El nuevo Gobierno de Japón y sus relaciones con China

Política

Las relaciones entre China y Japón han atravesado momentos muy bajos, pero durante los sucesivos gabinetes de Abe Shinzō, que han durado ocho años, ha sido posible reconducirlas y hoy puede hablarse de normalidad. Veamos ahora cuáles son los retos que le corresponderá afrontar a su sucesor en el cargo.

Unas relaciones llevadas por Abe a la normalidad

El 28 de agosto Abe Shinzō anunció su dimisión del cargo de primer ministro, que venía ocupando desde diciembre de 2012. Sus casi ocho años de permanencia lo convierten en el primer ministro más duradero de la historia. Al iniciarse su mandato, las relaciones chino-japonesas estaban en su momento más difícil. Gracias a su tesón negociador, Abe las ha mejorado al punto de poder plantearse ya una visita del presidente chino Xi Jinping a Japón. Aun así, estamos hablando simplemente de unas relaciones normalizadas, de una recuperación del terreno perdido, más que de una ganancia propiamente dicha.

Pero, ¿qué política ha desarrollado Abe en relación con China? Veamos los cambios de orientación que ha sufrido y el punto al que han llegado, punto que indica a la vez cuáles son los problemas que deberá resolver el nuevo Gobierno.

Las cumbres bilaterales, en proceso de hacerse periódicas

El primer año de Abe, a partir de diciembre de 2012, fue un periodo de observación de unas relaciones que iban ya por el mal camino. Luego llegó, justo un año después, la visita de Abe al santuario sintoísta de Yasukuni. Esta visita marcó el momento más crítico. La primera corrección de la tendencia fue la exposición que hizo Abe de su política ante la Dieta en enero de 2014. Ese día Abe expresó su deseo de propiciar una mejora de dichas relaciones, propuso recuperar el planteamiento de unas relaciones de “reciprocidad estratégica” y se mostró dispuesto a hacer los esfuerzos necesarios hacia la celebración de cumbres bilaterales, aduciendo que la existencia de problemas no debería ser excusa para no dialogar, sino constituirse en una razón para el diálogo. Posteriormente visitaron China dos personajes prominentes de la escena política: el entonces vicepresidente del Partido Liberal Democrático (PLD), Kōmura Masahiko, y el ex primer ministro Fukuda Yasuo. Además, las diplomacias de ambos países se avinieron a hacer algunos ajustes en sus respectivas posiciones ante las disputadas islas Senkaku, con lo que en noviembre pudo hacerse público un acuerdo sobre cuatro temas. Fue entonces cuando Abe viajó a China para participar en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), ocasión que aprovechó para realizar también una primera cumbre bilateral después de un vacío de tres años. Todo este proceso de acercamiento mutuo fue propiciado por la parte japonesa. Posteriormente, ya en 2015, en ambos países prevaleció una actitud de relativa moderación en el tratamiento de las cuestiones históricas más espinosas y fue en este ambiente distendido en el que Abe pudo asistir en septiembre de 2016 a la cumbre del G20 en Hangzhou, durante la cual volvió a entrevistarse con Xi. Las reuniones bilaterales al más alto nivel comenzaban así a celebrarse casi regularmente.

Respuesta de Japón a la Iniciativa de la Franja y la Ruta

Entre mayo y junio de 2017 se produjo un primer gran giro en el campo de las políticas. En mayo, el secretario general del PLD, Nikai Toshihiro, visitó China para participar en el Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional, al que llegó portando un mensaje de Abe. Se cree que en este mensaje se abordaba de una forma muy positiva las posibilidades de colaboración chino-japonesa en lo concerniente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (cuyas siglas son OBOR, del inglés One Belt, One Road). En junio, en su intervención en la conferencia “El futuro de Asia”, organizada por el periódico japonés Nihon Keizai Shimbun, Abe afirmó que tal cooperación sería posible siempre que se respetasen los principios de apertura, transparencia, economía y solidez financiera. Estos puntos, que hasta entonces habían sido vistos como impedimentos para obtener el beneplácito japonés a la iniciativa, se presentaban ahora como llaves para una más que posible cooperación. Aunque no se dio a conocer el contenido concreto del mensaje de mayo, las declaraciones de Abe de junio apuntan a que los cuatro puntos fueron planteados como condiciones para la cooperación. El acercamiento japonés en el tema de la Iniciativa Franja y Ruta puede ser visto como un paso para hacer realidad el intercambio de visitas al más alto nivel político.

Una actitud constructiva similar comenzó a observarse en el lado chino a partir del 4 de mayo de 2018. Cuando era inminente la llegada a Japón del primer ministro chino Li Keqiang para participar en la reunión tripartita Japón-China-Corea del Sur, Abe y Xi mantuvieron una conversación telefónica. Que los máximos responsables políticos de ambos países se comunicasen por ese medio era un hecho sin precedentes que, además, expresaba que China daba luz verde a la restauración de las relaciones bilaterales.

En octubre de ese mismo año las tensiones entre Pekín y Washington se acentuaron e inmediatamente después de que el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, airease duras críticas contra China, Abe visitó oficialmente el país. Fruto de esta visita, se decidió que China y Japón unirían fuerzas en más 50 proyectos de cooperación en terceros países, lo que puede interpretarse como una vía de cooperación japonesa en la citada iniciativa. Este fruto se convirtió en el símbolo de la mejora de las relaciones bilaterales pero, dado que casi todos esos proyectos acabaron quedando paralizados, puede decirse que la mejora fue más nominal que sustancial.

En 2019 Xi estuvo presente en la cumbre del G20 en Osaka y se esperaba que visitase Japón de nuevo en 2020, pero sus planes se vieron frustrados por la crisis del nuevo coronavirus. Ha sido posible mantener unas “buenas relaciones” con China mientras las relaciones Pekín-Washington se deterioraban, y el aplazamiento de la visita de Xi a Japón ha tenido el efecto de desactivar otros temas, como los referidos problemas de índole histórica. Pero el compás de espera no podrá dilatarse mucho más.

Indefinición japonesa ante el antagonismo chino-estadounidense

Echando la vista atrás a lo que han sido estos ocho años de mandato de Abe, es fácil ver que encajan bien con las tendencias de la opinión pública japonesa. Los japoneses, en proporción superior a ocho de cada 10, dicen no sentir especial simpatía por China, pero al mismo tiempo son también muchos (siete de cada 10) los que entienden que las relaciones bilaterales son muy importantes, importancia que atribuyen fundamentalmente a la economía. Esta situación exige una gran prudencia a la hora de establecer una política frente a China, que debe tener su eje en las relaciones económicas. En ese sentido, puede decirse que durante estos ocho años se ha forjado una relación perfectamente adaptada a la voluntad de la ciudadanía.

Sin embargo, ni se ha debatido suficientemente ni se ha llegado a conclusión alguna en cuanto a cómo encajar la transformación que se ha obrado en lo que podríamos llamar la base o fundamento de estas relaciones, y en cuanto a cómo construir unas nuevas relaciones o encajar las nuevas realidades dentro de las relaciones que han venido sosteniéndose. El PIB de China es ya tres veces mayor que el de Japón y la diferencia seguirá ampliándose en el futuro. El equilibrio militar también está rompiéndose. ¿Qué clase de relaciones deberíamos aspirar a tener siendo tan cambiantes las circunstancias en las que se encuentran ambos países? Es el gran interrogante que queda.

Además, el Japón de Abe no ha clarificado cuál es su postura en el desencuentro protagonizado por China y Estados Unidos. En temas militares y de seguridad nacional, Japón se aferra a su alianza con Estados Unidos y asiste con inquietud a cada uno de los movimientos de China, especialmente en cuestiones territoriales. Pero, paralelamente, se propone cooperar con China en proyectos en terceros países y no se define en el decoupling de la industria avanzada que está agravándose en cuestiones como el 5G. Mientras se agudiza el cisma entre los países avanzados y China por cuestiones como Hong Kong, donde se lucha por valores como la democracia o las libertades, o Taiwán, vemos que Japón no acaba de posicionarse.

En cuanto a China, se comporta siguiendo básicamente la directriz de mejora de relaciones con Japón emitida por el presidente Xi, como hemos dicho, el 4 de mayo de 2018. Pero en Japón el sentimiento hacia China, que se ha deteriorado todavía más con motivo del nuevo coronavirus, no tiene visos de mejorar y aunque en las clásicas disputas por cuestiones históricas predomine la contención, en el mar de las islas Senkaku China continúa aguijoneando a Japón enviando barcos para afirmar su presencia y movilizando sus fuerzas armadas.

Y el hecho de que, por causa de su activa política exterior y otros asuntos, China esté teniendo muchos problemas en todo el mundo, tanto con los países desarrollados de Occidente como con los países en desarrollo es una muestra de lo difícil que es encajar a China en el concierto internacional, además de ser un factor negativo en la pretendida mejora de las relaciones bilaterales. De todos modos, no todo son críticas para China, pues también ha llevado a cabo la “diplomacia de las mascarillas” y ha contribuido a la gobernanza global, así que en los próximos tiempos seguiremos viendo competir al gigante asiático con el norteamericano.

Comenzar por un debate a fondo del marco de relaciones

¿Cuáles son, entonces, los retos a los que deberá enfrentarse el Japón post-Abe en las relaciones bilaterales? Ni más ni menos, los problemas concretos que hemos expuesto. Me ocuparé aquí de dos de los grandes puntos en discusión.

En primer lugar, cómo entender estas relaciones en su momento presente y en su proyección futura. La historia de estas relaciones es un continuo tira y afloja. Japón desearía volver al buen clima de la época previa al periodo 2008-2012, durante el cual las relaciones se deterioraron por el problema de las Senkaku. China, por su parte, asume que el volumen de su economía triplica ya al de la japonesa y que el equilibrio militar en el mar de la China Oriental se está alterando, y quiere redefinir las relaciones sobre la base de estas nuevas realidades. Así las cosas, el mandato de Abe ha llegado a su fin sin que en las altas esferas se haya hecho el necesario debate sobre la cuestión de qué lugar conceder a estas relaciones.

En una fase histórica en que las diferencias entre el potencial de ambos países van ensanchándose, tratar de volver las manecillas del reloj para retornar a 2008 puede resultar muy poco realista, pero el diseño de lo que podrían ser unas buenas relaciones, partiendo de posibles intereses y retos comunes, es el trabajo que le queda hacer al Gobierno post-Abe y todo esto podría plasmarse en un “quinto documento” que sumar a los cuatro comunicados conjuntos firmados por ambos países desde que normalizaron sus relaciones diplomáticas en 1972.

El segundo punto hace referencia a las relaciones chino-estadounidenses y, por extensión, a la perspectiva internacional.

Abe se las ha arreglado para mantener una relación relativamente buena con China durante la fase histórica de progresivo deterioro de las relaciones entre este país y Estados Unidos. Pero conforme se ahonda el antagonismo, espoleado por las divergencias en temas arancelarios, tecnológicos y de valores (democracia, libertades...) previsiblemente llegará el momento en que Japón ya no pueda seguir manteniendo su “ambigüedad estratégica”. Esto se va a ver en el referido decoupling de la industria avanzada y en la actitud ante las tecnologías de origen chino, y en cómo posicionarse ante los problemas de Hong Kong y Taiwán, que cada vez tienen mayor presencia en las desavenencias entre Pekín y Washington. Estados Unidos está pidiendo a sus socios de la alianza de inteligencia Five Eyes (Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Reino Unido) y a otros países que se alineen con él y en caso de que plantee a Japón la misma exigencia habrá que tomar una decisión contando con una visión a largo plazo. China, por su parte, tratará de mantener sus lazos con Japón si la relación con Estados Unidos sigue empeorando. Japón deberá seguir, dentro de lo posible, en buenos términos con ambos países, sin por ello dejar de plantear a China exigencias en la disputa territorial, y tratando al mismo tiempo, en cooperación con otros aliados de Estados Unidos, de convencer a Washington para que no plantee exigencias excesivas. Pero no va a resultar fácil hacerlo todo a la vez.

Hay muchos otros problemas que esperan una solución, pero primero habrá que discutir, sobre la base del interés nacional de Japón, cuál será el marco de las relaciones bilaterales, lo cual podrá hacerse sobre la “normalización” conseguida durante la era Abe y también sobre la mejora de relaciones decretada por el presidente Xi. Una vez se haya fijado una dirección partiendo de una visión a largo plazo, podrá tratarse de dar solución a todos esos problemas.

Fotografía del encabezado: El presidente chino, Xi Jiping (derecha) y el primer ministro japonés, Abe Shinzō, al iniciarse su encuentro en el Gran Salón del Pueblo (Pekín) el 23 de diciembre de 2019, (Fotografía: Kyodo News)

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