Hiroshima y Nagasaki 75 años después

La lucha de las víctimas olvidadas de la “lluvia negra”

Política Sociedad

Después de la explosión nuclear sobre Hiroshima, un humo negro con gran cantidad de sustancias radiactivas se cernió sobre la ciudad y sus cercanías. Con el tiempo, la humedad del aire se condensó en torno a ellas y se precipitó en forma de una siniestra “lluvia negra”.

Los hibakusha (supervivientes del bombardeo atómico y, por extensión, de la radiactividad) oficialmente reconocidos tienen una cartilla que certifica su condición. Portarla significa tener derecho a recibir ayudas del Estado para tratamientos y reconocimientos médicos. Según el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, a finales de marzo de 2020 había en Japón 136.682 portadores de esta cartilla, poco más de un tercio de los 372.000 de 1980, cuando se alcanzó el pico. Actualmente, el promedio de edad de estas personas es de 83,31 años.

Pero hay también otros hibakusha, quienes, pese a los 75 años que han transcurrido desde aquella fecha, no consiguen ser reconocidos como tales. En varias zonas de Hiroshima que sufrieron la “lluvia negra” pero quedaron fuera del mapa oficial de zonas afectadas, se han presentado ante los tribunales demandas colectivas contra el Estado para obtener dicho reconocimiento.

Pared tradicional de estuco surcada por gotas de “lluvia negra”. (Colección del Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima)
Pared tradicional de estuco surcada por gotas de “lluvia negra”. (Colección del Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima)

La camiseta de su hermano: un recuerdo imborrable

Yukichō-Mugitani es un lugar comprendido en el distrito rural de Saeki, dentro del término municipal de la ciudad de Hiroshima. Es una aldea agrícola entre los montes, distanciada 19 kilómetros en línea recta del epicentro. Honke Minoru era un niño de cinco años cuando ocurrió aquello. Tiene ahora 80. En el fatídico instante, se encontraba con su madre y su hermano menor en el corredor exterior de su casa. Aquellos días, en el pueblo se preparaba el trigo recién cosechado para su expedición y en el patio de la casa dos vecinos trabajaban cerrando bolsas de grano.

“Sentimos como un relampagueo y una gran explosión que hizo vibrar la tierra. Por detrás del monte que tenemos frente a la casa comenzó a ascender una nube grisácea y el cielo se oscureció. Caían cosas parecidas a fragmentos de periódicos o revistas chamuscados. Los vecinos decían que algo grave debía de haber pasado en Hiroshima, y que no tocásemos aquellas cosas que caían, porque podían ser tóxicas”, recuerda.

Honke Minoru. (Fotografía de Dōune Hiroko)
Honke Minoru. (Fotografía de Dōune Hiroko)

Luego, Honke estuvo un rato jugando fuera con su hermanito, pero como el cielo se oscureció completamente y comenzó a llover, los dos volvieron a su casa. Recuerda que, al mirar a su hermano, vio que su camiseta estaba recorrida por unas rayas negras.

“Es algo que no se me olvidará nunca. Yo me mojé con aquella lluvia, bebí el agua de un manantial de montaña que había recibido aquella lluvia negra y comí verduras regadas con esa misma agua. De pequeño sufría continuas hemorragias nasales, por la mañana me lavaba la cara pero había veces que la sangre no dejaba de fluir. Pero el Estado no hizo un estudio detallado y la zonificación nos dejó fuera. No estamos en absoluto conformes”.

Dos riberas, dos destinos

En 1976, el Estado dividió el área donde cayó la “lluvia negra” en dos zonas: una de gran precipitación y otra de pequeña precipitación, siendo la primera de ellas designada como Zona Especial de Diagnosis. Gracias a esta designación, sus habitantes pudieron someterse a reconocimientos médicos, hacerse pruebas de cáncer y otros exámenes de precisión de forma gratuita, como los hibakusha. Quienes contrajeron enfermedades como cáncer, leucopenia (reducción del número de leucocitos) o cataratas se hicieron acreedores a la cartilla de hibakusha. La zona de pequeña precipitación quedó excluida de este conjunto de ayudas. La zonificación se fundamentó en el informe Uda Uiki (Áreas pluviales de Uda), presentado por el meteorólogo del Observatorio de Hiroshima Uda Michitaka, que se basó en testimonios orales recogidos inmediatamente después de la explosión nuclear.

Mapa pluviométrico elaborado por el Observatorio Meteorológico de Hiroshima. (Colección del Museo de Meteorología Ebayama de Hiroshima)
Mapa pluviométrico elaborado por el Observatorio Meteorológico de Hiroshima. (Colección del Museo de Meteorología Ebayama de Hiroshima)

Las voces de protesta no tardaron en alzarse en las áreas excluidas, donde se gestó un movimiento para reclamar la reforma del sistema. En algunos casos, vecindarios de una misma aldea quedaron excluidos cuando otros vecindarios próximos se beneficiaban de las ayudas.

Un caso paradigmático es el de la aldea donde vivía Honke. La zona está recorrida por el río Minochigawa. La ribera sur fue designada zona de gran precipitación; la ribera norte, donde los Honke tenían su casa, de pequeña precipitación. Se dio el caso de que algunos de los muchachos de la ribera norte que, aquel 6 de agosto, volvieron a su casa pasando por la ribera sur después de haber ayudado en las labores agrícolas de otras familias, pudieron obtener la cartilla de hibakusha, mientras que la petición de quienes volvieron por la ribera norte fue denegada.

El área que aparece en la fotografía a la izquierda del río fue designada “zona de gran precipitación”, mientras que el área de la derecha, donde vivían los Honke, pasó a ser “zona de pequeña precipitación”. (Fotografía tomada por Dōune Hiroko)
El área que aparece en la fotografía a la izquierda del río fue designada “zona de gran precipitación”, mientras que el área de la derecha, donde vivían los Honke, pasó a ser “zona de pequeña precipitación”. (Fotografía tomada por Dōune Hiroko)

“Mi madre perdió la vista después de haber padecido cataratas y glaucoma, y murió de un cáncer de vesícula. Yo he tenido que operarme tres veces de cataratas y ahora tengo, además, glaucoma. Me preocupa mucho haber sufrido exposición interna a la radiación (por ingestión de agua o alimentos contaminados), y es una preocupación lógica. Toda la gente de aquí dice al unísono que aquí también cayó la ‘lluvia negra’, pero el Estado no recoge nuestro testimonio”.

Nuevo estudio conjunto de la prefectura y el ayuntamiento

El movimiento para conseguir una reforma del sistema ha pasado por fases de gran actividad. En la segunda mitad de la década de 1980 Masuda Yoshinobu, que había trabajado en la Agencia Nacional de Meteorología como pronosticador, efectuó una nueva recogida de testimonios. A través de su estudio, Masuda llegó a la conclusión de que la “lluvia negra” había caído sobre un área mucho más amplia de lo que se había pensado. Posteriormente, otro estudio realizado entre 2008 y 2010 conjuntamente por el ayuntamiento de Hiroshima y por Gobierno de la prefectura (provincia) homónima, en el que se entrevistó a más de 30.000 personas, concluyó que la “lluvia negra” afectó a un área seis veces mayor que la “zona de gran precipitación” inicial.

En 2010, el Gobierno de la prefectura de Hiroshima, junto a los alcaldes de tres ciudades (el de Hiroshima entre ellos) y de cinco pueblos presentaron al Estado una petición para que las ayudas se extendieran a los vecinos de todas las zonas señaladas en el nuevo mapa y hasta el momento siguen manteniendo esa misma postura. La reivindicación ha quedado graficada en un panel explicativo colocado en el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima, que muestra un mapa en el que esta área más amplia queda delimitada por línea roja, más llamativa que las otras.

Panel explicativo sobre las zonas donde cayó la “lluvia negra” colocado en el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima.
Panel explicativo sobre las zonas donde cayó la “lluvia negra” colocado en el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima.

Sin embargo, en 2012 el Ministerio de Salud, mediante un consejo convocado ad hoc para estudiar la reclamación, emitió un dictamen según el cual el Gobierno no variaría su consideración de área afectada por la “lluvia negra”. Haciendo frente a esta resolución, en 2015, vecinos de las áreas excluidas presentaron ante el Tribunal de Distrito de Hiroshima una demanda colectiva contra el Estado. Habían pasado 70 años desde el bombardeo y 39 desde la zonificación.

Yo también soy hibakusha

El alma del grupo demandante es Takatō Seiji (79 años), residente en Saeki-ku (Hiroshima). Takatō se comprometió con la causa en 2002, al jubilarse de su trabajo como profesor de bachillerato. De su excompañera de estudios le llegaban noticias de personas que morían de enfermedades no identificadas, y de otras que quedaban en estado vegetal. Los dos visitaron a los enfermos de un lugar próximo a su casa, la antigua aldea de Hachiman, que fue incorporada a la ciudad de Hiroshima y que dista nueve kilómetros del centro de la explosión.

“Una de esas personas, un hombre, rechazó mi interés cuando fui a hablar con él, diciéndome que de todos modos no iba a curarse, que no tenía dinero para hospitales y que lo dejase en paz. Fue muy duro para mí. Mucha gente a la que visité había perdido ya las ganas de vivir”. Esta es otra de las áreas limítrofes que quedó excluida del mapa oficial de la “lluvia negra” y donde no se reparten cartillas, por lo que mucha gente se ha resignado a no recibir tratamiento. Si uno pregunta, se entera de que también aquí llovió aquel día. Para conseguir una ampliación del marco de ayudas públicas, Takatō estableció la Asociación “Luvia Negra” de Saeki. A la asamblea constituyente acudieron más de 100 personas, lo que permitió a Takatō hacerse una idea de la gran cantidad de afectados por la “lluvia negra” que seguían preocupados por sus posibles efectos.

Takatō Seiji. (Fotografía de Ishii Masato)
Takatō Seiji. (Fotografía de Ishii Masato)

Takatō tenía cuatro años cuando quedó expuesto a las radiaciones de la bomba. La casa familiar estaba en Kannon-machi, otra población incorporada a Saeki-ku, y en el mapa oficial quedó fuera de la zona de “gran precipitación”, hacia el oeste, por un escaso margen. Recuerda muy bien el violento resplandor, el atronador ruido de la explosión, cómo tembló la tierra, cómo el cielo se tornó rojo sobre Hiroshima y cómo, después, se hicieron las tinieblas. Pero, tal como declaró ante el tribunal, reconoce con franqueza que ya no está seguro de lo que ocurrió después. “Recogí algunos testimonios [en las cercanías de su casa] para conocer mejor en qué situación había estado yo mismo. Una mujer que entonces tenía 14 años me dijo que cuando se apresuraba a regresar a casa desde la escuela todo se puso oscuro y empezaron a caer tantos fragmentos de cosas y cenizas que ella caminaba sacudiéndose el uniforme. Cuando oí aquello, pensé que también yo habría recibido radiaciones junto a todas aquellas partículas y cenizas”.

Takatō fue un niño físicamente débil. Se le hinchaban los ganglios y tuvo que ser operado. Pero pasado aquello no volvió a sufrir enfermedades graves y pudo seguir su carrera docente hasta el final. Por eso, a veces le asalta la duda de pensar si una persona como él, que no tiene recuerdos claros sobre la “lluvia negra”, está cualificada para encabezar un movimiento.

A principios de 2019, a Takatō se le diagnosticó una cardiopatía hipertensiva y tuvo que ser hospitalizado durante dos semanas después de haber sufrido un ligero infarto cerebral. Este año también ha tenido que ser ingresado por arritmia. “La cardiopatía hipertensiva está entre las enfermedades oficialmente designadas como probablemente causadas por la radiactividad. Con todas estas cosas que me han pasado me he convencido de que también yo soy un hibakusha. Ahora”, concluye, “lo que me queda por hacer es cuidarme y ver en qué termina el juicio”.

La culminación de un esfuerzo colectiva

Desde que fue presentada la demanda en 2015, se celebraron 22 vistas orales del juicio de la “lluvia negra” antes de su conclusión en enero de 2020. El principal punto en litigio era si la zonificación hecha por el Estado para ofrecer las ayudas era la adecuada. El abogado Takemori Masahiro, que dirige el equipo de la defensa, sostiene que no hay fundamento alguno para restringir las ayudas a la zona de “gran precipitación” y que el informe meteorológico que sirvió de base a la zonificación se hizo dentro de grandes limitaciones materiales y de tiempo. “Después de la detonación reinaba una gran confusión y ni siquiera fue posible extender el estudio hasta las zonas más apartadas, donde vivían los demandantes”. Takemori añade que “si se interpreta el espíritu que alumbró la ley que rige las ayudas a los hibakusha, los demandantes están perfectamente cualificados para recibirlas. Mírese como se mire, dadas las circunstancias en que se hallaban quienes experimentaron la ‘lluvia negra’, no puede negarse que sufrieran los efectos de la radiactividad”.

De los 88 demandantes originales han muerto en estos últimos cuatro años 16. Cuatro de ellos fallecieron durante las vistas y sus demandas fueron retiradas. Otros nueve fallecieron también, pero sus familiares continuaron con el pleito. Los otros tres han fallecido después de finalizar las vistas orales. Entre ellos, la persona de más edad tiene 96 años (tenía 21 cuando cayó la bomba) y la más joven, 75 (cuatro meses).

La culminación de este esfuerzo llegó el 29 de julio, cuando el juez Takashima Yoshiyuki del Tribunal del Distrito de Hiroshima pronunció una sentencia favorable a los demandantes y ordenó a las autoridades que reconocieran al grupo como hibakusha. La sentencia presiona al Gobierno para que extienda la asistencia médica gratuita a otros grupos de hibakusha ignorados durante años.

El juicio de la “lluvia negra” no es en absoluto la primera acción legal tomada en nombre de los supervivientes de la bomba atómica en la décadas que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial, pero podría ser la última.

(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: los demandantes del juicio de la “lluvia negra” y sus simpatizantes celebran la victoria fuera del Tribunal del Distrito de Hiroshima el 29 de julio de 2020. © Jiji.)

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