Trabajar en una guardería y ser madre en Japón: una realidad complicada

Sociedad

En las guarderías de Japón se están denunciando muchos casos de acoso y hostigamiento a las trabajadoras que quedan embarazadas y piden descanso maternal. A veces, el problema es “saltarse el orden”, es decir, adelantarse en el embarazo a las empleadas más antiguas. La autora señala en este artículo los problemas estructurales que padece el sector.

Quedar embarazada, una “irresponsabilidad”

En algunas guarderías japonesas hay una ley no escrita que establece que las trabajadoras solo pueden quedar embarazadas por orden de antigüedad. En los lugares de trabajo con predominio femenino las relaciones están muy jerarquizadas y muy a menudo ocurre que quienes se adelantan en la maternidad a las más antiguas se sienten incómodas y son tratadas con frialdad e incomprensión.

Una directora de guardería de 35 años que contó su caso bajo el nombre supuesto de Nishino Keiko, recordaba la regañina que tuvo que soportar del administrador cuando le comunicó su embarazo. “¡La propia directora, qué irresponsabilidad!”, le espetó. El embarazo, la noticia “felicitable” por excelencia, es muchas veces recibida como un hecho “embarazoso”. Y el problema está tan extendido que existe ya una palabra, matahara (del inglés ‘maternity harrasment’, hostigamiento por quedar embarazada) para definir los tratos degradantes y desventajosos que sufren las mujeres en razón de su embarazo o de su parto.

La guardería en la que trabaja Nishino está entre las ninka-hoikuen o guarderías homologadas por el Estado, que deben cumplir exigentes requisitos, pero siempre ha sido problemática. Los salarios que ofrece son bajos y muchos trabajadores acaban dejando su puesto. Los que se quedan deben soportar, por esa misma razón, una gran carga laboral, lo que los obliga a hacer horas extraordinarias. Teóricamente, en este tipo de guarderías se establece una jornada laboral de ocho horas y dos descansos semanales, pero al no ser posible cubrir las plazas dejadas por quienes renuncian, en la práctica se estaban haciendo 12 o más horas diarias, con un solo descanso semanal.

El administrador montó en cólera y la increpó, responsabilizándola a ella de que tantos trabajadores hubieran terminado renunciando, instándola a trabajar sin descanso y negándole su derecho al descanso de maternidad y crianza. Según la Ley de Estándares Laborales, durante el embarazo la trabajadora tiene derecho a pedir que se le encomienden tareas más ligeras y el empleador no puede en ningún caso obligarla a trabajar más de 40 horas semanales. Pero nada de esto se cumplió en el caso de Nishino.

Su larga jornada laboral tuvo mucho que ver en el hecho de que Nishino tuviera un parto prematuro. Se tomó el descanso de maternidad antes de lo previsto y con ese motivo dejó su puesto de trabajo. Pero en el sector de las guarderías, Nishino no es la única mujer que ha tenido que sufrir una experiencia tan humillante de matahara.

Detrás de estos lamentables hostigamientos está la dura realidad de un sector que sufre una insuficiencia crónica de mano de obra. En mis investigaciones he conocido algunos casos en que una trabajadora con pocos años en el puesto y su marido han tenido que disculparse por el embarazo de aquella después de haber soportado ataques verbales del responsable de la guardería. Aunque no ocurra en todos los lugares de trabajo, en la enfermería, la docencia y otros sectores con fuerte presencia femenina la tendencia a que ocurran estos casos se agudiza. Resulta irónico que precisamente en los sectores que se encargan del nacimiento y formación de los niños, los embarazos sean tan mal recibidos.

Malas condiciones de trabajo

Según un informe del Gobierno Metropolitano de Tokio sobre la situación laboral en el sector durante el año fiscal 2018, casi una quinta parte (un 17,8 %) de los cuidadores titulados de ambos sexos que habían renunciado a su puesto de trabajo alegó como causa el embarazo o el parto. Las causas más citadas fueron los bajos salarios (65,7 %) y la carga laboral (61,9 %). Los salarios de los cuidadores se sitúan cerca de 100.000 yenes mensuales por debajo del promedio intersectorial y la falta de concordancia entre este pago y la gran responsabilidad que asume quien se encarga de los hijos ajenos empuja a muchos cuidadores a abandonar. Esta es la principal causa de la escasez de mano de obra, que a su vez abona el terreno para el matahara.

La confederación sindical Zenrōren también ha estudiado el tema. Según el informe “Estudio de situación sobre embarazo, parto y crianza”, llevado a cabo entre abril y julio de 2020, un 20,2 % de los cuidadores se vieron obligados, debido al exceso de trabajo o a la imposibilidad de encontrar sustituto, a hacer horas extraordinarias, algo de lo que, teóricamente, deberían haber sido exonerados. La escasez de personal es, también aquí, una de las causas del matahara.

La dificultad de muchas familias para encontrar plazas de guardería para sus hijos llevó al Gobierno en el año fiscal 2013 a poner en marcha una serie de medidas dirigidas a mejorar la situación laboral de los cuidadores. Se esperaba que el complemento salarial ofrecido por el Gobierno supusiera una mejora efectiva, que se cuantificó en 44.000 yenes mensuales más como promedio para el conjunto de los cuidadores, y en 84.000 para los de experiencia más larga.

Si las cantidades previstas por la Oficina del Gabinete se hubieran aplicado realmente a los salarios, en el caso de los cuidadores de los 23 municipios que forman el centro urbano de Tokio, que presentan los salarios mínimos más elevados, habría ascendido a 5.650.000 yenes anuales. Sin embargo, el promedio salarial real, según un estudio del mismo órgano para el año fiscal 2019, fue de 3.810.000 yenes.

El Gobierno ofrece el complemento partiendo del supuesto de que los gastos de personal suponen un 80 % del presupuesto de una guardería. Por eso, cuando se trata de obtener mayor beneficio, las guarderías recortan sus gastos de personal. Aunque, según un estudio de la Oficina del Gabinete, entre las entidades de bienestar social que regentan guarderías homologadas en cualquier lugar de Japón, los gastos de personal representan como promedio el 75,7 % de su presupuesto, entre las entidades con ánimo de lucro (sociedades anónimas y otras) presentes en el sector, esa proporción baja al 59,2 %. En las áreas urbanas, donde la presencia de empresas con ánimo de lucro es muy importante, los salarios son los grandes sacrificados y vemos que, por ejemplo, en el caso de las sociedades anónimas de la prefectura de Tokio, sólo representan la mitad del presupuesto total, una situación en la que, por mucho que el Estado se esfuerce, es muy difícil lograr mejoras salariales sustanciales.

Si la situación se ha perpetuado ha sido debido a la tendencia de los administradores de estas instalaciones a recortar los gastos de personal, que expongo en el siguiente apartado.

Situación de explotación e implicaciones políticas

Detrás de los bajos salarios de los cuidadores se esconden problemas estructurales. Bajo ciertas condiciones, es posible desviar el dinero de la partida de personal a otros usos. Con este subterfugio, el dinero que podría haber ido a salarios se emplea, por ejemplo, en ampliaciones del negocio.

Los partidos de oposición han reclamado repetidas veces que se ejerza un control más exhaustivo sobre la utilización del dinero declarado como “costes operativos”, pero la reglamentación de las guarderías no acaba de abrirse camino, lo cual podría estar relacionado con el hecho de que los partidos en el Gobierno son receptores de donaciones políticas procedentes del sector.

Si no se ponen limitaciones al uso del dinero de estas empresas, en las guarderías establecidas con fines de lucro no solamente va a ser imposible que se eleven las cantidades asignadas a los salarios de los cuidadores, tampoco se va a conseguir que las guarderías reserven dinero para aumentar el personal.

Al considerar el número de cuidadores, en Japón el único criterio utilizado es el de cuántos niños quedarán asignados a cada uno. A lo largo de muchos años se ha señalado que este criterio, que fue establecido inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, resulta insuficiente. Es el momento de proceder a revisarlo. Si una revisión a fondo resultase demasiado complicada, al menos deberían tomarse medidas concretas, como ofrecer subvenciones para que las empresas puedan hacer contrataciones con mayor flexibilidad para sustituir temporalmente a las cuidadoras que piden la baja por maternidad o crianza, o para aliviar la carga de las que están embarazadas o acaban de reintegrarse al puesto tras tomarse el descanso.

En las guarderías que reservan suficiente dinero para gastos de personal y contratan por encima de los mínimos exigidos se respira mejor ambiente, los cuidadores pueden trabajar más confiados y las mujeres regresan a sus puestos después del embarazo y el parto.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que en campos especializados como el de las guarderías hay una tendencia a que tanto empleadores como empleados carezcan de un suficiente conocimiento de la legislación relacionada. Una forma efectiva de luchar contra el matahara sería ofrecer oportunidades para que tanto unos como otros conozcan y comprendan lo que leyes como la de Estándares Laborales o la de Igualdad de Oportunidades de Empleo para los Sexos estipulan sobre la protección a la maternidad.

El de cuidador es un trabajo especializado de importancia fundamental, pues tiene una gran influencia sobre el desarrollo de los niños. Las guarderías, además de cuidar de la salud y de la educación de los niños, prestan un apoyo irreemplazable a los padres en su vida diaria. Que estas instalaciones cumplan correctamente sus funciones dependerá de si los cuidadores que en ellas trabajan reciben el trato adecuado y están en condiciones de afrontar su trabajo con una mentalidad positiva. Tal y como están las cosas, con la falta de reconocimiento a su grado de especialización y los ataques a su dignidad, no va a ser posible poner fin a esas situaciones que obligan a las mujeres a pedir perdón por quedar embarazadas.

El problema afecta a todas las mujeres trabajadoras. Malas caras al comunicar a la empresa el embarazo. Trastornos ocasionados por el trabajo excesivo durante el embarazo. Depresión puerperal. Situaciones que acaban afectando a toda la familia y alimentando el problema del maltrato infantil. La incorporación de la mujer al mercado laboral sigue avanzando rápidamente, pero ni los sistemas públicos relativos al estilo de trabajo y a la crianza, ni el nivel de conciencia ciudadana están a la altura. Se echan en falta un poco más de solidez en esta sociedad.

Si las mujeres que desean tener hijos no pueden hacerlo en unas condiciones mínimamente satisfactorias, esto repercutirá directamente sobre los niveles de felicidad entre los niños, en las familias y finalmente en toda la sociedad. Para corregir la baja natalidad y frenar el declive demográfico del país es fundamental que las mujeres se sientan apoyadas tanto durante el embarazo como durante la crianza.

Fotografía del encabezado: Cuidadora atendiendo a los niños en una guardería. (Jiji Press)

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