Kesennuma, la ciudad que rechazó un gran rompeolas y eligió vivir en armonía con el mar

Prevención de desastres Sociedad

Han pasado 10 años del Gran Terremoto del Este de Japón y los trabajos de reconstrucción en Kesennuma están a punto de ser terminados. Se esperaba que la reconstrucción se completara a la mayor brevedad posible y que la vida regresara incluso con más fuerza a las zonas afectadas, pero hoy la realidad es diferente.

Un plan que tardó siete años en ser concretado

En el puerto de Kurauchi del distrito de Kusakizawa, vecino de la localidad de Minami Sanriku, hay un lugar simbólico para la ciudad de Kesennuma, que vino luchando contra la construcción de diques. En mayo de 2015, la municipalidad sus habitantes acordaron un plan para construir un rompeolas de 9,8 metros sobre el nivel del mar. Posteriormente, se volvió a analizar su pertinencia y, finalmente, en diciembre de 2017, el plan fue descartado. El resultado fue tan inesperado que incluso los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia. En contraste, en la parte de la misma playa que pertenece a la localidad vecina de Minami Sanriku, el plan se llevó a cabo tal como estaba previsto y se construyó un rompeolas. Llamó la atención que se tomaran decisiones opuestas en una zona separada simplemente por una división administrativa, puesto que en ambos casos lo que se protege es una pendiente de la línea ferroviaria JR Kesennuma y terrenos que no serían utilizados por el momento.

Como puede deducirse del hecho de que se haya suspendido el plan de construcción de un rompeolas en un pueblo pequeño y escondido, no hay otros lugares afectados por el desastre en los que se haya discutido más al respecto que en Kesennuma. Esto no solo se debe a que existía un gran numero de planes de construcción de rompeolas y a que los costes de las obras eran demasiado altos, sino también a que en esta región se tiene una consideración especial por el mar. Una prueba de esto es que al mismo tiempo que se aspiraba a una reconstrucción expedita, también se tomaron siete años para concretar todos los planes de los rompeolas.

El puerto pesquero del distrito de Kusakizawa, donde se suspendió el proyecto de un rompeolas que tendría un coste de 1.280 millones de yenes. Detrás se encontraba la línea ferroviaria JR Kesennuma, que ahora es parte de una carretera exclusiva para autobuses.
El puerto pesquero del distrito de Kusakizawa, donde se suspendió el proyecto de un rompeolas que tendría un coste de 1.280 millones de yenes. Detrás se encontraba la línea ferroviaria JR Kesennuma, que ahora es parte de una carretera exclusiva para autobuses.

Del lado de Minami Sanriku, el rompeolas se construyó tal como estaba previsto. Tuvo un coste de 450 millones de yenes.
Del lado de Minami Sanriku, el rompeolas se construyó tal como estaba previsto. Tuvo un coste de 450 millones de yenes.

Para comprender por qué tomó tanto tiempo llegar a un acuerdo hay que conocer un poco mejor la situación particular de este lugar.

En el plan de reconstrucción se proponía el objetivo de convertirse en una ciudad en la que nadie falleciera a consecuencia de un tsunami y en la que la gente estuviera segura incluso si uno tenía lugar en medio de la noche. Sin embargo, el Gobierno central solamente permitía la construcción de un rompeolas con una altura máxima de aproximadamente 15 metros, capaz de proteger de un tsunami como el de Meiji Sanriku de 1896 o el provocado por el gran terremoto de Chile, que se registran una vez cada decenas o centenas de años. Es decir, aunque se construyera un nuevo rompeolas de dichas dimensiones, el área de riesgo de inundación por un tsunami como el del Gran Terremoto del Este de Japón (que tuvo una altura máxima de 25 metros) seguiría siendo designada como área con restricción de uso habitacional. Para intentar reducir al máximo la extensión de las zonas de peligro, se planteó levantar los terrenos y, donde esto no fuera suficiente, trasladar a las personas a un complejo residencial en una zona a mayor altitud.

En otras palabras, era indispensable concretar el plan del nuevo rompeolas para poder decidir la extensión de la zona de peligro, así como la población que debía trasladarse a terrenos elevados. Por esa razón, a tan solo poco más de un año del desastre, en el verano de 2012, comenzaron las sesiones informativas sobre los rompeolas en todos los distritos.

El primer plan que se presentó a los ciudadanos era algo inconcebible. Antes del Gran Terremoto del Este de Japón, la altura de mayoría de los rompeolas fluctuaba entre los dos y los cuatro metros, incluso había playas que no contaban con ninguna protección, pero el plan proponía la construcción de nuevos rompeolas con una altura de hasta 14,7 metros. Sin embargo, incluso con un rompeolas de dichas dimensiones, el 75 % del área arrasada por el tsunami de marzo de 2011 seguiría siendo considerada zona de peligro. Algunos supervivientes exigieron un rompeolas más alto, mientras que otros opinaron que si no se les podía garantizar protección para un tsunami como el de 2011, entonces no valía la pena construirlo. También hubo quienes dijeron que con un rompeolas tan alto se sentirían atrapados tras las paredes de hormigón, como en una prisión, que no podrían ver el mar o que no había necesidad de ganar terreno al mar y sacrificar las playas y costas por esa razón.

Los jóvenes de instituto que lloraron frente a la costa de Koizumi

Como parte de los trabajos de recuperación y reconstrucción se debían arreglar rompeolas en 106 ubicaciones de 78 playas de la ciudad. Se recalculó la altura en 72 lugares y en el resto se construyeron con las mismas dimensiones previas al desastre. Para comenzar con los trabajos se necesitaba llevar a cabo una sesión informativa y conseguir el consenso en cada uno de los lugares. Como consecuencia, se obtuvieron una amplia variedad de resultados, como el caso del distrito de Kusakizawa, mencionado al principio de este artículo, donde el plan del rompeolas fue descartado.

A continuación se presenta un ejemplo concreto que ayudó a que el proceso para conseguir el consenso fuese replanteado.

En Koizumi, reconocida por el Ministerio de Medioambiente de Japón como una de las cien mejores playas del país, se había presentado un plan para construir un rompeolas de 14,7 metros, la mayor altura en la prefectura de Miyagi. Los costes previstos para el rompeolas conectados con los diques en los ríos, con una extensión total de 4,6 kilómetros, ascendían a los 22.300 millones de yenes. Sin embargo, debido a que fue un lugar donde se registraron daños catastróficos, todas las personas se trasladarían a zonas más altas y no quedarían viviendas por debajo del lugar donde se construiría el rompeolas. Por esta razón, algunas personas se oponían al mismo, ya que aseguraban que utilizar el dinero de los impuestos en eso era un desperdicio y preferían disfrutar de la naturaleza y no arruinar el paisaje con una pared de hormigón.

La prefectura, ente a cargo de los trabajos de reconstrucción, consideró que había alcanzado un acuerdo con la población en la sesión informativa de noviembre de 2013. No obstante, parte de los ciudadanos mostraron su descontento por la forma en la que se consiguió el consenso, lo que los animó a realizar una colecta de firmas para presentar sus deseos a la prefectura y el Gobierno central, algo que llamó la atención de los medios de comunicación.

Posteriormente, se volvieron a celebrar sesiones informativas y el presidente de la asociación de promoción regional y los suyos, a favor de una pronta reconstrucción, se aferraron al plan del rompeolas. Sin embargo, en la sesión informativa de julio de 2014, la última previa al comienzo de los trabajos de construcción, un grupo de estudiantes expresó su oposición y exigió que se reconsiderara la decisión, aunque no fueron escuchados. Los estudiantes derramaron lágrimas de frustración porque no lograron hacer escuchar la opinión de los más jóvenes, pese a que los encargados se ufanaban de que la decisión se tomaba teniendo en cuenta a las próximas generaciones.

Los jóvenes querían que se reconsiderara el plan, ya que estaban convencidos de que la exuberante naturaleza era la que podría favorecer la revitalización de la región, mientras que los adultos confiaban en que los trabajos de urbanización ayudarían al desarrollo de la zona. Por desgracia, no consiguieron hacer coincidir sus visiones.

La construcción de los rompeolas y otras obras están a punto de terminar. Hasta el momento, el coste total ha aumentado hasta los 49.400 millones de yenes, casi el doble de la cifra original, pero, como la mayoría de los ciudadanos tiene la vista puesta en el futuro, se han resignado a que el asunto del rompeolas es cosa del pasado.

En los terrenos detrás del rompeolas se construyó una instalación enorme con techo de cultivo de tomates y en 2019 la playa se reabrió al público. Además, está avanzando el diálogo para que una empresa cervecera de Kamakura establezca una de sus fábricas en este lugar. Los conflictos alrededor de los pros y contras de este proyecto continuaron por cierto tiempo, pero las lágrimas de los estudiantes sirvieron de lección para revisar la forma en la que se alcanza el consenso y esto ha sido aprovechado en los planes de construcción de rompeolas en otros distritos.

El rompeolas con una altura de 14,7 metros en la playa de Koizumi. Los surfistas disfrutan de las olas del lugar incluso en el invierno.
El rompeolas con una altura de 14,7 metros en la playa de Koizumi. Los surfistas disfrutan de las olas del lugar incluso en el invierno.

La sesión informativa en el puerto de Ōshima terminó con aplausos

Ōshima, en Kesennuma, es la isla habitada más grande de Tōhoku. Gracias a la naturaleza y al gran nivel de vida que ofrece, se conoce como la perla verde. En esta isla el plan de construcción de un rompeolas no fue un proceso nada sencillo.

La mayoría de sus habitantes no veía con buenos ojos la construcción de un dique monumental. Se descartó el plan de construir un rompeolas de 11,8 metros de altura en la costa y en la playa vecina se optó por levantar una colina con un bosque de protección. A pesar de esto, el plan de construir un rompeolas de 7,8 metros en el puerto pesquero de Ura-no-hama, la salida al mar, quedó estancado entre la prefectura, que no podía cambiar la altura del rompeolas sin fundamento, y los residentes que pedían la revisión de la altura del mismo.

En cada sesión informativa, los funcionarios de la prefectura recibían reproches por parte de los ciudadanos, quienes opinaban que las autoridades decidían todo de manera unilateral y que no escuchaban a los habitantes de la isla.

El establecimiento de mesas de diálogo entre los representantes ciudadanos y las autoridades fue lo que ayudó a superar el estancamiento del diálogo. A diferencia de las sesiones informativas, el ambiente no era de confrontación, sino una oportunidad para analizar en conjunto asuntos tales como la necesidad de los rompeolas y los posibles efectos que podrían ocasionar los cambios de dimensiones en él. Además, se estableció un sistema de minutas para evitar los retrocesos en el diálogo.

Gracias a esto se pudo acordar que el rompeolas se construiría 30 metros más alejado de la costa, que su altura se reduciría 30 centímetros y que la cara que da al mar se cubriría con tierra y plantas para disimular el hormigón. También se decidió que los terrenos traseros tendrían la misma altura que el rompeolas y que ahí se establecerían instalaciones para la revitalización local por parte de la municipalidad.

En julio de 2017 se celebró la última sesión informativa en la que participaron todos los habitantes de la isla, la cual terminó con aplausos y palabras de agradecimiento por parte de los locales.

Este ejemplo nos sirvió para comprender la importancia que tiene demostrar una disposición al diálogo si queremos alcanzar un acuerdo. También, aprendimos que además de compartir información y opiniones para entender a cabalidad la situación, es necesario contar con espacios en los que los ciudadanos y las autoridades puedan trabajar juntos para avanzar paulatinamente hacia las resoluciones.

El puerto pesquero de Ura-no-hama en Ōshima. Los terrenos en la parte posterior del rompeolas fueron elevados a la misma altura del rompeolas y la cara que da al mar se cubrió de plantas para disimular la pared de hormigón.
El puerto pesquero de Ura-no-hama en Ōshima. Los terrenos en la parte posterior del rompeolas fueron elevados a la misma altura del rompeolas y la cara que da al mar se cubrió de plantas para disimular la pared de hormigón.

La “reconstrucción creativa” del distrito de Naiwan en Kesennuma

Ōshima no fue el único lugar donde se buscó conservar intactas, en la medida de lo posible, las zonas de playa o costa. Otros rompeolas también sufrieron cambios respecto a los planes originales: se construyeron más alejados de la costa o con ventanas de acrílico para reducir la impresión de encierro, algunos incluso se utilizan como parte de las carreteras. En lo que coinciden todos es en que no fueron aceptados en un principio, sino que fueron el resultado de un arduo proceso de diálogo.

El distrito de Naiwan, que es el centro de la ciudad de Kesennuma, pertenece también a parte del puerto pesquero y se encuentra cerca del mercado de pescados, y, por ende, se vino desarrollando como un lugar que reunía a los ciudadanos, pescadores y turistas. También era un lugar bullicioso, ya que de ahí zarpaban los barcos hacia Ōshima, pero en abril de 2019, con la inauguración de un puente, estos servicios regulares fueron suspendidos. La mayoría de los habitantes se trasladaron a zonas altas, por lo que el puerto perdió mucho de su espíritu, aunque esto permitió que se fortaleciera la conciencia del peligro y esta región aspiró a lo que el Gobierno central denominó una “reconstrucción creativa”.

La prefectura propuso la construcción de un rompeolas de 6,2 metros de altura.

Antes del Gran Terremoto del Este de Japón, en este lugar no había un rompeolas y la zona urbana era una continuación de la costa. Esta localidad tiene un gran apego por el mar, por lo que se hicieron concursos para pedir ideas desde dentro y fuera del país y se plantearon un rompeolas construido desde el fondo del mar, o uno en la entrada de la bahía, un proceso arduo de tres años de continuas simulaciones y correcciones.

Finalmente, se decidió que se reduciría la altura del rompeolas a 5,1 metros y que se levantaría la altitud de los terrenos traseros, pero quedó una diferencia de dos metros que impedía apreciar la vista del mar. Para paliar esta situación, la prefectura accedió a instalar una compuerta de un metro de altura con el fin de garantizar protección para un tsunami que sobrepasara lo esperado. Esta compuerta, la primera de su tipo en Japón, está normalmente enterrada y la fuerza de un tsunami hace que se levante para proteger la zona. Su coste superó el de una pared de hormigón, pero gracias a esto se puede seguir disfrutando de la vista del mar.

Al lado se construyó un centro comercial e instalaciones públicas que también son parte del rompeolas. Desde el primer piso se puede disfrutar de una vista panorámica del mar.

La comunidad decidió que junto a estas instalaciones ya no se construiría otro rompeolas. En los terrenos situados detrás del rompeolas se establecieron instalaciones turísticas y oficinas navales, entre otros negocios.

No existe otro lugar en el que apenas en 500 metros exista una compuerta, instalaciones como parte del rompeolas e incluso una zona sin protección. Por esto se ha convertido en un lugar de aprendizaje para investigadores y estudiantes de arquitectura y prevención.

La mayoría del tiempo de la reconstrucción fue utilizado en resolver la cuestión de los rompeolas, lo que ha servido para que aumente entre la ciudadanía la conciencia sobre este tipo de labores. El proceso fue exitoso, ya que las autoridades y los ciudadanos compartían el objetivo de convivir con el mar.

La parte roja es la compuerta móvil del rompeolas. Al fondo, la ciudad que consiguió una “reconstrucción creativa”.
La parte roja es la compuerta móvil del rompeolas. Al fondo, la ciudad que consiguió una “reconstrucción creativa”.

Todas las fotografías que aparecen en el artículo pertenecen al autor.

Fotografía del encabezado: un rompeolas de la ciudad de Kesennuma, en la prefectura de Miyagi. Con una altura de 7,2 metros sobre el nivel del mar. Ahí se encuentra un almacén de productos petroleros y un astillero. Al fondo, el puente transversal de la bahía de Kesennuma, parte de la carretera de la costa de Minami Sanriku. Composición panorámica (Kyōdō)

Gran Terremoto del Este de Japón tsunami Kesennuma