El Monumento y Museo Himeyuri de la Paz: un lugar para la memoria y la reflexión

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El extremo meridional de la isla principal de Okinawa fue escenario de los combates terrestres más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial en Japón. El Monumento y el Museo Himeyuri de la Paz, en Ihara (ciudad de Itoman) transmiten las trágicas experiencias de las jóvenes estudiantes okinawenses que se vieron obligadas a trabajar como enfermeras para el ejército japonés en deplorables condiciones. Abandonadas a su suerte bajo el fuego enemigo, muchas de ellas perdieron la vida en su huida desesperada hacia el sur.

Un hospital de trinchera, una modesta lápida

Himeyuri (especie de lirio silvestre) era el sobrenombre que se aplicaba en Okinawa a dos centros educativos: el Instituto Prefectural de Bachillerato Femenino Okinawa I, y la Escuela Normal de Okinawa (más en concreto, su sección femenina). Cuando, en 1916, ambas instituciones pasaron a compartir unos mismos edificios en el barrio de Asato del entonces municipio de Mawashi (actualmente incluido en la ciudad de Naha) comenzaron a publicar un boletín conjunto que recibió también ese nombre. Antes de la guerra, estas escuelas gozaban de gran prestigio y atraían a estudiantes aplicadas de toda la prefectura. Y todo el orgullo que sentían sus alumnas y exalumnas quedaba condensado en el nombre Himeyuri.

En la batalla de Okinawa, uno de los episodios finales de la Segunda Guerra Mundial en Japón, las chicas himeyuri fueron movilizadas e integradas en el personal de enfermería del Hospital Ejército de Tierra de Japón, donde les fueron asignadas tareas extremadamente duras que en muchos casos acarrearon su muerte. La pequeña lápida (monumento Himeyuri-no-tō) que recuerda su sacrificio se alza junto a un gama (cueva o cavidad, en la lengua de Okinawa) que fue utilizada como hospital de campaña, la llamada Ihara Dai-san Gekagō (Cueva de la III Unidad Quirúrgica de Ihara), ubicada en Itoman, municipio que ocupa el extremo sur de la isla principal de Okinawa. En este gama perecieron, víctimas de ataques norteamericanos, cerca de 80 personas, 42 de las cuales eran alumnas o profesoras de las citadas escuelas.

Boca de la Cueva de la III Unidad Quirúrgica de Ihara (municipio de Itoman, Okinawa) con placa conmemorativa y varias lápidas alrededor.
Boca de la Cueva de la III Unidad Quirúrgica de Ihara (municipio de Itoman, Okinawa) con placa conmemorativa y varias lápidas alrededor.

El monumento Himeyuri-no-tō, primera lápida que se elevó en recuerdo de las himeyuri después de la guerra (1946).
El monumento Himeyuri-no-tō, primera lápida que se elevó en recuerdo de las himeyuri después de la guerra (1946).

Cerca de la pequeña lápida se alza el Museo Himeyuri de la Paz, cuya arquitectura reproduce la del edificio que alojaba las dos citadas escuelas, y que quedó completamente destruido durante la guerra. Se exhiben en el museo fotografías y otros materiales que permiten conocer cómo se desarrollaba la vida escolar de alumnas y profesoras, así como un diorama de la cueva-hospital, mensajes de las supervivientes, etc. La palabra himeyuri resuena hoy en todo Japón con los trágicos ecos de la guerra, pero también como una reivindicación del valor de la vida y de la importancia de la paz.

El Museo Himeyuri de la Paz, que abrió sus puertas en 1989. Sus jardines están dedicados a las alumnas y profesoras que sacrificaron sus vidas.
El Museo Himeyuri de la Paz, que abrió sus puertas en 1989. Sus jardines están dedicados a las alumnas y profesoras que sacrificaron sus vidas.

Al campo de batalla como personal de enfermería

A la entrada del museo podemos contemplar una gran fotografía de fin de curso. Fue tomada en marzo de 1944, un año antes de la batalla de Okinawa. Aunque Japón llevaba ya varios años en guerra, las estudiantes muestran rostros sonrientes, llenos de esperanza en un futuro feliz. Pero un año después, ya no fue posible organizar ceremonias de graduación en la escuela.

Fotografía de fin de curso, en el vestíbulo de entrada del museo. Tomada un año antes de la batalla de Okinawa, los rostros de las estudiantes se ven todavía radiantes de esperanza.
Fotografía de fin de curso, en el vestíbulo de entrada del museo. Tomada un año antes de la batalla de Okinawa, los rostros de las estudiantes se ven todavía radiantes de esperanza.

El recorrido por el museo comienza con fotografías e ilustraciones que grafican cómo era la vida de las estudiantes. Son escenas que resultarán familiares a muchos visitantes, pero inquietantes si se piensa en la tragedia que se cernía sobre ellas.
El recorrido por el museo comienza con fotografías e ilustraciones que grafican cómo era la vida de las estudiantes. Son escenas que resultarán familiares a muchos visitantes, pero inquietantes si se piensa en la tragedia que se cernía sobre ellas.

El 23 de marzo de 1945, pocos días antes de la fecha establecida para la ceremonia de graduación, comenzaron los bombardeos estadounidenses a gran escala sobre la isla de Okinawa. Aprovechando la oscuridad de la noche, 222 estudiantes de dichas escuelas, de entre 15 y 19 años, fueron enviadas junto a 18 profesoras al hospital militar organizado en Haebaru, cinco kilómetros al suroeste de Naha. Creían las jovencitas que trabajarían como enfermeras en un edificio seguro y bajo la bandera de la Cruz Roja, pero de “hospital militar” aquello solo tenía el nombre, pues no era más que una serie de agujeros cavados en una ladera montañosa, en los que se habían alineado literas.

El desembarco norteamericano comenzó el 1 de abril. Del frente iban llegando más y más heridos. Además de atenderlos, las jóvenes tenían que encargarse de muchas otras pesadas tareas, como transportar los alimentos y el agua, retirar los excrementos y enterrar los cadáveres. En los acarreos, debían salir de los agujeros, exponiéndose a ser alcanzadas por los innumerables proyectiles que llovían de todos los lados. Aterrorizadas por el estruendo de las explosiones, debían traer y llevar las pesadas cargas con sumo cuidado, pues los alimentos y el agua escaseaban. Su trabajo en aquel lugar inmundo y maloliente se prolongaba sin descanso a lo largo de días y noches.

“El campo de batalla de las himeyuri”, segunda sala del museo, reproduce los lugares en que se vieron obligadas a trabajar las jóvenes. A la izquierda, diorama de una cueva-hospital de las que en Haebaru se excavaron cerca de 40.
“El campo de batalla de las himeyuri”, segunda sala del museo, reproduce los lugares en que se vieron obligadas a trabajar las jóvenes. A la izquierda, diorama de una cueva-hospital de las que en Haebaru se excavaron cerca de 40.

El sur de la isla, un infierno de muerte y destrucción

La isla principal de Okinawa es larga de norte a sur y estrecha. Los estadounidenses tomaron primero el centro con la intención de dividirla en dos partes. La mayor parte de sus efectivos fueron avanzando hacia el sur, hacia Naha y el castillo de Shuri, donde se encontraban los cuarteles generales del ejército japonés en Okinawa. Cuando, a finales de mayo, los norteamericanos se aproximaron a Shuri, el hospital militar recibió la orden de trasladarse al sur. Las estudiantes-enfermeras, acompañando a los pacientes que podían caminar, fueron hasta Itoman, en el extremo sur de la isla. En la zona de Ihara había muchos gama, seis de los cuales fueron aprovechados para instalar el hospital. Pero para entonces las reservas de medicamentos habían tocado ya fondo y el “hospital” había dejado de serlo.

El 18 de junio, cuando las posiciones japonesas en Ihara estaban a punto de caer en manos norteamericanas, las himeyuri recibieron la orden de disolución. Se dejó a aquellas quinceañeras sin ninguna protección, expuestas a todos los peligros de la guerra, diciéndoles que a partir de aquel momento deberían decidir ellas mismas qué hacer. En aquella época, se había educado a las jóvenes en el miedo a los kichiku beiei (literalmente, “bestias anglosajonas”), por lo que ser hechas prisioneras era la posibilidad más temida. Sin tener adónde ir, fueron huyendo en dirección a la costa sur, aprovechando como refugios provisionales las zonas de vegetación más espesa o los escondrijos entre las rocas. Muchas perecieron durante el camino, víctimas del fuego enemigo. En el cabo Arasaki pueden verse una lápida y una placa explicativa (Recordatorio Himeyuri Gakuto Sanka) en el paraje rocoso en el que una de las maestras, que había entrado en pánico ante el fuego enemigo, hizo explotar la granada que portaba causándose la muerte a sí misma y a las alumnas que huían con ella.

La batalla de Okinawa causó 136 víctimas mortales entre las enfermeras himeyuri, incluyendo a algunas profesoras. Cerca del 90 %, 117, perdieron la vida después de recibir la orden de disolución, lo que indica la intensidad de los combates que se desarrollaron en el extremo sur de la isla en la última fase de la batalla.

En la tercera sala del museo se exhibe un vídeo con testimonios de supervivientes y filmaciones realizadas por miembros del ejército estadounidense, que permiten comprender el trágico final que esperaba a las himeyuri tras la orden de disolución del cuerpo de enfermeras.
En la tercera sala del museo se exhibe un vídeo con testimonios de supervivientes y filmaciones realizadas por miembros del ejército estadounidense, que permiten comprender el trágico final que esperaba a las himeyuri tras la orden de disolución del cuerpo de enfermeras.

La cuarta sala aloja los testimonios escritos de muchas supervivientes. Las paredes están cubiertas por las fotografías de las estudiantes y profesoras que perdieron la vida durante la batalla de Okinawa.
La cuarta sala aloja los testimonios escritos de muchas supervivientes. Las paredes están cubiertas por las fotografías de las estudiantes y profesoras que perdieron la vida durante la batalla de Okinawa.

Un sufrimiento que no acabó con la guerra

Después de la guerra, los habitantes de Mawashi, el lugar donde se ubicaban las escuelas, recibieron del ejército norteamericano la orden de mudarse al área de Komesu, al este de Ihara. Fue en 1946 cuando el grupo formado en torno a Kinjō Kazunobu, alcalde de Mawashi y familiar de una de las víctimas, comenzó a recoger los restos mortales de las himeyuri y a construir osarios (el Konpaku-no-tō de Komesu, en la ciudad de Itoman, o el Himeyuri-no-tō). El relato de la tragedia de estas muchachas comenzó a aflorar y a difundirse en los campos de acogida organizados por los norteamericanos. Sobre esa base escribió Ishino Keiichirō, oriundo de Okinawa, su novela Himeyuri-no-tō, que fue llevada al cine en 1953. La película alcanzó un gran éxito y se hicieron de ella varios remakes, popularizándose el nombre himeyuri por todo el país.

En 1948 se creó la Asociación de Exalumnas Himeyuri. Tuvieron que pasar más de 40 años desde entonces para que se fundase, en 1989, el Museo Himeyuri de la Paz. El recuerdo de las compañeras muertas y el propio hecho de haber sobrevivido ha sido causa de grandes sufrimientos y conflictos mentales para ellas durante todos estos años. Para muchas, ha sido muy difícil hablar en público de sus experiencias durante la guerra. Solo a partir de los 60 años comenzó a prender en algunas de ellas el deseo de transmitir todo lo que vivieron, los horrores de la guerra y la importancia de preservar la paz.

En la quinta sala del museo puede verse escrita, en un gran panel, la siguiente frase: “Seguiremos transmitiendo la realidad de la guerra, que cada una de nosotras conoció en carne propia”.

Sala que muestra las actividades realizadas después de la guerra por las supervivencias, con la frase que condensa su determinación.
Sala que muestra las actividades realizadas después de la guerra por las supervivencias, con la frase que condensa su determinación.

Alrededores del monumento a las himeyuri, un espacio que invita a elevar oraciones por las víctimas.
Alrededores del monumento a las himeyuri, un espacio que invita a elevar oraciones por las víctimas.

Monumento y Museo Himeyuri de la Paz

  • Dirección: 671-1 Ihara, Itoman-shi, Okinawa-ken
  • Horario de apertura: de 9:00 a 17:25 (entrada hasta las 17:00) todos los días del año.
  • Tarifa de entrada: Adultos, 450 yenes; estudiantes de instituto, 250 yenes; estudiantes de secundaria y primaria, 150 yenes.

Reportaje, texto y fotografías: Redacción de nippon.com

(Traducido al español del original en japonés.)

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