‘San-mitsu’, ‘social distance’... las palabras del coronavirus

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A la vera del nuevo coronavirus han nacido y crecido muchos términos, que hemos ido consumiendo al ritmo de los acontecimientos. Las palabras son un buen reflejo del estado de ánimo con el que esta desorientada sociedad y todos nosotros miramos nuestro incierto futuro.

Efectos del nuevo léxico

Hace ya más de medio año, cuando nos llegó la primera ola del nuevo coronavirus y el contagio comenzó a extenderse rápidamente por Tokio, las ruedas de prensa ofrecidas por la gobernadora Koike Yuriko se contagiaron también de una larga serie de extranjerismos crudos: lockdown (confinamiento), overshoot (overshooting, exceso o rebasamiento de contagios), cluster (clúster, contagios colectivos)... Hubo muchas críticas, pero lo cierto es que todas esas palabras tan desacostumbradas consiguieron darle el pertinente realce a aquel “estado de emergencia”, dando un perfil más específico a aquella nueva amenaza que caía sobre nosotros. La impresión recibida habría sido mucho más tenue de haberse utilizado las expresiones japonesas correspondientes, formadas por palabras manidas.

Aquel Tokyo alert, aunque ciertamente extranjerizante, resultaba más urbano y aceptable que, sin ir más lejos, la iluminación de la Tsūtenkaku (Torre de Osaka); el eufemismo yoru no machi (barrios nocturnos) suavizaba y excluía cualquier matiz que pudiera estigmatizar a un gremio o sector en concreto, y la expresión with corona resultaba muy moralizante, pues nos alentaba a afrontar con resignación e ingenio las nuevas incomodidades que se nos avecinaban. Además de servirnos de estímulo, estas expresiones difundidas por Koike espolearon al Gobierno para que tomase nuevas medidas.

La gobernadora, que se maneja bien en varios idiomas, parece estar dotada de una fina sensibilidad lingüística. Véase si no ese inteligente tomin first (“lo primero son los tokiotas”) que aparece en el nombre del partido regional que fundó aprovechando el empuje de su victoria electoral de 2016. En menos que canta un gallo consiguió cambiar el mapa político de Tokio presentando a los políticos del Partido Liberal Democrático (PLD), entonces mayoritarios en el legislativo metropolitano, como una vieja guardia defensora de los intereses creados.

Wise spending (“gasto inteligente”) es otra de la frases que usa. La clave de su éxito es que incluye la idea de un orden de prioridades, de que hay cosas más prescindibles que otras. Este inteligente uso arrancaría una sonrisa al padre de la expresión, J. M. Keynes.

Cuando tienen agarre y no resbalan, las palabras insólitas impactan y apelan con fuerza. Pero eso depende, sobre todo, de si quien las utiliza está a tono con ellas o no. Y parece que en Tokio, que dentro de Japón es el mayor foco de infección, han surtido el efecto deseado. Solo con el dispositivo legal especial para los nuevos tipos de gripe no era posible establecer, ahora con el coronavirus, castigos como la prohibición de salida o la suspensión de la actividad comercial, pero aún así las instrucciones dadas por Koike han obtenido un grado de cumplimiento muy satisfactorio. Así, se ha logrado transmitir la necesaria sensación de apremio inherente a un estado de emergencia, y esto ha activado en los japoneses los mecanismos de presión social y de mutua vigilancia, ambos muy desarrollados en esta sociedad que todavía tiene mucho del viejo Japón rural. La gente se acostumbra enseguida a estas nuevas palabras, que pierden su capacidad de estimularnos, pero hacen su papel cuando se usan en el momento oportuno y se adaptan bien a las circunstancias.

San-mitsu, una palabreja muy bien lograda

Llegado a lo cual, resulta inevitable la comparación con el hasta hace unos meses primer ministro Abe Shinzō. En las ruedas de prensa se mostraba elocuente, acompañando la lectura de sus apuntes con hábiles giros de torso y ademanes. Pero sus palabras no llegaban. No daban la impresión de ser suyas. Eran parte de un ceremonial que se venía repitiendo, con el paréntesis abierto entre sus dos periodos de mandato, durante nueve años. Esto quedaba especialmente patente en las conmemoraciones anuales por los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, donde su discurso reflejaba un pensamiento puramente burocrático y renuente a la eliminación de las armas nucleares, y en la conmemoración del fin de la guerra, también en el mes de agosto, en la que hilvanaba frases rancias al más típico estilo derechista que, además de no encajar en la situación, lo presentaban como un político postrado ante los grandes poderes. En cada una de esas ocasiones resultaba patético oírle hablar, más aún si se comparaban sus discursos con las aquilatadas declaraciones de paz de ambos alcaldes, siempre profundas, o con los mensajes del Emperador.

¿Y ante el coronavirus? También Abe tuvo que exprimirse los sesos mientras buscaba a tientas una solución, como el resto de los líderes políticos del mundo. Pero a unos les ha lucido más que a otros. Si tenemos en cuenta cómo han evolucionado hasta el presente las cifras de infectados, fallecidos, etcétera, en el contexto mundial Japón entraría en el grupo de países donde la situación es menos grave, pero todavía no se sabe a ciencia cierta cuáles son las causas. En cuanto a las expresiones, aunque supongo que no son invenciones personales de Abe, las tres más memorables que han salido de su entorno han sido Abenomasuku (las mascarillas que se hicieron llegar a todos los hogares por iniciativa de Abe), ichiritsu-kyūfu (un subsidio único y de cantidad igual para todos los ciudadanos) y san-mitsu (“los tres mitsu”).

Esta última, al parecer, fue propuesta por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar sobre la base del dictamen de los expertos a principios de marzo, cuando comenzaron a tomarse las primeras medidas de alcance para poner coto a la expansión del virus. Se trataba de concienciar sobre la necesidad de evitar los lugares muy concurridos, los ambientes mal ventilados y las situaciones de excesiva proximidad a otras personas, tres ideas en cuya expresión escrita interviene un mismo ideograma que se lee mitsu. Acuñando el conciso término san-mitsu, los burócratas del ministerio brillaron a la altura del más talentoso redactor publicitario. La concisión en la formulación lingüística de las normas de vida que deben respetarse para luchar contra la pandemia es un recurso que no tiene costos y que, además, es muy efectivo.

En julio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo algo similar al pedir al mundo que se evitasen “las tres C” (“closed spaces”, “crowded places” y “close contact settings”, o espacios cerrados, lugares abarrotados y distancias cortas). Para transmitir esa misma idea, en las redes sociales se usó también otra expresión japonesa formada por tres ideogramas (集・近・閉), igualmente ingeniosa, pues su lectura (shū, kin, hei/pei) coincidía exactamente con la pronunciación japonesa del nombre del presidente del país donde se originó la pandemia, Xi Jinping, lo que sin duda habrá sido del agrado de los sectores antichinos más recalcitrantes.

A mí eso de san-mitsu me sonaba a doctrina budista y mirando el diccionario (Kōjien, sexta edición) veo que, efectivamente, tiene su entrada y su definición: “En el budismo, las tres actuaciones del Buda, mediante su cuerpo, su boca y su pensamiento. Se llama mitsu a aquello que queda fuera del alcance del intelecto humano...”. ¿Será que este inabordable coronavirus es una manifestación búdica? Cuando menos, sorprendente. San-mitsu es uno de los candidatos(*1) más firmes a “expresión del año”. Habrá que ver si el diccionario Kōjien se decide a incluir en su próxima edición la nueva acepción del término.

Homófonos y confusiones

Otra palabra muy utilizada en relación con el coronavirus es shūsoku, que ha causado muchos quebraderos de cabeza entre reporteros y redactores, ya que además de un shūsoku que significa ‘atajar’, ‘poner coto’ o ‘reconducir’, hay un homófono, escrito con diferentes ideogramas, con el significado de ‘cesar’ ‘extinguirse’ o ‘acabar’ algo definitivamente, y por tanto no demasiado alejado del primero. Ambos pueden referirse a situaciones problemáticas que son encauzadas. En el japonés hablado, hay que deducir del contexto a cuál de los shūsoku se refiere el hablante. Por ejemplo, al anunciar públicamente que su Gobierno levantaba el estado de emergencia, Abe aseguró que en apenas mes y medio se había conseguido prácticamente el shūsoku de la situación. Leyendo los periódicos del día siguiente, se aprecia un consenso en elegir el primero de los dos shūsoku, pues era evidente que se había ganado la primera batalla, pero que no por eso el mal se había extinguido definitivamente.

Pero si el término aparece en un contexto en el que una suavización de la situación se pusiera en relación con la deseada celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio, cualquiera de los dos shūsoku sería posible. Entran aquí dos variantes: qué conciencia se tiene de la situación real, y cómo se entiende el significado de las palabras.

La interpretación más extendida, suponemos, es la de que el primero de los shūsoku hace referencia a un punto determinado en el que se ataja o pone coto a algo dentro de un proceso, mientras que el segundo shūsoku nos hablaría de una extinción definitiva. Lo primero parece poder expresarse mejor mediante un verbo transitivo; lo segundo, mediante uno intransitivo. Pero esta distinción gramatical no siempre se cumple. El Instituto de Cultura de la Radiodifusión de la televisión pública NHK, el Mainichi Shimbun y otros medios han dedicado espacios a responder al interés y las dudas de muchos ciudadanos sobre estas problemáticas palabras.

Tengo la impresión de que últimamente los ejemplos de uso del primero de los shūsoku, que se usaba para salir del paso, son cada vez menos, y que ahora se está recurriendo a expresiones más concretas como “frenar el aumento del número de infectados” o “evitar que la infección siga propagándose”. Estas expresiones van prosperando conforme vamos conociendo mejor la verdadera naturaleza del mal, recuperamos la serenidad de juicio y nos acostumbramos al nuevo estilo de vida. Cuando estamos a ciegas frente al enemigo que nos amenaza, el miedo entorpece nuestros procesos mentales y caemos fácilmente en las simplificaciones.

Una ‘distancia social’ inasumible

Finalmente, hay una expresión que a mí no acaba de convencerme: social distance (tomada directamente del inglés y escrita en silabario katakana), que ha sido también traducida al japonés de una forma muy directa como shakaiteki kyori (distancia social). El inglés social procede del latín socius (socio). Si a los dos interesados o protagonistas se suma un tercero tenemos ya una sociedad en su forma más simple. Social es lo relativo o perteneciente a la sociedad, pero también a la relación humana o sociabilidad. Social dance, una expresión que usamos también los japoneses, no es el baile que ejecuta la sociedad, sino un baile para socializar. En el mismo sentido va la expresión social network system, pues hace referencia a la comunidad que forman quienes participan en estas redes pensadas para socializar. El asunto se complica todavía más porque en japonés ya teníamos shakaiteki kyori (distancia social) dentro del léxico de la sociología, para expresar el grado de comprensión o familiaridad entre individuos o grupos.

Viéndolo así, si queremos traducir de algún modo social distance al japonés, deberíamos hacerlo con la palabra que representa esa ‘socialización’, más que la ‘sociedad’ en sí. También la OMS ha cambiado de social distance a physical distance, aunque no está claro por qué lo ha hecho.

En relación con esto hay que decir que además del problema médico del coronavirus, en Japón se ha generado otro: el de la discriminación de que son objeto y los prejuicios que se muestran hacia los infectados, sus familias, los locales donde se contagiaron del virus, el personal médico que los atiende e incluso las familias de dicho personal. Considerar el riesgo de infección para uno mismo y, a partir de ese baremo, segregar del resto de la sociedad un determinado grupo para tomar una actitud específica frente a él es precisamente lo que en sociología ha venido llamándose ‘distancia social’. No vaya a pensarse que era precisamente para representar estas actitudes para lo que se ha introducido eso de shakaiteki kyori, pero la sola posibilidad da cierto miedo.

Fotografía del encabezado: La gobernadora de Tokio, Koike Yuriko, durante una rueda de prensa. (Fotografía: Jiji Press)

(*1) ^ San-mitsu fue efectivamente elegida expresión del año días después.

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