El acoso físico, un problema que no resuelven policías ni jueces

Sociedad

Una experta que lleva 20 años de experiencia en el manejo de casos de acoso señala las limitaciones de la legislación y la necesidad de que los acosadores reciban apoyo psicológico o tratamiento psiquiátrico.

Kobayakawa Akiko KOBAYAKAWA Akiko

Directora de la organización sin ánimo de lucro Humanity. Nació en Aichi en 1959. Recibe y atiende consultas sobre todo tipo de hostigamiento: acoso físico, violencia doméstica, etc. Es autora de Sutōkā: ‘Futsū no hito’ ga naze hyōhen suru no ka (“Acosadores: por qué la gente normal se transforma”; Chūkō Shinsho Laclef, 2017), y Sutōkā wa nani wo kangaete iru ka(“En qué piensan los acosadores”; Shinchō Shinsho, 2014), entre otras obras.

20 años desde el asesinato de Okegawa

La conciencia social sobre la gravedad del acoso físico (stalking) recibió un gran impulso en Japón a raíz del caso de acoso y asesinato ocurrido en la ciudad de Okegawa (prefectura de Saitama) en octubre de 1999. Una universitaria que sufría acoso físico murió tras ser acuchillada frente a la estación de la ferroviaria JR en dicha ciudad. Se supo que la víctima había puesto previamente en conocimiento de los hechos a la comisaría de policía de Ageo, en la misma prefectura, y que esta había desatendido su consulta, por lo que sus encargados fueron sancionados. El caso sirvió como detonante para promover la Ley de prohibición del acoso físico, que fue promulgada en 2000. Bajo esta ley, la policía emite advertencias a las personas que repiten acciones persecutorias, como acechar o presentarse unilateralmente en lugares frecuentados por la víctima, pudiendo incluso arrestarlas en los casos más graves.

Sin embargo, después de aquello se han sucedido otros muchos casos similares y la actuación de la política sigue siendo criticada. En noviembre de 2012, en Zushi (prefectura de Kanagawa), una mujer de 33 años fue acuchillada hasta la muerte por su expareja. El agresor se suicidó seguidamente. En este caso, la atención se centró en el hecho de que el agresor había enviado a su víctima numerosos correos electrónicos en los que la amenazaba de muerte. En octubre de 2013, una estudiante del tercer año de bachillerato de Mitaka (Tokio) fue igualmente asesinada a puñaladas por un hombre con quien había sostenido una relación, y que se había introducido subrepticiamente en su apartamento. En este otro caso, se señaló el hecho de que el agresor, que entonces tenía 21 años, hubiera publicado fotografías de desnudos de la chica, lo que se denomina comúnmente revenge porno (contenidos de carácter pornográfico publicados sin permiso del interesado o interesada, como venganza). En mayo de 2016, en un local con música en vivo de Koganei (Tokio) una universitaria que solía actuar como cantante fue atacada con arma blanca por un supuesto fan, y resultó gravemente herida. Previamente, había advertido a la policía de que recibía en su cuenta de Twitter mensajes cada vez más agresivos y temía por su vida. Pero tampoco en este caso se hizo nada para evitar el ataque.

Tras los casos de Zushi y Koganei, la ley fue reformada para incluir entre las formas de acoso las realizadas a través del correo electrónico y de las redes sociales. Así pues, desde el punto de vista legislativo, se han hecho avances y la atención policial también es mejor. Pero este acoso solo se castiga con penas de reclusión mayor de hasta dos años o con multas de hasta dos millones de yenes. Las víctimas deben vivir con el temor permanente a que, una vez cumplida la pena, su agresor vuelva a cebarse en ellas.

“La legislación contra el acoso físico se centra en la evitación del primer delito y tiene poder disuasorio”, comenta la psicóloga Kobayakawa Akiko, directora de la organización sin ánimo de lucro Humanity. “Pero cuando el acosador ya ha vertido sus amenazas o ha causado heridas o cometido cualquier otro delito, es necesario detenerlo rápidamente para evitar que reincida”, añade.

Con la legislación y la reacción policial actuales, lo que se puede hacer es muy limitado. Kobayakawa lleva 20 años tratando directamente con los agresores en representación de las víctimas. Ha ofrecido orientación a más de 500 agresores, con la esperanza de que esto contribuya a detoxificarlos o neutralizar su agresividad. 

Personas patológicamente dependientes de otras

“Comencé a atender a las víctimas de acoso físico en 1999, que fue el año del caso de Okegawa, partiendo de mi propia experiencia como acosada”, rememora. Cuando, en 1994, Kobayakawa puso en marcha una empresa de importación de obras de arte, un conocido suyo la presionó para que le dejase participar en la dirección de la misma. Al recibir una negativa, el hombre sufrió una transformación y se convirtió en un acosador, explica ella. “Se presentaba de improviso en la empresa y se ponía violento. Uno de mis empleados resultó incluso herido. Puse el hecho en conocimiento de la policía, pero lo que me dijeron fue que si el tipo volvía por la empresa y le prendía fuego o algo así, fuera a contárselo otra vez. Vi que con la policía era inútil, así que me moví por mi cuenta y contraté a una empresa de seguridad para que me pusiera un guardaespaldas”.

El acoso continuó durante varios años y solo la protección que le ofrecía la empresa de seguridad evitó males mayores. Pero la ansiedad que le produce saber que alguien le guarda tal rencor no la abandona nunca. “La costumbre de volver la cabeza para ver si no hay ningún peligro por ahí detrás ya no me la puedo quitar”, dice.

Ella sufrió mucho con este acoso y sintió deseos de ayudar a otras personas que también estaban sufriendo. Así fue como empezó a entrevistar a los agresores, siempre a petición de las víctimas. “Pensé que sería posible utilizar el acercamiento llamado psicoterapia gestáltica, que había aprendido después de graduarme de la universidad. Es una terapia en la que se otorga una gran importancia al respeto de los límites que separan a uno mismo de los demás”, explica.

“Al principio”, continúa, “iba con la idea de que los acosadores son gente pérfida y que yo tenía que servir a las víctimas de escudo protector. Pero cuando, a petición de las víctimas, me entrevisté con esas personas que habían protagonizado casos de acoso, comprendí que también ellas sufrían. Había gente que acosaba después de haber experimentado grandes sufrimientos por una relación amorosa, personas que no habían podido enderezar su vida y que se autolesionaban una y otra vez. Y me di cuenta enseguida de que todas ellas tenían una dependencia patológica de alguna persona en concreto”.

Mediación de una tercera persona sin relación con la policía

Kobayakawa define al acosador como una persona que “ha desarrollado un excesivo interés en otra (pudiendo ser esta también una organización, una determinada área, etc.) y que, por unas excesivas ansias de proximidad, se acerca a ella sin su permiso”. Distingue entre los acosadores varios tipos. Aunque la ley contra el acoso parte de la premisa de que existe un sentimiento amoroso o algún otro tipo de afecto insatisfecho, también puede haber casos de acoso entre padres e hijos y acosadores movidos por el odio, sin que medie sentimiento amoroso, como fue el caso del acoso sufrido por la propia experta. Muchos casos siguen el patrón del rechazo y en ellos es la ruptura de una relación amorosa o algún otro tipo de lazo muy estrecho lo que causa el acoso. Los últimos casos registrados en Japón pertenecen en general a ese tipo, asegura.

Kobayakawa distingue tres grados en la peligrosidad psicológica y, una vez recibida la consulta de la víctima, juzga cómo debe hacer frente al problema diagnosticando primero en qué grado se encuentra el acosador. En el primer nivel o Grado de Riesgo, el acosador sufre y pretende que la otra persona lo comprenda y se haga cargo. En el segundo o Grado de Peligro, los sentimientos del acosador hacia su víctima se enconan y formula quejas o críticas, pidiéndole que se responsabilice de algo, etc. Todavía se puede producir una escala que podría derivar incluso en un asesinato. Estaríamos entonces en el tercer nivel o Grado de Veneno. Kobayakawa estudia junto a la víctima en qué grado se encuentra el acosador.

“Alguien tiene que advertirles de que no sigan adelante antes de que hayan alcanzado el Grado de Veneno y, por supuesto, es de agradecer que la policía haga llegar su advertencia al acosador. Pero hay casos en los que la intervención de la policía puede ser contraproducente. Por eso, creo que es necesario coordinar acciones para que, cuando la policía envíe su advertencia al acosador, este reciba algún tipo de apoyo, ya sea de un psicólogo o de otro profesional de la salud, como un trabajador social del campo de la psiquiatría. Hace falta alguien que cuide de él, que le diga, mira, tú has recibido esa advertencia pero seguro que tú también estás sufriendo. Lo ideal es que el psicólogo lo atienda antes de que se emita esa advertencia. Bueno, en realidad lo mejor sería que un experto en psicología del acosador pudiera atenderlo antes de que se presente la denuncia a la policía”.

El referido caso de Zushi, en 2012, es de muy amargo recuerdo para Kobayakawa. Cuando la víctima, una mujer llamada Miyoshi Rie, se puso en contacto con ella un año antes, el acosador estaba ya detenido por amenazas. Kobayakawa comprendió que solo con acciones legales no podrían impedirse ulteriores ataques y propuso entrevistarse directamente con él como psicóloga. Pero no fue posible obtener el visto bueno de Miyoshi. Posteriormente, el acosador fue enjuiciado, hallado culpable y puesto en libertad a condición de que se sometiera a observación. Cuando, en marzo del año siguiente, el acosador volvió a enviar grandes cantidades de mensajes de correo electrónico a Miyoshi, Kobayakawa instó a Miyoshi a que denunciase el hecho para que el agresor fuera rápidamente detenido. Miyoshi imploró a la policía para que lo detuviera, pero le dijeron que el asunto debía dirimirse por lo civil y no hicieron nada por ella. Kobayakawa vive con la amargura de pensar que, si hubiera insistido más y conseguido que Miyoshi le permitiera intervenir para hablar directamente con el acosador, habría podido evitar el fatal desenlace. “Este sentimiento me acompañará durante el resto de mi vida”, confiesa.

Su encuentro con un tratamiento revolucionario

“En mi trabajo, me las arreglaba para rehabilitar a nueve de cada 10 acosadores que trataba, pero siempre había un porcentaje con el que no obtenía resultados. Me planteé entonces qué método podía utilizar para neutralizar también las tendencias del 10 % restante”. En 2013, conoció a Hirai Shinji, médico del Centro Médico Psiquiátrico de Shimofusa, ubicado en la ciudad de Chiba (prefectura homónima), e integrado en la Organización de Hospitales Nacionales de Japón. Este encuentro le abrió nuevos horizontes. Hirai le aseguró que la técnica de control de reflejos condicionados que él mismo había creado y estaba utilizando en dicho centro podía aplicarse también al tratamiento de los acosadores. Es este un tratamiento para drogadicción, alcoholismo, ludopatías y otros tipos de dependencia en los que la capacidad del individuo de controlar su comportamiento se ve entorpecida. A lo largo de 13 semanas, los pacientes permanecen ingresados y siguen un programa de ejercicios mentales escalonados. Se ha comprobado que, concluido el programa, se aminora su deseo de realizar “comportamientos desviados repetitivos” y se fortalece su capacidad de autocontrol.

Cuando Hirai le aseguró que sería capaz de curar a los acosadores, Kobayakawa no acababa de creérselo y decidió hacer una prueba con una veinteañera que se atormentaba y pensaba incluso en morir porque no podía dejar de acosar. Cuando finalizó su programa, la mujer había logrado dejar atrás su fijación en la persona a la que acosaba.

Desde 2014, Kobayakawa trabaja en coordinación con el centro de Shimofusa y asegura que la mayor parte de los más de 20 acosadores de los grados de Peligro y Veneno que ha enviado allí para que fueran tratados ha logrado liberarse de su fijación. En el caso en que sus coordinaciones con la policía y con los tribunales resultaron exitosas, Kobayakawa solicitó la puesta en libertad del acosador encausado por amenazas, con la condición de que aceptase ser internado en el centro de Shimofusa, para lo cual Hirai actúa como garante. La policía se encarga de escoltar al encausado al centro. Kobayakawa asegura que el acosador, que luego recibió sentencia en suspenso (libertad condicional sin ingreso en prisión) ha logrado superar su fijación y comenzar una nueva vida.

“Hoy en día, en círculos médicos, muchos ven al acosador como una persona cuya capacidad de autocontrolarse está mermada, pero no como a un enfermo que sufre una psicopatología y, por tanto, consideran que debe recibir atención psicológica pero no un tratamiento médico propiamente dicho. Así, los propios agresores acaban pensando que no son enfermos. Es necesario tener una conciencia común de que este problema es una psicopatología y, partiendo de esta premisa, cambiar el funcionamiento de los tribunales hasta conseguir que los jueces ordenen a los culpables que se sometan a tratamiento”.

Un nuevo tipo de acosador producto de las redes sociales

Últimamente, Kobayakawa recibe muchas consultas de personas que sufren acoso de parte de otras con quienes se conocieron a través de las redes sociales, y a quienes no han visto en persona ni una sola vez. También está aumentando el número de casos protagonizados por alumnos de secundaria obligatoria (12-15 años) o bachillerato (15-18). Kobayakawa señala que, a partir de ahora, conforme las redes sociales vayan penetrando en la vida escolar, hará falta una educación sobre el acoso. “Los profesores tienen que estar bien preparados para hacer frente a una eventualidad y debería pensarse también en alguna actividad para los alumnos, simulaciones de casos concretos o algo parecido, de forma que tengan un buen conocimiento y no incurran ellos mismos en esos comportamientos”.

Según datos de la Agencia Nacional de Policía, las denuncias por acoso físico han continuado subiendo año a año entre 2012 y 2018 y superan ya las 20.000 en los seis años consecutivos.

“Ahora las redes sociales están en su apogeo y los casos de acoso seguirán aumentando. Además, tengo la impresión de que el proceso de agravamiento del Grado Peligro al Grado Veneno se está acelerando”, advierte Kobayakawa. “Me gustaría que el tratamiento de control de los reflejos condicionados se difundiera con la mayor rapidez posible. Es un tratamiento revolucionario y pionero en el mundo”, concluye la experta.

Reportaje y texto: Itakura Kimie (redacción de nippon.com)

Fotografía del encabezado: Kobayakawa Akiko, directora de la organización sin ánimo de lucro Humanity (julio de 2019, en Tokio).

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