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El sendero del anime japonés

Cultura Historia Anime

La animación japonesa causa furor en todo el mundo. Yamaguchi Yasuo, investigador de la historia del anime, nos cuenta la historia de la industria de la animación japonesa desde su nacimiento en los albores del siglo XX.

El amanecer de la animación japonesa

La industria japonesa de la animación nació en 1917, a base de procesos manuales de ensayo y error, como un collage de imágenes heredero de los cortometrajes de animación de Francia y Estados Unidos. Desde aquella época del cine mudo ya se empezó a hablar de la calidad del cine japonés de animación. Sin embargo, al compararlo con la animación del extranjero, los costes de producción eran elevados, y se vio posteriormente relegado a un segundo plano por ciertas obras, como los cortometrajes de Disney, y obligado a competir en una lucha desigual.

Las encargadas de ayudar a salvar esa brecha fueron las producciones publicitarias de animación para organizaciones públicas, entre otras; gracias a ellas se comenzó a establecer una base de producción de animación nacional a pequeña escala. Pero cuando su vanguardia comenzaba a despuntar, en 1923, se produjo el Gran Terremoto de Kantō, que destruyó buena parte de los alrededores de Tokio, y hubo que comenzar a reconstruir desde cero.

En 1929 surgió el cine sonoro, y en 1932 el cine en color; se sucedían tiempos difíciles, en los que había que subirse a la cresta del cambio tecnológico o perecer. En medio de todo aquello apareció Bagudajō no tōzoku (El ladrón del castillo de Baguda) una obra de Ōfuji Noburō que merece considerarse ya de la segunda generación, creada utilizando chiyogami (el papel que se usa tradicionalmente para hacer papiroflexia), y que recibió elogios a nivel internacional. La primera vez que el anime japonés se registraba en los anales de la historia mundial, lo hacía con honores.

Posteriormente apareció asimismo un gran número de autores prometedores, pero la sombra de la guerra que se avecinaba provocó una escasez de materiales, y el ejército lo homogeneizó todo. En aquella época ni siquiera era fácil conseguir película para rodar. Así las cosas, justo antes de que terminara la guerra, se estrenó Momotarō umi no shinpei (Momotarō, dios de las olas), un largometraje propagandístico producido por el Ministerio Naval de Japón para infundir moral; se trata del primer largometraje de animación con voz (blanco y negro, 74 minutos) de la historia del país.

Justo después del fin de la guerra el Cuartel General de las Fuerzas de Ocupación reunió a cien autores de animación en la calcinada Tokio para formar la Shin Nihon Dōga Sha (Nueva Compañía de Cine de Tokio), empresa que tendría el objetivo de glorificar las bondades de la democracia a través de la animación y transmitirlas con tacto. No obstante la mayoría de los autores de anime, acostumbrados a ser los señores de su feudo, eran incapaces de dejar de discutir entre sí, y tras muchos extravíos la empresa terminó por desintegrarse. El Cuartel General lo dejó por imposible. Los cineastas empezaron a reunirse en camarillas, pero parece ser que no resultaba fácil abandonar las viejas ideologías militaristas en pos de una visión más democrática.

Los comienzos de Tōei

Ōkawa Hiroshi, el presidente de la actual compañía cinematográfica Tōei, ansioso por ver la recuperación del país tras las calamidades de la guerra, al ver el largometraje de animación Blancanieves (1937) de Walt Disney Productions se sintió impresionado por la brillantez de la gama de colores, y con la idea de hacer un “estudio Disney asiático” fundó en 1956 Tōei Dōga (actualmente Toei Animation Co. Ltd.), un estudio moderno que la gente dio en llamar “palacio de paredes blancas con aire acondicionado”.

El primer largometraje de Tōei Dōga: Hakujaden, estrenado en octubre de 1958, y basado en una leyenda china. Miyazaki Hayao, que en esa época se estaba preparando para el examen de ingreso en la universidad, cuenta que al ver este anime le sorprendió su calidad © Tōei

La primera obra que el estudio acometió fue Hakujaden (La leyenda de la serpiente blanca, basada en una famosa leyenda china). Envió delegaciones a Estados Unidos e invitó a directivos para poder introducir a conciencia el sistema de Disney (una fórmula semejante a la cadena de producción de una fábrica). Se contrató a un gran número de empleados nuevos que aprendían a medida que producían. Veteranos de la animación, como Mori Yasuji o Daikuhara Akira, se encargaban de guiarlos.

En aquella época de gran escasez de empleo, muchos jóvenes de talento trabajaban por muy poco dinero. Se trataba de una industria de labor intensiva. Sin embargo, a medida que aumentaban los ingresos de las empresas, en poco tiempo los trabajadores pedían que se aumentaran también los sueldos, y pronto la empresa quedaba en números rojos. Los festivales de animación que se celebraban cada primavera (y posteriormente también cada verano), en los que se mostraban las obras maestras del cine infantil, también empezaron a hacerse más escasos, en un clima económico cuya mejoría no llegaba a verse en el horizonte. Las disputas laborales se hicieron más frecuentes en la época del movimiento de los trabajadores, y el ambiente propiciaba los choques entre la gerencia y los empleados. Figuras como Takahata Isao o Miyazaki Hayao, del actual Studio Ghibli, venían de Tōei Dōga (Takahata entró en la empresa en 1959, y Miyazaki en 1963); Takahata fue vicepresidente del sindicato, y Miyazaki secretario en jefe.

Tetsuwan Atomu - El anime de factura nacional más famoso de la televisión

El 1 de enero de 1963 Fuji TV comenzó a emitir una serie de animación de treinta minutos de duración, Tetsuwan Atomu (Astroboy), que de inmediato se convirtió en un asombroso éxito y marcó el comienzo de una época de dura competencia por lograr índices de audiencia entre las diversas series de anime. Había nacido la industria de la nueva animación japonesa.

Era inevitable que Mushi Productions, que produjo Tetsuwan Atomu (basado en un manga original de su director, Tezuka Osamu), entrara en números rojos si la única fuente de ingresos para la productora eran los derechos de emisión de la cadena de televisión, así que se consideraron diversos planes para reducir los costes de producción: disminuir el número de fotogramas dibujados, reducir el número de trazos, usar dibujos estáticos sobre los que mover la cámara, etc. Además, planearon acelerar el ritmo de la historia, y usar la música y los efectos sonoros para crear dinamismo entre los diálogos. Pero no habrían sabido qué hacer en caso de seguir en números rojos aún con los planes de reducción de costes.

Para compensar por los derechos de autor de la obra, se hizo que Atom, el protagonista, apareciera en unas bolitas de chocolate de la marca Meiji, empresa patrocinadora de la serie. Como las bolitas se vendieron en cantidades asombrosas Meiji fue capaz de superar en ventas a su principal rival, Morinaga, algo que llevaba muchos años deseando. A pesar de todo la productora de Tezuka seguía en números rojos, y el director invirtió su propio dinero desinteresadamente. Se trata de algo que solo podía hacer él, a quien ya consideraban el dios del manga.

La crisis y la aparición de una obra que marcó época

La fórmula del merchandising se convirtió en lo sucesivo en una parte fundamental del patrón de negocios de los animes para televisión. Comenzaron a aparecer subgéneros como las historias de jóvenes brujas, de hazañas del deporte, como Kyojin no hoshi (La estrella de los Gigantes, 1968-1971), o las series domésticas, de las cuales ostenta el récord de duración Sazae san (desde 1969 hasta la actualidad), además del género principal, la ciencia-ficción y las historias del espacio. Pero la competencia por lograr patrocinadores se hacía cada vez más feroz.

Los números rojos de Tōei continuaban, dados los altos costes de producción, y la relación con sus empleados no hacía sino empeorar; en verano de 1972 finalmente llegó a su clausura y a declarar un despido parcial. En 1973 también Mushi Productions se declaró en bancarrota (posteriormente su fundador, Tezuka Osamu, fue reemplazado por una junta directiva formada por un sindicato, que continúa en activo actualmente), y pronto llegó una época de crisis. Aquel fue el momento del Nixon Shock (1971) y la primera crisis del petróleo (1973).

En el anime para televisión, cuando se terminaba una serie el equipo se separaba. El sistema de contratación basado en veteranía de la Tōei había fallado, y para poder pagar los sueldos se comenzó un proceso de transición que basaba los sueldos en los resultados obtenidos; se requerían cambios hacia un sistema de negocios que permitiera hacer frente a los rápidos ajustes en las políticas de las cadenas de televisión.

En aquel ambiente de estancamiento y crisis apareció una nueva obra que haría que se abandonaran los estereotipos del anime como un producto para niños: Uchū senkan Yamato (Crucero espacial Yamato; la serie se emitió en 1974, y en 1977 se llevó a la gran pantalla). Los jóvenes se entusiasmaron con ella, y Yamato se convirtió en un fenómeno social.

Crecen los fans de la japanimation

Por otra parte, el anime japonés comenzó a popularizarse entre los jóvenes del extranjero. Hubo quienes lo denominaron japanimation, rechazándolo por considerarlo barato, por representar una violencia extrema y por usar imágenes burdamente descriptivas. Candy Candy, serie que se emitió en Francia, hizo que las chicas se quedaran pegadas a la pantalla de sus televisiones, y muchos padres se quejaron, airados, pensando si quizá sus hijas habían sido envenenadas por una cultura extraña del lejano Oriente, de la que apenas sabían nada. Pese a ello el anime japonés tenía cada vez más fans entre jóvenes de todo el mundo. “¿Por qué no se crean en mi país obras a la altura del japanimation?” se preguntaban otros. La interpretación del término había cambiado.

En 1992, después de la burbuja económica y la gran deflación de la época Heisei (los llamados “diez años perdidos”), pese a un incremento gradual en el número de producciones de anime para la televisión, los índices de audiencia en hora punta comenzaron a descender, y el número de producciones también empezó a bajar desde 2006, debido a varios factores, como la recesión en el sector publicitario, el descenso de la natalidad, los videojuegos o la expansión de las obras audiovisuales para telefonía móvil. Pese a haber disminuido el número de producciones por parte algunas de las principales cadenas de televisión privada, han aumentado aquellas emitidas por TV Tokyo, las cadenas locales, prefecturales, los canales por satélite y los sistemas de comunicaciones en general, pero no son pocos los casos en los que los valores de producción de una cadena menor no salen bien parados en comparación con aquellos de las grandes cadenas.

Teniendo en cuenta los avances que están experimentando las productoras de anime en medio de un desastroso ambiente económico, hallándose a efectos prácticos subordinadas a las cadenas de televisión, y por lo que se comenta respecto a planes para formar a profesionales de talento en el futuro, podría decirse que la industria de la animación japonesa se encuentra a punto de dar un gran cambio.

Texto: Yamaguchi Yasuo (investigador de historia del anime)

(Artículo traducido al español del original en japonés)

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