Imoto Naoko: del deporte olímpico a la ayuda humanitaria

Sociedad

La ceremonia de entrega de la antorcha para los Juegos Olímpicos de Tokio tuvo lugar el 19 de marzo en el Estadio Panathinaiko de Atenas. Tras el brote del nuevo coronavirus, el presidente del comité organizador, Mori Yoshirō, renunció a su asistencia a la ceremonia, pero fue reemplazado por Imoto Naoko, de 43 años, que vive en Grecia.

Imoto representó a Japón en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996 como miembro del equipo nacional de natación. Después de retirarse como deportista de alta competición, se trasladó a los países en desarrollo como especialista en educación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y actualmente se encarga de apoyar la educación de los refugiados en Grecia. Hablamos con ella para conocer cómo pasó de ser una competidora olímpica a una trabajadora de ayuda humanitaria.

Un campo de fútbol en un campo de refugiados

A mediados de febrero, antes de que la catástrofe del nuevo coronavirus se extendiera por Europa, acompañé a Imoto Naoko para hacer este reportaje al campo de refugiados de Eleonas, el mayor de Grecia, situado en las afueras de Atenas.

Cuando me adentré en el terreno quedé boquiabierto. Frente a mí, rodeado de viviendas provisionales, había un campo de fútbol. Era lo suficientemente grande como para jugar al fútbol sala y estaba cercado con vallas para evitar que el balón se escapara fuera. En el campo, de césped natural, unas chicas que por su edad parecían estar en secundaria animaban y disfrutaban del partido.

Un campo de fútbol de césped natural rodeado de coloridas viviendas provisionales (Fotografía del autor).
Un campo de fútbol de césped natural rodeado de coloridas viviendas provisionales (Fotografía del autor).

Cuando exclamé: “Jamás hubiese imaginado un campo de fútbol tan magnífico en medio de un campo de refugiados”, Imoto sonrió. Luego ella me guío a un aula prefabricada diciendo: “Vamos a ver las clases de refuerzo para los niños”.

Unos ocho estudiantes de primaria llevaban auriculares y miraban fijamente las pantallas de sus tabletas. No se oía ni un solo murmullo. Cuando un niño tenía problemas para entender cómo manejar la tableta, Imoto se quedaba a su lado y se lo explicaba en un griego muy fluido.

“Más de 100.000 refugiados viven actualmente en campamentos diseminados por toda Grecia. La mayoría de ellos son personas que han huido de países como Siria y Afganistán, y unos 40.000 de ellos son niños. Alrededor del 40 % de ellos asisten a escuelas públicas, mientras que el resto aún son preescolares. En UNICEF apoyamos al Ministerio de Educación en la escolarización y recibimos fondos de la Unión Europea y otras fuentes para proporcionar educación no formal a los niños. Por ejemplo, estamos desarrollando materiales educativos utilizando tabletas para que puedan aprender griego mientras se divierten”.

En otra aula, los niños de una escuela de secundaria pública trabajaban en sus deberes escolares con un profesor griego. Imoto es la jefa del equipo de educación de la oficina del UNICEF en Grecia y dirige a tres funcionarios griegos y a numerosos miembros de ONGs.

“Como en otros países de Europa, Grecia ha pasado a tener un gobierno de centroderecha, lo que dificulta la aceptación de refugiados. Todos los días trato de averiguar cómo hacer que los funcionarios del Ministerio de Educación cooperen conmigo”. Su trabajo es agotador, pero se puede percibir una sensación de satisfacción en su voz. Quería saber por qué Imoto pasó de ser una nadadora olímpica a ayudar a los refugiados.

Descubriendo la injusticia del mundo en los atletas de los países pobres

Imoto nació en la prefectura de Aichi y se crio en Tokio. Empezó a nadar a los tres años y batió el récord escolar japonés de los 50 metros libres cuando cursaba sexto de primaria. Después de graduarse en secundaria, se unió a la Escuela de Natación Itoman, un prestigioso club de Osaka, con el objetivo de convertirse en atleta olímpica. Se alejó de la casa de sus padres y comenzó a vivir en un dormitorio.

Rodeada por fuertes rivales como Chiba Suzu y Minamoto Sumika, en su primer año de instituto perdió la clasificación para las Olimpiadas de Barcelona por una diferencia de 0,1 segundos. Aunque pasó gran parte de su tiempo entrenando duro en la escuela secundaria y el instituto, su continuo deseo de trabajar internacionalmente en el futuro la diferenciaba del resto. Todos los días, después del entrenamiento matinal, tenía por costumbre sacar el periódico matutino de la oficina del entrenador y revisarlo.

“Creo que me ha influenciado el hecho de que a mis padres les gusta leer el periódico. Me encantaba especialmente la sección internacional y quería hacer un trabajo internacional en el extranjero, así que estudié inglés con mucho ahínco desde el primer año de la escuela secundaria”.

En el otoño de su tercer año de instituto, cuando aspiraba a las Olimpiadas de Atlanta, fue testigo de una increíble escena en los Juegos Asiáticos de Hiroshima. En el complejo residencial para los competidores, los atletas de los países en desarrollo comían con gran deleite los helados y flanes gratuitos. Las copas vacías iban apilándose una tras otra. Parecía que estaban compitiendo para ver quién podía comer más. Por otro lado, los japoneses mantenían un estricto control nutricional enfocado al día de la competición.

“Fui seleccionada para representar a Japón desde mi segundo año de secundaria, y cuando viajaba al extranjero y asistía a competiciones internacionales, había nadadoras que llevaban trajes de baño muy viejos y desgatados aun siendo competidoras como yo. No tenían ropa de equipo y usaban camisetas. Como sus tiempos eran realmente lentos, pregunté qué pasaba con ellas y la respuesta fue: ‘Es que en su país no tienen piscinas’. Al comparar la diferencia existente entre mi entorno privilegiado y el suyo, sentí que el mundo era injusto”.

Un día, cuando empezó a considerar seriamente ir a la universidad, un titular pequeño debajo de un artículo sobre el conflicto en Yugoslavia le llamó la atención: “Genocidio en Ruanda, África Oriental”. Se dice que un millón de personas fueron masacradas en 100 días.

“Casi medio siglo después del final de la Segunda Guerra Mundial, Japón se ha vuelto muy pacífico, sin embargo, en algunos lugares de la Tierra, los seres humanos siguen siendo masacrados. Además, la tragedia fue causada por manos humanas, no por una bomba atómica. Mientras pasaba todo aquello, yo estaba leyendo el periódico tan tranquilamente...”

El segundo acto de la vida

En ese momento, sintió que había vislumbrado el camino que seguiría después de las Olimpiadas. Solicitó y aprobó el examen de ingreso recomendado para la Facultad de Gestión Política de la Universidad de Keio. En 1996, durante su segundo año en la universidad, participó en los Juegos Olímpicos de Atlanta formando equipo con Chiba Suzu, Yamanoi Eri y Miyake Aiko, y alcanzaron el cuarto puesto en el relevo libre de 4×200m. Después de esto, solicitó permiso a la universidad para aplazar temporalmente su carrera e irse a estudiar a la Universidad Metodista del Sur en los Estados Unidos, donde continuó nadando competitivamente mientras aprendía relaciones internacionales. Después de graduarse, retornó a su universidad para competir en los Juegos Olímpicos de Sídney, pero no llegó a la selección final y decidió retirarse del deporte de competición.

En la final de relevos libres de 4×200m de las Olimpiadas de Atlanta, Imoto parece estar rezando mientras sigue con la mirada a su compañera de equipo (Fotografía cortesía de Imoto Naoko).
En la final de relevos libres de 4×200m de las Olimpiadas de Atlanta, Imoto parece estar rezando mientras sigue con la mirada a su compañera de equipo (Fotografía cortesía de Imoto Naoko).

En este punto arranca el segundo acto de su vida. Después de licenciarse en la Universidad de Keio, trabajó como secretaria parlamentaria y redactora de deportes antes de estudiar en la Escuela de Posgrado de la Universidad de Manchester en el Reino Unido, donde obtuvo un máster en conflictos y construcción de la paz. En 2003, fue destinada por Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (JICA) a Ghana, país afectado por la pobreza, en calidad de pasante. Además, trabajó como planificadora e investigadora en Sierra Leona y Ruanda para apoyar la reconstrucción después del conflicto.

En 2007, finalmente vio cumplido su sueño y obtuvo su calificación como personal de la ONU y fue contratada como empleada de UNICEF. Ha trabajado en Sri Lanka durante la guerra civil, en Haití después del gran terremoto y en Filipinas después de un tifón, así como en Malí, África Occidental, donde participó en la puesta en marcha del Proyecto de Educación para la Construcción de la Paz, comenzando por la elaboración de libros de texto y prestando apoyo educativo para la prevención de la infección por el virus del Ébola.

En Malí, también se dedicó al apoyo educativo para la prevención de la infección por el virus del Ébola (Fotografía cortesía de Imoto Naoko).
En Malí, también se dedicó al apoyo educativo para la prevención de la infección por el virus del Ébola (Fotografía cortesía de Imoto Naoko).

Educación y deporte: dos ruedas de un mismo carro

En 2016, la UE estableció campamentos de refugiados en Italia y Grecia en respuesta al aumento de refugiados de África y Oriente Próximo. Mientras que Italia acepta principalmente a refugiados de África y trabaja en su formación profesional, Grecia acepta a refugiados que han huido del Oriente Próximo y se centra en apoyar la escolarización de sus hijos y la educación primaria y secundaria.

Imoto se presentó a una convocatoria para un puesto como responsable de educación en la oficina de Grecia. Quería asumir el nuevo objetivo de ayudar a los niños refugiados mientras negociaba con los organismos gubernamentales de los países desarrollados de Europa. “Porque para ellos, que han sido expulsados de su país, el mayor motor de su futuro es la educación”, afirmó Imoto.

Cuando se construye un campo de refugiados, Imoto solicita a las partes implicadas que construyan un campo de fútbol junto con las aulas.

Cuando asentí con entusiasmo afirmando: “Ya veo. Se trata de la educación para la paz a través del deporte basada en su experiencia como deportista olímpica, ¿verdad?”, Imoto sonrió con amargura mientras lo negaba con la cabeza. “Los periodistas siempre tratan de conectarlo así... Si se construyen aulas, es natural que también se construyan como parte de la misma instalación zonas para jugar y practicar deporte. Creo que el deporte es más que una parte de la educación, tiene un valor propio equivalente al de la educación. No a todo el mundo le gusta estudiar, pero es necesario para ganarse la vida. Sin embargo, hay muy pocos niños a los que no les gusta jugar o hacer deporte”, replicó Imoto.

El eslogan “La educación es el arma más poderosa que podemos utilizar para cambiar el mundo” fue escrito en la pared de una vivienda provisional. (Fotografía del autor).
El eslogan “La educación es el arma más poderosa que podemos utilizar para cambiar el mundo” fue escrito en la pared de una vivienda provisional. (Fotografía del autor).

Para subir al podio de esta vida

A través de la natación, Imoto aprendió sobre el mundo, desarrolló amistades, mejoró sus habilidades de comunicación y se encontró con un trabajo que al mismo tiempo es su vocación. Su forma de vida será un referente para muchos deportistas amateurs cuando consideren su “segunda carrera”.

Recibiendo la antorcha del presidente del Comité Olímpico Helénico, Spyros Capralos (Jiji Press).
Recibiendo la antorcha del presidente del Comité Olímpico Helénico, Spyros Capralos (Jiji Press).

Imoto no pudo conseguir una medalla en unos Juegos Olímpicos. Pero desde que dejó su carrera deportiva y se insertó en el mundo laboral, está tratando de alcanzar una medalla de incomparable valor. Esto es así gracias a que Imoto ha tenido en primer lugar una visión clara de su meta desde que era pequeña y ha estado persiguiendo aquello que necesitaba para alcanzarla. No obstante, creo que esto es posible no solo para ella, sino para cualquier persona dispuesta a actuar con el mismo espíritu.

Dos meses después de mi visita a los campos de refugiados, Grecia se enfrenta ahora a una nueva contrariedad. Aunque continúa el toque de queda debido a la epidemia del coronavirus, los campos de refugiados, donde las personas viven aglomeradas y carecen de condiciones sanitarias, son más propensos al contagio masivo. Particularmente alarmante es la situación de las familias que viven hacinadas en las tiendas de campaña de los campos de refugiados emplazados en las islas del Egeo que se encuentran a lo largo de la frontera turca. Imoto y su personal también están extremadamente ocupados con su trabajo.

Como estaba preocupado, probé a hacer una llamada internacional para saber cómo estaba. Al ponerse al teléfono, la voz de Imoto sonaba tan firme como siempre:

“En mi época de competidora perseveré hasta el final para llegar a lo más alto del podio mundial. Visto así, en mi carrera actual apenas he llegado a mitad de camino. Quiero corregir las desigualdades e injusticias que impiden a los niños ir a la escuela. Ese es el podio al cual aspiro profesionalmente y que me motiva a perseverar con idéntico fervor”.

Fotografía del encabezado: Imoto Naoko utilizando tabletas como apoyo educativo en un campo de refugiados en Atenas (Fotografía de Amano Hisaki).

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