Los cien días del Abenomics

Corea del Sur: trasfondo de las críticas a Abe

Política Economía

En Corea del Sur se suceden las críticas de los medios de comunicación contra la Abenomics o política económica del primer ministro japonés Abe Shinzō. Tras ellas se esconde la idea de que esta política es equiparable a la que siguió el expresidente surcoreano Lee Myung-bak. El presente artículo analiza las profundas diferencias existentes entre las estrategias de desarrollo de ambos países.

Ruido informativo en las críticas al Abenomics

Los medios de comunicación surcoreanos están abordando con una exaltación emocional que llega a causar hastío el tema de la política económica seguida por el primer ministro japonés Abe Shinzō, también conocida como Abenomics, una política basada en una flexibilización cuantitativa agresiva, la fijación de una meta de inflación, una estrategia de crecimiento centrada en la iniciativa privada y un gasto público flexible y acorde a las circunstancias. Día tras día saltan a las cabeceras informativas noticias que hacen pensar que la bajada del yen está destruyendo la economía surcoreana: se compara la depreciación del yen con un “bombardeo aéreo que produce pérdidas de beneficios en 17 de 20 sectores industriales”, se habla de un impacto que se extiende “al 93% de las pequeñas y medianas empresas”, etcétera. Este discurso irracional llegó a su cúspide en febrero, cuando el G20, en una muestra tácita de reconocimiento hacia la política monetaria japonesa, no hizo alusión al supuesto “efecto de empobrecer al vecino de la política devaluatoria” japonesa que Corea del Sur pretendía incluir en la declaración conjunta.

Cuando un economista norteamericano, tomando como criterio la tasa de cambio real efectiva (que hace repercutir el deflactor de precios) afirmó que en los últimos cinco años había sido precisamente Corea del Sur el país que en mayor medida había recurrido a una devaluación agresiva de su divisa, y que por tanto las críticas que este país dirigía a la bajada del yen eran hipócritas (Financial Times, 25 de enero), llegaron a esgrimirse argumentos tan peregrinos como que “no había ninguna razón para prestar oídos a un juicio tan parcial”, o que “los países deberían pensar en los sentimientos de otros países al fijar el valor del dinero” (JoongAng Ilbo, 19 de marzo).

Entre los expertos hubo quienes señalaron, de una forma mucho más desapasionada, que la bajada del yen no supone ningún problema para los productos que, como es el caso de los teléfonos móviles y electrodomésticos, ya han obtenido una cierta cuota en el mercado mundial, y que más bien puede entenderse como una ventaja, ya que permite rebajar costos en aquellas piezas y materiales que en mayor medida se importan de Japón. Pero estos argumentos quedaron sepultados bajo nuevas alegaciones, tan irracionales como las anteriores, de que el gobierno del presidente Lee Myung-bak estaba promoviendo un gran desarrollo de un puñado de grandes empresas, mientras que las pequeñas y medianas no obtenían ningún beneficio. Entre estas, aquellas que trabajan en subcontrata lo hacen oprimidas por las injustas condiciones que les imponen las grandes empresas, y en cuanto a las que exportan directamente, todavía recordamos las noticias sobre los grandes daños que sufrieron como consecuencia de la venta indiscriminada de derivados financieros destinados a aminorar el riesgo cambiario. Los alegatos irracionales contra la bajada del yen se han visto reforzados por este otro victimismo.

El Mbnomics de Lee Myung-bak y el Abenomics

Sin embargo, la clave de estas posturas irracionales reside en el hecho de que los medios de comunicación surcoreanos ven el Abenomics o política económica del primer ministro japonés como equiparable a el Mbnomics o política económica de Lee Myung-bak, y especialmente en que para ellos la flexibilización cuantitativa no es más que una manipulación tendente a rebajar el valor del yen y conseguir así que las exportaciones tiren de la economía.

El gráfico que viene a continuación refleja la evolución de la tasa de cambio real efectiva yen-won sobre una base 100 para 2010. Hasta la llegada al poder de Lee, en febrero de 2008, y como consecuencia de una ampliación en la entrada de capitales, el won estuvo a niveles considerablemente altos, tanto en valores nominales como reales. También en aquella época se “detonaban” en Corea del Sur este tipo de argumentos irracionales sobre la destrucción económica que acarrearía el alza continuada del won.

Apresuradamente, el gobierno de Lee redujo los límites de las posiciones en los contratos de futuros de cambio e impuso un gravamen para estabilizar el cambio internacional de divisas, prodigando sus intervenciones en el mercado para poner coto a la subida del won.Estas medidas llegaron a ser objeto de investigación como posibles infracciones del Código de liberalización de los movimientos de capitales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, y Estados Unidos emitió repetidas advertencias contra las intervenciones surcoreanas en el mercado. Por otra parte, con ocasión del colapso de la financiera Lehman Brothers y la crisis europea de la deuda soberana, se produjo un gran flujo de salida de capitales que arrastró el won a una gran caída. Aun así, la crisis pudo conjurarse mediante swaps de divisas con Estados Unidos, Japón y China, al tiempo que los “zaibatsu” o grandes consorcios empresariales, que habían acumulado ingentes reservas de liquidez, recibieron de la baja del won un fuerte impulso a sus exportaciones.

Cuando estuvo envuelto en la crisis, el gobierno de Lee extremó todavía más sus intervenciones. Se decidió a hacer un esfuerzo de gasto público que fue considerado el segundo mayor, después del efectuado por Rusia, entre las principales economías del mundo, y paralelamente hizo avances para ratificar Tratados de Libre Comercio (TLC) con la Unión Europea y con Estados Unidos. La Korea Electric Power Corporation, una empresa pública monopolística, se convirtió en el sostén de la competitividad industrial coreana manteniendo sus tarifas artificialmente bajas, lo cual le costó algunos procesos legales de parte de accionistas disconformes con la forma en que esta política estaba deteriorando sus finanzas. En el campo de la explotación de recursos de iniciativa pública, salieron a relucir algunos hechos escandalosos, como el caso de manipulación del precio de las acciones protagonizado por un funcionario público, en relación con la explotación de una mina de diamantes en Camerún. Pero, al margen de los efectos secundarios de las intervenciones del gobierno surcoreano, lo cierto es que los medios de comunicación de este país están dominados por la idea de que el Abenomics no es más que la versión japonesa del Mbnomics, y que Japón “envidia” el gran desarrollo económico que produjo esta.

El “7-4-7”, promesa electoral de Lee Myung-bak

La Mbnomics (política económica de Lee Myung-bak) fijó su objetivo principal en promover, mediante reducciones fiscales y desregulación, el crecimiento de las empresas y de la economía en general. Durante su campaña electoral, Lee prometió que implementaría una política, a la que denominó “7-4-7”, consistente en mantener a lo largo de su mandato un promedio de crecimiento económico anual del 7%, elevar la renta per cápita hasta los 40.000 dólares anuales y hacer de Corea del Sur la séptima economía del mundo. Sin embargo, se trataba de un crecimiento económico impulsado por las exportaciones (que a su vez encontraban su apoyo en un won barato y la fuerza motriz de los grandes consorcios industriales) y la globalización estaba haciendo cada vez más dura la competencia en el ámbito internacional, y estos factores hicieron que se fueran ahondando los desequilibrios socioeconómicos y que creciera el desempleo, que se cebó en las generaciones más jóvenes, creando un ambiente de insatisfacción social. Leemos en el JoongAng Ilbo que la economía surcoreana saboreó durante estos cinco años las mieles de un won bajo. La moneda surcoreana se mantuvo en sus niveles históricos más bajos (si exceptuamos los momentos de la crisis monetaria) tanto frente al dólar norteamericano como frente al yen. Gracias a esto las exportaciones se vieron muy potenciadas, pero los resultados económicos finales quedaron muy lejos de aquellas promesas. El promedio del crecimiento económico anual durante los cinco años del mandato de Lee fue solo del 2,9%.

Ciudadanos de Seúl celebran la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre Corea del Sur y Estados Unidos, que se hizo realidad el 15 de marzo de 2012 tras varios años de negociaciones. (Fotografía cedida por AP/Aflo)

Diferentes estructuras económicas y estrategias de crecimiento

La realidad es que tanto las estructuras como los fundamentos económicos de Japón son totalmente diferentes a los de Corea del Sur, un país que durante largos años se ha esforzado por alcanzar el nivel de su vecino del Este concentrando su interés en hacer más competitiva su industria manufacturera. En Japón, en cambio, se ha ido desarrollando el sector de los servicios hasta el punto de que actualmente las manufacturas ya no representan ni siquiera el 20% del producto interior bruto. El proceso de traslado de la producción al extranjero (incluyendo la de las pequeñas y medianas empresas) se encuentra mucho más avanzado que en el caso surcoreano y con el aumento de las importaciones de energía forzado por el parón nuclear, la balanza comercial ha entrado en número rojos. Si aplicamos el modelo input-output de Leontief y observamos las tablas resultantes, en las que Corea del Sur muestra una demanda final ocupada en su mitad por la industria manufacturera, estando esta principalmente orientada a la exportación (2010), veremos que es de todo punto imposible equiparar a ambas economías.

Debido a todos estos factores, si bien es cierto que el yen se ha depreciado, en Japón no hay indicios de que se haya endurecido el control cambiario ni las regulaciones del capital, y tampoco de que se hayan hecho intervenciones en el mercado. En conclusión, la flexibilización cuantitativa que se está dando en Japón no tiene por objetivo conseguir un yen bajo para impulsar las exportaciones, sino poner fin a la depresión de la demanda interna causada por la deflación, una fórmula que los países occidentales se ven obligados a respetar porque ellos mismos se han valido de ella, y puede decirse que esta misma ha sido la postura del G20.

La participación de Japón en las negociaciones del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) también tiende a ser vista como una contestación al TLC entre Estados Unidos y Corea del Sur. Sin embargo, de los 24 grupos de trabajo en los que se negocia, solo tres se centran en la abolición de aranceles, y en Japón, un país que es ya escasamente dependiente de las exportaciones y que tiene gran parte de su capacidad productiva trasladada al extranjero, el efecto inmediato de una abolición de aranceles no despierta expectativas tan simplistas. Si exceptuamos el caso concreto de la agricultura, los intereses estratégicos de Japón por lo que respecta al TPP se centran en áreas ajenas a la cuestión arancelaria, como son las leyes de competencia, la protección de los inversores, los derechos de propiedad intelectual, etcétera. Lo que se espera es poder proteger en un marco comercial de acuerdos multilaterales la red productiva que se ha ido formando en el extranjero como consecuencia de las repetidas alzas del yen, al tiempo que se utiliza convenientemente la presión externa para reformar la agricultura nacional, así como para desregular y potenciar la innovación en campos estratégicos como la energía, la medicina, el medio ambiente o la cultura. En realidad, la industria eléctrica y electrónica de Corea del Sur comenzó a cobrar su gran impulso en 2005, cuando el won estaba relativamente alto. Entre ese impulso y cuestiones como el cambio de divisas o la puesta en marcha de TLC no hubo ninguna relación. Las diferentes estrategias seguidas por Japón y Corea del Sur en relación con los TLC son un reflejo de las diferencias que hay entre las estructuras económicas y las estrategias de crecimiento de ambos países.

Además, huelga decir que, con el gigantesco déficit presupuestario que padece, financieramente Japón no podría permitirse ofrecer las ayudas gubernamentales o hacer las decididas intervenciones en el mercado que ha hecho Corea del Sur. Todavía tiene que recuperarse de los daños causados por el gran terremoto del este de Japón (marzo de 2011), y parece inevitable proceder a una subida de las tarifas eléctricas. En resumidas cuentas, la política económica de Abe no es como la de Lee ni puede serlo.

Lo que se atisba tras estos modos informativos

Estas informaciones en tono exaltado de las que vengo hablando son también un reflejo de las contradicciones de la estrategia de crecimiento adoptada por Corea del Sur. La política económica de Lee izó la bandera de una Corea global, pero en realidad su marco de pensamiento no excedió el de un país que trata de alcanzar el grado de desarrollo de otros. Los medios de comunicación, que en Corea son dependientes del gobierno en el aspecto informativo, parecen muy orgullosos de los éxitos obtenidos, pues se refieren a los países con los que existen TLC utilizando expresiones como “dominios económicos” coreanos y en cuanto a la industria eléctrica y electrónica dicen que Corea del Sur “ya no tiene nada que aprender de Japón”. Pero cuando abordan el problema de la deficitaria relación comercial con Japón no se les ocurre otra cosa que criticar la depreciación del yen. Esos mismos medios que afirman que Corea, a diferencia del “conservador Japón” va a convertirse “en un avanzado hub de las finanzas internacionales”, en cuanto se ha ampliado la horquilla de la tasa de cambio como consecuencia de la liberalización del control de cambios y del intercambio de capitales, no tardan en criticar como histéricos las fluctuaciones y la bajada del yen. Un auténtico hub financiero internacional no puede existir sin grandes movimientos de capitales, y en tanto se adopte el sistema de tipo de cambio flotante (flexible), es lógico que tales fluctuaciones se produzcan.

Pensándolo fríamente, que la economía japonesa logre salir de la deflación y que su demanda se recupere significaría para Corea del Sur más posibilidades de ampliar sus exportaciones, ya que Japón es el país que más importa de Corea del Sur, después de China. Para este comercio bilateral, que se realiza en yenes en una parte relativamente grande, Corea del Sur podría aprovechar un yen barato para aprovisionarse de moneda en mejores condiciones. Desde una perspectiva global, en la explotación de recursos o en los encargos de construcción de plantas industriales, donde Corea del Sur muestra debilidad tanto en sus compañías comercializadoras como en la capacidad de participar en las finanzas internacionales de sus bancos, Japón está sosteniendo a las empresas surcoreanas. En el ámbito global los intereses económicos de Japón y Corea del Sur están tan entrelazados que ya no funcionan los esquemas dibujados por los burócratas y por los medios de comunicación surcoreanos, según los cuales un ascenso de Japón significa automáticamente un descenso de Corea del Sur, y a la inversa.

Con tanto sentimentalismo, lo único que consiguen estas exaltadas informaciones es intoxicar la toma de medidas políticas y dañar la propia competitividad. Indudablemente, hay algunos puntos en los que Japón todavía puede hacer mucho por mejorar, como en la rapidez a la hora de emitir mensajes o en sus responsabilidades a la hora de explicar correctamente sus acciones. Pero dentro del sistema de tipo de cambio flotante, para cualquier país es imprescindible que su gobierno sepa mantener un diálogo desapasionado con los mercados, y para ello una información exacta y objetiva, integral y desapasionada se convierte en una “infraestructura” necesaria. Corea del Sur, que estrena gobierno, está ya en una etapa en la que debería tener muy claro cuáles son las infraestructuras necesarias para gestionar una economía madura. Veamos ahora si la nueva presidenta, a quien apodan “la dama de hielo”, se decide a afrontar todos estos desafíos.

(Escrito el 10 de abril de 2013 y traducido al español del original japonés. Fotografía que acompaña al título: El expresidente surcoreano Lee Myung-bak junto a su sucesora en el cargo, Park Geun-hye, durante la ceremonia de toma de posesión de esta (25 de febrero de 2013, fotografía cortesía de Aflo).

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