¿Por qué se retrasa tanto la vacunación en Japón?

Política

En marcado contraste con otros muchos países donde han empezado ya las campañas de inmunización contra el nuevo coronavirus, Japón sigue sin poner manos a la obra. De hecho, es el único entre los países más desarrollados donde todavía no hay vacunas autorizadas.

Joe Biden, vacunado en diciembre

Comprendiendo que la vacuna es el método más eficaz para superar esta prolongada crisis del coronavirus, muchos países del mundo se han movido con rapidez. Si tomamos las cifras absolutas de población vacunada en cada país, a fecha de 26 de enero encabezaba la tabla Estados Unidos con 21,84 millones de dosis administradas. La campaña comenzó en este país el 14 de diciembre de 2020 y Joe Biden, entonces todavía presidente electo, quiso dar confianza a la población vacunándose él mismo una semana después. A Estados Unidos le sigue China, con 15 millones de dosis. China está ofreciendo a otros países una vacuna de fabricación propia como parte de una estrategia diplomática que abarca todo el Sudeste Asiático y otras regiones del globo. Reino Unido es tercero con 7,05 millones de dosis. Según se hizo saber, tanto la reina Isabel II como su consorte, el príncipe Felipe de Edimburgo, están vacunados ya.

Israel, con 3,83 millones de dosis, ocupa el cuarto lugar en términos absolutos pero, con sus 42,3 dosis administradas por cada 100 habitantes, es primero en términos relativos con gran diferencia sobre el resto. Su primer ministro, Benjamín Netanyahu quiso dar ejemplo siendo el primero en vacunarse, lo que hizo el día 9 de enero. Se espera conseguir que para mediados de marzo más de la mitad de la población lo haya secundado.

En otros muchos países, como Alemania, Italia, Rusia, India o Indonesia las campañas habían empezado ya para la primera mitad de enero (los datos de dosis administradas en cada país los hemos extraído de la sección correspondiente de la versión digital del periódico Nikkei Shimbun de fecha 26 de enero).

Como el genoma completo del SARS-CoV-2 (nuevo coronavirus) fue hecho público en enero de 2020, las grandes farmacéuticas de Estados Unidos y Reino Unido comenzaron a producir vacunas de prueba. El apoyo oficial fue especialmente importante en Estados Unidos, donde se destinó a ese fin un presupuesto de 10.000 millones de dólares (1,04 billones de yenes), gracias a lo cual ha sido posible desarrollar con celeridad vacunas, con una nueva técnica en la que se utiliza material genético del virus sintetizado rápida y masivamente.

Las tres vacunas que Japón tiene previsto administrar (las de las farmacéuticas norteamericanas Pfizer y Moderna, y la de la británica AstraZeneca) han ido obteniendo autorización en los países occidentales a partir de diciembre y están siendo ya utilizadas.

En cuanto a su efectividad, Pfizer y Moderna anunciaron que sus vacunas habían obtenido índices de efectividad de más del 90 %. En las pruebas, el porcentaje de personas vacunadas que desarrollaron algún síntoma fue un 90 % más bajo que el de las no vacunadas, con lo que vacunándose dicho riesgo se reduce a un 10%, lo que significa que su efectividad es muy alta.

Un experto señala las causas del retraso japonés

¿Por qué, entonces, se está retrasando tanto la vacunación en Japón? Kunishima Hiroyuki, profesor del curso de Enfermedades Infecciosas en la Escuela Universitaria de Medicina St. Marianna y director del centro de Infecciones del hospital de dicha universidad, señaló tres posibles causas.

En primer lugar, según el experto, los japoneses siempre han mostrado recelo hacia la seguridad y efectividad de las vacunas. Aunque las vacunas producen inmunización que evita el contagio y el agravamiento de los síntomas, también se dan reacciones colaterales no deseadas. Entre las reacciones leves de este tipo producidas por las diversas vacunas contra la COVID-19 de las que se ha informado hasta el momento, están los dolores musculares y de cabeza, y la sensación de fatiga; entre las más graves, el cuadro alérgico conocido como reacción anafiláctica, que produce fuertes bajadas de la tensión y dificultades respiratorias.

En muchos países las vacunas se han autorizado por la vía rápida al considerarse que los todavía poco claros riesgos inherentes a la vacunación podían asumirse, si a cambio se conseguía frenar el avance del virus.

Sin embargo, las vacunas de Pfizer y Moderna, además de ser de un nuevo tipo que modifica la información genética del virus, sus ensayos clínicos solo se han hecho en personas de raza blanca, y no en asiáticos.

Por esta razón, aunque el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón recibió el 18 de diciembre de 2020 la solicitud de autorización de Pfizer para fabricar y vender su vacuna en Japón, ya desde octubre venía realizando ensayos clínicos en 160 japoneses de entre 20 y 85 años para confirmar su seguridad. El ministerio, que seguido en todo momento la política de primar la seguridad aunque esto suponga retrasarse con respecto a otros países, se propuso terminar de reunir los suficientes datos durante el mes de enero para tomar su decisión final. Para autorizar las vacunas de las tres farmacéuticas, el ministerio sigue un procedimiento especial que permite acortar el periodo de inspección sirviéndose también de los datos obtenidos a partir de la experiencia de vacunación de otros países, por lo que el tiempo necesario para conceder la autorización será más corto que en otros casos.

En estos últimos años, en Japón han surgido problemas por las reacciones causadas por una vacuna contra el cáncer cervical, que han dado origen a demandas judiciales para obtener indemnizaciones del Estado y de la farmacéutica. Se dice que la prudencia con la que el ministerio está abordando el tema de las vacunas contra el nuevo coronavirus se debe a su temor a ser responsabilizado por no haberlas examinado suficientemente en caso de que provoquen reacciones.

Según una encuesta publicada por el periódico Asahi Shimbun en su edición matinal del 25 de enero, un 21 % de los japoneses estaría dispuesto a vacunarse rápidamente en caso de que la vacuna fuese gratuita. Un 70 % se tomaría un periodo de observación y un 8 % se negaría. Una muestra de que los japoneses son tan prudentes ante la vacuna del coronavirus como lo han sido ante otras vacunas.

Pocas empresas capaces de afrontar el reto

Las otras dos circunstancias citadas por Kunishima como causas del retraso en la vacunación que sufre Japón fueron la escasez de farmacéuticas o joint ventures japonesas capaces de desarrollar medicamentos ad hoc para infecciones y otras enfermedades, y la insuficiente preparación de las instituciones médicas para llevar a cabo ensayos clínicos de nuevos medicamentos.

Hasta hace unos cincuenta años, Japón era un país muy activo en el campo de la investigación y producción de vacunas, pero el menguante número de niños y las continuas demandas judiciales han debilitado mucho el sector. En el campo concreto de las enfermedades infecciosas, ocurre no pocas veces que tras una rápida propagación, la epidemia remite y desaparece antes de que la farmacéutica haya conseguido dar un uso práctico a su vacuna, y esto explica que sean cada vez menos las empresas capaces de afrontar el desarrollo de vacunas.

La consecuencia ha sido que más de la mitad de las vacunas que se vienen utilizando en Japón son de importación y la del coronavirus es un buen ejemplo de esta dependencia. Demorarse en asegurarse una vacuna significa también demorarse en administrarla a la población.

Aunque son muy escasas, en Japón también hay empresas que están desarrollando vacunas contra el coronavirus. La joint venture Anges y la gran farmacéutica Shionogi han llegado ya a la fase de ensayos clínicos y hay otras, como Daiichi Sankyō, que desarrollan vacunas propias, pero su uso práctico se está retrasando mucho con respecto a las empresas de otros países. De todos modos, disponer de vacunas de fabricación nacional va a ser imprescindible para proteger la salud y seguridad de los japoneses y es necesario que el Gobierno continúe apoyando a estas empresas.

Por escasa que sea la disposición de las instituciones sanitarias a realizar ensayos clínicos, para casos como el presente que exigen una reacción rápida, será necesario también instaurar un nuevo sistema que permita mayor flexibilidad y rapidez en la inspección y examen de las vacunas. Con mayor razón todavía en un año olímpico y paralímpico como este, en el que Japón necesita, más que ningún otro país, poner coto a la propagación del virus en su territorio con la mayor premura. Aunque la exigencia de seguridad debe estar siempre presente, para futuros casos debería estudiarse la posibilidad de prescindir de algunos de los pasos que se exigen en el proceso de examinación.

Yamanaka Shin’ya, Ōmura Satoshi, Ōsumi Yoshinori y Honjō Tasuku, receptores todos del Premio Nobel de Medicina y Fisiología, publicaron el día 8 de enero, con ocasión de la segunda declaración gubernamental de estado de emergencia en el área metropolitana, un manifiesto de cinco puntos en el que reclaman al Gobierno que dé pasos en ese sentido. En uno de los puntos, señalan la necesidad de reforzar las ayudas oficiales a la investigación en ciencias de la vida, de donde surgen los principios que sirven de base al desarrollo de vacunas y fármacos de uso terapéutico, así como a las iniciativas de coordinación entre la industria y el mundo académico. En otro, exigen mayor rapidez en el examen y autorización de nuevas vacunas y fármacos terapéuticos, salvaguardando siempre la independencia y transparencia del proceso.

Nuestra lucha contra los virus continuará y volveremos a sufrir pandemias. El retraso que estamos sufriendo en la vacunación contra el nuevo coronavirus nos hace ver que todavía son muchos los problemas que deberemos solucionar si deseamos disponer algún día de vacunas fiables de producción nacional.

Fotografía del encabezado: El entonces todavía presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden (derecha), es vacunado contra el coronavirus por personal sanitario el 21 de diciembre de 2020. (Fotografía: Jiji Press)

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