Tres grandes festivales de Japón
Tres grandes festivales japoneses con desfiles de baile
Guíade Japón
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Todos con el mismo atuendo y la misma coreografía
El bon odori, un baile en el que todos siguen una misma coreografía al son de canciones especiales para la ocasión, es un elemento típico del verano nipón. Normalmente se baila en círculo alrededor de una torre —formato conocido como wa odori—, pero también abundan los de tipo desfile, o nagashi odori.
En los desfiles de baile, se avanza desde el punto inicial del recorrido hasta el final ejecutando una serie de pasos determinados. El río de bailarines vestidos con peculiares atuendos que avanzan al son de unas canciones populares propias de cada zona tiene un marcado tinte regional. En este artículo les presento tres nagashi odori que me han impresionado especialmente a lo largo de los años.
El Owara Kaze no Bon de Toyama
(Toyama, del 1 al 3 de septiembre)
La novela Kaze no Bon koiuta (Canción de amor del Kaze no Bon) de Takahashi Osamu contiene un fragmento que transmite muy bien el ambiente del festival: “Cuando las lámparas bonbori se encienden y suena la música del kokyū, llega la noche en el Kaze no Bon”.
Yendo hacia el sur desde la estación Etchū-Yatsuo de la línea JR Takayama, hay un muro de piedra construido en la orilla opuesta del río Ida por la que asciende una calle inclinada. El barrio Suwa de Yasuo, situado en una colina, es especialmente conocido por las pintorescas casas que flanquean su calle principal adoquinada, que se cuenta entre las cien mejores de Japón. El festival se desarrolla en los diez barrios del casco antiguo de Yasuo y el barrio de Fukushima, frente a la estación.
El Kaze no Bon no se llama así porque tenga lugar en la época del Obon, sino porque allí la palabra bon designa el cambio de estación. Hay un día de principios de septiembre que se conoce como nihyaku tōka (día 210) porque marca los 210 días desde el primer día de primavera y es un momento de fuertes vientos y tifones abundantes. Hace ya 300 años que los habitantes de la zona bailan rogando por una buena cosecha de arroz antes de la siega para que el cultivo no se eche a perder.
En el casco antiguo viven solo 2.000 personas, pero en los tres días del festival acuden más de 200.000 turistas. Hay unas reglas muy estrictas que los espectadores deben respetar para no estropear el ambiente del festival: no se permite cruzar la calle delante de una compañía de danza, salirse de la acera o hacer fotografías con flash, por ejemplo. El espectáculo se disfruta conteniendo el aliento, arropados por la oscuridad de la noche.
Al caer el sol, el lugar se va llenando de gente y empieza a sonar el shamisen. Decenas de personas vestidas con yukata desfilan bailando en cada barrio. Las mujeres ejecutan una danza elegante y los hombres, una de movimientos más viriles. En las plazas de las esquinas de la ciudad, hombres y mujeres bailan en pareja con una sensualidad que regala la vista.
Detrás de los bailarines van los músicos y cantantes, y el sonido melancólico del kokyū suena envuelto por los shamisen. El tono agudo del kokyū crea una bella armonía con el pintoresco paisaje urbano y las danzas cautivadoras.
Hacia las once de la noche, cuando las hordas de turistas se han marchado a casa y solo quedan unos cuantos trasnochadores, el jolgorio de las calles se apaga de golpe. Es entonces cuando los bailarines se quitan el sombrero de paja y salen de nuevo. Sus caras al descubierto destilan una juventud y una inocencia que resultaban insospechables mientras ejecutaban sus sugerentes danzas. Asistir a ese momento es el verdadero atractivo de quedarse en el festival hasta altas horas de la noche.
En cada barrio se empieza a bailar cuando se quiere y el festival se alarga hasta la madrugada. Los visitantes se apelotonan en el primer tren de la mañana y los bailarines del barrio de Fukushima los despiden interpretando el Miokuri Owara en el andén.
El Awa Odori de Tokushima
(Tokushima, del 12 al 15 de agosto)
El origen del Awa Odori se remonta a 1586, cuando, para celebrar la inauguración del castillo de Tokushima, los habitantes de la ciudad fortificada se pasaron tres días bailando en un festejo desmadrado. La celebración se fusionó con el bon odori, una danza de culto a los antepasados, y se creó un desfile de baile. Hoy en día es famoso por ser uno de los festivales más animados de Japón.
Al bajar del tren en la estación de JR Tokushima, se oye sonar el shamisen y el corazón tiembla con la emoción de asistir al Awa Odori, un festival al que acuden un millón de visitantes, cuatro veces la población de la ciudad. Además de una pista de baile de unos 100-120 metros de longitud y cuatro enormes escenarios montados para la ocasión con asientos gratuitos y de pago, por todas partes hay lugares dedicados al festival. En los cuatro días que dura el festival, toda la ciudad se tiñe del color de la celebración.
Participan más de mil ren —compañías de danza—, cada una formada por entre 20 y 100 bailarines. En los escenarios que tienen asientos de pago actúan las compañías más famosas y virtuosas, sucediéndose una tras otra con originales coreografías todos los días entre las seis de la tarde y las diez de la noche.
Después del animado sonido de los instrumentos que dan comienzo al espectáculo, salen las bailarinas con sombrero de paja haciendo honor al famoso dicho Odoru ahō ni miru ahō. Onaji ahō nara, odoranya son son (‘Tonto es el que baila y tonto el que mira. Tonto por tonto, si no bailas, ¡tú te lo pierdes!’). Los bellos movimientos de los brazos y los vistosos colores de los yukata resaltan entre el paisaje. Luego salen las compañías de hombres, que bailan más agachados y con pasos más viriles. Destacan las caras alegres de todos, hombres y mujeres.
El apogeo llega al final con el sō odori, que tiene lugar en el escenario del barrio de Minamiuchi y en el que participan 14 compañías y unos mil bailarines. La inmensa ola que forman los bailarines parece estar a punto de desbordarse entre los espectadores que los observan a ambos lados. El exaltado frenesí que se genera no tiene nada que envidiar al del carnaval de Río de Janeiro.
El festival Hanagasa de Yamagata
(Yamagata, del 5 al 7 de agosto)
El Hanagasa Odori (‘baile de los sombreros de flores’) también se llama Benibana no Mai (‘baile de los cártamos’) porque en él los bailarines alzan sombreros decorados con cártamos. Es un desfile de baile que rebosa amor por el lugar de origen en el que los vítores de “Yassho, makasho” resuenan en el aire mientras la canción popular Hanagasa Ondo canta las virtudes de la cultura local.
El festival Hanagasa de Yamagata, que dura tres días, es una ocasión importante en la que bailan juntas unas 160 compañías que continúan con el legado de esta tradición. La Asociación para la Conservación de la Tradición del Hanagasa Odori cuenta con 14.000 bailarines que ejecutan sus danzas en los 1.200 metros del recorrido. El acto empieza al atardecer y consta de más de tres horas de desfile sin interrupción.
El origen del festival se remonta a la era Taishō (1912-1926). El Hanagasa Ondo es una canción de trabajo que se compuso para marcar el ritmo de la excavación en las obras de un embalse. Se dice que, para celebrar la finalización del proyecto, crearon una coreografía con sombreros que interpretaron al ritmo de la canción. Hace 60 años el baile adoptó el formato de desfile y acabó convirtiéndose en un espléndido festival.
Los bailes tradicionales llamados seichō transmiten la interacción entre la hermosa naturaleza y las personas que también narra el Hanagasa . Existen dos tipos de danza: el Kunpū Mogamigawa (popularmente llamado onna odori, ‘baile de las mujeres’), que sigue una coreografía al estilo del Nihon buyō (danza tradicional japonesa), y el Zaō Gyōkō (popularmente llamado otoko odori, ‘baile de los hombres’), que presenta pasos más masculinos.
El Kasa Mawashi Odori de la zona de Obanazawa, cuna del Hanagasa Odori, es también un evento que no pueden perderse. Se trata de una danza originada a partir de los movimientos del trabajo de construcción que hoy en día se sigue caracterizando por la forma vigorosa en que se hacen girar grandes sombreros. Además, cada compañía de bailarines ejecuta una danza creativa que añade variedad al festival.
Las flores artificiales típicas que decoraban los hanagasa representaban el benimochi, un tinte elaborado a base de pigmento de cártamo solidificado. La flor tanto de la prefectura de Yamagata como de la ciudad de Yamagata es el cártamo, un producto típico de la región desde antiguo.
El cultivo del cártamo empezó a finales del periodo Muromachi (1336-1573). Como el clima y el suelo de la cuenca del río Mogami eran adecuados para esta flor, en su apogeo Yamagata generaba casi la mitad de la producción nacional. Se decía que el tinte de cártamo de Mogami, una zona interior del norte de la prefectura, producía el mejor carmín para labios y que era tan valioso como el oro. El cártamo, que antaño trajo la prosperidad a la prefectura de Yamagata, sigue siendo el orgullo de su gente.
*Fechas estimadas a partir de las de años anteriores.
Fotografías: Haga Library.
(Traducido al español del original en japonés.)