La engañosa tregua en la disputa histórica entre Japón y Corea del Sur

Política

Aunque agosto es el mes del año más proclive a ahondar las disensiones entre Japón y Corea del Sur por cuestiones históricas de difícil resolución, este año ha transcurrido en un ambiente de inusitada tranquilidad. Y ello, pese a las importantes decisiones judiciales y políticas que pendían amenazantes sobre las delicadas relaciones bilaterales.

Un agosto sin la habitual virulencia

Agosto suele ser un mes caliente también en el aspecto diplomático, al menos para Japón y Corea del Sur, principalmente porque reúne efemérides de 1945 que reavivan las diferencias en la interpretación de la historia reciente, un espinoso tema que viene entorpeciendo las relaciones bilaterales. Para los japoneses, las fechas de más hondas reminiscencias son el 6 y el 9 de agosto, bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki, y el 15, que marca el fin de la Guerra del Pacífico con la aceptación por parte de Japón de la Declaración de Potsdam. Para los surcoreanos, el 15 de agosto es el Gwangbokjeol (“Día de la Restauración de la Luz”), en el que se celebra el fin del dominio colonial japonés y, al mismo tiempo, la creación de las dos Coreas al Norte y al Sur del paralelo 38, ocupadas por los ejércitos de Rusia y Estados Unidos respectivamente. Además, Corea del Sur obtuvo su independencia otro 15 de agosto, el de 1948, y dos semanas después agosto depara aún otra fecha muy significativa, el 29, día en que se conmemora la anexión de Corea por parte de Japón y el inicio de dicho periodo colonial, hecho que ocurrió en 1910.

Todavía hay más. El 14 de agosto de 1991 fue el día en que una mujer coreana, Kim Hak-sun, se atrevió por primera vez en la historia a presentarse en público como una de las ianfu (“mujeres de solaz”, internacionalmente conocidas como “esclavas sexuales”) del ejército imperial japonés. Recordando esa fecha, desde 2017 se celebra en Corea del Sur con diversos actos el “Día de Ensalzamiento de las Ianfu Víctimas del Ejército Japonés”.

Este año, agosto ha venido acompañado de circunstancias un tanto especiales. Para el día 4 se esperaba que se completase el procedimiento de embargo llevado a cabo por la justicia surcoreana contra una empresa japonesa, dentro de un proceso interpuesto por un grupo de coreanos que dicen haber sido reclutados forzosamente por dicha empresa en tiempo de guerra. Además, el día 24 se cumplía el plazo durante el cual Japón y Corea del Sur podían renunciar a la renovación automática del acuerdo de intercambio de información militar GSOMIA (General Security of Military Information Agreement). Muchos auguraban que, con temas históricos sobre la mesa tan difíciles como el de los reclutamientos forzosos de trabajadores o las ianfu, agosto sería un mes crítico en las relaciones bilaterales. Pero el hecho es que el mes ha pasado sin que tales vaticinios se hayan cumplido.   

Contención, nuevo estilo en ambos países

Por ejemplo, el procedimiento judicial por el tema de los reclutamientos forzosos, cuya culminación se esperaba para el día 4, pese a haber obtenido en Japón el seguimiento mediático que corresponde al caso, terminó básicamente sin novedades. Se recalcó que serían necesarios varios meses más y nuevos procedimientos para liquidar los activos de la empresa japonesa afectada.

El Gobierno japonés se ha mostrado en todo momento imperturbable. Aunque ha aireado su preocupación, no ha tomado ninguna de las “represalias automáticas” que se barajaban, como revocar la exención de visado para los visitantes surcoreanos o elevar los aranceles. La misma actitud se ha visto en la parte surcoreana y en los discursos del presidente Moon Jae-in del día 14 (recordatorio de las ianfu) y 15 (Gwangbokjeol) no se oyeron exabruptos contra Japón.

En cuanto al acuerdo de intercambio de información militar, en noviembre del año pasado Corea del Sur se retractó de su anunciada renuncia a la renovación de este, pero después siguió insistiendo en que se reservaba el derecho a poner fin al acuerdo en cualquier momento. Sin embargo, no ha pasado a la acción y el tema sigue paralizado.

La situación no tiene nada que ver con la que se vivió el año pasado. Ese verano los dos Gobierno atravesaban una fase de duro enfrentamiento originado en una sentencia de noviembre de 2018 del Tribunal Supremo de Corea del Sur sobre el tema de los reclutamientos forzosos. La situación se enconó todavía más en julio, cuando el Gobierno de Japón, excusándose en la seguridad nacional, aplicó restricciones a la exportación de ciertas piezas necesarias para la fabricación de semiconductores, vitales para Corea del Sur.

Pero el clímax de 2019 llegaría el 2 de agosto, cuando mediante un acuerdo del Consejo de Ministros, Japón decidió retirar a Corea del Sur el tratamiento de “país blanco” (socio comercial preferente), lo cual desencadenó al otro lado del estrecho un boicot a los productos nipones y a los viajes turísticos a Japón. En este contexto, el 23 de agosto de 2019, el Gobierno surcoreano anunció que renunciaría al GSOMIA. La falta de entendimiento entre ambos países se ampliaba, pasando primero del campo del debate histórico al de la economía e invadiendo luego el de la seguridad nacional.

El nuevo coronavirus deja poco tiempo libre a los políticos

¿A qué se ha debido que agosto de 2020 transcurriera en este ambiente de tranquilidad? Como primera razón puede alegarse el efecto de la expansión del contagio por el nuevo coronavirus, que ha causado un gran estancamiento de la economía y de las actividades sociales. La segunda ola ha llegado a ambos países y los Gobiernos tienen poco tiempo que perder.

Sin embargo, estamos acostumbrados a que, cuando se enfrentan a graves amenazas, nuestros dirigentes políticos traten de mantenerse a flote responsabilizando del caos a otros países o incitando a la opinión pública contra alguna otra amenaza exterior. Un caso paradigmático es el de Donald Trump, presidente de un país atribulado por el avance del nuevo coronavirus, quien se dedicó durante un tiempo a deplorar el “virus chino”, cargando a este país toda la responsabilidad de su expansión por el mundo.

También ocurre esto en las relaciones nipo-surcoreanas. Dado que la toma de “duras medidas” contra el otro país ha traído consigo mayores niveles de apoyo popular para los Gobiernos, se ha dicho siempre que estos inflaman deliberadamente los ánimos contra el otro cuando se ensombrece el panorama político nacional. Si esto fuera siempre verdad, en estos momentos en que los dos Gobiernos sufren un rápido deterioro de su imagen pública la opción más lógica en 2020 habría sido castigar al otro con dureza similar a la de 2019 o incluso superior, para así obtener réditos políticos.

Pero ninguno de los dos Gobiernos ha recurrido a esta opción y esto ha ocurrido en un contexto de rápida pérdida de interés popular en las relaciones bilaterales.

Problemas que ya no atraen tanto la atención

En Corea del Sur, aproximadamente hasta 2012, era evidente la relación entre las alzas y bajas del apoyo popular al presidente y al partido gobernante, y las declaraciones y actuaciones políticas respecto a Japón, partieran del propio presidente o de su equipo. Sin embargo, dicha relación se hizo cada vez más tenue durante el mandato de Park Geun-hye y hoy en día, con el presidente Moon, ya no se aprecia interrelación entre la política que sigue frente a Japón y el apoyo que obtiene. Esto se refleja también en la encuesta que realiza semanalmente Gallop-Corea del Sur, en la que la política frente a Japón ya apenas aparece entre las razones que llevan a los surcoreanos a prestar apoyo al Gobierno o a negárselo. Este agosto hemos visto también que lo que los dirigentes con más peso en el ejecutivo han dicho sobre el tema de las relaciones con Japón ha tenido escaso efecto sobre el porcentaje de apoyo al Gobierno.

También en Japón se ha reducido mucho el impacto en el porcentaje de apoyo que tiene la postura adoptada por el gabinete en relación con Corea del Sur.

A diferencia de lo que ocurre en Corea del Sur, donde tanto progresistas como conservadores, estén en el poder o en la oposición, coinciden en mostrar posturas duras frente a Japón en las cuestiones históricas, en Japón quienes reclaman dureza frente al país vecino son principalmente los sectores de tendencias más conservadoras. El núcleo del actual Gobierno japonés lo forman personas que, dentro del conservadurismo, representan la mentalidad más nacionalista, y contaban, ya desde el principio, con el apoyo de esos sectores que reclaman dureza. Precisamente por eso, un nuevo endurecimiento en la política frente a Corea del Sur no puede reportarle al ejecutivo muchos más apoyos de los que ya tiene. En el difícil escenario de depresión económica y social que está produciendo la propagación del nuevo coronavirus, el Gobierno está en una situación cada vez más apurada y no encuentra incentivos en priorizar este tipo de medidas.

La historia, una asignatura descuidada

Nada de lo dicho, por supuesto, nos lleva a pensar que estemos ante el inicio de un diálogo sincero orientado a la superación de las diferencias en la interpretación de la historia, y la razón es que la pérdida de interés en las relaciones nipo-surcoreanas desmotiva a los Gobiernos para afrontar estos temas.

La consecuencia es que estos asuntos se quedan paralizados sin que nadie se preocupe de ellos mientras, en interminable goteo, los protagonistas van dejando este mundo. Los dos Gobiernos siguen encastillados en sus respectivas posturas, de las que hacen alarde, y nadie se ocupa de prestar un auxilio efectivo a quienes fueron forzosamente reclutados o a las ianfu.

Esta situación es especialmente patente en el caso de Corea del Sur. El Gobierno de Moon se preciaba de defender los intereses de los afectados, pero no está haciendo nada efectivo en favor de los reclutados forzosos ni de las ianfu. Los miembros de estos dos colectivos rondan ya los 90 años y van muriendo sin ver la luz al final del túnel. Comparando su actuación con las de sus predecesores en el cargo, entre ellos Roh Moo-hyun, de quien Moon fue secretario, destaca por su indiferencia hacia ellos y en esta indiferencia vemos con toda claridad el interés cada vez más escaso por la disputa histórica que enfrenta a ambos países, tal como se ve en el propio Gobierno surcoreano y en la opinión pública del país.

¿Se deriva alguna enseñanza de este inesperadamente tranquilo verano? ¿Seguirán estos asuntos desatendidos en un clima de sosiego? ¿Ocurrirá algo que sirva de estímulo para que los Gobiernos vuelvan a enzarzarse en disputas o avancen hacia un diálogo serio y sincero en pos de una solución? El de las relaciones con Corea del Sur es uno más de los muchos temas cuya evolución habrá que seguir con atención.

(Escrito el 27 de agosto de 2020 y traducido al español del original en japonés)

Fotografía del encabezado: el presidente surcoreano Moon Jae-in en un momento del discurso que dirigió el 15 de agosto de 2020 en Seúl con ocasión del Gwangbokjeol (“Día de la Restauración de la Luz”). (YONHAPNEWS / Newscom / Kyōdō Press Images)

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