Heisei, una era de desastres naturales que pillaron a Japón desprevenido

Sociedad Prevención de desastres Historia

Con dos grandes terremotos como el de Hanshin-Awaji y el del Este de Japón, más una sucesión constante de inundaciones y erupciones volcánicas, los tres decenios de la era Heisei pasarán a la historia como un periodo plagado de desastres naturales.

En el periodo de crecimiento acelerado de la era Shōwa casi no hubo desastres

Empecemos por hacer un repaso general de los desastres ocurridos en los cuarenta y cuatro años comprendidos entre 1945 y 1989. En los quince años que siguieron al fin de la Guerra del Pacífico, los desastres naturales se cobraron más de mil vidas al año. El terreno y las aguas japoneses estaban en mal estado porque la prolongada guerra había dejado al país sin fondos para su mantenimiento. El tifón de la bahía de Ise, que tuvo lugar en 1959 y arrebató la vida a 5.098 personas, motivó la aprobación de la Ley Básica de Medidas contra Desastres en 1961.

El mayor defecto de la nueva ley fue centrarse solo en medidas para los desastres que ya habían ocurrido, sin considerar las medidas necesarias para prevenir posibles desastres futuros. Teniendo en cuenta que se hallaba en una época de crecimiento acelerado en que la economía se expandía más de un 10 % anualmente, Japón no hubiera tenido ningún problema para financiar medidas públicas contra los desastres si se lo hubiera propuesto. Sin embargo, el destino quiso que no se produjera ningún gran desastre natural en aquellos tiempos, por lo que no se llegó a invertir en la aplicación de las medidas preventivas debido a las estipulaciones de la ley.

En los treinta años que transcurrieron desde el tifón de la bahía de Ise (1959) hasta el inicio de la era Heisei (1989), el desastre natural con más víctimas mortales fueron las inundaciones de Nagasaki en 1982, en que fallecieron 299 personas. En aquel periodo no hubo ningún tifón gigante ni ningún gran terremoto, pero el Gobierno malinterpretó la causa de la bonanza atribuyendo el mérito al potencial del país de evitar los desastres; en definitiva, se convencieron de que los fenómenos naturales ya no volverían a provocar daños a gran escala. Ese fue el marco mental que brindó a Japón una confianza excesiva en su capacidad de contribuir a la prevención de desastres internacional y a lanzar, en 1990, con el beneplácito de todos los países miembros de la ONU, la “Década de la prevención de desastres internacional”.

Heisei, una era turbulenta en el cielo y en la tierra

El nombre de la era Heisei significa “Paz en el cielo y la tierra, dentro y fuera del país”. Sin embargo, fue estrenar la nueva era y empezar a desencadenarse gigantescos desastres naturales tanto en Japón como en otros países. En el primer año, 1989, tuvo lugar el terremoto de Loma Prieta, que asoló la bahía de San Francisco. Los países en desarrollo también se vieron afectados por fenómenos naturales: en 1991, la marejada ciclónica se cobró 143.000 víctimas en Bangladesh y el monte Pinatubo, en Filipinas, experimentó la que fue la mayor erupción volcánica del siglo XX. Al hacer un repaso de los años noventa, no podemos más que admitir que fue una década de continuos desastres a escala mundial.

También en 1991, en Japón el monte Unzen entró en erupción y el flujo piroclástico resultante causó varias muertes. En 1993 tuvo lugar el terremoto de Hokkaidō y el tsunami que siguió solo cinco minutos después del seísmo se llevó más de 200 vidas solo en la isla de Okushiri. El Gran Terremoto de Hanshin-Awaji, en 1995, provocó daños sin precedentes. La tragedia reveló la fragilidad ante los desastres de los barrios de casas de madera densamente poblados que se habían construido en las grandes ciudades antes de la era del crecimiento económico acelerado.

Tras el Gran Terremoto de Kantō de 1923, en Japón se creyó que los daños humanos a gran escala en un terremoto solo podían producirse a causa de los incendios descontrolados en las zonas urbanas. No obstante, el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji demostró que los barrios de casas viejas de madera podían convertirse en un arma letal: cinco mil de las muertes inmediatamente posteriores al seísmo se produjeron en ese tipo de zonas. Fue entonces cuando se comprendió que la escala de los daños dependía en gran medida de la resistencia de la sociedad, es decir, de la capacidad de prevenir desastres (capacidad de evitar daños debidos a los desastres naturales).

Con el Terremoto de Chūetsu, ocurrido en la prefectura de Niigata en 2004, aprendimos que las zonas de montaña también eran vulnerables a los desastres sísmicos a causa de los desprendimientos del terreno. En 2011 llegó el Gran Terremoto del Este de Japón, que, con un tsunami de dimensiones inauditas, terminó con la vida de unas 22.000 personas.

Hasta 2017 pasaron treinta y cinco años sin ningún desastre derivado de vientos e inundaciones con más de 100 víctimas, pero las inundaciones del oeste de Japón de julio de 2018 provocaron más de 240 muertes, poniendo de manifiesto que Japón tampoco tenía una gran capacidad de prevenir desastres causados por este tipo de fenómenos. Heisei ha sido verdaderamente una era de turbulencias naturales.

Medidas de prevención de desastres para un país al que urgen las reformas

Hasta que se produjo el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji en 1995, Japón no era consciente de la activación sísmica de la zona oeste de la fosa de Nankai y solo se preocupaba de los terremotos de Tōkai, en la zona este, derivados de la fosa del mismo nombre. Es más, tras la aprobación de la Ley de Contramedidas Sísmicas de Gran Escala en 1978, se creía que era posible predecir la ocurrencia de estos terremotos. Fueron los daños imprevisibles del Gran Terremoto del Este de Japón, en 2011, los que llevaron a modificar la escala de posibles terremotos futuros. El resultado fue determinar que se prevén terremotos gigantes en la fosa de Nankai y en la metrópolis de Tokio que pueden representar un desastre nacional y sumir a Japón en una crisis. También se declaró como desastre nacional potencial una subida de la marea en la bahía de Tokio que desbordaría el río Tone o Arakawa provocando inundaciones masivas.

Las previsiones quedaron demostradas con el terremoto de Kumamoto de 2016, cuando se comprobó que no era posible aplicar eficazmente la Ley de Ayuda en Desastres ni la Ley Básica de Medidas contra Desastres en el caso de daños a gran escala derivados de un terremoto. Se confirmó que, de ocurrir un desastre nacional como los que mencionábamos arriba, el alcance de los daños superaría la capacidad de respuesta prevista por la legislación y la Ley de Ayuda a las Víctimas de Desastres Naturales se quedaría corta. Urge reformar el marco legal, pero lo cierto es que a la sección de la Oficina del Gabinete dedicada a la prevención de desastres le resulta difícil codificar el conocimiento (verbalizarlo, visualizarlo, cuantificarlo y convertirlo en reglamento) necesario para ello.

En 2018 las autoridades se vieron desbordadas por la sucesión de desastres (el terremoto de Osaka, las lluvias torrenciales del oeste de Japón, el tifón Jebi y el terremoto de Hokkaidō) y no tuvieron tiempo para efectuar reformas legales. Las lluvias torrenciales del oeste de Japón también pusieron de relieve el problema de la multitud de víctimas causadas por dificultades de evacuación, cuya solución precisa también de una atención urgente.

El papel de los voluntarios en el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji

Desde que Japón se convirtió en una nación moderna con la Restauración Meiji, la prevención de desastres se dejó en manos del Gobierno, es decir que se desarrolló principalmente desde el sector público. Esto cambió radicalmente en 1995, con el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji, cuando un cuerpo de más de 1,4 millones de voluntarios desempeñó un papel crucial en la recuperación y la reconstrucción de las zonas damnificadas. La necesidad de ayuda creó un nuevo marco de actuación importante en que se estableció la colaboración del sector privado con el Gobierno central y los regionales. También en el Gran Terremoto del Este de Japón, sucedido en 2011, se hizo manifiesto que de cara al futuro resultaría imprescindible contar con la ayuda de los voluntarios de organizaciones sin ánimo de lucro y oenegés para el restablecimiento de la vida cotidiana de las víctimas de desastres.

La construcción de infraestructuras como los diques de control de inundaciones, los canales de drenaje, los embalses, las protecciones costeras o las compuertas de contención, así como el desarrollo de dispositivos de amortiguación sísmica y de sistemas más precisos de previsión meteorológica son fruto de la ciencia y la ingeniería, y forman parte de la “civilización de los desastres naturales”. Por otro lado, existe una “cultura de los desastres” formada por un fondo de conocimientos y sabiduría obtenidos de la experiencia de desastres pasados que la comunidad regional lega de generación en generación. Si dependemos excesivamente de la “civilización de los desastres”, es decir de la ayuda pública, vamos perdiendo la sensación de alerta frente a los desastres que albergábamos originalmente y nos quedamos rezagados en el progreso de la cultura de los desastres, que es un conocimiento necesario para no ser víctimas de los desastres, de modo que quedamos expuestos a las crisis.

La “cultura de los desastres” en las ciudades vulnerables

Las sociedades desarrollan una civilización y, sobre esta, una cultura, enriqueciéndose progresivamente. En la actualidad, sin embargo, debemos admitir que, en lugar de reducirse, la diferencia entre la civilización y la cultura de los desastres se agranda cada vez más. El envejecimiento demográfico, el decaimiento de las comunidades y el descenso de la población son algunos de los factores que influyen en esta tendencia. La excesiva concentración demográfica en la zona de Tokio también contribuye al distanciamiento entre la civilización y la cultura de los desastres.

En Tokio, por ejemplo, no paran de construirse bloques altos de viviendas. Cada nuevo bloque implica un aumento de unos mil residentes nuevos. Como los recién llegados y los vecinos de toda la vida casi no se relacionan, los vínculos de la comunidad local se pierden. Eso sí, los servicios básicos como la electricidad y el agua no se gestionan individualmente por edificios, sino por barrios. Si la infraestructura se ve dañada por un terremoto, los bloques de pisos se quedan sin luz a pesar de que sus edificios salgan indemnes. Sin electricidad para hacer funcionar los ascensores y sin agua, los inquilinos de los pisos tampoco pueden seguir con su vida normal.

Por otro lado, los residentes de esos bloques de pisos enormes no tienen cabida en los lugares designados como refugios en caso de desastre, como las escuelas primarias y secundarias de la zona. Y, mientras que los vecinos deben participar en la gestión de los refugios, los nuevos residentes ni siquiera reciben la instrucción necesaria para ello. En definitiva, ni el Gobierno Metropolitano de Tokio ni los ayuntamientos de sus barrios prevén que los residentes de estos nuevos edificios acudan en masa a los refugios, pero si acuden se verán obligados a admitirlos en ellos. Todo esto impide que se aplique el conocimiento de medidas contra desastres de los residentes de la zona, es decir la cultura de los desastres. La destrucción de esta cultura hace que aumenten los daños derivados de los fenómenos naturales. La amenaza de un terremoto en la capital nipona, por tanto, no hace más que crecer.

Principales desastres naturales de la era Heisei

Fecha Nombre Muertos y desaparecidos
Junio de 1991 Erupción del monte Unzen 44
Julio de 1993 Terremoto de Hokkaidō de 1993 230
Enero de 1995 Gran Terremoto de Hanshin-Awaji 6.437
Marzo de 2000 Erupción del monte Usu 0
Junio de 2000 Erupción de la isla de Miyake 1
Octubre de 2004 Tifón 23 de 2004 98
Octubre de 2004 Terremoto de Chūetsu (Niigata) 68
Julio de 2007 Terremoto de la bahía de la costa de Chūetsu (Niigata) de 2007 15
Marzo de 2011 Gran Terremoto del Este de Japón 22.199
Septiembre de 2011 Tormenta tropical Talas 98
Agosto de 2014 Desprendimientos de tierra de Hiroshima 77
Septiembre de 2014 Erupción del monte Ontake 63
Abril de 2016 Terremoto de Kumamoto 267
Julio de 2017 Inundaciones del norte de Kyūshū 41
Junio de 2018 Terremoto del norte de Osaka 6
Julio de 2018 Inundaciones de Japón de julio de 2018 245
Septiembre de 2018 Tifón Jebi 14
Septiembre de 2018 Terremoto de Hokkaidō de 2018 42

Fotografía del encabezado: el barco turístico Hamayuri quedó posado sobre el tejado de una pensión tras ser arrastrado por el tsunami del Gran Terremoto del Este de Japón. Imagen tomada el 8 de abril de 2011, en Akahama, prefectura de Iwate. (Jiji Press)

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