La sociedad japonesa ante la inmigración
Hacia la admisión de trabajadores extranjeros con criterios más amplios
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El fin de una política migratoria sostenida durante 30 años
La política de admisión en Japón de trabajadores extranjeros está entrando en una fase de grandes cambios. Las “Directrices básicas 2018 para la gestión de la política económica y fiscal y para su reforma”, que fueron aprobadas en junio de este año, explicitan que se creará un nuevo estatus de permanencia (residencia) en sectores realmente necesitados para facilitar la llegada a Japón de trabajadores extranjeros que no entran en la categoría previamente definida de “trabajadores de alta cualificación”.
La postura de Japón ante esta cuestión venía marcada por el VI Plan Básico de Medidas de Empleo de 1988, que descartaba por principio abrir las puertas del país otorgando a los extranjeros visados de trabajo como forma de remediar la carencia de mano de obra. El plan promovía la admisión de extranjeros cualificados, con conocimientos y destrezas especializadas o técnicas, pero excluía la de otros extranjeros no cualificados que pudieran trabajar en campos en que no se requirieran destrezas o capacidades especiales.
A lo largo de estos 30 años, en diferentes foros sociales, se ha puesto sobre la mesa varias veces la posibilidad de recurrir a la mano de obra extranjera para paliar el problema que representa la disminución de la población japonesa y la consiguiente escasez de fuerza laboral, pero el Gobierno se aferraba a su postura básica alegando que en primer lugar era necesario obtener un cierto consenso popular al respecto, y hasta el momento estos planteamientos no se habían materializado en forma de propuestas concretas.
Las directrices emitidas este año suponen un giro en la política gubernamental. Este giro se expresa principalmente en dos puntos: se enfoca la apertura hacia los extranjeros no comprendidos en la categoría de “trabajadores de alta cualificación” y se crea un nuevo estatus de permanencia (residencia) para trabajar en Japón, que está concebido para paliar la escasez de fuerza laboral.
Medidas tomadas hasta el presente y situación actual
Ateniéndonos a los hechos, vemos que, según datos ministeriales de finales de octubre de 2017, el número de trabajadores extranjeros empleados en nuestro país se sitúa en el nivel más alto registrado hasta el momento: 1.278.000 personas (cifras declaradas, contenidas en el informe Gaikokujin koyō jōkyō del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar). En el desglose por estatus, quienes disponen de un visado específico para trabajar en Japón no llegan al 20 %, por lo que puede decirse que lo que caracteriza a esta situación es que la gran mayoría de los extranjeros residentes en Japón han entrado en el país y permanecen en él con visados no laborales. Durante los últimos 30 años, se ha venido agrupando a los extranjeros por su estatus de permanencia (residencia), y se le ha aplicado a cada uno de estos grupos una política determinada, que paso a exponer a continuación.
Visados para profesionales técnicos o especializados (alta cualificación, 15 tipos)
Como he dicho más arriba, el Gobierno ha seguido el principio de facilitar la entrada a los extranjeros más cualificados y para ello se ha servido de varios métodos. Como ejemplos, tenemos la Estrategia Básica en Tecnologías de la Información para el año 2000, que fijaba como meta para 2005 la admisión de 30.000 técnicos extranjeros con ese perfil profesional; el “sistema de puntos para personal de alto nivel”, que se puso en marcha en 2012 y que certificaba a aquellos extranjeros que obtenían una cierta puntuación a partir de su expediente académico, edad, salario actual y otros factores, o la creación de un nuevo visado para extranjeros de alta cualificación o especialización en 2015.
Posteriormente, en 2017, se creó la “green card” japonesa para extranjeros de alta especialización. Los extranjeros que, en el citado sistema de puntos, han obtenido una cierta puntuación, pueden solicitar el visado permanente tras una estadía que en algunos casos puede ser de solo un año. Para optar al visado permanente, normalmente se establece un tiempo mínimo de residencia previa con otros visados de 10 años.
En su estrategia de crecimiento, el Gobierno ha establecido unos objetivos numéricos para llegar a un mínimo de extranjeros “aprobados” mediante el sistema de puntos y por ahora está alcanzando las metas autoimpuestas con cierta anticipación. No obstante, si atendemos a las cifras de entradas en Japón y salidas del país, vemos que año tras año las segundas exceden a las primeras y esto nos da una idea de la escasa duración del periodo de permanencia de estos trabajadores de alta especialización.
Visados en función del origen o estado civil (residentes permanentes y otras tres categorías)
Con la promulgación en 1990 de una nueva ley de control migratorio y reconocimiento de refugiados, se creó la figura del “visado temporal de residencia”, que se otorgaba en virtud del origen étnico, y que sirvió para dar permisos de residencia a los llamados nikkei (extranjeros de origen japonés, muchos de ellos latinoamericanos). Gracias a este sistema, a partir de 1990 comenzaron a asentarse en las zonas de Japón de mayor concentración manufacturera (región de Tōkai, norte de la región de Kantō, etc) muchos extranjeros portadores de este nuevo visado. Los hay también que entraron en Japón con ese visado y que han obtenido el visado de residencia permanente después de una estancia prolongada.
Hasta ahora, esta migración colectiva ha sido fundamentalmente brasileña. La mayor presencia en Japón de brasileños se dio en 2007, cuando llegaron a sumar 316.967 personas. Pero, siendo su situación laboral inestable, pues en su mayoría no estaban contratados directamente sino a través de empresas de trabajo temporal y otras intermediarias, durante los cinco años siguientes a la quiebra de la financiera estadounidense Lehman Brothers (2008) regresaron a su país de origen más de 100.000 de ellos. De estas 100.000 personas, 20.000 tomaron el pasaje de vuelta beneficiándose de un programa gubernamental que asignaba ayudas de 300.000 yenes por cada trabajador que retornase a su país y de otros 200.000 yenes más por cada familiar dependiente que viajase con él o ella, con la condición de no volver a ingresar en Japón durante los tres años siguientes con un visado similar. La colonia brasileña en Japón fue reduciéndose hasta finales de 2015, momento a partir del cual comenzó a crecer otra vez. A finales de 2017, se situaba en los 191.362 miembros.
Hasta ahora se ha hablado mucho de los problemas educativos (no escolarización, fracaso escolar, etc.) que presentan los hijos de estos inmigrantes con visado temporal de residencia, pero ahora que han pasado cerca de 30 años desde el inicio de la ola migratoria y la colonia ha envejecido, en las zonas de mayor presencia extranjera emerge otro tipo de problemas, como los relacionados con las necesidades de cuidar a la tercera edad y a los enfermos.
Trabajadores en programas de capacitación técnica
El Programa de Prácticas de Aprendizaje de Habilidades (Ginō Jisshū Seido) se inició en 1993 con la finalidad de hacer una contribución internacional trasvasando tecnología a los países en desarrollo. Actualmente, el 20 % de los trabajadores extranjeros residentes en Japón está aquí con un visado de este tipo. Al principio, se fijó una estancia (estadía) de dos años, el primero de los cuales se dedicaba a un curso de formación, quedando el segundo para las prácticas en una empresa. Se establecieron 17 categorías de trabajo (casi todas en el sector manufacturero). Sin embargo, los esquemas iniciales fueron variando, ampliándose el periodo de estancia y diversificándose las categorías. Actualmente, se permite a estos trabajadores residir en Japón durante cinco años y trabajar haciendo 139 operaciones en 77 tipos de trabajo (incluyendo trabajos agrícolas desde 2000 y servicios de atención en centros de cuidados a los ancianos desde 2017).
Tal como se ha denunciado repetidamente en la prensa y en muchos programas documentales, bajo este sistema de formación y prácticas se han cometido muchos atropellos contra los derechos humanos de los trabajadores extranjeros y las empresas receptoras han incurrido en numerosas infracciones de la legislación laboral, hasta el punto de que toda esta problemática ha saltado a la escena internacional e incluso ha sido tratada en el informe que elabora anualmente la Secretaría de Estado norteamericana sobre el tráfico de seres humanos.
Para hacer frente a esta problemática entró en vigor en 2017 la nueva Ley de Prácticas de Aprendizaje, que impone tanto a los órganos de intermediación o supervisión como a las empresas receptoras ciertas prohibiciones, con multas para los infractores. Los órganos de intermediación y empresas que se hayan mostrado respetuosos con la normativa reciben una certificación oficial que les permite hacer contratos para un máximo de cinco años y ampliar el número de trabajadores que reciben visado.
El principal país de procedencia de estos trabajadores en prácticas venía siendo China, pero a consecuencia del desarrollo económico experimentado, de la reducción del número de hijos y del envejecimiento poblacional, en los últimos años este flujo de chinos se ha reducido (véase el diagrama 4) y a partir de 2016 su lugar está siendo ocupado con gran rapidez por los vietnamitas, que son ya el grupo nacional más numeroso.
Pero los índices de crecimiento más altos en este flujo de trabajadores hacia Japón se registran entre los camboyanos y birmanos (Myanmar). Las mismas tendencias demográficas que se han visto en China se esperan también en Vietnam, por lo que las miradas se dirigen ahora a estos otros países que están todavía sin “explotar” en este aspecto. De todos modos, para Japón la prioridad es seguir estando entre los países elegidos por los trabajadores extranjeros para adquirir destrezas y hacer prácticas, para lo que tendrá que mejorar su entorno laboral y, simultáneamente, revisar a fondo las estructuras industriales que siguen siendo dependientes de la mano de obra barata.
Estudiantes extranjeros
Uno de los rasgos más llamativos de la composición de la población extranjera en Japón es que más del 20 % de los trabajadores extranjeros residentes en el país entraron con visado de estudios, un porcentaje muy elevado si lo comparamos, por ejemplo, con el de la vecina Corea del Sur, donde solo un 1,5 % está en ese caso. En el mercado laboral japonés, la presencia de estas personas que llegaron con el objetivo de estudiar es cada vez más patente.
Si echamos una mirada retrospectiva a los cambios que ha habido en la política japonesa con respecto a estos estudiantes, veremos que en 1983, con el ánimo de incrementar los intercambios internacionales, se estableció el “Plan 100.000 estudiantes extranjeros”, cuya meta numérica fue alcanzada en 2003, tres años después de lo previsto. Luego, en 2008, coordinadamente con la admisión de trabajadores extranjeros de alto nivel, se lanzó el “Plan 300.000 estudiantes extranjeros”, enfocado a atraer a Japón a estudiantes de alto nivel académico. Este plan, que deberá alcanzar su meta en 2020, sigue en marcha.
Hay que tener en cuenta que cuando en Japón se habla de estudiantes extranjeros se incluye a un amplio espectro de personas, desde los universitarios que cursan un posgrado hasta los jóvenes que se matriculan en una academia de japonés para extranjeros. Desde 2010, el Ministerio de Justicia otorga los mismos visados a unos y a otros, por lo que los alumnos de las academias pasan también a engrosar las estadísticas del citado plan gubernamental. El desglose según el tipo de centro en el que están matriculados muestra en los últimos tiempos un descenso en la proporción de estudiantes de grado y posgrado universitarios, y un aumento de la de los matriculados en escuelas profesionales (técnicas) y academias de japonés (diagrama 5).
En cuanto a la proporción de estudiantes extranjeros que realizan algún trabajo en Japón, si bien la de los universitarios (grado y posgrado) ha bajado en los últimos años, la de los alumnos de escuelas profesionales y academias de japonés está subiendo. Según un informe de la Organización de Servicios para los Estudiantes de Japón (JASSO, por sus siglas en inglés), en la mayor parte de los casos estos estudiantes son empleados en los restaurantes, konbini (convenience stores, minisupermercados de 24 horas) y en otros comercios.
Ante el hecho de que muchos estudiantes extranjeros, especialmente los matriculados en escuelas de japonés, dedican demasiado tiempo al trabajo y descuidan sus estudios, desde octubre de este año el Ministerio de Justicia está endureciendo los criterios para establecer nuevas academias, obligándolas a tener horarios más exigentes y un control más estricto sobre la asistencia a las clases de sus alumnos.
Visado de actividades especiales
No es una categoría de visado que resulte demasiado familiar al común de la gente, pero no podíamos dejar de citarla en este repaso a la evolución seguida por la política del segundo Gabinete de Abe con respecto a los trabajadores extranjeros.
Mediante el nuevo visado de “actividades especiales”, se están abriendo las puertas de Japón a trabajadores extranjeros en una gran diversidad de áreas laborales (cuidados a la tercera edad, construcción, construcción naval), áreas geográficas (zonas económicas especiales) y en consideración a otras circunstancias (ser nikkei de la cuarta generación, etc).
Una política que contemple las necesidades vitales de los trabajadores extranjeros
Hemos dado un repaso a la política que ha seguido Japón con respecto a los “trabajadores” extranjeros, pero hay que reconocer que, hasta ahora, las políticas de integración de estos extranjeros como miembros de la sociedad japonesa han sido lideradas por los Gobiernos municipales y no el Gobierno central, del que no puede decirse que se haya preocupado demasiado por ellos. Ahora se ha creado una nueva categoría o estatus de permanencia (residencia) y las miradas se concentran sobre todo en cuáles serán los nuevos sectores industriales de contratación, para qué periodos se emitirán los visados, qué destrezas o cualificaciones deberán tener los candidatos y el resto de los requisitos para el ingreso en Japón de estos extranjeros. Pero también deberíamos debatir en profundidad cómo se va a hacer para que las empresas y comunidades locales sean capaces de integrar satisfactoriamente en su seno a estos hombres y mujeres.
Fotografía del encabezado: aparato en fase experimental que permite a los recién llegados a Japón pasar automáticamente los controles de entrada y salida del país mostrando su rostro y la fotografía de su pasaporte. Agosto de 2012, aeropuerto de Narita (Jiji Press).