Cómo proteger a Japón en lo sucesivo

El “problema de las bases” en Okinawa, hoy

Política

Se han hecho muy pocos progresos en los últimos años para superar el llamado “problema de Okinawa”, una etiqueta muy amplia con la que se engloban todos los asuntos sin resolver entre la prefectura de Okinawa y los gobiernos japonés y estadounidense. Las bases militares de EE.UU. en Okinawa, sobre todo, han estado en el centro de la controversia. Robert Eldridge, que ha investigado durante mucho tiempo el asunto, plantea que la clave para resolver este espinoso problema consiste en que todas las partes lo enfoquen de forma objetiva y no emocional.

En 2012 Okinawa celebró el 40 aniversario de su reversión a Japón. Durante las últimas cuatro décadas se han producido pasos gigantescos para mejorar la situación de Okinawa, levantando su nivel hasta el de la isla principal de Japón de varias maneras, tales como la mejora de infraestructuras locales, educación y bienestar social, a través de medidas legales especiales y cuatro planes de desarrollo a diez años, y haciendo frente a asuntos políticos y legales que surgen de la presencia, relativamente grande, de las bases del ejército estadounidense y de las Fuerzas de Autodefensa japonesas en la prefectura. También culturalmente ha crecido el interés por las artes únicas, costumbres, estilo de vida, comida y música a lo largo de los años, creando una especie de “boom de Okinawa” que ha llevado no sólo a un crecimiento significativo del número de turistas que visitan Okinawa desde las islas principales de Japón, sino también a un auge del orgullo de ser un uchinanchu, un okinawense, además de, por supuesto, ser japonés.

Como resultado, los residentes de la prefectura de Okinawa (¿los llamamos okinawenses o japoneses de Okinawa?) han llegado a valorar mucho el hecho de que se devolvieran los derechos administrativos a Japón en mayo de 1972. Por ejemplo, aunque en 1977, el quinto aniversario del regreso de Okinawa, sólo un 40% consideraba la reversión como “algo bueno” y un 55% decía que “no alcanzaba sus expectativas”, en 1983 un 63% valoraba positivamente la reversión.(*1) Este número de hecho siguió creciendo, de modo que en 1992, el vigésimo aniversario de la reversión, la tasa de apoyo era del 88%. Estas tendencias al alza continuaron hasta finales de los noventa, y en la última de las encuestas que suelen realizarse a intervalos de cinco años, en 2007 cerca de un 82% de los ciudadanos pensaban que la reversión había sido una experiencia positiva.

Resentimiento que perdura

Dicho esto, aún queda una fuerte tensión entre Okinawa y el gobierno central sobre unos cuantos asuntos, especialmente el llamado problema de las bases. En Okinawa hay gente que sigue viendo con desconfianza al gobierno central, y mencionan siglos de políticas discriminatorias que comenzaron con la invasión del Reino de Ryūkyū (reino independiente que gobernó la mayoría de las islas de Okinawa entre los siglos XV y XIX) por parte del clan Satsuma (que dominaba la parte suroeste de la isla principal de Japón), en 1609, y terminan con los planes del actual gobierno de Japón de trasladar la Estación Aérea del Cuerpo de Marines de Futenma a las aguas junto a Camp Schwab, en la ciudad de Nago, también en Okinawa.

Es muy cierto que durante muchos años la situación de Okinawa se ignoró, y los líderes de Okinawa aprovechan cada oportunidad para enseñar, y a veces criticar, a los funcionarios japoneses de las islas principales acerca de sus relaciones históricamente pobres con Okinawa. Sin embargo, con el paso del tiempo la retórica ha crecido hasta tal punto que en ocasiones ya no es constructiva, y se ha llegado a considerar como una forma de extorsión por parte de los débiles. Ciertas declaraciones supuestamente realizadas por funcionarios estadounidenses y japoneses en 2011, concretamente los comentarios del ex cónsul general Kevin Maher, quien los negó, y los del director general de la Agencia de Defensa de Okinawa, Tanaka Satoshi, al parecer sacados de contexto, durante una sesión de copas, causaron días y semanas de revuelo periodístico, y costaron el trabajo a ambos funcionarios.(*2) La Cámara Alta censuró al ministro de Defensa en relación con el incidente mencionado, y con su falta de conocimiento detallado sobre la violación, en 1995, de una escolar local de Okinawa a manos de tres militares de EE.UU.; en enero de 2012 el primer ministro reemplazó al ministro de Defensa.

Tal y como sugieren los incidentes mencionados, la retórica de gran carga política de los funcionarios electos y los medios de comunicación, que admiten ser parciales ellos mismos, han hecho que Okinawa, un lugar de gran importancia geopolítica, adquiera una cantidad desproporcionada de influencia dentro de Japón, y en particular en el cara a cara con el gobierno central (con su falta de expertos en Okinawa) y la alianza de seguridad entre EE.UU. y Japón, un hecho del que se resienten cada vez más en otras partes igualmente abandonadas de naichi, las islas principales de Japón. Sin embargo, en lugar de conseguir una resolución, o una sensación de satisfacción, esto ha causado que la gente de Okinawa arrastre un aire de pesimismo sobre su futuro, y una combinación de emociones complicadas hacia el gobierno central y los EE.UU. Los líderes y los medios de Okinawa, por desgracia, explotan estos sentimientos a menudo para avergonzar a los gobiernos japonés y estadounidense, en lugar de buscar una solución realmente factible y razonable.

Mientras tanto, muchos en Okinawa se sienten frustrados por la falta de prospectos económicos sostenibles, y avergonzados por el hecho incoveniente de que mientras algunos protestan por la presencia de las bases, su economía depende en gran medida de ellas, directamente a través del alquiler de los terrenos, o indirectamente a través de numerosos paquetes de compensaciones y estímulos. Incluso la industria turística, vista con los cristales rosas de un futuro alternativo para Okinawa, depende grandemente de la presencia de las bases: muchos viajes escolares, viajes periodísticos, visitas académicas o misiones gubernamentales y políticas de investigación, que cuentan como “turismo” en las estadísticas, están de hecho vinculadas a las bases.

¿Qué es el “problema de Okinawa”?

Entre estos complicados sentimientos, la dependencia económica, los extremos ideológicos, las distorsiones intencionales y los completos malentendidos, la pregunta de qué es exactamente el “problema de Okinawa” se ha empañado hasta casi no poderse reconocer. Esto ya era así antes, pero hoy es mucho peor.

Hace más de diez años llevé a cabo una encuesta en Okinawa, preguntando a unas cien personas de todo tipo lo que pensaban cuando escuchaban la expresión “problema de Okinawa”. Las respuestas fueron bastante variadas. Mientras que la mayoría de los lectores podrán pensar que el “problema de Okinawa” equivale al “problema de las bases”, lo cierto es que es mucho más complicado. Durante mis entrevistas, en aquel momento, recibí una gran variedad de respuestas, tales como “un problema de autonomía local”, “un problema de dependencia política y económica”, “el resultado de haber perdido la Segunda Guerra Mundial”, “una consecuencia de la discriminación (por parte de la isla principal de Japón)”, “el problema de no poder vivir en paz”, “el resultado de un gobierno japonés pusilánime”, etc. Muchos otros hablaron sobre asuntos económicos, el alto desempleo, los bajos ingresos, la educación limitada y otras preocupaciones. De cualquier forma un tema recurrente entre gentes de todo pelaje político era la “desconfianza hacia el gobierno central”, los sentimientos de discriminación estructural y de victimización.(*3)

Están aquellos, por supuesto, que también identifican el “problema de las bases” como equivalente al problema de Okinawa. Algunos de los asuntos más mencionados a tenor de las bases son: la presencia en litigio de un gran número de bases y personal de EE.UU. en Okinawa, la supuesta alta tasa de crímenes, incidentes y accidentes que surgen por esta presencia, y la desigualdad percibida del Status of Forces Agreement (acuerdo entre Japón y EE.UU. sobre la disposición de fuerzas estacionarias estadounidenses en suelo japonés; SOFA, por sus siglas en inglés).

Ambos asuntos se tratarán con cierto detalle más abajo, pero hay que identificar dos puntos importantes. Primero, la percepción de los asuntos respectivos no es necesariamente cierta; la moneda tiene dos caras, y a menudo la historia que aparece en la prensa no es totalmente exacta, o se distorsiona a propósito. Y segundo, se han llevado a cabo muchas acciones concretas para responder a las preocupaciones reales de los residentes locales, que los líderes políticos y los medios de comunicación no conocían ampliamente ni prestaban atención. Estas medidas son numerosas y requerirían un artículo aparte para estudiarlas.

Distinguir los hechos de la ficción

Por separado, los asuntos mencionados parecen altamente problemáticos, y en conjunto dan la apariencia de una situación insostenible. Pero de hecho, por varias razones, la situación está lejos de ser desesperada, y eso le otorga un tinte extremadamente irónico: uno de los problemas con mayor carga en la política nacional de Japón y en los asuntos bilaterales con EE.UU., el único socio de alianza de seguridad de Japón, en realidad está poco o mal comprendido, y no necesariamente basado en la realidad, sino más bien en una retórica anti bases y antigubernamental.

Esta situación es en verdad la esencia del problema de Okinawa: la imposibilidad de distinguir los hechos de la ficción, lo que crea una fricción bilateral intensa pero innecesaria, y la incapacidad actual de desarrollar medidas inteligentes y menos costosas política y fiscalmente desde ahí. El problema, fundamentalmente, es que no hay un “problema de Okinawa”; al menos nada tan significativo hoy en día como para justificar los extremos de tiempo, energía y fondos nacionales que ambos países han dedicado a Okinawa hasta la fecha, con poco o nada que mostrar a cambio.

Por ejemplo, el traslado de la Estación Aérea de Futenma es con mucho el problema más conocido de todos. Aunque es el más famoso, sigue siendo el menos comprendido. Hace poco atendí a una conferencia sobre las relaciones EE.UU.-Japón tras la Operación Tomodachi (el esfuerzo masivo de EE.UU. para apoyar a Japón tras el horrible desastre del terremoto y tsunami del 11 de marzo) y escuché hablar a dos académicos, uno estadounidense y otro japonés. Ambos se refirieron a Futenma, pero cuando usaban el nombre lo hacían de forma completamente diferente. Uno usaba “Futenma” para hablar de la estación aérea, y el otro lo usaba para hablar del problema del traslado. Ninguno de los dos se dio cuenta de que estaban usando el término de manera diferente. Creo que el público tampoco se dio cuenta.

La estación aérea se construyó como base para B-29 en la primavera de 1945, durante la Batalla de Okinawa, uno de la casi docena de aeródromos en la isla, en aquel momento. Con el paso de los años, se cerraron la mayoría de esos aeródromos y los terrenos se devolvieron a Okinawa o se usaron para otros propósitos militares, así que hoy día sólo quedan dos aeródromos estadounidenses operativos a tiempo completo en Okinawa. En 1976 se designó a Futenma como Estación Aérea del Cuerpo de Marines, y hoy desempeña una serie de importantes funciones, que incluyen: apoyo a la aviación del Cuerpo de Marines (tanto helicóptero como ala fija), así como a la de otros servicios; funcionar como Aeródromo (de Retaguardia) de Mando para las Naciones Unidas; servir como aeródromo de desvío para las aeronaves militares de la Base Aérea de Kadena y las aeronaves comerciales del Aeropuerto Internacional de Naha; y operar como un centro de emergencia si un desastre natural -un tsunami, por ejemplo- golpeara a Okinawa (ya que el aeropuerto de Naha, que está en la costa, probablemente resultaría fuertemente dañado, del mismo modo que el Aeropuerto de Sendai lo fue durante el gran terremoto y tsunami del 11 de marzo en el este de Japón).

Al ser colocada en Okinawa junto con las tropas de tierra la aviación de Futenma permite a los marines entrenar y ser desplegados al mismo tiempo que las tropas de tierra, lo cual es esencial para su doctrina Marine-Air-Ground Task Force (MAGTF, “grupo de trabajo mar-tierra-aire”). Pero es algo más que un simple aeródromo giratorio; su pista de 9.000 pies (2.743 metros) es capaz de soportar los aviones de carga más grandes del mundo, y por ello es una ventaja muy estratégica, no sólo para EE.UU. y las Naciones Unidas, cuyas banderas ondean frente al edificio del cuartel general, sino también para Japón, cuya bandera es la primera que ves al entrar en la estación. Es, como hemos visto más arriba, también una ventaja importante para Okinawa, debido a su papel durante un desastre local o por sus funciones de desvío.(*4)

Aunque la base dispone de aproximadamente 74 aeronaves asignadas, muchas se encuentran desplegadas en un momento dado. Los partidarios del anterior alcalde de la ciudad de Ginowan (la cual rodea la estación aérea y ha comenzado a invadirla debido a la falta de leyes que regulen el espacio local), que se oponía a las bases, la han llamado “el aeródromo más peligroso del mundo”, pero lo cierto es que tiene un historial de seguridad muy alta (a pesar de que los grupos de oposición sueltan globos peligrosamente cerca y colocan grúas para obstruir la aproximación a la pista), con procedimientos bien establecidos.

Lo cierto es que hay numerosas restricciones a las horas de operación, rutas de vuelo, vacaciones, exámenes y otros días sensibles. Vivo y trabajo cerca de Futenma. De vez en cuando hay quejas sobre los ruidos, pero no se llega a hablar de ruido ni de invasión. Un grupo de periodistas que visitaron la base escribieron, más tarde, en contraste con el comentario de arriba, que era “el aeródromo más silencioso del mundo”(*5)

No obstante, los funcionarios de EE.UU. han accedido a pesar de todo a trasladar las instalaciones dentro de la prefectura, una decisión a la que se llegó por primera vez en diciembre de 1996 como parte de una serie de recomendaciones anunciadas por el Comité de Acciones Especiales sobre Okinawa de Japón-EE.UU., un organismo oficial establecido en noviembre de 1995 tras el desafortunado incidente de la violación y la petición de trasladar Futenma que realizó el gobierno de la prefectura de Okinawa. Esa voluntad de EE.UU. de trabajar con el gobierno japonés para trasladar Futenma se ha repetido muchas veces en los últimos quince años, pero no ha habido acciones concretas por parte del gobierno japonés en el ínterin. Okinawa y Japón han estado intentando encontrar una solución política a un problema operacional, uno que no parecen -o no quieren- comprender.

Un círculo vicioso

Mientras que EE.UU. reconoce las razones políticas y la necesidad práctica de trasladar Futenma, sobre todo porque se encuentra en medio de una ciudad habitada por 90.000 personas, es decisión del gobierno central, local y de la prefectura hacer que ocurra. Dada la política de señalar con el dedo que tienen el gobierno central, el gobierno de la prefectura de Okinawa y la ciudad de Nago, donde se planea colocar las instalaciones que reemplacen a Futenma, no ha habido movimiento en ninguna dirección durante cerca de una década. De hecho se podría decir que la situación no ha hecho más que empeorar. Si esto sigue así, el FRF (por las siglas de Futenma Replacement Facility, “Instalaciones de Reemplazo de Futenma”) podría llegar a ser como en el caso del traslado del puerto militar de Naha, en los setenta; en el momento de escribir este artículo aún no se ha completado el traslado.

En verdad, la incapacidad de llevar a buen puerto el traslado de Futenma agrava los otros problemas y las percepciones de esos problemas. Esto hace que la discusión sobre Okinawa se vuelva más contenciosa y emocional, y se convierta en un círculo vicioso sin fin, falto de objetividad y razón. Se hace prácticamente imposible alcanzar un terreno intermedio o examinar los asuntos desapasionadamente y las soluciones con mente abierta.

A menudo, cuando se habla de Okinawa, el primer “hecho” mencionado es que “el 75% de las bases de EE.UU. están en Okinawa”. Este porcentaje no es cierto por dos razones: primero, si “bases de EE.UU.” significa “todas las bases de EE.UU.”, entonces el porcentaje es aproximadamente el 24%; segundo, si “bases de EE.UU.” significa “bases de uso exclusivo de EE.UU.”, entonces el porcentaje no es del 75%, sino cerca del 62%. Esto se debe a que dos tercios del Área de Entrenamiento Central, localizada en el centro y norte de Okinawa, se usan conjuntamente con las Fuerzas de Autodefensa de tierra.

De hecho, si se implementara el acuerdo del Comité de Acciones Especiales de Okinawa (SACO, por sus siglas en inglés), el cual incluye la devolución del 51% del área de entrenamiento en el norte y la base MCAS (Marine Corps Air Station) Futenma, el porcentaje de instalaciones de uso exclusivo en Okinawa se reduciría a cerca de un 49%. Y más aún, si el plan de reajuste de bases de 2006 conocido como la “Hoja de ruta” se llevara a cabo, entonces las cifras bajarían aún más, hasta el 42%. Este número es mucho menor que el 75% que se usa normalmente. Por desgracia, sin embargo, el avance en cualquiera de los acuerdos no está en manos de EE.UU. Es por completo un asunto doméstico de Japón.

Para algunos, un 42% puede sonar aún demasiado alto, pero hay que recordar la importancia geoestratégica de Okinawa, razón por la que ha habido bases (tanto de EE.UU. como japonesas) ahí durante décadas. Por otra parte, si el gobierno japonés mostrara más interés en las bases y el entrenamiento conjuntos, esos porcentajes descenderían aún más. Sin embargo hasta hace poco el gobierno japonés ha evitado incluso hablar de las oportunidades de uso conjunto, y permanece reacio e indiferente. De hecho tiene sus propios problemas a la hora de estacionar más fuerzas de autodefensa en Okinawa y establecer nuevas bases en las islas más al sur de la prefectura, como Yonaguni.(*6)

Refutar los conceptos falsos

Muchos de los problemas del “problema de Okinawa” son por tanto problemas de “omisión”, más que de “comisión”. Dicho de otro modo, nadie refuta los argumentos, ni examina los “hechos”, ni explora las oportunidades.

Se ve lo mismo al mirar las estadísticas de crímenes. Existe la percepción de que las tropas estadounidenses en Okinawa son un hatajo de desmandados, y que Japón no tiene control sobre ellos. Esta percepción es incorrecta en al menos dos aspectos. El personal de EE.UU. y las personas a su cargo representan una minúscula fracción de todos los arrestos realizados en Okinawa, aunque componen un 3% de la población. Por el contrario, de media, la tasa de crimen local de Okinawa es seis veces mayor que la de las fuerzas de EE.UU. Segundo, el SOFA (EE.UU.-Japón Status of Forces Agreement) y otros acuerdos permiten a las autoridades japonesas arrestar y detener a sospechosos por crímenes cometidos fuera de las bases, y tener acceso a ellos dentro de la base para los casos que se encuentran bajo jurisdicción de EE.UU. hasta que estén preparados para presentar cargos contra ellos.

Por supuesto, los líderes políticos de Okinawa tenderán a señalar el número total de crímenes e incidentes a lo largo de los años, apuntando que los números siguen creciendo. En verdad, en una obviamente falsa interpretación de las estadísticas, un informe que hizo público en verano de 2000 un grupo nacional de abogados anunció que las estadísticas de crímenes de estadounidenses eran diez veces mayores que las de los ciudadanos locales. La historia se extendió ampliamente por la prensa local. No obstante tiempo después se descubrió que los datos del informe, escrito por un miembro de la Asociación de Abogados de Okinawa, eran altamente inexactos. Sin embargo el daño ya estaba hecho. Incluso después de que se hicieran pequeñas correcciones en la prensa, sin anuncio previo, un orador en una manifestación el 15 de julio de ese año, en Ginowan, citó la misma cifra, y sigue existiendo la impresión de que los crímenes cometidos por las fuerzas de EE.UU. son muchos.(*7)En todo caso, las tasas de crímenes del personal estadounidense han estado disminuyemdo a lo largo de los años.

También hay que señalar que el castigo es mucho más severo en el lado estadounidense. No sólo se castiga a los miembros del ejército en tribunales civiles si resultan ser culpables, sino que probablemente también serán castigados por tribunales militares por ofensas punibles. Por otro lado, casos sobreseídos por los fiscales japoneses pueden ser castigados dentro del ejército si se descubre que se han violado reglas y códigos de conducta.

A pesar de esto, aún quedan peticiones para que se revise el SOFA, aunque comparativamente hablando Japón se encuentra en mejor situación que otros países con acuerdos similares, y el acuerdo del propio Japón, estilo SOFA, con Djibouti es mucho más extenso en cuanto a que otorga a Japón derechos especiales en las acciones judiciales. Esto no quiere decir que la gente de Okinawa no tenga preocupaciones legítimas sobre la presencia de fuerzas de EE.UU. en su isla, sino que hace falta reconocer los hechos, corregir las percepciones y encargarse de las contradicciones para poder avanzar.

Es importante hacerlo, porque el problema de Okinawa es de hecho como un nudo. El “problema de las bases” es una de las muchas cuerdas (las otras son asuntos económicos, sociales, históricos, y toda una horda de otros problemas) que conforman el nudo. Si tiramos de la cuerda con el rótulo “problema de las bases”, el nudo no hará sino tensarse más. Igual que cuando deshacemos un nudo, todos los problemas deberían ser separados, estudiados y valorados. Las soluciones exhaustivas, basadas en datos objetivos y consideraciones desapasionadas, es lo que se necesita; no sólo tironear de la cuerda.

El problema de Okinawa comprende a tres agentes: Okinawa, Japón y EE.UU. Como tales, si se desea de verdad una solución o resolución, se deben satisfacer las necesidades y puntos de vista de los tres. Si cualquiera de las partes adopta una posición inflexible, sobre todo una políticamente deshonesta, sólo para aparentar, entonces las posibilidades de que Okinawa pueda seguir adelante se hacen cada vez más remotas, ya que se hará casi imposible encontrar terreno común. En esto Okinawa debe ser parte de la solución, y no sólo parte del problema.

(Traducido al español del original en englés)

 

(*1) ^ Ver Robert D. Eldridge, Post-Reversion Okinawa and U.S.-Japan Relations: A Preliminary Survey of Local Politics and the Bases, 1972–2002 (Relaciones entre Okinawa y EE.UU.-Japón post reversión: una encuesta preliminar de política local y bases, 1972-2002) ; Ciudad de Toyonaka: Centro Universitario de Osaka para Estudios de Seguridad Internacional y Política, 2004, pp. 19, 29.

(*2) ^ Kevin Maher, Ketsudan dekinai Nippon (El Japón que no puede decidir); Tokio: Bungei Shunjū, 2011.

(*3) ^ Robert D. Eldridge, “Okinawa ga motomeru koto Okinawa ni motomeru koto” (Lo que Okinawa pide, lo que se pide de Okinawa), Chūō Kōron, vol. 115, no. 8 (Agosto 2000), p. 162.

(*4) ^ Dan Melton y Robert D. Eldridge, “Emotionalized debate blurs valuable functions of Futenma” (El debate emocionalizado emborrona las valiosas funciones de Futenma); The Japan Times, March 7, 2010.

(*5) ^ Katsumata Hidemichi, “Yokushiryoku to futan keigen no hazama de” (Entre la disuasión y la reducción de la carga), Chūō Kōron, vol. 125, no. 12 (Diciembre 2010), p. 132.

(*6) ^ “Yonaguni ‘min’i’ nibun rikuji setsumeikai funkyū” (La ‘opinión pública’ dividida de Yonaguni deja patas arriba la reunión aclaratoria de las Fuerzas de Autodefensa), Okinawa Taimusu, Noviembre 18, 2011, p. 29.

(*7) ^ Kuroki Masahiro y Hayakawa Toshiyuki, Okinawa shinjidai sengen; fukki 30 nen Okinawa mondai no tabū o toku (Declaración de una Nueva Era de Okinawa: Rompiendo los tabús sobre el problema de Okinawa en el trigésimo aniversario de la reversión); Tokio: Sekai Nipponsha, 2002), pp. 26–27.

Fuerzas de Autodefensa okinawa Futenma Ryukyu Naha