Japón en la era posterior al 11 de marzo

Terremotos y economía

Política Sociedad

El presente artículo analiza el impacto económico de los grandes terremotos que afectaron al país en 1923 y 1995, valorando asimismo el impacto de esas catástrofes anteriores sobre la economía japonesa.


El templo budista Murōji en las montañas de la prefectura de Nara, famoso por su hermosa pagoda de cinco pisos. Su estructura quedó dañada por un tifón en 1998, pero fue reparada en 2000.

Comenzaré este artículo con la presentación de un lugar maravilloso de Japón. Los adeptos del budismo esotérico (mikkyō) que surgió en Japón hará unos 1.200 años, durante la era Heian (794-1185), se retiraron a las montañas en busca de lo divino. Los templos que construyeron se encuentran en la profundidad de las colinas, muy apartados de las zonas residenciales. Para visitarlos hay que poner rumbo a las colinas, tal y como ocurre con las iglesias románicas de Europa.

El más bonito de los templos del budismo esotérico es el de Murōji, situado en las montañas de Uda, a una considerable distancia del sur de Nara. Después de andar cerca de dos horas por colinas boscosas desde la estación de tren más cercana, se abre, de pronto, un panorama y el templo aparece a nuestra vista, ocupando su terreno toda la montaña. Es una vista tan espléndida que se podría pensar que el templo fue construido en el interior de la montaña para impresionar al visitante con su aparición. Este templo alberga una estatua de buda que fue declarada patrimonio nacional en 1951. Las estatuas de buda construidas durante la era Nara (710-794) se modelaban estratificando capas de laca, pero ésta fue tallada de una sola pieza de madera. Es una obra de arte suprema por su elegancia, tamaño y majestuosidad; la talla exhibe la textura llena de vitalidad de la madera, y la estatua, en su conjunto, con un centro de gravedad bajo, da la sensación de solidez y dignidad.

El gran tsunami Jōgan

Cuando me puse a escribir sobre el gran terremoto ocurrido en el este de Japón el 11 de marzo, mis pensamientos se dirigieron hacia la estatua de buda que hay en Murōji. Vine a recordar que el periodo durante el cual fue construida transcurrió bajo el período Jōgan (859-877). Después del terremoto del 11 de marzo, que sacudió la costa oriental del norte de Honshū, en la prensa se publicaron muchas referencias a esa era porque fue cuando un terremoto de escala similar, al menos de 8,3 puntos de magnitud, sacudió la misma área del Pacífico y, del mismo modo, causó un enorme tsunami. Estos datos se conocieron en 1990. El periódico Asahi Shimbun publicó un interesante artículo sobre los antecedentes de este descubrimiento y su subsiguiente impacto en la edición vespertina del 22 de junio:


La central nuclear de Onagawa se salvó del tsunami del 11 de marzo por ochenta centímetros.

“Los campos y las carreteras se volvieron todos un mar azul, [...] un millar de personas se ahogaron”. Así está escrito en Nihon sandai jitsuroku (Anales verdaderos de tres generaciones de emperadores de Japón) con respecto al tsunami Jōgan del año 869, que se convirtió en el centro de atención a raíz del reciente tsunami. Las huellas físicas de la anterior catástrofe fueron confirmadas en un estudio geológico de 1990, que reveló que la llanura de Sendai fue inundada en una extensión de tres a cuatro kilómetros hacia el interior, confirmando que los datos incluidos en el documento citado parecían objetivos. Los resultados fueron publicados en un diario por el equipo de la oficina de construcción de la central nuclear de Onagawa explotada por Tōhoku Electric Power Co. en Onagawa, prefectura de Miyagi. Según un miembro de este equipo, Chigama Akira, subdirector del departamento de planificación, estos resultados formaban parte de un estudio realizado con el propósito de solicitar el permiso de instalación de una segunda unidad en la planta de Onagawa.En virtud de un estudio de documentos históricos llevado a cabo en 1970, cuando Tōhoku Electric solicitó el permiso para construir la primera unidad, se llegó a la conclusión de que un tsunami podía alcanzar una altura máxima de tres metros. Después de esto, según Chigama, gracias a los avances en las técnicas para estudiar terremotos antiguos, realizaron nuevos estudios e investigaciones, incluyendo la excavación para buscar huellas del tsunami Jōgan. De acuerdo con los resultados, se elevó la hipotética altura del tsunami a 9,1 metros. Desde la época de la construcción de la primera unidad, aunque se había supuesto una altura de tres metros, la planta se construyó en una elevación de 14,8 metros en virtud de un “juicio global”, y el acierto de esta decisión se confirmó este año. El terreno donde se levanta la planta de Onagawa está hundido un metro a consecuencia del terremoto del 11 de marzo, y el tsunami que llegó hasta allí alcanzó una altura de trece metros. La planta evitó un impacto directo por un margen de ochenta centímetros.

La serie de accidentes ocurridos en la planta nuclear de Fukushima Daiichi, gestionada por Tokyo Electric Power Co. (TEPCO), después del gran tsunami, derivaron en un desastre de una magnitud comparable al accidente de Chernóbil, el peor desastre de la historia en una planta nuclear. En el citado artículo se indica qué se echa en falta en el plan de seguridad de TEPCO. El desastre se habría podido evitar si, al igual que Tōhoku Electric, TEPCO se hubiese tomado la molestia de realizar detallados estudios arqueológicos, suponer el peor escenario en el caso de producirse terremotos y tsunamis y prepararse para ello.


Olas del inesperado gran tsunami del 11 de marzo golpean el muro de contención que protege la central nuclear de Fukushima Daiichi. (Foto: TEPCO)

Supuestos problemáticos

A raíz del desastre del 11 de marzo, el término sōtei-gai, que significa “imprevisto” o “más allá de lo que se supone posible”, ha pasado a ser de uso frecuente. Personas en puestos de responsabilidad lo han utilizado reiteradamente con el fin de evitar la censura por lo ocurrido. Con todo, el problema real radica en la naturaleza de los supuestos empleados. Según un informe del Gobierno de 2007, Japón, que ocupa el 0,25% de la superficie total del planeta, sufrió el 21% de los terremotos de magnitud seis o superior durante los diez años anteriores a esa fecha. Todo el mundo sabe que puede ocurrir un terremoto. El problema es su escala. Para prevenir la intensidad de un terremoto, es necesario mirar atrás en el tiempo y examinar las evidencias históricas tal y como hizo el personal de Tōhoku Electric.

¿Hasta cuándo es necesario remontarse? Veamos un ejemplo. Hará unos 640.000 años, un volcán situado en lo que hoy es el Parque Nacional de Yellowstone, en Estados Unidos de América (EE.UU.), entró en erupción y arrojó un volumen de humo unas mil veces superior al de la erupción de 1980 del Monte Santa Elena, la mayor erupción volcánica de los últimos años. Los geólogos creen que una erupción similar podría ocurrir incluso ahora, arrojando detritos y cenizas de un metro de altura en la mitad de la superficie de Norteamérica. En el caso de las previsiones económicas, los datos de los últimos cien años no son muy útiles, ya que la estructura de la economía cambia rápidamente con el tiempo. En cambio, en lo que a las previsiones de fenómenos naturales se refiere, los datos no solo de hace cien años, sino incluso de un millón de años pueden ser de gran utilidad.

El período Jōgan fue una época de muchas calamidades en Japón. Además de terromotos y tsunamis, varias epidemias hicieron estragos y hubo erupciones en el Monte Fuji. Fue durante esa era cuando floreció la cultura del budismo esotérico y se talló la estatua de sublime belleza del buda de Murōji. Los japoneses son una gente interesante.

Las terribles consecuencias del terremoto de Tokio


Imagen del distrito comercial Ginza en Tokio tras el Gran Terremoto de Kantō. Los daños de este seísmo de 7,9 grados de magnitud afectaron de lleno a la prefectura de Kanagawa y se extendieron hasta las prefecturas de Ibaraki y Shizuoka, provocando la peor catástrofe natural de la historia de Japón, con un total de 105.000 muertos o desaparecidos. (Foto: Jiji Press)

“La catástrofe ocurrió pocos segundos después del mediodía. Era imposible confundir la hora porque durante estos primeros y horrorosos segundos de temblor del suelo, cuando todavía no podíamos estar seguros de cuando llegaría a su fin la creciente conmoción, el cañonazo del mediodía sumó su estruendo oficial al tumulto, no más desanimados por los elementos desenfrenados de lo que lo habríamos estado por la trompeta del juicio final”. (*1)

Así describía Paul Claudel, el gran dramaturgo y diplomático francés, el terremoto que sacudió Tokio el 1 de septiembre de 1923, cuando era embajador de Francia en Japón. Más de cien mil personas perdieron la vida en el Gran Terremoto de Kantō, en torno al 90% de ellos a causa del incendio que siguió al temblor de tierra. Esta cifra es cinco veces superior a las veinte mil víctimas mortales, aproximadamente, del Gran Terremoto del Este de Japón de este año; el gran número de muertes cabe atribuirlo al hecho que el terremoto sacudió el área densamente poblada de Tokio-Yokohama, y a que las zonas residenciales de la época estaban formadas por numerosas casas de madera, incrementando así el número de víctimas del fuego. El barrio de extranjeros ubicado en Yokohama en aquella época sufrió daños especialmente severos a consecuencia del fuego. Claudel se dirgió allí para proporcionar ayuda y escribió el siguiente relato de lo que vio esa noche:

“Pasamos la noche en un terraplén del ferrocarril entre algunos refugiados, con un panorama [de Yokohama] de juicio final por un lado y la enorme nube roja de humo del incendio de Tokio por otro. Entre los dos, una luna de pureza y serenidad indescriptibles se alzaba sobre el mar. La tierra bajo nuestros pies no paraba de temblar y casi cada hora oíamos el cercano ruido de los vagones del tren que temblaban y trataban de saltar de los raíles”. (*2)

Además del terrible número de víctimas humanas, el Gran Terremoto de Kantō causó otro problema importante. Los principales bancos tenían filiales y oficinas centrales en Tokio, y en Yokohama estaba la sede del Yokohama Specie Bank, la entidad que en aquella época se encargaba de las transacciones de divisas. Estos bancos sufrieron daños graves y vieron cómo con el fuego desaparecían los registros de dinero en efectivo, certificados de acciones y préstamos. Los pagarés prácticamente vencidos no se pudieron amortizar, y se tornó imposible saldar las deudas.


El financiero y político de la era Taishō y de principios de la era Showa Inoue Junnosuke (1869–1932) fue gobernador del Banco de Japón en 1919 y ministro de Finanzas con el primer ministro Yamamoto Gonnohyōe en 1923. Un año después, fue elegido representante de la Cámara de Pares. En 1927 volvió a presidir el Banco de Japón, esta vez nombrado por el ministro de Finanzas Takahashi Korekiyo. En 1929 fue él mismo quien ocupó el cargo de ministro de Finanzas, nombrado por el Gabinete del primer ministro Hamaguchi Osachi, y durante su mandato volvíó a colocar a Japón en el patrón oro. Se retiró de la política en 1931 y fue asesinado al año siguiente en el denominado Caso de la Liga de Sangre. (Foto: Biblioteca de la Dieta Nacional)

Inoue Junnosuke, ministro de Finanzas en aquella época, era experto en la gestión de crisis. Inmediatamente declaró una moratoria para los pagos de deudas y subsiguientemente el Banco de Japón aplicó descuentos de pagarés, aunque fueran de dudosa solvencia, con lo que evitó una crisis financiera mediante el abundante suministro de liquidez. La “política de gestión de liquidez” de Inoue, tal y como se la conoce, ha sido acusada por algunos de haber creado el escenario para la crisis financiera de 1927, puesto que el Banco de Japón concedió imprudentemente créditos y facilitó la supervivencia de empresas que debían haber desaparecido.

Hay otro punto digno de mención con respecto a la situación de las finanzas después del terremoto. A raíz del desastre, llegaron donaciones de todo el mundo tal y como ha ocurrido en esta ocasión. Estos fondos fueron útiles, pero cuando llegó la hora de la reconstrucción a gran escala, las donaciones se demostraron insuficientes, y fue necesario inyectar fondos adicionales mediante la adquisición de préstamos en los mercados internacionales como los de Nueva York y Londres. La deuda externa de Japón creció y capitalistas extranjeros como House of Morgan se mostraron reacios a seguir prestando si el país no regresaba a la senda del patrón oro. Y ocurrió que, en 1930, cuando desempeñaba el cargo de ministro de Finanzas en el Gobierno de Hamaguchi Osachi, Ionue tomó la temeraria medida de regresar al patrón oro justo en medio de la Gran Depresión.

Claudel hizo una interesante observación sobre la ayuda extranjera inmediatamente después del terremoto de 1923: “Según la prensa, la cantidad de dinero reunido en EE.UU. (de ayuda humanitaria) asciende a cuarenta millones de dólares. Además, los barcos de guerra estadouidenses fueron los primeros en llegar a la zona afectada y en descargar los paquetes de ayuda en algunos casos incluso antes que el Gobierno japonés. Los destructores y lanchas estadounidenses moteaban las aguas de Tokio, y las ambulancias y camiones con matrícula “USA” recorrían las calles de la capital. El Hotel Imperial estaba repleto de alegres voluntarios en mangas de camisa. Me sentía como si me hubiesen transportado al París de la posguerra de 1918-1919”. (*3)

Es realmente irónico que la misma escena se repitiera en Tokio en el verano de 1945, justo veintidós años después. En aquella ocasión, los estadounidenses no llegaron como salvadores, sino como fuerzas de ocupación (y después del terremoto de este año, los estadounidenses hicieron la mayor contribución a los esfuerzos de ayuda humanitaria a través de sus fuerzas militares en la Operación Tomodachi [Amigos]).

(*1) ^ Paul Claudel, Correspondance diplomatique: Tokyo 1921-1927 (París: Gallimard, 1995), pág. 195.

(*2) ^ Ibídem, pág. 197.

(*3) ^ Ibídem, pág. 218.

La rápida recuperación del terremoto de Kobe de 1995


El Gran Terremoto de Hanshin-Awaji que asoló el área de Kobe en 1995 provocó 6.434 víctimas mortales, y cerca del 80% fallecieron en el acto por el derrumbe de viviendas o el desprendimiento de mobiliario. Tras la catástrofe se revisaron las medidas de prevención y se introdujeron exigencias antisísmicas más estrictas para los edificios. (Foto: Studio right/PIXTA)

En 1995, Japón sufrió otro terremoto importante, el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji, que asoló el area de Kobe. Se produjo justo cuando el sistema financiero del país soportaba otra vez grandes tensiones después del estallido de las burbujas financieras de 1992. George Horwich, de la Universidad de Purdue, ofreció una visión general del impacto en un artículo titulado “Economic Lessons of the Kobe Earthquake“(Lecciones económicas del terremoto de Kobe). (*4)

Horwich comienza por señalar que, inmediatamente después del seísmo, los observadores extranjeros pronosticaron que Kobe tardaría muchos años en recuperarse del siniestro. Por ejemplo, en el “World Disasters Report 1996“ (Informe mundial sobre desastres 1996), publicado por Oxford University Press, se calculaba que la reconstrucción, teniendo en cuenta los tremendos daños que había sufrido Kobe, se tomaría unos diez años. Las viviendas destruidas representaban, en términos monetarios, la mitad del total de los daños, pero la industria también había recibido un duro golpe. El daño era especialmente severo en el caso de las actividades portuarias, lo que representaba alrededor del 40% de producto industrial bruto de la ciudad, ya que las instalaciones del puerto estaban en ruinas. Este y otros daños en el capital social representaban una cantidad enorme: Horwich, basándose en el índice de intercambio comercial de la época, estima una cantidad de 114 mil millones de dólares estadounidenses, equivalentes a nueve billones de yenes, aproximadamente.


Tramos elevados de autopista derrumbados en varios lugares de Kobe. La Autopista de Hanshin, gravemente dañada por ese terremoto, volvió a estar abierta a la circulación veintiún meses después. (Foto: Kawaguchi Tsutomu/PIXTA)

Sin embargo, la reconstrucción real fue sorprendentemente rápida y se terminó en menos de diez años. Un año después del terremoto, aunque solo se había reconstruido la mitad de las instalaciones portuarias, la cantidad de importaciones registradas por las oficinas de la aduana de Kobe había vuelto al nivel anterior al terremoto y las exportaciones habían recuperado el 85% de su tendencia anterior. En marzo de 1996 (quince meses después del seísmo) la manufactura había recuperado el 98% del nivel previo al terremoto. En julio de ese año (dieciocho meses después del terremoto), el 100% de los grandes almacenes de la ciudad y el 79% de los comercios minoristas volvían a estar operativos. En octubre (veintiún meses después del terremoto) la Autopista de Hanshin fue reabierta al tráfico. Y en enero de 1997 (dos años después del terremoto) se terminó de limpiar los escombros causados por el seísmo.

Horwich explica la velocidad de la recuperación apoyándose en los principios económicos. El terremoto destruyó una cantidad considerable de capital social (plantas y equipamientos), pero esto no es algo tan fundamental que haga imposible la actividad productiva. Existen también otros factores, notablemente el capital humano. En otras palabras, la producción es posible mientras exista personal con una firme voluntad de trabajo y una gran preparación.


La amplia remodelación realizada en el puerto de Kobe tras el terremoto de 1995 incluyó la construcción de este paseo marítimo.

Con independencia de los daños que haya sufrido el capital social a causa de un desastre, si un área conserva todavía capital humano, finalmente se reanudará la producción. Los trabajadores repararán las plantas y equipamientos dañados. Mientras se repara la maquinaria, trabajarán más horas con el fin de recuperar el retraso en la producción. Tal y como señalé anteriormente, un año después del terremoto de Kobe, se había reparado solo la mitad de las instalaciones del puerto, pero la cantidad de importaciones y exportaciones había vuelto a los niveles anteriores al seísmo. Esto fue posible porque se flexibilizaron los topes de las horas extras para los trabajadores portuarios; al trabajar más horas, redujeron las desventajas de las instalaciones dañadas.

Horwich apunta al papel de la sustitución como punto clave en este aspecto y escribe: “El primer principio de la economía sostiene que la producción es posible con combinaciones variables de recursos”. (*5) En el caso de la actividad productiva, si no es posible utilizar un método, se lo puede reemplazar por otro. Por ejemplo: si se ha destruido el capital social, la producción intensiva del capital se puede sustituir con mano de obra intensiva. Y cita este principio para explicar la capacidad de Kobe para recuperar el 98% de su nivel de producción industrial anterior al terremoto, en términos de valor, en solo quince meses.

Indicaré un punto adicional. La destrucción resultante de un gran desastre como el de este terremoto afecta al capital social de un país y otros bienes físicos; no es una medida directa del impacto sobre el flujo de producción y los ingresos que componen el producto interior bruto (PIB) del país. Consideremos el ejemplo siguiente: un campesino tiene cien hectáreas de terreno cultivable, pero cinco de ellas no puede explotarlas por culpa de la polución u otras causas. Supongamos que este campesino obtiene sus ingresos del cultivo de granos. ¿Sus ingresos menguarán necesariamente a consecuencia de la polución que ha vuelto inutilizable parte del terreno? La respuesta es no. El campesino todavía puede aumentar sus ingresos con el aumento de la productividad de las restantes 95 hectáreas utilizando, por ejemplo, más fertilizantes o trabajando más horas en el campo.

En otras palabras, aunque disminuya un factor de producción, es decir, el suelo, todavía es posible lograr el aumento de los ingresos (producción) con la sustitución por mayores insumos de otros factores de producción tales como los fertilizantes o las horas de trabajo. Por supuesto, si el campesino fuera a vender su finca, los ingresos disminuirían en una proporción del 5% del terreno que se ha vuelto improductivo. En otras palabras, el campesino se habría vuelto más pobre en lo que a sus activos se refiere. Pero respecto a sus ingresos anuales, podrían ser incluso mayores que antes.

En el caso de la recuperación de Kobe, esta clase de sustitución intervino en varios aspectos. Por ejemplo, cuando las compañías reemplazaron el equipamiento perdido en el terremoto, no se limitaron a instalar las mismas máquinas de antes y adquirieron el equipamiento más nuevo del mercado. En este sentido, el terremoto tuvo el efecto positivo de fomentar un avance en la tecnología de producción. Además, los fabricantes que habían visto interrumpida la cadena de suministro a causa de los daños ocasionados por el terremoto de Kobe, tuvieron la capacidad de repararla rápidamente con el traslado de la producción a otras áreas. Algunas actividades de producción dejaron de hacerse en Kobe a consencuencia del terremoto. Por ejemplo, aunque la cantidad de exportaciones e importaciones volvió a los niveles previos al seísmo, la importancia de las operaciones del puerto de Kobe y su posición entre los puertos asiáticos decayeron a continuación.

(*4) ^ Economic Development and Cultural Change, vol. 48, nº 3 (abril 2000), págs. 521-542.

(*5) ^ Ibídem, pág. 522.

La contribución a la recuperación económica


Vista de los edificios de apartamentos que se alinean en la nueva zona residencial surgida en las cercanías del puerto de Kobe después del terremoto de 1995.

¿Qué clase de impacto tuvo el terremoto de Kobe en el conjunto de la economía japonesa? El Gran Terremoto de Hanshin-Awaji ocurrió el 17 de enero de 1995, y en el trimestre enero-marzo de ese año el índice de crecimiento del PIB de Japón, aunque se mantuvo positivo, bajó al 0,2% anual, problablemente como reflejo del impacto del terremoto. En los dos trimestres siguientes, abril-junio y julio-septiembre, la economía creció el 1,3%, y en el último trimestre, octubre-diciembre, un 2,3%. En consecuencia, el índice de crecimiento anual fue el 1,4%. Esto representaba un crecimiento sustancial respecto al 0,6 del año anterior; no solo eso, también era el índice más alto desde 1990, el año del estallido de la burbuja financiera. El yen estaba muy fuerte en 1995, con una cotización de 79 yenes respecto al dólar estadounidense y los exportadores se enfrentaban a unas condiciones dífíciles, por lo que la fortaleza del índice de crecimiento de ese año es todavía más remarcable.

A juzgar por estas cifras, no parece que el terremoto de Kobe actuara como un lastre para la economía japonesa de 1995; por el contrario, es muy posible que la demanda de reconstrucción resultante fortaleciera la recuperación de la economía. Podemos formular una serie de hipótesis para explicar el hecho de que el terremoto no representara un lastre para la economía.

En primer lugar, hay que señalar que en enero de 1995 la economía japonesa atravesaba un periodo de estancamiento tras el estallido de las burbujas financieras que se había formado a finales de los años ochenta. El mercado de valores alcanzó su punto máximo en la segunda mitad de 1989, y el mercado inmobiliario en la segunda mitad de 1991, pero cuando las burbujas bursátiles e inmobiliarias estallaron en 1990 y 1992, respectivamente, muchos comentaristas de los medios de comunicación japoneses sostuvieron que no se detendría el auge del consumo. De hecho, el estallido de los valores de los inmuebles -que en cierto momento eran tan altos que se dijo que el Palacio Imperial de Tokio podría alcanzar un precio dos veces superior al valor del suelo de toda California- tuvo como consecuencia la quiebra de muchas inversiones que se basaban en el aumento ininterrumpido del precio del suelo. Las empresas que habían efectuado estas inversiones contrajeron enormes deudas y los bancos que habían prestado el dinero se encontraron con enormes pilas de créditos incobrables. Este aumento de la deuda era algo que Japón no había experimenado nunca antes tras la Segunda Guerra Mundial.

“La economía se recuperará este año”. Este estribillo se repetía cada año desde 1994. Teniendo en cuenta la caída de los precios de los activos, la vertiginosa subida de la deuda y el descenso del volumen de los negocios, las autoridades monetarias naturalmente decidieron adoptar una postura más flexible. Yo solía aceptar la idea convencional de que el Banco de Japón (BOJ) dudaba en bajar los tipos de interés por temor a la reaparición de las burbujas especulativas. Esta percepción estaba vinculada a la famosa observación hecha por Kanemaru Shin en 1992 (el poderoso político que en aquel momento ejercía el cargo de vicepresidente del Partido Liberal Democrático, entonces en el Gobierno), en la que se mostraba partidario de bajar el tipo de descuento aunque esto significara la destitución del gobernador del BOJ.

Es verdad que el BOJ tardó en bajar el tipo de descuento, pero en realidad se movió rápidamente para bajar lo que actualmente se conoce como su índice de política monerataria, es decir, el tipo al día. Tal y como yo lo veo, la razón por la cual esta relajación no sirvió para ayudar a las entidades financieras ni para dar un empuje al conjunto de la economía, es que el banco intentó frenar el frenesí especulativo con la subida del índice al día a un nivel excesivamente elevado justo antes del estallido de las burbujas. Dado que este tipo de interés a corto plazo era demasiado alto, los rápidos movimientos para bajarlos no bastaron para llevarlos a un nivel lo suficientemente bajo con el objetivo de estimular las inversiones.

La puesta en funcionamiento de los equipos inactivos

Antes del terremoto de Kobe, la economía japonesa estaba estancada y las empresas de todo el país disponían de equipamientos inactivos. Éste es un punto importante cuando se estudia qué ocurrió en la economía después del terremoto.

Incluso si fuera posible utilizar mayores insumos laborales en sustitución de otros factores productivos, si una economía estuviese en buena forma, con sus plantas y equipamientos funcionando constantemente, entonces la pérdida de capital social a causa de un desastre mayor conduciría al declive de la producción y actuaría como un lastre del PIB. Sin embargo, a comienzos de 1995, había una cantidad considerable de equipamiento improductivo en todo Japón. Entonces era bastante posible compensar la capacidad de producción en Kobe con la puesta en funcionamiento de los equipos inactivos. Y esto no era todo. La reactivación de esos equipamientos tuvo un efecto positivo en la economía japonesa, que estaba atrapada en la desaceleración que siguió al estallido de las burbujas.

La existencia de equipamientos inactivos es por sí misma una fuente de estancamiento económico. Una economía no puede crecer sin inversiones fuertes, pero la presencia de equipamientos parados hace que las empresas se muestren reacias a invertir en otros nuevos, lo que agravaría el exceso de capacidad de producción. Además de eso, las empresas con un equipamiento excesivo se muestran propensas a producir bienes solo por el simple hecho de mantenerlo activo y a vender los productos obtenidos a cualquier precio, lo que a su vez hace más difícil la recuperación de los costes del nuevo equipamiento mediante la venta de los artículos que éste produce. Por consiguiente, las empresas se vuelven más reacias a invertir. A principios de 1995, los ánimos inversores en la economía japonesa sufrían una depresión persistente.

La situación cambió dramáticamente con el terremoto del 17 de enero, que destruyó bienes de equipo en Kobe e hizo aumentar los índices de utilización de la capacidad productiva en otras partes del país. Las empresas recuperaron el optimismo respecto a la inversión en nuevos equipos. Un elemento de esto fue el apetito por invertir en equipos para reemplazar los que se habían perdido con el terremoto. Tal y como he señalado anteriormente, las empresas no se limitaron a reemplazar las viejas máquinas, sino que instalaron los modelos más modernos y, en algunos casos, terminaron con una capacidad de producción mayor que antes. El segundo elemento es el aumento de la utilización de la capacidad productiva en todo el país, lo que llevó a las empresas a pensar positivamente en las inversiones en equipos adicionales. El terremoto ayudó a aligerar el exceso de la capacidad productiva que hasta entonces había actuado como el mayor obstáculo a la inversión.

Es fácil ver cómo estos dos elementos impulsores de la inversión pudieron influir positivamente en el índice del crecimiento económico de 1995, que era el más alto desde el estallido de las burbujas especulativas. Horwich sugiere que los efectos de la relajación monetaria del BOJ a partir de 1992 se dejaron sentir con retraso en aquel momento. Cuando el BOJ se propone bajar los tipos de interés a corto plazo, compra valores en el mercado y con ello asegura la circulación de grandes cantidades de dinero. Con todo, por grande que sea el flujo de dinero, esto carece de importancia si las empresas no se muestran interesadas en utilizarlo para aumentar sus inversiones, y la relajación monetaria servirá muy poco para estimular la economía.

La situación a principios de 1995 era precisamente de esta naturaleza. Las empresas tenían un exceso de equipamiento y se mostraban poco inclinadas a utilizar las ventajas de los fondos disponibles. Sin embargo, cuando el deseo de invertir resurgió en las empresas después del terremoto, la gran cantidad de dinero disponible les allanaba el camino para pedir en préstamo los fondos necesarios para realizar sus inversiones. Por consiguiente, pudieron seguir adelante con sus planes optimistas para adquirir nuevos equipamientos.

Un rápido avance hacia 2011

Ya hemos visto que el conjunto de la economía puede salir ilesa de un gran terremoto y realmente recibir un estímulo positivo en forma de mayores inversiones para la reconstrucción. ¿Podemos esperar un resultado similar en el caso del Gran Terremoto del Este de Japón de este año? Por desgracia no podemos ser tan optimistas porque el desastre natural del seísmo y el tsunami se vio agravado por el desastre por causas humanas del accidente en la planta nuclear y la consiguiente escasez de electricidad. En cierto momento, TEPCO predijo un déficit del 25% en el suministro eléctrico a su área de servicio durante el pico de la demanda de este verano, aunque la compañía ha revisado ahora su perspectiva y ha informado que, según sus previsiones, se quedará "solo" en el 15%. Según los datos del pasado, el consumo de electricidad sube un 1% por cada 2% del crecimiento económico; de acuerdo con estos datos, el déficit de electricidad para este verano implicará un descenso del 30% de la producción en el este de Japón. Mientras tanto, el accidente de la planta de Fukushima Daiichi de TEPCO ha hecho que los residentes en otras partes del país desconfíen de la energía nuclear. Cabe esperar, pues, que todo ello lleve a la suspensión de las operaciones en otras plantas nucleares del país y el déficit de electricidad afectará a áreas que son atendidas por otras compañías.

Esto significa que las medidas para incrementar el suministro eléctrico es una prioridad urgente a fin de fomentar las inversiones para la reconstucción. La situación es similar en cierto sentido a la que se vivió después de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, cuando el aumento del suministro de carbón era el primer punto del orden del día. El segundo punto de la agenda es también similar al del periodo de posguerra, es decir, que tanto el Gobierno como la empresa privada hagan todo lo posible para aumentar la capacidad exportadora del país. Hemos de aceptar como un hecho objetivo que el accidente de Fukushima Daiichi detendrá los planes originales para incrementar el suministro de energía nuclear. Y no será fácil generar suficiente energía “limpia” para compensar el déficit actual. Por lo tanto, aumentará nuestra dependencia de los fueles fósiles y cabe esperar que las revueltas democráticas en algunos países árabes, junto con la lluvia radiactiva causada por el accidente de Fukushima, harán que suba más el precio de estos fueles.

Durante muchos años, las familias gobernantes y los dictadores que han acaparado el control sobre la producción de crudo en algunos países árabes, han utilizado el dinero obtenido con la exportación de petróleo para comprar acciones de compañías en países avanzados industrialmente con el objeto de seguir disfrutando de la riqueza cuando se agoten las reservas petrolíferas. Esto ha creado una cómoda simbiosis entre los países avanzados y los exportadores de crudo. Sin embargo, las revoluciones democráticas que han estallado en la región cambiarán la situación al menos temporalmente. Incluso Arabia Saudí, el mayor productor de petróleo del mundo, probablemente intentará evitar un cambio político radical con el aumento del precio del crudo y la generosa utilización de los ingresos en el conjunto de la ciudadanía. Mientras tanto, el desastre de Fukushima ha aumentado la aversión a la energía nuclear en países avanzados. Esto se puede apreciar claramente en Alemania, que se ha apresurado a suspender la actividad de siete reactores nucleares; pero, también es probable que EE.UU. reconsidere sus planes de construcción de nuevas plantas nucleares. El resultado será una mayor dependencia global de los fueles fósiles.

Incluso si los precios de la energía suben, mientras Japón conserve su capacidad exportadora, estará en condiciones de importar los recursos que necesita para sostener el crecimiento económico. Pero, si no puede hacerlo, se encontrará falto de los medios financieros necesarios para pagar los recursos que importe y las limitaciones en el suministro de energía eléctrica probablemente se tornarán permanentes. El Gobierno japonés está trabajando de lleno en la situación de emergencia y busca el consenso ante la división en la opinión publica respecto a la energía nuclear. Con todo, una cuestión que ahora se ha vuelto más importante desde una perspectiva a largo plazo es la campaña para alcanzar tratados de libre comercio con otros países.

(Escrito originalmente en japonés y traducido al español de su versión inglesa.)

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