La yakuza hoy

Los nueve cadáveres de Zama y las tinieblas de Kabuki-chō

Sociedad

Las nueve cabezas humanas seccionadas que aparecieron en un apartamento de Zama pertenecían a personas que habían sucumbido al poder de persuasión de su verdugo. El detenido se dedicaba a captar mujeres para los locales de prostitución del barrio tokiota de Kabuki-chō. En estos ambientes nocturnos fue madurando sus técnicas para penetrar, valiéndose de Twitter y otras aplicaciones gratuitas, en la psicología de jovencitas con supuestas tendencias suicidas. Una aproximación a la realidad de los reclutadores de chicas que pululan en el barrio del placer de Kabuki-chō.

“Era una persona tan dulce y amable que casi daba miedo”. De esta forma lo describen varias mujeres que conocieron a Shiraishi Takahiro (27 años), el detenido en relación con la aparición de los restos mortales de nueve personas en su apartamento de Zama (prefectura de Kanagawa). En los medios de comunicación fueron apareciendo los testimonios de personas relacionadas con los locales, reclutadores de chicas y otros “habitantes de la noche”, a los que se sumaron los de las mujeres que en algún momento habían tratado a Shiraishi e incluso habían compartido con él un mismo techo. Pero entre las descripciones de Shiraishi servidas por estas mujeres y los hechos desvelados en este aberrante y cruel caso criminal hay un abismo nada fácil de explicar.

“Mujeres que lo conocieron lo describen como una persona muy amable y yo creo que todo encaja a la perfección”, dice, sin embargo, uno de los responsables de una empresa que se dedica a captar mujeres para los locales nocturnos.

“La función de los reclutadores”, continúa, “no termina cuando conducen a una chica a uno de estos locales. Negocian también las condiciones de contratación y les aconsejan sobre cómo conseguir que los clientes las mantengan económicamente, así que actúan también como managers y asesores, y están al lado de las chicas atendiéndolas durante toda su carrera profesional. Últimamente, las chicas mantienen una relación muy aséptica con los locales y están dispuestas a pasar de uno a otro en cualquier momento, en busca de las mejores condiciones, así que estos reclutadores les infunden más confianza que el propio staff de cada local, y con ellos acaban intimando, lo que a veces deriva en una relación sentimental”.

Conociendo cómo funciona el negocio, no es de extrañar que los reclutadores se muestren muy amables en el trato con estas “gallinas de los huevos de oro”.

Dos sistemas de colocación de las chicas

El descubrimiento de los restos amputados de nueve personas de ambos sexos, de entre 15 y 26 años, en el apartamento de Zama se realizó el 30 de octubre de 2017. Un día después, la Policía Metropolitana detuvo a Shiraishi, su inquilino, por abandono de cadáver. Luego se emitieron contra él nuevas órdenes de detención por asesinato, que sumaron siete el 13 de febrero, con la correspondiente a la muerte de una universitaria de Tokorozawa (prefectura de Saitama). Hasta el momento se han formulado cargos por seis asesinatos y la policía continúa investigando los casos de las otras tres personas.

El sospechoso Shiraishi Takahiro es conducido a las dependencias en Tachikawa de la Fiscalía de Tokio por el caso de los nueve cadáveres hallados en el apartamento de Zama (1 de noviembre de 2017, comisaría de Takao, ciudad de Hachiōji, prefectura de Tokio). (Jiji Press).

Cuando tenía unos 25 años, Shiraishi vivía en Ikebukuro (Tokio) y captaba chicas principalmente en el barrio de Kabuki-chō. Sobre su valía como reclutador hay diversas opiniones. Mientras que unos afirman que se acercaba hábilmente a las chicas y era muy convincente, otros dicen que tenía fama de informal. En febrero de 2017, ocho meses antes de revelarse el caso, fue detenido por haber presentado chicas a un local de la prefectura de Ibaraki a sabiendas de que en él se las prostituía. En mayo fue declarado culpable y recibió sentencia de un año y dos meses de prisión, suspendida durante tres años. Con ocasión de su procesamiento, Shiraishi regresó a Zama, de donde era originario y en agosto alquiló el apartamento que sería escenario de estos macabros crímenes que estremecieron a la sociedad.

Los reclutadores pueden clasificarse en tres grupos: 1) quienes actúan por libre; 2) los contratados para ese fin por los kyabakura y otros locales de alterne, y 3) los que pertenecen a empresas (agencias) de servicios especializados. Los que operan en la llamada “Avenida del abordaje”, que une la estación de Shinjuku de Japan Railways con Kabuki-chō, son en su mayoría del tercer grupo, como lo era Shiraishi. Las empresas se han repartido minuciosamente el espacio utilizando buzones, postes del tendido eléctrico y otros elementos del mobiliario urbano como mojones, y se espera de los reclutadores que no rebasen dichos límites. Trabajan sin sueldo básico, a comisión, y las tarifas que cobran por presentar chicas varían según el tipo de local (kyabakura, sōpurando, fasshon-herusu, etc). Por ejemplo, en el caso de los kyabakura, estos fichan a la chica y entregan por ella una determinada cantidad una sola vez. A la chica se le otorga una calificación (S, A, B o C) según su aspecto físico, experiencia y popularidad, y esto sirve para fijar la tarifa que el establecimiento paga a la agencia, que suele oscilar entre los 50.000 y los 200.000 yenes. De estas cantidades, el reclutador se lleva alrededor del 60 % o 70 %, haciéndose efectivo el pago cuando la chica ha trabajado según lo convenido durante 10 días.

Por el contrario, en el caso de los locales que prestan servicios propiamente sexuales, por las mujeres presentadas las agencias siguen cobrando una tarifa del 10 % o 15 % de su salario mientras continúen trabajando. Este es también el sistema que se aplica a las actrices de cine pornográfico, aunque en este caso las agencias perciben de las productoras entre el 40 % y el 50 % del salario. Eventualmente, la mujer presentada podría convertirse en una estrella del cine porno y esto será una gran noticia también para su reclutador, que obtendría pingües ganancias y podría tal vez resarcirse así de largos periodos de escasos ingresos.

Pero en los tiempos que corren la mayor parte de los reclutadores no pueden aspirar a tanto. Se estima que solo algunos de ellos alcanzan los 300.000 yenes mensuales y que los demás pueden darse por satisfechos si consiguen 200.000. Además, todos los gastos en que incurren invitando a las chicas a cafeterías o restaurantes para convencerlas deben pagarlos ellos mismos, y como su propia indumentaria depende al final de sus ingresos, “los que ganan bien van ganando cada vez mejor, y los que no ganan van hundiéndose cada vez más”, según explica un responsable de una de estas agencias.

El lavado de cara del barrio de Kabuki-chō

En realidad, el trabajo callejero de estos captadores de chicas está estrictamente prohibido por ordenanzas municipales y otras disposiciones. El punto de inflexión se dio en el primer decenio del siglo. El equipo de gobierno del entonces gobernador de Tokio Ishihara Shintarō llevó a cabo una gran operación de limpieza que cambió el rostro del barrio de Kabuki-chō. Se instalaron cámaras de seguridad por las calles, se cerraron locales nocturnos prohibidos, se expulsó a la yakuza y se les apretaron los tornillos también a los reclutadores.

Gran redada efectuada por la Policía Metropolitana y otros cuerpos de seguridad en el barrio de Kabuki-chō (Shinjuku-ku, Tokio), en abril de 2003. (Jiji Press)

En abril de 2005 se realizó en Tokio una amplia reforma del articulado de dos ordenanzas: la de Prevención de Actividades Molestas, destinada a dejar las calles de Kabuki-chō libres de los kyakuhiki (personas que abordan y convencen a los viandantes para que entren en este tipo de locales), y la de Prevención de Cobros Abusivos. Todas las actividades de los kyakuhiki y de los reclutadores quedaron proscritas, prohibiéndose incluso que formaran grupos en las calles, y esto empujó a algunos establecimientos a la clandestinidad.

Por otra parte, las actividades más evidentes de los bōryokudan (literalmente, “grupos violentos” de la yakuza) que se enseñoreaban de las calles quedaron también bloqueadas, pues además de las repetidas reformas de la ley contra dichos grupos y de las ordenanzas tendentes a su eliminación, se potenciaron también las acciones que se estaban tomando para acabar con la práctica del mikajime-ryō (cuotas de “protección”), una forma de extorsión sobre los locales nocturnos que era la principal fuente de ingresos de estas organizaciones. También se aumentó la presión sobre las mafias extranjeras y muchos clubs nocturnos regentados por chinos y coreanos se vieron obligados a cerrar sus puertas.

El hueco dejado en este tipo de actividades relativamente visibles por la yakuza y las mafias extranjeras ha sido ocupado por los hangure (bandas de maleantes que delinquen sin someterse a la autoridad de ningún bōryokudan).

El boom de reclutadores llena el sector de gente rara

El modus vivendi de los reclutadores dio un gran giro durante el primer decenio del siglo. “Justo cuando entraban en vigor las ordenanzas, la población de reclutadores se multiplicó debido en parte al gran influjo logrado por ciertas historias de manga”, comenta uno de los responsables de una agencia de captación. Se refiere a Shinjuku Swan: Kabuki-chō sukauto sabaibaru (El cisne de Shinjuku: Guía de supervivencia de los reclutadores de Kabuki-chō), una historia publicada por entregas a partir de 2005 en una popular revista de manga juvenil y llevada al cine en 2015.

“Con la proliferación de agencias de reclutadores, el ambiente en el sector cambió por completo”, continúa la misma fuente. “Aunque hay que decir que gran parte de ellos eran hanpamono (gente sin la necesaria determinación o compromiso) que llegaban al negocio atraídos por la imagen de dandismo y vistosa indumentaria de los reclutadores, y deseaba ante todo trabajar en contacto con las chicas. Últimamente, para eludir la prohibición, simulan dirigirse a las chicas con la intención de ligar con ellas, y han virado hacia trajes de diario, mucho menos llamativos. Pero, como ocurre entre los yakuza y también entre los hosuto (host, jóvenes que atienden a mujeres en clubes), en este mundo no llega a sobrevivir ni siquiera uno de cada diez, así que el relevo es muy rápido. Aquí se congrega gente muy extravagante, personas nerviosas y enfadadizas, que cargan con conflictos personales y que tarde o temprano provocan problemas”.

A la gente del sector le preocupa cada vez más esta problemática fauna. “Es una tendencia generalizada en todos los negocios nocturnos. Hay muchos aficionados al hachís y a otras hierbas o sustancias al borde de la legalidad. Incluso en circunstancias normales, les dan berrinches y pueden llegar a agredir a las chicas del negocio, es gente muy loca de cuyo paradero nada se sabe una vez son expulsados de esta actividad”, refiere una fuente relacionada con locales de prostitución de Kabuki-chō.

Proxenetas “amos de casa”

Se trata, pues, de un sector en el que personajes peligrosos campan por sus respetos y en el que, además, el margen de beneficio no es el que fue en otros tiempos. Para sobrevivir en este ambiente, como decía más arriba, una habilidad necesaria es la de saber crear una “relación amorosa” con las chicas y utilizarla hábilmente para controlarlas. Evitar que la chica pase a otras manos insinuando que tal relación existe es un método considerado poco ortodoxo y un tabú en el sector. Sin embargo, la realidad es que, como dice un miembro de un bōryokudan que opera en Kakubi-chō, últimamente hasta se promueve.

“Con la proliferación de agencias”, continúa, “ahora que en internet se puede contactar con reclutadores tan fácilmente, las chicas cambian muy a menudo de local y son muchos los jefes de estas agencias que animan a sus reclutadores a sujetar a las chicas prendándolas. Lo que ocurre es que a veces hay un enamoramiento mutuo y esta excesiva intimidad deriva fácilmente en complicaciones”.

De esta forma, muchos de estos reclutadores se convierten en proxenetas que viven a costa de las chicas y continúan su labor dependiendo de ellas para casi todo. Lo que ocurre es que “como hoy en día ya no hay chicas dispuestas a venderse por un hombre, al final estos acaban encargándose de limpiar el apartamento, lavar la ropa, llevar a la chica a su trabajo y traerla de vuelta, pasear al perro, etc, es decir, que son verdaderos ‘amos de casa’”, explica un responsable de una agencia.

“La cosa no queda ahí, porque tienen que sustituir también a las chicas respondiendo a los clientes por LINE o enviando mails de promoción, y hasta colocan fotos bonitas en Instagram de cosas que muestran cómo es su desayuno habitual, haciendo parecer que son ellas las que las han colocado. Últimamente la vida de los chulos de estas chicas está tomando formas insospechadas”.

El barrio de Kabuki-chō, que surgió de la reordenación urbana de Tokio hecha una vez terminada la Segunda Guerra Mundial y se levantó de las cenizas de la guerra, ha venido adaptándose a cada época y ofreciendo siempre sexo y diversión, hasta convertirse en el barrio del placer más famoso del país, posición que mantiene hasta la fecha. Su historia es también la historia de una fiera competencia dentro de un ecosistema que ha sabido adaptarse a las sucesivas regulaciones aplicadas por las autoridades.

Reportaje y texto: Redacción de Power News

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