Implicaciones demográficas de la crisis del coronavirus en Japón

Sociedad Familia

La pandemia ha favorecido la “remotización”, que podría echar raíces y permanecer después de esta crisis sanitaria mundial. Este artículo aborda la cuestión desde la perspectiva de las consecuencias demográficas que podría acarrear la pérdida de oportunidades de encuentro personal.

Una pandemia que arrastra hacia abajo el número de embarazos

Las consecuencias de la pandemia que comenzó a hacer estragos a principios de 2020 afectan también a los movimientos demográficos. A finales del año pasado, el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar hizo público el dato de los embarazos registrados en Japón hasta octubre. A consecuencia de la pandemia, el total anual es inferior al de otros años, siendo la diferencia especialmente visible en el dato de mayo (-17,6 % respecto al año anterior), mes en el que estuvo vigente la primera declaración de estado de emergencia. Los cinco meses sucesivos mostraron igualmente cifras a la baja (-5,7 %, -10,9 %, -6,0 %, -1,0 % y -6,6 %), demostrando así que la tendencia persistía incluso después del levantamiento del estado de emergencia.

Los embarazos suelen registrarse durante sus primeras once semanas, por lo que esta cifra sirve para predecir aproximadamente cuántos bebés nacerán siete u ocho meses después. Lógicamente, un descenso en el número de embarazos durante 2020 se hará visible en un descenso en el número de nacimientos durante 2021. En el segundo diagrama, vemos cómo podrían quedar los años 2020 y 2021 en el historial de nacimientos de Japón (solo bebés con nacionalidad japonesa), una vez asignadas proyecciones a los dos últimos meses de 2020. Frente a los 865.000 y 840.000 nacimientos de 2019 y 2020 respectivamente, vemos que 2021 dará un total cercano a los 769.000, quedando por primera vez en la historia reciente de Japón por debajo de los 800.000 nacimientos. En las proyecciones de población (rango intermedio de la proyección de nacimientos y muertes) ofrecidas por el Instituto Nacional de Investigaciones sobre la Población y la Seguridad Social, un descenso comparable en el número de nacimientos de japoneses solo se preveía para el año 2034, lo que muestra hasta qué punto la crisis del coronavirus ha acelerado el proceso.

Se cree que la crisis del coronavirus ha afectado negativamente al número de embarazos de diversas formas.

El primer frente ha sido el del entorno económico, que se ha deteriorado. El índice de desempleo absoluto, que en diciembre de 2019 alcanzaba un valle del 2,2 %, se situó en diciembre de 2020 en el 3,0 %. El salario medio de 2020, por efecto de las reducciones en las horas de trabajo y en los pagos extraordinarios estacionales, fue un 1,2 % menor que el del año anterior. Especialmente fuerte ha sido el impacto sobre la industria de servicios personales, que se ha visto fuertemente afectada por los llamamientos de las autoridades a abstenerse de salir. Cabe pensar que muchas personas que deseaban tener hijos han pospuesto su decisión ante este clima de reducción de ingresos.

Otro de los efectos de la pandemia que ha redundado en un descenso en el número de embarazos ha sido el deseo de evitar el riesgo de contagio que supone someterse a un reconocimiento médico. Aunque se venía registrando un aumento estructural del gasto médico debido al envejecimiento de la población, en el periodo comprendido entre abril y septiembre de 2020 dicho gasto se redujo. Este descenso es reflejo de un aumento en el número de personas que prefirieron abstenerse de visitar centros médicos para consultas o reconocimientos no estrictamente necesarios ni urgentes. Puede suponerse que también fueron muchas las parejas que, ante la perspectiva de tener que someterse a reconocimientos en algún centro público, prefirieron posponer sus planes de embarazo.

El tercer frente de efectos negativos hay que buscarlo en una etapa previa a la del embarazo, es decir, en la de matrimonio o noviazgo. El número de matrimonios en 2020 fue de unos 538.000, un 12,7 % menos que en 2019. Vemos entonces que también aquí se hace sentir el efecto de la pandemia, pues los llamamientos de las autoridades a abstenerse de salir se han traducido en una reducción de las ocasiones de conocer a otras personas e intimar con ellas.

El problema es que el descenso del número de nacimientos se prolongue

El problema que se plantea ahora es si este descenso en el número de nacimientos afectará solo al año 2021. Si es un fenómeno temporal, el efecto que pueda tener sobre la población futura de Japón no será demasiado grande. El impacto poblacional de un descenso de 100.000 nacimientos durante un solo año no tiene nada que ver con lo que podría significar que un descenso equivalente se prolongase a lo largo de 10 años.

Pensemos en la posibilidad de que los tres frentes de ataque a los nacimientos descritos sigan activos prolongadamente. En el frente económico, la clave está en una vacunación masiva, aunque será necesario todavía algún tiempo hasta que la campaña abarque todo el país, su efectividad se pruebe y las autoridades juzguen innecesario seguir evitando las “tres C” (“closed spaces”, “crowded places” y “close contact settings”, o espacios cerrados, lugares abarrotados y distancias cortas). Además, la recuperación de la actividad económica podría quedar frenada cuando se retiren las medidas de sostenimiento del empleo o dejen de concederse ayudas a la financiación de las empresas. Aunque es previsible que el efecto negativo de la situación económica sobre el número de nacimientos vaya mitigándose poco a poco conforme avanza la campaña de vacunación, también es probable que dicho efecto persista algún tiempo.

En cuanto al impacto que tendrá el temor a los reconocimientos médicos, también dependerá de cómo marche la campaña de vacunación. Se espera que la resistencia a las visitas médicas vaya atenuándose, pero seguirá existiendo al menos durante todo este año.

El frente que más visos de permanencia tiene es el de los noviazgos y matrimonios. Si va desapareciendo la necesidad de abstenerse de salir de casa, las ocasiones de encuentros personales aumentarán, pero el proceso de remotización laboral y la tendencia a impartir clases no presenciales en los centros de estudio podrían ser más duraderos. En un ambiente de reducción de las oportunidades de encontrarnos con otras personas, existe el riesgo de que el influjo negativo sobre los matrimonios y nacimientos se prolongue a largo plazo.

Por debajo de los 100 millones de habitantes, cuatro años antes de lo previsto

Hagamos una sencilla simulación. Supongamos que esta presión a la baja se extiende a largo plazo, es decir, que los factores que pesan sobre el número de nacimientos en 2021 se hacen permanentes. ¿Qué ocurriría? El gráfico inferior refleja esa situación.

Se aprecia en el gráfico que el valor de la población total se sitúa por debajo del valor de la mediana de nacimientos en la estimación del Instituto de Investigaciones sobre la Población y la Seguridad Social, y se aproxima al valor mínimo, considerado un mal escenario (en ambos casos, se toma el valor medio para la previsión de muertes). En la simulación, el valor de la población en el año 2065 se sitúa en sobre los 83,5 millones de personas, o 4,5 millones menos que los algo más de 88 millones que se obtienen con valores medios de nacimientos y muertes. En cuanto al año en que la población de Japón bajaría de los 100 millones, se sitúa en 2049, es decir, cuatro años antes de 2053, que es el año vaticinado por el instituto utilizando los valores medios de los supuestos.

Los supuestos utilizados en la simulación son los que corresponden a una prolongación de los efectos a la baja de la pandemia y podrían parecer excesivamente pesimistas si partimos de que se piensa que con una vacunación extensiva la situación podrá controlarse poco a poco. Sin embargo, no se ve claramente hasta cuándo seguirán activos los factores enumerados, especialmente el tercero de ellos (el efecto que tendrá sobre noviazgos y matrimonios la reducción de las ocasiones de encuentros personales).

Cómo evitar una nueva “era glacial” en el empleo

En tanto sirve para flexibilizar el empleo y favorecer la conciliación entre vida laboral y familiar, la remotización del trabajo puede ser ventajosa para muchas personas. Lo que se le pide al Gobierno no es que desarrolle terapias para tratar los males que puedan derivarse de las tendencias de remotización, sino que actúe a un nivel mucho más básico, suavizando la inseguridad económica que implica el hecho de tener hijos. Y para ello, debería empezar por lo más cercano, sosteniendo con firmeza la economía real que languidece bajo la crisis del coronavirus. Especialmente para el año fiscal 2021 se espera que las medidas financieras, principalmente las ayudas al empleo lanzadas el pasado año fiscal, vayan reduciéndose. Es de suponer que si el grifo de las ayudas se cierra súbitamente cuando todavía son patentes los efectos de la crisis, el efecto negativo sobre la economía sea muy fuerte. Japón sabe por experiencia cómo una “era glacial” en el empleo causada por una recesión puede lastrar la recuperación del número de nacimientos. Para que esta crisis del coronavirus no traiga consecuencias similares, es necesario extremar el cuidado al fijar la estrategia de salida.

Si hablamos de suavizar la inseguridad económica que genera tener hijos, habrá que ayudar económicamente a quienes son padres, estudiando seriamente la posibilidad de ampliar las ayudas a las familias numerosas e implementar otras medidas en las que se viene insistiendo desde hace tiempo. En ese sentido, la inclusión en la seguridad social de los tratamientos de infertilidad propuesta por el actual gabinete de Suga Yoshihide supondrá reducir los gastos que implican dichos tratamientos y allanará el camino a la paternidad o maternidad a muchas personas. Pero no es menos cierto que esta ayuda afecta solo a la fase de entrada o previa a la de crianza, que es la que origina la mayor parte de la inseguridad económica que sienten quienes desean ser padres o madres. Serían deseables ayudas más amplias de las que pudieran beneficiarse también los hogares con hijos.

Quedan ya pocas dudas sobre que 2021 terminará también con un nuevo descenso en el número de nacimientos. En lo sucesivo, el gran reto será devolver las cifras a los valores previos a la crisis evitando que se cumplan las previsiones arriba expresadas y que la pérdida de población se agrave todavía más. No podemos permitirnos aflojar en la política de promoción de la natalidad.

Fotografía del encabezado: PIXTA.

pandemia Coronavirus COVID-19 Población Demografía