativa acercándose a los locales de Ginza y consiguiendo detener a varios hampones por presunta extorsión penal.

“Estos casos de extorsión con la excusa del aisatsuryō han estado a niveles muy bajos durante bastante tiempo”, comenta una fuente cercana a los marubō, “pero se ve que hay una vuelta a los inicios. Nosotros vamos a lo nuestro y actuamos sin contemplaciones en los casos más evidentes”. Corren tiempos duros para los bōryokudan, que siguen luchando por asegurarse sus ingresos mientras avanza también su proceso de conversión en verdaderas mafias. Y los marubō continúan, un día más, con su estrecho marcaje a los jefazos de la yakuza para no dejar pasar ningún indicio de delito.

Reportaje y texto: Imai Ryō (periodista)

Fotografía del encabezado: investigadores de la Policía Prefectural de Hyōgo realizan un registro en la sede del bōryokudan Yamaguchi-gumi en Nada-ku (Kōbe), el 2 de octubre de 2015. (Fotografía: Jiji Press)

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