Datos de Japón

Los japoneses y la lotería

Sociedad

La venta de lotería, ese producto que permite comprar el sueño de una vida dedicada al ocio, no logra remontar en Japón. Tras esta realidad subyacen factores como el envejecimiento de la población, e incluso se podría hablar de un cambio de mentalidad en la sociedad: los japoneses prefieren la estabilidad a la posibilidad de hacerse ricos.

La puesta a la venta de lotería para el sorteo de Fin de Año es posiblemente una de las tradiciones más asentadas con las que se despide el otoño en Japón. Cada décimo o boleto cuesta 300 yenes, y el premio máximo tiene una cuantía de 700 millones de yenes desde que se decidió subirlo, en el año fiscal 2015. Si se suma este a los que corresponden a las cifras anterior y posterior, la suma asciende a los mil millones.

En 2005, la venta de lotería alcanzó su máximo —cerca de 1 billón 105 mil millones de yenes—; desde entonces, ha ido cayendo gradualmente. En 2011, año en que ocurrió el Gran Terremoto del Este de Japón, el sorteo de marzo, que se publicitó como parte de la ayuda a la reconstrucción, tuvo una buena acogida. Además, se aumentó la cantidad de sorteos para los que es posible elegir el número con el que participar. Sin embargo, en el ejercicio fiscal posterior, la tendencia volvió a descender. En el año fiscal 2017, la caída fue del 6,9 % respecto del período anterior (788.600 millones). Hacía dos décadas que las ventas no se situaban en la franja de los 700.000 millones. Por primera vez en cuatro años, la venta de lotería para sorteos cuyo número de participación se podía elegir —el nuevo producto— aumentó un 2,6 % (379.900 millones), pero la de décimos o boletos con acceso a premios de gran cuantía cayó un 13,1 % (325.600 millones). En comparación con 2015, el descenso del segundo fue de hasta cien mil millones, lo que repercutió en la caída de la venta total.

Se cree que el descenso de las ventas se debe a factores como el envejecimiento de la principal franja de población que compra lotería y la puesta en funcionamiento, en 2001, de un nuevo sistema de lotería por parte del Consejo de Deportes de Japón. Además, se supone que el fracaso a la hora de captar clientes entre las generaciones más jóvenes se debe a la tardanza en vender décimos o boletos a través de internet y permitir el pago con tarjeta de crédito.

Por otra parte, el cambio de mentalidad de la población ha tenido su propia repercusión: la gente prefiere resultados seguros que no generen pérdidas al sueño de hacerse rico si a uno le toca la lotería, algo cuya probabilidad es sumamente baja. Una prueba de ello es el éxito de iniciativas como Furusato Nōzei, un sistema de donaciones a los distintos Gobiernos regionales y municipales bajo el cual se deduce la misma cantidad donada menos 2.000 yenes del importe total al que ascienden el impuesto sobre la renta y los gravámenes municipales y a cambio se recibe un obsequio cuyo valor supera esos 2.000 yenes restados.

La venta de lotería recae en las autoridades regionales y en distintas ciudades designadas; los municipios destinan los beneficios obtenidos de esta —beneficios propios de estas autoridades locales— a obras públicas y medidas como las diseñadas para hacer frente a la baja natalidad. De los 300 yenes que cuesta un décimo o boleto, al comprador se le devuelven 140, poco menos del 50 %. Una vez deducidos los gastos relacionados con la venta, el beneficio resultante es de 114 yenes. Una parte de los beneficios obtenidos de la venta de lotería de Fin de Año en 2018 se destina a la recuperación de las zonas de Osaka y Hokkaidō afectadas por sendos terremotos ocurridos en junio y septiembre, respectivamente, y de la región occidental de Japón, donde hubo lluvias torrenciales que causaron inundaciones y deslizamientos de tierra en julio.

Imagen del encabezado: largas colas a primeras horas de la mañana para comprar lotería de Fin de Año el día de su puesta a la venta en Nishi-Ginza Chance Center, en Tokio.

(Traducción al español del original en japonés)

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