GO Journal entrevista a atletas con discapacidad

Ichinose Mei, el fracaso como combustible para perseguir el triunfo

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Ichinose Mei se dio a conocer como candidata a medalla en los Juegos Paralímpicos de Río 2016. En aquella ocasión compitió en seis disciplinas, pero no logró llegar a ninguna de las finales. “No pude nadar como quería. Me llevé tal decepción que me entraban náuseas”, declara. La nadadora ha empezado a cerrar la distancia con las marcas mundiales mientras se prepara para Tokio 2020.

Ichinose Mei Ichinose Mei

Nacida en Kioto en 1997. Miembro del Club de Natación de la Universidad de Kinki. Nació sin el antebrazo derecho por una carencia congénita de extremidad. Compite en las clasificaciones paralímpicas S9, SB9 y SM9. Se inició en la natación cuando tenía un año y medio, en el Centro Deportivo para Personas con Discapacidad de Kioto. En 2010 fue la deportista más joven de la historia en participar en los Juegos Asiáticos para Personas con Discapacidad, en los que se hizo con la plata en los 50 metros libres. Durante la secundaria y el bachillerato obtuvo varias medallas en competiciones nacionales y asiáticas. Logró su mejor tiempo en los 100 metros libres (clasificación S9) en los Juegos Paralímpicos de Río 2016.

Al extranjero en busca de rivales

Los deportistas con discapacidad tienen pocas oportunidades de nadar y entrenar con deportistas sin discapacidad. Eso no contribuye a incentivar la competitividad y la ambición de los deportistas, ¿verdad?

Cuando estaba en primaria quise apuntarme a una escuela de natación de mi zona, pero no me admitieron. Creo que si hubiera entrado en esa escuela entonces y hubiera empezado a nadar con niños sin discapacidad, ahora tendría un nivel totalmente distinto. La verdad es que no empecé a entrenar como una deportista olímpica hasta la universidad; demasiado tarde. Aunque en los paralímpicos hay poca competitividad, en el club de natación de la Universidad de Kinki la competencia es muy fuerte y existe una gran rivalidad entre los miembros de la propia universidad. Es un estímulo excelente vivir en primera persona la competencia entre todos, la dura lucha que se establece y el apoyo mutuo; uno se motiva para dar todo de sí.

En estos momentos te hallas falta de rivales para competir. ¿Es esa una dificultad a la que te enfrentas desde pequeña?

No he tenido a nadie con quién competir desde que batí el récord de Japón, en segundo curso de secundaria. Desde entonces empecé a pensar en la competición ya no a nivel nacional, sino mundial. Eso sí, por más que piense en competir mundialmente, como no tengo rivales en la esfera nacional, me resulta difícil mantener la tensión y el espíritu competitivos en el día a día. El entrenador me dice que las competiciones son batallas y que tengo que salir como si fuera a matar a todos los contrincantes (risas), pero yo no entiendo ese sentimiento. En todas las competiciones nacionales en las que he participado no tenía la sensación de salir a batirme con los demás, sino a ver cuánto podía mejorar mis tiempos. Por eso cuando fui a Río y tuve que competir con otras nadadoras, no supe cómo enfrentarme a la situación y me sentí abrumada. Tengo que salir más a menudo al extranjero para competir con otras deportistas.

De diciembre de 2017 a febrero de 2018 estuviste entrenando en Australia. ¿Cuál era el objetivo de esos entrenamientos?

Precisamente en Australia hay muchos nadadores paralímpicos, también de mi misma clasificación. Conviví y entrené tres meses con la nadadora Ellie Cole, y participé en tres competiciones australianas. Aunque en mi universidad se suele entrenar en equipo, yo era la única paralímpica; en Australia éramos diez, por lo que tenía muchas expectativas.

¿Qué cambios has notado tras esos tres meses en Australia?

He dejado de preocuparme por cosas sin importancia (risas). Y se me han puesto los pies en la tierra. Hasta ahora cada vez que competía me obsesionaba con obtener buenos tiempos. Los nadadores australianos también aspiran a lograr ciertos tiempos, pero parten de su situación actual para mentalizarse sobre qué pueden hacer para mejorar. En Australia he aprendido a mentalizarme así y a pensar de forma lógica, aptitudes que allí tienen todos los nadadores desde pequeños.

En Japón se da prioridad a los tiempos. En Australia también se tienen en cuenta, pero lo que más se valora es cómo se nada. Más que a esforzarme psicológicamente, he aprendido a seguir una estrategia. Han sido tres meses en los que me han enseñado a no dedicarme a perseguir un objetivo numérico, sino a reflexionar bien sobre el contenido de lo que hago. En inglés no existe una expresión equivalente al ganbaru (‘esforzarse’) del japonés; el work hard del inglés tiene el matiz de ‘trabajar en pos de un objetivo’.

Supongo que entrenando solo en Japón habrá muchas cosas que no sabes hacer de la forma correcta, incluidas ciertas técnicas de entrenamiento. ¿Qué cosas descubriste en esa temporada de entrenamiento junto a las nadadoras australianas?

Está claro que entrenando solo en Japón es difícil mejorar. Precisamente el hecho de que no exista una forma correcta de hacer las cosas es una dificultad. No puedes preguntarle a nadie si es mejor que lo hagas de un modo u otro, ni tampoco pueden aconsejarte de forma adecuada. Ahora tengo a dos entrenadores a quienes puedo consultar, pero soy la primera nadadora con discapacidad con quien trabajan. Está claro que nunca han nadado con un solo brazo (risas), por lo que ambas partes tenemos que adaptarnos.

Aprender a apreciar las diferencias

¿Qué crees que es lo que más ha influido en tu carácter y tu forma de ver las cosas?

Mi madre y mi padre. Como él es del Reino Unido y ella es japonesa, siempre me han ofrecido un enfoque multifacético, distinto del puramente japonés. Aunque no vivo con mi padre desde los 9 años, cada vez que nos vemos hace que me cuestione cosas que en Japón se dan por sentadas y a las que estoy habituada. Mi madre es una mujer potente y muy activa. Siempre he estado tan de acuerdo con lo que dice que ni siquiera me rebelé en la adolescencia (risas). Los consejos de mis padres han desempeñado un papel muy importante en mi vida.

¿Qué tipos de consejos te han dado?

Desde pequeña me dijeron que debía apreciar mis diferencias. Cursé solo un año, primero de primaria, en el Reino Unido, y cuando volví a Japón era muy asertiva (risas). No encajaba para nada en mi colegio japonés y odiaba asistir. Mi madre me dijo que no era necesario que cambiase mi forma de ser y que, si no me adaptaba a ese colegio, me podía trasladar a otro.

Dudo que otros padres dijeran algo así a sus hijos. Lo normal hubiera sido que quisiera convencerme de intentar llevarme bien con los compañeros y ser más cooperativa. Pero mi madre respetaba el hecho de que yo fuera distinta a los demás. Al parecer, sufrió una gran conmoción cuando le dijeron que me faltaría un brazo al nacer. Sin embargo, cuando se lo comunicó a mi padre, él respondió que igualmente podría andar e ir donde quisiera, aunque me faltase un brazo. Eso hizo que mi madre cambiase la forma de enfocar la situación. Y, cuando yo tenía diez años, incluso estudió un posgrado sobre discapacidad en una universidad del Reino Unido. Es una mujer con una vitalidad increíble.

Los deportistas paralímpicos, la élite de las personas con discapacidad

En tercer curso de bachillerato ganaste el concurso nacional de oratoria en inglés con un discurso sobre el modelo de discapacidad individual frente al modelo de discapacidad social. De aquello hace ya cuatro años. Ahora nos acercamos a 2020. ¿Has notado algún cambio en su entorno o en la sociedad respecto a aquella época?

Pues no. El hecho de que los juegos paralímpicos se celebren de forma paralela a los olímpicos hace que la gente confunda persona con discapacidad con deportista paralímpico, cuando son dos cosas distintas. Por más que haya deportistas con discapacidad que destaquen y salgan en las noticias, también hay personas con discapacidad que quieren quedarse en su casa descansando. Creo que es algo evidente pero que se está polarizando mucho últimamente. Hasta hace poco creía que cuanto más saliera en la tele y más triunfase como deportista, más se transformaría el entorno de las demás personas con discapacidad. Sin embargo, mi madre me hizo cambiar de perspectiva al recordarme que yo pertenecía a lo que se considera “la élite de las personas con discapacidad”. Así que sé que no puedo hablar en calidad de representante de todas las personas con discapacidad.

Japón es un país que tiende a categorizarlo todo, no solo a las personas con discapacidad. Se asignan etiquetas infundadas a las personas y se las clasifica arbitrariamente. Tal vez aquello en que más he cambiado desde que estudiaba el último curso del bachillerato es en dejar de hablar desde el punto de vista de una persona con discapacidad para hacer hincapié en ese problema.

Hace poco declaraste que quieres centrarte en mejorar tu nivel competitivo y que la atención cada vez mayor que se presta al deporte paralímpico no es necesariamente una buena señal.

Lo único que tengo que hacer es lograr récords realmente impresionantes para obtener reconocimiento. Mi voluntad de cosechar buenos resultados como deportista es cada vez más firme.

No puedo controlar lo que la gente siente y piensa cuando hablo en los medios de comunicación. Creo que sí sirve de algo, pero es complicado. Me gustaría que tanto los que hablan en los medios como los que reciben el mensaje tuviesen más en cuenta la individualidad de las personas. Yo no sé cómo se siente una persona con ceguera total o en silla de ruedas; por eso no está bien que metan a todas las personas con discapacidad en el mismo saco y me consideren su representante. Pero en Japón no se piensa así ni se considera a las personas como individuos.

¿Sueles hablar de estos temas con otras deportistas?

El otro día hablábamos de si nos gustaría que nos creasen un brazo nuevo con células iPS en el caso de que fuera posible (risas). Casi todas coincidimos en que preferiríamos seguir como ahora. Una chica en silla de ruedas dijo que ya estaba acostumbrada a la silla y que para qué iba a querer usar las piernas a estas alturas. Una de las compañeras con discapacidad adquirida comentó que le gustaría recuperar el brazo después de los juegos de Tokio 2020. Cuando fui a Australia saqué ese mismo tema con el equipo y tuvimos un debate muy animado. Había quien aseguraba que prefería esperar a que terminasen los juegos paralímpicos para poder participar en ellos (risas). Es interesante. Tal vez llegue un día en que podamos diseñar nuestro propio cuerpo. Espero que no, porque la idea da miedo (risas).

Fotografía: Ninagawa Mika
Entrevista y redacción: Zoshigaya Sen’ichi
Colaboración: Traducido a partir de un resumen de un artículo de GO Journal

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