La abdicación del Emperador

La abdicación como precedente y como medida de urgencia: entrevista con Mikuriya Takashi

Política

El Gobierno de Japón se dispone a enviar a la Dieta una disposición especial que posibilitará la abdicación, aunque solo para el presente titular del trono. A fin de centrar las discusiones, el primer ministro Abe Shinzō estableció, como órgano consultivo, el Consejo de Expertos, compuesto por seis miembros y encabezado por Imai Takashi, presidente honorario de la organización patronal Keidanren. Charlamos con Mikuriya Takashi, que ejerce como vicepresidente del órgano, para conocer cómo se han desarrollado las discusiones hasta el momento.

Mikuriya Takashi MIKURIYA Takashi

Profesor honorario de la Universidad de Tokio. Profesor invitado del Centro de Investigaciones de Ciencia y Tecnología Avanzadas de dicha universidad. Especializado en historia de la política japonesa y en historia oral. Nacido en Tokio en 1951. Fue el introductor en Japón del método de investigación histórica característico de la historia oral consistente en recoger directamente los testimonios de los implicados. Él mismo se ha servido de este método en un gran número de estudios, especialmente sobre políticos. Desde 2007 presenta en la cadena de televisión TBS el programa de debate político Jiji Hōdan.

La “función simbólica”, punto clave del mensaje imperial

ENTREVISTADOR El tema de la abdicación del Emperador comenzó a moverse con los adelantos informativos ofrecidos por los medios y con el videomensaje que el propio Emperador dirigió al país en agosto del año pasado. ¿Cómo encajó usted el mensaje imperial?

MIKURIYA TAKASHI Me resultó llamativo que el Emperador, en vez de referirse a las lógicas “funciones de Estado”, hiciera hincapié tan a menudo en su “función simbólica”. Si nos ponemos a pensar, el Emperador siempre acude a ofrecer su consuelo allá donde acontece un gran desastre, como se vio con ocasión del Gran Terremoto del Este de Japón de marzo de 2011, o del terremoto de Kumamoto de abril de 2016. Allí, contacta con los afectados por dichos desastres. Viene recorriendo también los lugares que fueron escenarios de grandes batallas en la Segunda Guerra Mundial, para honrar la memoria de los difuntos. Personalmente, tuve la impresión de que el Emperador había sido muy consciente del valor simbólico de tales actos.

El Emperador manifestó que, debido a su avanzada edad, ya no se sentía capaz de cumplir cabalmente esa función, y que quería traspasar esta a quien había de sucederle en el trono. A mí me resultó muy emocionante, pero pensé también, al mismo tiempo, si no sería exigir demasiado que este Emperador traspasase al príncipe heredero todo ese peso. Los miembros del Consejo de Expertos, en una reunión sostenida posteriormente, incidieron en el mismo punto. El Emperador Hirohito tuvo su estilo de vida y el actual Emperador tiene el suyo. Me pregunté –y sigo preguntándome– si no sería excesivo imponer ese estilo a su sucesor.

Otro aspecto es el de las exequias. Cuando un Emperador muere, se celebran honras fúnebres a lo largo de varios años, lo que supone movilizar a un gran número de personas. El actual Emperador cuenta con la experiencia de haber asistido a las de su padre y en su mensaje hizo mención a la necesidad de simplificarlas. Algo tan aparatoso como unas exequias de Estado ya no sería necesario en caso de haber renunciado previamente al trono. Parece una postura de lo más razonable.

Un tercer aspecto destacable del mensaje del Emperador fue su insistencia en estar siempre cerca del pueblo. Reivindicaba así la figura de un Emperador viajero, que no se encierra en su palacio, que se muestra siempre dispuesto a salir. Exponía su idea de que, en esta época de la televisión, la imagen más apropiada es la de un Emperador que sale y se relaciona directamente con el pueblo.

Dilema entre favorecer la regencia o la abdicación

ENTREVISTADOR ¿Sintió usted que el mensaje contenía alusiones a la forma en que debería hacerse la abdicación?

MIKURIYA La negativa a dar paso a una regencia sí que queda perfectamente clara. Suele alegarse que, aunque se diera el caso de que el Emperador quedase impedido, siempre podría establecer un regente y que para las funciones de Estado siempre habrá quien lo sustituya. Y, efectivamente, eso es lo que dice la Constitución. Lo que ocurre es que (de esto me di cuenta durante las discusiones en el Consejo de Expertos), es solo en el caso en que el Emperador pierda el conocimiento, quede inconsciente, cuando puede elegirse a un regente. Se dice que bastaría con modificar los requisitos para establecer la regencia, pero para ello habría que reformar la Ley de la Casa Imperial.

Por eso, en el Consejo de Expertos planteamos si no sería posible, primero, reducir las funciones de Estado(*1). No es nada fácil hacerlo. Luego, apuntamos a las funciones públicas como lo son los referidos viajes en memoria de los difuntos, también incluidos entre las “funciones simbólicas” del Emperador. La Agencia de la Casa Imperial nos respondió que ya se había hecho lo posible por reducir estas otras funciones.

Habida cuenta de que la regencia no parecía una opción viable y en vista también de que la Ley de la Casa Imperial tendría que reformarse, dirigimos nuestras discusiones hacia la posibilidad de aprovechar el momento para debatir la abdicación. Hacer posible la abdicación o no hacerlo, ese fue el primer gran punto de discusión. El segundo punto fue estudiar qué forma podría dársele a esa posible abdicación. Si convendría limitar dicha posibilidad a una sola generación, decidirse por una opción intermedia ligada de alguna forma a la Ley de la Casa Imperial mediante una disposición especial u otro medio, o abrir las puertas permanentemente, de forma que cualquier Emperador pudiera abdicar mediante una reforma de la ley. Definimos esas tres posibles soluciones.

En el proceso, se escucharon los pareceres de constitucionalistas, expertos en religiones, periodistas asignados a la Casa Imperial, etcétera. Fueron 16 personas en total. Hubo todo tipo de opiniones, pero yo traté de acercar las diversas corrientes de opinión atendiendo, más que al hecho de si se posicionaban a favor o en contra de la abdicación, a las razones que habían llevado a cada uno de ellos a dicha conclusión.

Cuando, una vez recogidas todas estas opiniones, volvimos a reunirnos, la conclusión fue que, como habíamos previsto, la regencia no era una opción realista. Establecer una regencia partiendo de una idea del interesado (el Emperador) habría sido un acto de carácter político. Con la actual Constitución, no es permisible. En cuanto a la abdicación, reflejar directamente el deseo del Emperador no es (constitucionalmente) posible, pero el hecho es que su deseo de abdicar ha sido puesto ya de manifiesto. Y concluimos que no había otra opción que reconocer ese deseo.

Vacilación ante un sistema que presente la abdicación como la opción más obvia

Finalmente, elegimos la opción de posibilitar la abdicación para una sola generación. Hasta ahora, la sucesión de Emperadores se daba bajo la premisa de la muerte. La sucesión al trono era posible solo cuando se había producido dicha muerte. Si en este momento se elabora una nueva ley que posibilite permanentemente la abdicación, dicha abdicación precedería temporalmente a la muerte.

En ese caso, conforme la edad del Emperador vaya haciéndose más avanzada, no faltarán nunca las cuestiones del “deseo del propio interesado” o del “arbitrario juicio de su entorno” (sobre si la abdicación es procedente o no). La decisión de reconocer o no esa abdicación sería tremendamente comprometida. Alguien propuso introducir una “cláusula de edad”, pero imponer una cierta edad como límite equivaldría a forzar al Emperador a abdicar, por lo que esta opción fue desechada de entrada.

En las reuniones hubo consenso sobre el punto de que lo que hubiera que hacer (en el camino conducente a una nueva legislación) habría que hacerlo rápidamente y desde esa perspectiva limitar la abdicación al caso concreto del actual Emperador parecía la solución más apropiada.

ENTREVISTADOR En el texto de la actual Ley de la Casa Imperial no se hace ninguna referencia a la abdicación. ¿Deberíamos entender que, dado que hasta ahora se partía de la premisa de la muerte para que fuera posible la sucesión al trono, resultaría demasiado repentino o entrañaría una gran dificultad añadir a ese texto la figura legal de la abdicación?

MIKURIYA Si se legisla, la abdicación pasaría a ser una primera eventualidad, siendo la muerte del Emperador que no abdica la segunda. Esto supondría una gran transformación en la forma de transmisión dentro del linaje imperial. Teníamos nuestras dudas sobre la necesidad de decidir una cosa así apresuradamente y en este momento. Y llegamos a la conclusión, pensando también en el tema de los derechos humanos, de que había que empezar por una “evacuación de emergencia” mediante una ley ad hoc.

Además, es muy difícil redactar un texto legal en términos que encajen perfectamente con las situaciones que vivirán en el futuro los sucesivos Emperadores. Si los términos son demasiado abstractos, podrían ser interpretados de forma arbitraria. A esto se suma el problema de que, si se reconoce la libre abdicación, se plantearía entonces la posibilidad de renunciar libremente a la sucesión. Nos pareció que abrir la discusión de toda esa serie de posibilidades, en este momento, habría sido una osadía por nuestra parte.

Para una sola generación, pero puede sentar precedente

Lo que viene a continuación son interpretaciones personales mías. Si mediante la presente reforma se produce una abdicación, por mucho que se pretenda que haya sido “mediante una ley limitada a una única generación”, está claro que va a quedar como un hecho. Tanto en la propia Casa Imperial como en la clase política y entre el pueblo en general va a nacer la conciencia de que la abdicación es algo dable, de que la sucesión puede ser originada por la muerte del anterior Emperador pero también por su abdicación. En cierto sentido, aunque sea una ley ad hoc va a sentar precedente.

ENTREVISTADOR A la hora de discutir estos asuntos en el Consejo de Expertos, ¿han tenido en cuenta las tendencias de la opinión pública reflejadas por las encuestas? ¿Qué otros puntos han tenido ustedes en cuenta especialmente?

MIKURIYA Esta vez la postura del Gobierno de Abe ha sido la de tener muy en cuenta las tendencias de la opinión pública, lo cual en mi opinión es algo excepcional. Por eso, nosotros también hemos animado a los medios, en nuestras ruedas de prensa, a que hagan estudios de opinión para seguir el proceso. Desde que empezó a hablarse del tema, las encuestas de opinión arrojaban ya porcentajes de un 90 % a favor de posibilitar la abdicación.

Sin embargo, sobre la forma de posibilitar la abdicación, la mayoría prefería una vía permanente, quedándose la opción de limitarla a una sola generación en un 20 % aproximadamente en un principio. El porcentaje fue creciendo, pero si se hubiera mantenido nos habríamos visto obligados a examinar detenidamente el asunto.

Y hubo una cosa más. Las opiniones aportadas por los 16 especialistas invitados por el Consejo estuvieron todas sobre la mesa de discusión, no se descartó ninguna a priori. Se ocultó quién había sido el proponente y se examinaron las propuestas en sí mismas. Priorizamos ante todo ordenar las propuestas, agrupando aquellas coincidentes sobre los puntos en discusión fundamentales. 

Entrevistador: Ishii Masato (Redacción de nippon.com)

Fotografía del encabezado: Sus majestades los Emperadores Akihito y Michiko a su retorno de una visita oficial a Vietnam y Tailandia (6 de marzo de 2017, aeropuerto de Haneda, Tokio). (Jiji Press)

(*1) ^ Funciones formales y protocolarias que la Constitución asigna al Emperador, como la promulgación de leyes y tratados, la apertura de la temporada de sesiones de la Dieta, el nombramiento de ministros y altos funcionarios, la presentación de cartas credenciales de embajadores y ministros, etcétera. (Nota de Redacción)

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