Hiroshima ante la cumbre del G7

El G7 en Hiroshima: una oportunidad para reflexionar sobre la amenaza nuclear

Política Sociedad

Un veterano reportero que ha cubierto conflictos en varias zonas del mundo y que investiga en la actualidad asuntos relacionados con las armas nucleares nos ofrece su visión sobre la oportunidad que representa la cumbre del G7 en Hiroshima para volver a reflexionar sobre el peligro que supone esta amenaza para la humanidad.

Cuando alguien lee sobre Hiroshima y su pasado trágico, es posible que le parezca algo remoto. Todo el mundo sabe que los Estados Unidos lanzaron la primera bomba atómica usada en una guerra en dicha ciudad en 1945, pero nadie en realidad puede “sentir” cómo impactó a la población civil.

Hiroshima es uno de los destinos turísticos más populares de Japón. El pórtico torii “flotante” en Miyajima y la Cúpula Genbaku en el Parque Conmemorativo de la Paz de Hiroshima son Patrimonios de la Humanidad que dejan una honda impresión en una mayoría de visitantes. En las guías de viajes, no obstante, el lanzamiento de las bombas atómicas aparece como si el suceso fuera un retazo suelto del pasado en una tierra lejana, y apenas es tratado como una historia conmovedora.

El 19 de mayo comienza la cumbre del G7 en Hiroshima. En ella se reunirán los líderes de “Occidente”, incluidos los de tres potencias nucleares: Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Este es el momento perfecto para pensar, una vez más, en la siguiente pregunta: ¿Qué ocurriría si se usaran de nuevo armas nucleares como ocurrió en Hiroshima hace 78 años?

He reflexionado sobre esta cuestión durante algún tiempo, aunque fue hace más o menos un año cuando comencé a pensar en ella más a menudo. Esto se debe a que el presidente ruso Vladímir Putin amenazó al mundo diciendo que no dudaría en usar armas nucleares si no conseguía lo que quería a raíz de su invasión de Ucrania.

La Guerra es como un cáncer

Fui reportero y periodista de prensa escrita durante 33 años. Mi trabajo como tal me permitió viajar a muchas zonas en conflicto en todo el mundo tras finalizar la Guerra Fría.

He informado sobre los ensayos nucleares en Pakistán, los ataques de la OTAN en Kosovo y el cenagal bélico que fue la invasión y ocupación de Irak. Recientemente fui testigo en el lugar cuando Rusia anexionó Crimea en 2014 y estalló la lucha entre las fuerzas prorrusas que clamaban por la “independencia” y las tropas ucranianas en la región del Dombás.

La guerra es a la sociedad humana lo que el cáncer es al cuerpo humano. De igual manera, pedir simplemente la eliminación del cáncer no sirve para hacer frente al problema—necesitamos conocer y afrontar los mecanismos que permiten que ambas aberraciones sigan proliferando.

En la actualidad escribo mi tesis doctoral en Hiroshima centrado en los estudios para la paz, las relaciones internacionales y las armas nucleares. Conocer la guerra y comprender sus mecanismos es un primer paso para mantenerla bajo control. Creo que los periodistas y los investigadores de las relaciones internacionales pueden hacer una importante contribución arrojando luz sobre las causas de la guerra.

Nunca más: recordando a las víctimas y sus deseos

Hace más de 30 años trabajaba como reportero novato en Nagasaki. Aunque a veces es pasada por alto, Nagasaki sufrió tanto como Hiroshima a causa del lanzamiento de la bomba nuclear. Allí conocí a un reportero de una emisora de radio y periodista llamado Itō Akihiko. Itō había arriesgado su vida para ayudar a los hibakusha que habían sobrevivido al bombardeo atómico pero sufrían sus efectos prolongados. Dejó su trabajo en la radio en 1970, y de forma voluntaria entrevistó diligentemente a 1.003 hibakusha en Hiroshima y Nagasaki, documentando sus historias.

Antes de fallecer, Itō me habló de sus experiencias. Estaba siempre preocupado por la existencia de decenas de miles de armas nucleares y ante la posibilidad de que un conflicto precipitase su uso o nos llevase a otra crisis nuclear. Le angustiaba que la súplica de los hibakusha para que las armas nucleares nunca volviesen a ser usadas después de Hiroshima y Nagasaki no estuviera siendo atendida.

Recientemente me he visto invadido por una sensación de crisis similar.

Civiles y niños

Al pasear por Hiroshima hoy, uno puede verse envuelto por la sensación calmante de que la paz prevalece. A pocos minutos a pie al sur del epicentro del estallido atómico se encuentra la Avenida de la Paz. Esta calle está flanqueada por una espesa vegetación y una atmósfera serena, lo que ofrece la apariencia de que los habitantes han disfrutado de una vida apacible por mucho tiempo en este lugar.

No obstante, la misma existencia de esta calle es producto de la guerra, y en concreto de una que dejó en evidencia lo inhumanas y crueles que son las bombas atómicas.

En 1945, los Estados Unidos comenzaron a realizar bombardeos aéreos estratégicos en los principales centros urbanos del territorio japonés, incluidas ciudades pequeñas y medianas. Hiroshima fue una de las ciudades que fueron dejadas intactas de forma deliberada.

No obstante, nadie esperaba que esta situación durase mucho, y el ejército japonés decidió demoler parte del centro de la ciudad de Hiroshima para crear un cortafuegos y una carretera que pudiera ser usada para la evacuación. En esta área es donde se encuentra la Avenida de la Paz hoy.

Área del Parque Conmemorativo de la Paz de Hiroshima

Cerca del final de la guerra, muchos hombres de Hiroshima que no habían alcanzado la edad militar fueron llamados a filas. En la mañana del 6 de agosto de 1945, estos jóvenes, junto a numerosas chicas que también fueron reclutadas en escuelas de secundaria para ayudar, se concentraron cerca del que pronto sería el epicentro de la explosión para comenzar sus labores. Cuando la bomba estalló a unos 600 metros de altura en el aire, un número desproporcionado de adolescentes estaba en las inmediaciones. Al menos 6.000 jóvenes en edad escolar murieron de forma instantánea. Aún pueden verse en la Avenida de la Paz monumentos conmemorativos de los estudiantes de cada escuela, cerca de donde estaban trabajando.

Más allá del epicentro, murió también un enorme número de menores y personas que no tenían nada que ver con el ejército. Ese es el carácter esencial del primer uso de las armas nucleares en Hiroshima y Nagasaki.

Lo inhumano en las armas nucleares

A día de hoy aún no tenemos datos concretos sobre cuántas personas perdieron la vida en los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Dado que muchos de los registros se perdieron, las vidas de miles de víctimas se desintegraron y hoy son personas sin nombre en la historia. Este es solo uno de los aspectos de la naturaleza inherentemente indiscriminada e inhumana de las armas nucleares.

Otro es que el daño provocado por estas armas sigue latente más allá del período inmediato entre el comienzo de una explosión y su final. Muchas personas en Hiroshima y Nagasaki parecían haber salido ilesas, e incluso conservado la salud. Estas estaban, por supuesto, aliviadas al haber sobrevivido la detonación inicial de las bombas. No obstante, pocos años más tarde muchas murieron o comenzaron a sufrir dolencias ocasionadas por los efectos de la radiación de las bombas.

Las armas nucleares no son simplemente “bombas grandes” pertenecientes a un período más bárbaro que hoy solo se halla en los libros de historia. Son armas que aún son desplegadas en el mundo real y que, de ser usadas, sin duda provocarían daños “colaterales” inhumanos y de larga duración en la población civil. Más de 12.000 armas nucleares siguen hoy en día en manos de gobiernos en todo el mundo. Si todas ellas explotasen, sería suficiente para aniquilar a la humanidad.

Por tanto, el asunto de las armas nucleares tiene el potencial para convertirse en una “cuestión personal” para todo el mundo, y no debe ser tratado como una suerte de ejercicio militar abstracto. Pensar qué pasaría si las armas nucleares fuesen utilizadas de nuevo concierne a toda la humanidad.

Prestar atención a la escala de los daños

Los gobiernos de los países que poseen armas nucleares afirman con regularidad que las necesitan para “disuadir” que otros las usen. Aseguran que ellos no pretenden utilizarlas y que son solo un seguro para garantizar que personas como Vladímir Putin no se sienten tentados de amenazar con usarlas, o realmente lanzarlas, para ganar cierta ventaja estratégica. Que existan personas como Putin en la comunidad internacional da cierta validez a esta idea.

Sin embargo, este es un tipo de “póliza de seguros” inusual. Al firmar una póliza contra algún riesgo, se supone que eso debe tranquilizarnos en el caso de que ocurra una emergencia. Pero si en la letra pequeña del contrato dice que “el coste de esta tranquilidad será la muerte de decenas o centenares de miles de personas, o más”, ¿aun así firmarías el contrato?

Debemos prestar más atención a los daños que las armas nucleares provocarían en la vida de la población civil si fueran usadas. En este sentido, el argumento más poderoso contra el uso del armamento nuclear son los testimonios de las víctimas de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945.

Cuando los líderes del G7 se reúnan en Hiroshima, uno de los puntos de su agenda será la condena de la amenaza nuclear de Rusia. Se cree que se está considerando una visita al Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima. Esto es sin duda importante, pero espero que los líderes comprendan de verdad la importancia de Hiroshima y las consecuencias inhumanas del uso de las armas nucleares.

El mito de la gran potencia nuclear

Han pasado 78 años desde que las armas nucleares fuesen utilizadas en la guerra, una señal de que no debemos menospreciar una apropiada cautela respecto a las mismas. No obstante, debido al simbolismo tecnológico y militar que envuelve a estas armas tan destructivas, a lo largo de las décadas se ha forjado un mito por el que su posesión confiere un estatus de gran potencia a un país y lo convierte esencialmente en una entidad más importante.

Cuando los líderes del G7 se reúnan en Hiroshima este año, me gustaría que al menos apreciasen por sí mismos qué supondría que las armas nucleares volviesen a ser utilizadas. Cuando discutan sobre este armamento y la política que lo rodea, quiero que estos líderes conserven en sus pensamientos la destrucción que provocó en Hiroshima. Espero que entonces quede aclarada la respuesta a cómo debe afrontarse la cuestión de las armas nucleares.

(Fotografía del encabezado: el Pabellón de Promoción Industrial de la Prefectura de Hiroshima, o Cúpula Genbaku, visto desde el tejado de la Cámara de Comercio e Industria de Hiroshima. Fotografía del ejército de los Estados Unidos en noviembre de 1945. Por cortesía del Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima.)

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