La gestión del coronavirus en Japón: ¿cómo se redujo el contagio sin confinamiento?

Sociedad Salud

¿Por qué la cifra de víctimas mortales causadas por el nuevo coronavirus es menor en Japón que en Estados Unidos o Europa? Aunque el fenómeno continúa siendo un misterio desde la perspectiva de la medicina y la epidemiología, sí se presta a una explicación convincente desde la óptica social.

El nuevo coronavirus ha provocado decenas de miles de muertes en Estados Unidos y Europa, mientras que Japón, que a principios de junio contaba menos de un millar de fallecidos, es con diferencia el país del grupo del G7 con la cifra más baja de víctimas causadas por la pandemia. El reducido número de contagios y decesos de Japón, cuando el avanzado envejecimiento demográfico sitúa a buena parte de la sociedad nipona en la categoría de alto riesgo ante la COVID-19, plantea una serie de misterios. Puede que algunos de estos enigmas sean explicables a partir de ciertas características del virus que todavía no hemos logrado dilucidar, o bien gracias a las defensas desarrolladas por los japoneses en alguna epidemia pasada de gripe u otra enfermedad. Como politólogo, no estoy capacitado para hallar las respuestas a estos interrogantes epidemiológicos.

Víctimas mortales provocadas por el nuevo coronavirus en los países del G7 (a 22 de junio de 2020)

Estados Unidos 119.975
Reino Unido 42.717
Italia 34.634
Francia 29.643
Alemania 8.895
Canadá 8.482
Japón 955

Elaborado a partir de los datos publicados por la Universidad John Hopkins de Estados Unidos.

La discreta expansión del virus en Japón propone otros enigmas sin resolver, como el hecho de que se haya logrado contenerla sin practicar el distanciamiento social que se ha impuesto en otros países y con una capacidad de toma de muestras y un número de pruebas de detección escasos, comparados con los de otros lugares. Estas últimas incógnitas sí soy capaz de despejarlas a partir de mi formación en sociología.

El concepto japonés de las Tres C

La estrategia del distanciamiento social busca eliminar el riesgo de infección estableciendo una distancia interpersonal necesaria para evitar que las gotitas de saliva que funcionan como vía de transmisión del coronavirus viajen de una persona a otra. La forma más extrema de aplicar esta medida es el confinamiento, con el que se prohíbe a la población salir a la calle. Prevenir la expansión del contagio con el distanciamiento social, obligando a restringir el contacto entre personas, se considera un método efectivo.

Sin embargo, cuando Japón declaró el estado de emergencia el 7 de abril (primero en Tokio y otras seis prefecturas, en el resto del país ocho días más tarde), el Gobierno “pidió” a los ciudadanos “abstenerse de salir a la calle”, sin imponerles el confinamiento. Tampoco se forzó a los establecimientos de restauración a cerrar, sino que se les solicitó que interrumpieran su actividad. A pesar del enfoque “suave” adoptado por las autoridades, la mentalidad de evitar riesgos por miedo a ser culpables de propagar el virus y el miedo al castigo social por ignorar la petición de quedarse en casa hicieron posible que en Japón se practicase un confinamiento de facto.

Con todo, el número de contagios empezó a encoger ya antes de que se declarara el estado de emergencia y, aunque la petición de abstenerse de salir de casa sirviera para acelerar dicha tendencia, sin duda hubo otro factor que contribuyó a ello: evitar las llamadas Tres C (del inglés Three Cs). Estos tres elementos son closed spaces (espacios cerrados), crowded places (lugares abarrotados) y close-contact settings (situaciones con distancias cortas), y corresponden a espacios cerrados con mala ventilación, lugares donde se reúnen muchas personas y conductas como conversar, toser o estornudar con distancias interpersonales estrechas, en que las gotitas de saliva puedan alcanzar a otras personas. Huir de este tipo de contextos, que aumentan el riesgo de contagio, permite rebajar las probabilidades de infectarse. Dicho de otro modo, si se eluden las tres condiciones mencionadas, se puede limitar el peligro de transmisión llevando una vida normal, sin necesidad de mantener una distancia física interpersonal de dos metros.

Es evidente que, si además de evitar las Tres C, se practica el distanciamiento social, la efectividad es todavía mayor. Durante el estado de emergencia en Japón, los expertos indicaron que era necesario reducir el contacto personal directo en un 80 % y la mayoría de la población lo limitó al máximo. Cuando el contacto resultó ineludible, respetar las Tres C ayudó a minimizar el riesgo. El hecho de que, a diferencia de los países occidentales, en Japón el contagio se haya contenido relativamente entre los profesionales esenciales y similares se debe a que el principio de las Tres C y el uso de mascarillas han logrado frenar la transmisión mediante gotitas de saliva.

Estos precedentes de prevención hicieron posible que la mayoría de la población japonesa siguiera concienciada sobre las Tres C y procurara evitar esas situaciones en la medida de lo posible aun después de levantarse el estado de emergencia, con lo cual no se produjo una explosión de contagios al finalizar el confinamiento “blando”.

Ceremonia de ingreso en una escuela primaria de la ciudad de Fukuoka celebrada el 23 de junio, pocas semanas después de levantarse el estado de emergencia. El acontecimiento se escalonó separando a las tres clases en distintas franjas horarias. Todos los participantes llevaban mascarilla y se prescindió de actos habituales como el discurso de bienvenida de los estudiantes de sexto año. (Jiji Press)
Ceremonia de ingreso en una escuela primaria de la ciudad de Fukuoka celebrada el 23 de junio, pocas semanas después de levantarse el estado de emergencia. El acontecimiento se escalonó separando a las tres clases en distintas franjas horarias. Todos los participantes llevaban mascarilla y se prescindió de actos habituales como el discurso de bienvenida de los estudiantes de sexto año. (Jiji Press)

El planteamiento de las pruebas de detección de contagio en Japón

Otro de los misterios en torno a la gestión de la pandemia en Japón es el exiguo número de pruebas de detección efectuadas. El nuevo coronavirus puede gestarse de forma asintomática, y es precisamente en el periodo de incubación, antes de que se presenten los síntomas, cuando tiene una mayor capacidad reproductiva y resulta más contagioso; por eso se piensa que la batalla para erradicarlo no terminará a menos que pueda detectarse cuando no se manifiestan síntomas.

Es cierto que en enero, cuando empezaron los contagios, Japón no tenía la capacidad de efectuar 1.500 pruebas de detección diarias. Por ese motivo la toma de muestras se limitó a pacientes con determinados síntomas —como fiebre durante al menos cuatro días seguidos— y los esfuerzos se centraron en evitar el agravamiento de la enfermedad. En aquella fase hubo muchas personas descontentas porque los pacientes con pocas posibilidades de desarrollar un cuadro sintomático grave no tenían acceso a la prueba de detección y, por tanto, no podían saber si se habían infectado o no. Los medios de comunicación de otros países criticaron esta forma de proceder y algunos difundieron teorías conspirativas como la de que en Japón se realizaban muchas menos pruebas de detección que en países que las ejecutaban masivamente, como Corea del Sur y Alemania, porque interesaba mostrar una cifra de contagios baja de cara a la celebración de las olimpiadas.

Los motivos para no intensificar la realización de pruebas de detección, sin embargo, fueron otros. Uno de ellos fue la postura del Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar, y de los especialistas en enfermedades infecciosas, basada en la experiencia de la pandemia de gripe A (H1N1) en 2009, en la que los afectados acudieron en masa a los hospitales para someterse a las pruebas de detección y contribuyeron así a transmitir la enfermedad. Es decir, que en Japón se optó por restringir el número de pruebas de detección y aconsejar a los contagiados potenciales que se aislaran en casa para evitar que el proceso de detección atizara la propagación del virus.

Existe también un problema relacionado con la fiabilidad de las pruebas de detección. A diferencia del SARS, en que los infectados eran contagiosos cuando manifestaban síntomas, la mayoría de los afectados de coronavirus son asintomáticos o están en periodo de incubación, por lo que resulta imposible frenar el avance del virus a menos que pueda detectarse antes de que aparezcan los síntomas. No obstante, las pruebas PCR en personas asintomáticas dan falsos positivos en un 30 % de las personas no infectadas y falsos negativos en un pequeño porcentaje de personas que sí tienen el virus. Puesto que las pruebas de detección son imprecisas, por más que se identifique a los contagiados de forma precoz y se los aísle, seguirán quedando portadores sin detectar. En conclusión, la lucha contra el nuevo virus se adivina harto complicada.

La filosofía en la era de la convivencia con el coronavirus

Así pues, la estrategia de Japón no persigue eliminar el virus, sino monitorizar permanentemente su expansión y aislar los focos de infección cuando se detecta a personas portadoras para evitar que lo transmitan. Se trata de contener la proliferación del virus conviviendo con el riesgo permanente de contagio, y minimizar el desperdicio de los recursos sanitarios de hospitales y otras instalaciones disponiendo un sistema adecuado para tratar a los enfermos y frenar el número de decesos. Por lo tanto, mientras la cifra no se dispare, estaremos siguiendo el desarrollo que prevé el plan de acción.

Cabe apuntar que la táctica a la que se adhiere Japón difiere de la que busca la inmunidad de grupo permitiendo que el virus se esparza sin límites. Aunque resulte imposible exterminar el coronavirus del todo, es importante evitar al máximo que se expanda; de ahí que se opte por seguir con la actividad económica evitando las Tres C y aplicando estrictamente una serie de medidas de prevención en el sector de la restauración y los negocios al por menor.

Hasta ahora en Japón se ha colaborado con la estrategia del Gobierno, obedeciendo a las peticiones “suaves” de las autoridades de evitar salir a la calle e interrumpir las operaciones empresariales, pero llevar estas acciones a cabo repetidamente supondría un potente golpe para la economía y un estrés también considerable para la sociedad. Por eso la mayoría de los ciudadanos siguen a rajatabla medidas de prevención cotidianas como evitar las Tres C, llevar mascarilla y lavarse las manos a menudo, continuando con sus actividades económicas y haciendo lo posible para prevenir los contagios en restaurantes, bares y lugares de trabajo.

Por otro lado, es necesario reforzar la capacidad de toma de muestras para detectar prematuramente los contagios y contener la infección en focos reducidos. En estos momentos es posible efectuar hasta 30.000 pruebas diarias y casi todos aquellos que las necesitan por recomendación médica tienen acceso a ellas. Hay que someter también exhaustivamente a pruebas a los deportistas que, como los jugadores profesionales de béisbol, presentan riesgo de transmisión por el contacto directo con otros compañeros, y es también posible efectuar pruebas PCR a personas asintomáticas que lo requieran para continuar con sus actividades económicas. Es cierto, sin embargo, que si el virus se propaga y llegan a contarse varios miles de pacientes con síntomas al día, no bastaría con los recursos actuales para realizar pruebas. Se impone, por lo tanto, seguir ampliando la capacidad de testeo.

Con todo, la convivencia con el coronavirus no ha de consistir en ejecutar pruebas en masa para obtener datos exactos sobre la situación; lo importante es centrarse en la prevención cotidiana procurando no contribuir a la expansión del virus aun si se fuera portador, esforzarse en prevenir el contagio propio y, en caso de contraerlo, actuar con rapidez para someterse a las pruebas de detección e ingresar en el hospital o aislarse. En este último supuesto, también será necesario informar sobre los desplazamientos de los últimos días para determinar las rutas de contagio y aislar los focos. Este es el enfoque japonés para convivir con el nuevo virus y así es como se ha logrado limitar los contagios y las muertes a pesar de realizar pocas pruebas de detección y de no practicar el distanciamiento social.

Fotografía del encabezado: una trabajadora de la aerolínea de bajo coste Peach Aviation, protegida con pantalla facial y guantes, indica a los pasajeros que guarden las distancias en la cola. Imagen tomada el 5 de junio de 2020 en el Aeropuerto Internacional de Kansai. (Jiji Press)

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