La yakuza hoy

Mafias extranjeras exprimen el negocio del contrabando de oro en Japón

Sociedad

Japón es terreno abonado para el contrabando de lingotes de oro. El caso del robo de 758 millones de yenes en lingotes en Hakata (Fukuoka), se saldó con la detención en mayo de 2017 de 10 personas, la mayoría de ellas miembros de uno de los grupos de maleantes llamados hangure. Una vez obtenida la información sobre una compraventa que iba a realizarse, los delincuentes simularon ser policías haciendo un control para conseguir que la víctima detuviera su vehículo y perpetraron el atraco a plena luz del día. ¿Cómo pasó a sus manos esa información tan supuestamente secreta? Un seguimiento de los numerosos casos que se están registrando en Japón en relación con los lingotes de oro pone de relieve la existencia de mafias extranjeras que una y otra vez introducen ilegalmente el metal precioso en nuestro país.

Con toda la información necesaria para un golpe perfecto

La serie de delitos ocurridos en Fukuoka (isla de Kyūshū) en relación con lingotes de oro ha expuesto a la luz pública el comercio que se realiza clandestinamente con estos objetos. En el primer caso, de julio de 2016, hombres que se hacían pasar por policías detuvieron un vehículo en plena calle, en las cercanías de la estación de ferrocarril de Hakata (Japan Railways), y se llevaron 160 kilogramos de oro, con un valor de 758 millones de yenes. El segundo ocurrió en abril de 2017, cuando, en un aparcamiento de la zona de Tenjin, centro comercial de la ciudad de Fukuoka, atracadores se llevaron 380 millones de yenes que acababan de ser extraídos del banco para la adquisición de lingotes de oro.

Por lo que respecta al primer caso, al cabo de unos 10 meses, en mayo de 2017, fueron detenidos 10 miembros de un grupo de maleantes con base en Nagoya. En cuanto al segundo, a partir de finales del mes de octubre se efectuó un total de 11 detenciones entre individuos de varios grupos similares radicados en la región de Kantō, en Osaka y en otros lugares. Llama la atención que delitos de semejante calibre fueran cometidos por grupos poco cohesionados, cuyos miembros apenas tienen en común su condición de malhechores. Pero también hay que fijarse en el hecho de que ambos se hayan cebado en la compraventa de lingotes de oro, una actividad que resulta muy poco familiar a la mayoría de la gente, y en que, en los dos casos, los grupos criminales tuvieran de antemano información sobre las operaciones que iban a realizarse, gracias a la cual pudieron actuar con la máxima precisión y economía de medios.

“En la cárcel”, dijo uno de los detenidos, “conocí a una persona que me propuso cometer un atraco convenido previamente con la víctima para una cuestión de impuestos y llevarle luego el botín, unos lingotes de oro”. Estas declaraciones, que explican cómo se fraguó la acción, fueron hechas por Nakagaki Ryūichirō (41 años), miembro de un grupo de Nagoya y detenido por el atraco de Hakata.

Creían que todo estaba pactado de antemano

Según la versión ofrecida por personas cercanas a los investigadores de la policía prefectural de Fukuoka, si bien Nakagaki declaró que la información la había obtenido de un compañero de celda, para diciembre de 2016, cinco meses después del golpe, cuando el caso recibió amplia cobertura mediática, Nakagaki había perdido ya el contacto con dicha fuente. “Creemos que hay que remontarse algo más para saber de dónde procede todo, pero todavía no disponemos del diagrama completo. Parece ser que en los dos casos la parte que ofreció la información aseguró que todo estaba pactado con las víctimas y es posible que en los dos casos la fuente original sea la misma”.

La información recogida por Nakagaki llegó a los hermanos Noguchi Naoki (43 años) y Kazuki (42) líderes del grupo y responsables de la acción. Estos quisieron saber si el pacto con la víctima garantizaba que la policía no intervendría, y también les preocupaba que el dinero pudiera pertenecer a la yakuza. Pero la fuente les tranquilizó asegurándoles que la yakuza no estaba metida en el asunto y que la víctima no denunciaría el hecho al tratarse de lingotes introducidos en Japón ilegalmente.

Según las mismas fuentes policiales, cuando los Noguchi fueron a inspeccionar el lugar en el que se les proponía dar el golpe, quedaron sorprendidos al comprobar que era una calle muy concurrida, situada frente a la estación de ferrocarril. No les pareció factible hacer un atraco en un lugar así y en pleno día, por lo que decidieron vestirse de policías y simular estar realizando un control. Así fue como se perpetró este audaz atraco, que viene a ser una “versión era Heisei” de aquel famoso “atraco de los 300 millones de yenes” ocurrido en Tokio en 1968, que prescribió sin haberse hallado al culpable. Se cree que, del total sustraído, 90 kilogramos (valorados en unos 430 millones de yenes) fueron convertidos en dinero y repartidos entre los miembros del grupo de los Noguchi, siendo entregados los 70 kilogramos restantes a quien aportó la información. Hasta ahí las cosas fueron según lo planeado. Cuando, algunos meses después, afloró el delito gracias a la publicación de ciertas informaciones, debió de cundir el pánico en el grupo de los Noguchi, que confiaban en que la víctima no denunciara el hecho.

Un grupo hangure utilizado y sacrificado

Los dos principales implicados en el caso son conocidos en Nagoya como los hermanos Noguchi. Mantienen vínculos con la yakuza, pero no pertenecen a ninguno de sus grupos. Entran más bien en la categoría de líderes de hangure (bandas que delinquen habitualmente pero sin pertenecer a ningún bōryokudan o “grupo violento”). Hasta el momento habían cometido varios robos de vehículos y estaban fichados por la policía.

Los Noguchi llamaban la atención incluso en Kinsan, un distrito de Nagoya con mucha vida nocturna, donde eran conocidos por la liberalidad con que gastaban el dinero, haciéndose acompañar de famosos del mundo del espectáculo y mostrándose cada vez en un automóvil de lujo diferente.

“Eran de esos que llaman paripi (party people)”, comenta una joven que trabaja en un local nocturno de Kinsan, “de los que andan de juerga día y noche por los clubs de las zonas animadas. No sé de dónde sacarían el dinero, pero gastaban con mucha ostentación. Vamos, que eran muy famosos. Lo de su detención nos lo veíamos venir”. En las redes sociales, los Noguchi colgaban fotos de las ostentosas fiestas que congregaban a toda la pandilla, de artículos de marcas caras comprados en grandes cantidades, y de sus impresionantes coches. Después de dar el golpe, Kazuki hizo varios viajes al extranjero, donde se divertía sin reparar en gastos. Su detención se produjo precisamente en el aeropuerto internacional de Narita, por el que regresaba a Japón después de una estancia en Hawai.

Sus círculos de amistades eran muy amplios y a su alrededor se hacía notar gente relacionada con la yakuza de Tōkai (región alrededor de Nagoya) y de otros grupos hangure de Kantō (región de Tokio), pero los individuos que participaron en el atraco de Fukuoka eran compañeros de juerga que formaban una banda delictiva improvisada. Podría decirse que ellos no fueron más que los autores materiales del hecho. Los convencieron para dar el golpe asegurándoles que todo era un teatro y consiguieron una gran suma. Hasta ahí todo fue bien. Pero luego fueron sacrificados y cayeron fácilmente. Un esquema de lo más burdo.

El negocio del contrabando y las mafias extranjeras

La pregunta es, entonces, quién manejaba los hilos de estas operaciones.

Según las citadas fuentes policiales, es indudable que las mafias extranjeras han tenido alguna participación. “Se organizan para introducir ilegalmente los lingotes de oro en Japón y obtienen pingües beneficios. Por detrás, hay una lucha por el control del negocio del contrabando de oro a Japón. Hay todo tipo de grupos implicados en el negocio, tratando de eliminarse unos a otros. Nosotros creemos que la información [para hacer los atracos] fue servida por alguna mafia asiática con la intención de hacer caer a sus rivales”.

El esquema del negocio es simple. La clave está en el 8 % que se grava en Japón en concepto de impuesto sobre el consumo (equivalente al IVA). En muchos países las transacciones con oro están exentas de ese impuesto, pero las que se hacen en Japón tienen que pagarlo. Cuando el oro se introduce desde el extranjero, ese 8 % se paga anticipadamente en la aduana como un arancel, de forma que al hacer la operación ya no hace falta abonarlo. Aprovechando esta diferencia, si se consigue meter el oro en Japón sin pasar por la aduana, luego se puede vender al precio al que se vende el que ha sido legalmente introducido, generándose un 8 % de beneficio.

De Hong Kong a Japón, pasando por Corea del Sur

Los casos de contrabando de lingotes de oro se han multiplicado desde que, en abril de 2014, el impuesto sobre el consumo fue elevado del 5 % al 8 %. Es evidente que el atractivo del negocio aumentará cuando dicho impuesto sea elevado hasta el 10 %, tal como está planificado. Por lo que hemos podido conocer a través de estos casos, la ruta del contrabando tiene las siguientes etapas:

1) El oro se adquiere en Hong Kong, de donde puede exportarse sin restricciones, y se dirige a Corea del Sur.

2) En la zona de trasbordos del aeropuerto internacional de Incheon (Corea del Sur) el cargamento se distribuye entre varios “mulas” o “camellos” que se encargan de introducir el oro en Japón sin declararlo en la aduana.

3) Ya en Japón, se vende a un comprador cargando un 8 % equivalente al impuesto que no se ha pagado.

4) El dinero obtenido se lleva a Hong Kong.

Si por el oro adquirido se han pagado 100 millones de yenes, una vez vendido en Japón se le puede extraer un beneficio de ocho millones. Ese capital de 108 millones se convertirá la próxima vez en 116,64 millones. Un negocio redondo que permite ganar cada vez más dinero por la misma operación. Lógicamente, los desplazamientos y trámites suponen ciertos gastos, pero muchos contrabandistas realizan varios negocios a la semana y logran doblar su capital en un mes.

Caen los peces chicos, pero…

Además de los dos atracos citados, la policía ha hecho detenciones por otros muchos casos. En marzo de 2017, dos funcionarios del ayuntamiento de Osaka fueron detenidos en el aeropuerto de Fukuoka cuando intentaban introducir desde Corea del Sur seis kilogramos de oro, por un valor de 27 millones de yenes. Según dijeron, se dedicaban a hacer estas operaciones como si fuera un trabajo cualquiera, a petición de una persona a la que habían conocido jugando al pachinko.

Justo después del caso de abril en Tenjin, en el mismo aeropuerto cayeron cuatro surcoreanos que trataban de llevar a Hong Kong 435 millones de yenes no declarados. La policía de Fukuoka explicó que los cuatro pertenecían a una gran organización de contrabando de lingotes de oro que opera con base en Corea del Sur. El dinero que llevaban era fruto de una operación de venta de oro procedente de dicho país. Durante la investigación se descubrió que en un solo día, 30 miembros de la organización que partían del aeropuerto de Incheon a bordo de diversos aviones introducían en Japón un total de 150 kilogramos del metal precioso.

En ese mismo periodo, fue robada en una calle de Ginza (Tokio) una maleta que contenía 72 millones de yenes procedentes de la venta de lingotes de oro, que se había realizado inmediatamente antes.

Alijo de oro procedente de Corea del Sur interceptado el 15 de junio de 2017 en el aeropuerto de Narita (prefectura de Chiba). El cargamento iba oculto en envases de cosméticos como el que se muestra. (Fotografía: Jiji)

En mayo quedó al descubierto otra ruta marítima de introducción de oro desde Shanghái. En un barco dedicado a la pesca del calamar que estaba atracado en el puerto pesquero de Karatsu (prefectura de Saga) se descubrieron 206 kilogramos de oro y fueron detenidos varios miembros de un grupo de contrabandistas, entre ellos uno de nacionalidad china.

Estos son los casos que han salido a relucir. Los robos de lingotes normalmente afectan a partidas procedentes del contrabando. Por esta razón, en muchos casos las víctimas prefieren no denunciar los hechos y tienen que resignarse a sufrir la pérdida en silencio.

En todo caso, lo que no deberíamos olvidar es que el Estado está siendo privado de esa parte que le correspondería percibir por el impuesto sobre el consumo y que, además, ingentes cantidades de dinero están fluyendo hacia el inframundo.

Reportaje y texto: Redacción de Power News

Fotografía del encabezado: agentes de la policía inspeccionan las proximidades a la calle del barrio comercial de Tenjin (ciudad de Fukuoka), donde un grupo de atracadores se llevó 380 millones de yenes. (Fotografía: Jiji)

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