Suga Yoshihide, un Jack Ma a la japonesa

Política

El nuevo primer ministro Suga Yoshihide presenta un perfil atípico entre los políticos japoneses. Su aspecto, orígenes y trayectoria son de lo menos llamativo. Frente a la elite socioeconómica, Suga representa al luchador que se ha hecho un hueco trabajosamente.

Un aire a Jack Ma

Suga Yoshihide es el Jack Ma japonés. Cuando se habla sobre este político del que tan poco se sabía hasta hace unos años, siempre salen a colación detalles como sus orígenes (una familia de cultivadores de fresas de la fría y lejana prefectura de Akita), su llegada a Tokio como uno más de las legiones de jóvenes migrantes que probaron suerte en la capital, sus años de duro trabajo en una fábrica de cartones, su desempeño como “séptimo secretario personal” de los siete de que disponía el parlamentario Okonogi Hikosaburō... Las anécdotas ligadas a la vida del magnate chino Jack Ma, fundador y presidente del Grupo Alibaba, son algo más divertidas. En el examen de matemáticas para acceder al bachillerato que se celebraba simultáneamente en todo el país, Ma solo consiguió un punto, así que en sus primeros años tuvo que ganarse la vida como conductor de un automóvil de tres ruedas. Se regodea en el recuerdo de que, debido a su baja estatura y peculiar aspecto, le apodaron “el Extraterrestre”, pero se desprende airoso de la humillación diciendo que a menudo el talento de un hombre es inversamente proporcional a su porte. Ma logró finalmente graduarse de una universidad, pero su historia se parece en líneas generales a la de Suga, que se graduó por la Universidad de Hōsei después de trabajar dos años en una fábrica de cartones a tiempo parcial. La trayectoria personal de Ma ha contribuido a darle popularidad en China y con Suga está ocurriendo algo similar.

Los políticos japoneses responden al perfil de un miembro de la flor y nata social (nacido en una familia pudiente, con posgrados en prestigiosas universidades extranjeras) cuya triunfal carrera lo lleva a obtener un escaño en la Dieta (Parlamento). Pero no bien se han colocado en su solapa el broche distintivo, estos representantes de la elite socioeconómica se convierten en pacientes de la festivamente llamada daijinbyō (“ministritis”), cuyos síntomas son la falta de capacidad y la ausencia de esfuerzo. Pensemos por ejemplo en Katsuyuki y Anri, el matrimonio Kawai que tantos titulares ocupa, ambos parlamentarios, ambos con todos los rasgos de la elite, ella mostrando un bolso de marca que cuesta 600.000 yenes al personarse en la Oficina del Primer Ministro. Como colofón, ahora los dos se encuentran en prisión preventiva.

En China, Ma tiene su antítesis en Robin Li, fundador de la multinacional de servicios de Internet e inteligencia artificial Baidu, que además de haber sido un estudiante brillante desde niño y contar con un título de la Universidad de Pekín, es un guapetón. Ma y Suga se parecen un poco incluso de cara, una cara que en ninguno de los dos casos es clasificable entre las agraciadas o atractivas.

Un tipo corriente que no hereda escaño ni fortuna familiar

Suga tiene el potencial de convertirse en un político de gran popularidad, algo que probablemente ni él mismo imaginaba. Porque si de Ma se dice que jamás abandona, de Suga se dice que nunca se resigna, lo que viene a ser lo mismo. “A terquedad no le gana nadie. No hay forma de hacer que dé marcha atrás. Eso sí, cuando dice que hará algo, lo hace. Y rápido”, comenta un veterano parlamentario que lo conoce bien.

Por mucho que rebusquemos en la historia política de Japón desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, no podremos encontrar a nadie ­–o a casi nadie– que se haya encumbrado hasta el puesto de primer ministro siendo una persona normal y corriente, que no obtuvo su escaño en la Dieta “heredándolo” y que tampoco es millonario. Salvando las distancias, el único que se lo puede comparar es Tanaka Kakuei. Pero dentro del Partido Liberal Democrático (PLD) Tanaka era líder de una facción, era también empresario y tenía una considerable fortuna. Yo he seguido de cerca la evolución de Suga, quizás porque soy de Yamagata y él de Yuzawa, en la vecina Akita. Yo soy del tipo de persona callada que tanto abunda en la región septentrional de Tōhoku y cuando charlo con políticos, de diez cosas que decimos dos son mías y ocho de ellos. Cuando estoy con Suga, que es de la misma región, solemos quedar cinco a cinco. Pero cuando Suga tiene enfrente a otro político o a un burócrata, dicen que la cosa cambia. Sus palabras adquieren más filo. Cuando hablamos por primera vez con alguien, inconscientemente lo “tasamos”. Y una vez tasado, lo colocamos por encima o por debajo de nosotros mismos. Y, entrados en conversación, a menudo decimos de la gente cosas como que, “de haber seguido en aquella empresa, dicen que difícilmente habría llegado a un puesto de mando”. Cuando es a los políticos a quienes valoramos, nos guiamos por esa misma regla. “Este, por lo visto, se presentó a las elecciones cuando se dio cuenta de que en su ministerio nunca llegaría a director de departamento”, etc. Pero Suga no tiene esos baremos. Por eso precisamente es difícil saber ante qué tipo de persona estamos y cómo podemos medirla.

Los políticos como él son, en general, luchadores de la vida que se han ganado a pulso lo que tienen. Es esa mística la que acelera su encumbramiento político. Entre los de otras épocas, un buen ejemplo sería Kanemaru Shin. Entre los implicados en las recientes elecciones internas a la presidencia del PLD, Suga y Nikai Toshihiro pertenecen también a ese tipo. Cuando estos dos sorprendentes políticos montan algo, nadie sabe con certeza qué es lo que se proponen.

Cómo logró subir desde su modesto puesto de “séptimo secretario”

Okonogi Hikosaburō era un influyente político de Yokohama, algo así como un capo. Su influencia era muy grande, sobre todo la que ejercía sobre la política prefectural de Kanagawa y municipal de Yokohama. Hasta alguien tan dado a los arrebatos violentos como Hamada Kōichi se ponía firme ante él.

Suga, que era el séptimo y último en importancia del personal de la oficina política de Okonogi, iba por ahí advirtiendo que no permitiría que nadie hiciera ningún movimiento contra los intereses de su jefe. Así, se ganó el favor de este, que terminó confiándole incluso los nombramientos de cargos en oficinas públicas. Suga aprendió entonces que cuando uno es el que reparte los cargos, siempre consigue que se le obedezca. Sorprende saber qué extensión y profundidad ha adquirido su red de contactos.

Cuando Suga acababa de ganar su primer escaño en la Cámara de Representantes (Baja) de la Dieta, me avisaron de que alguien “de cuidado” había ingresado en la Kōchikai, una de las facciones del PLD. Quien me avisó fue aquel Katō Kōichi, protagonista de una fallida tentativa de rebelión que terminó con su carrera política.

En las imágenes de archivo que reflejan aquellos momentos de tensión, entre quienes arropan a Katō puede verse la figura de Suga. Si Katō hubiera sabido utilizarlo mejor, probablemente su estrella política habría brillado mucho más alto.

El desempeño de Suga como representante de Okonogi subyace bajo el político que hoy conocemos. Le dio acceso a experiencias que no pueden obtenerse como simple secretario de un parlamentario, o como miembro de una asamblea municipal. Hoy, todo lo que pasa en la prefectura de Kanagawa se hace con su aprobación y quedan subordinados a él desde el gobernador prefectural, Kuroiwa Yūji, hasta la alcaldesa de Yokohama, Hayashi Fumiko, pasando por otros muchos destacados políticos que se presentan en los distritos electorales de Kanagawa, como Kōno Tarō, actual ministro encargado de la reforma de la administración, o Koizumi Shinjirō, titular de Medio Ambiente.

¿Popular por ser poco llamativo? Un nuevo tipo de político

No deja de ser curioso su apellido. Suga es una variante de suge, cuyo significado es ‘juncia’, una planta cuyas fibras se utilizan en la fabricación de sombreros tradicionales y otros objetos. Supongo que este apellido abundará entre la población agrícola de Akita. Existe también el apellido Kan, que utiliza el mismo ideograma. Recordemos a Kan Naoto, que también ocupó el cargo de primer ministro. Tanto Suga como Kan son lecturas de una misma letra y pueden encontrarse por todo el país. En prefecturas como Ehime o Yamagata, Kan abunda mucho más. En Akita, ocurre a la inversa: por cada nueve Suga solo hay un Kan. Debido a que en ambos casos es un mismo ideograma el utilizado, alguien que por casualidad leyera en China el apellido del nuevo primer ministro en un periódico podría pensar que Kan Naoto ha resucitado políticamente.

Suga y su esposa forman un matrimonio muy discreto, pero precisamente por eso parece que van a conseguir una gran popularidad en el país. Se tiende a tomar este nuevo Gobierno como un gobierno-puente hasta que se perfile el sucesor de Abe, pero yo no soy de esa opinión. A Suga lo veo ya renovando desacomplejadamente su cargo como presidente del PLD en las próximas elecciones, que se celebrarán en septiembre de 2021. La nueva época podría estar marcada por la irrupción en la escena política de una nueva hornada de jóvenes sin nexos ni ataduras locales ni de sangre. Sería una forma de empezar a poner coto a la acostumbrada política familiar de escaños y cargos heredados.

Fotografía del encabezado: Suga Yoshihide (izquierda, Kyodo News) y Jack Ma (derecha, Reuters-Kyodo).

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