La misoginia en la industria del cine japonés: acoso sexual, abuso de poder, falta de contrato

Cine Sociedad

Desde la primavera de 2022, una serie de denuncias sobre violencia sexual y acoso de poder en la industria del cine japonés parecen haber insuflado fuerzas al movimiento #MeToo en Japón. La industria audiovisual sufre diversos problemas de gravedad en lo que al entorno laboral se refiere. Volvemos la vista atrás, hacia la brecha entre géneros en la industria cinematográfica japonesa, para plantearnos cómo debería ser el cine de este país.

Kinoshita Chika KINOSHITA Chika

Profesora de la Escuela de Posgrado de Estudios Humanos y Medioambientales de Kioto. Obtuvo una maestría en 1996 en Cultura y Representación en el departamento de Estudios Generales de Cultura de la Universidad de Tokio. Realizó estudios de posgrado en la Universidad de Chicago en 1997 y en 2007 obtuvo un doctorado en dicha entidad en Idiomas y Civilizaciones del Este Asiático y Estudios de Cine y Medios. Enseña cine japonés, como profesora auxiliar, en las universidades de Utah, Idaho y Michigan. Entre 2006 y 2010 trabajó como profesora auxiliar en el departamento de cine de la Universidad Western Ontario de Canadá. Tras enseñar en la Universidad de Arte y Cultura de Shizuoka y la Universidad Metropolitana de Tokio accedió a su puesto actual en abril de 2016. Es autora de libros como Mizoguchi Kenji ron – eiga no bigaku to seijigaku (Mizoguchi Kenji – la estética y política de su cine; publicado por la editorial de la Universidad Hōsei, 2016).

El movimiento #MeToo (Yo también), que comenzara con las acusaciones de diversas actrices contra el famoso productor de Hollywood Harvey Weinstein, promovió también la idea de romper el “techo de celuloide” que ha limitado los éxitos de las mujeres en el cine hasta ahora. A raíz de dicho movimiento, en Occidente, ha aumentado en buena medida el número de obras creadas por cineastas femeninas, y cada vez gozan de mayor éxito comercial. También están logrando cada vez más premios de la crítica, como el Premio a la Mejor Película para Nomadland, de Chloé Zhao, en los Óscars de 2021, o el Premio a la Mejor Dirección para The Power of the Dog (El poder del perro), de Jane Campion, en 2022.

Por otro lado, el “techo de celuloide” del cine japonés parece estar hecho de un material más resistente. Según un estudio realizado por la organización sin ánimo de lucro Proyecto del Cine Japonés (JFP, por sus siglas en inglés), entre 2000 y 2020 se estrenaron en salas de Japón 796 largometrajes de imagen real que recaudaron al menos mil millones de yenes cada uno; de ellos solo veinticinco (poco más del 3 %) estaban dirigidos por mujeres. Según dicho estudio el porcentaje de mujeres directoras en 2020 era del 12 %, y en el género documental del 23 %. Es evidente que la escasez de cineastas femeninas se da sobre todo en esos grandes éxitos que recaudan más de mil millones. No se puede decir que sea un ambiente propicio para el desarrollo profesional de las mujeres, señala la académica de cine Kinoshita Chika.

Las cineastas olvidadas

Como parte de su investigación sobre el tan actual tema de la discriminación de género, Kinoshita trabaja en un proyecto llamado Pioneras del cine japonés. “Da la sensación de que en la historia del cine de este país nos hemos olvidado de la contribución de las mujeres”, dice.

En este proyecto se presenta a mujeres que cumplieron funciones de vanguardia en la industria del cine, sobre todo a partir de la llegada del cine sonoro, a finales de los años veinte, hasta principios de la década de los setenta, y a lo largo de toda la cadena del sistema de creación de películas (producción, distribución y desarrollo).

En esos días, en Japón, eran pocas las directoras en el cine, salvo por el área documental. “Tras la Segunda Guerra Mundial la famosa actriz Tanaka Kinuyo dirigió seis largometrajes. Y a pesar de eso nadie la conoce por su trabajo como directora. En la época en la que trabajaba en los estudios el camino más rápido para lograr ser directora de cine era empezar a trabajar como ayudante de dirección. Para ese puesto la contratación estaba limitada a hombres graduados en la universidad; las mujeres tenían denegado el acceso”.

El proyecto de Kinoshita abarca no solo a directoras, sino también a una amplia gama de mujeres en el cine: guionistas, continuistas (las personas que durante todos los pasos de la preproducción, el rodaje, la posproducción y el sonido controlan la consistencia de todo tipo de detalles en la obra, antiguamente llamadas script girls), montadoras, directoras de arte, iluminadoras y maquilladoras.

“Sentía mucha curiosidad por saber cómo fueron capaces de asumir el trabajo creativo y construir su carrera en una sociedad tan masculina. Las cineastas del momento hablaban muy poco sobre su propio trabajo. En aquella sociedad de hombres, si hablabas de más te arriesgabas a ser oprimida y criticada. Me gustaría crear empoderamiento para la generación más joven por medio de esos modelos a seguir, de los diversos logros y las personalidades de estas mujeres pioneras”.

La discriminación sexual del cine de Mizoguchi y Kurosawa

Kinoshita señala que el cine japonés está repleto de sexismo y misoginia, desde sus inicios hasta la actualidad. Según su opinión, es importante hablar de la discriminación y la violencia sexual en obras cinematográficas concretas, desde la perspectiva #MeToo de la historia audiovisual. “Resulta de especial importancia realizar una crítica de las obras con cierto peso histórico desde un punto de vista con conciencia de género”.

Kinoshita aprecia las obras del director Mizoguchi, objeto de sus investigaciones, pero también señala que “Hay muchas zonas erróneas en su forma de mostrar a la mujer”.

En Yoru no onnatachi (Mujeres de la noche), que Mizoguchi dirigió en 1948, hay una escena en la que un hombre emborracha con cerveza a una mujer y la viola. La víctima llega a desarrollar sentimientos románticos por su atacante, quien finalmente la abandona. Cuando se estrenó la película esa escena se consideró problemática, y la jefatura de policía de Kioto prohibió que los jóvenes la vieran, alegando que constituiría una “influencia adversa para su castidad. Por otro lado, no se dio casi ninguna crítica sobre la forma en que se describía la experiencia de la víctima”.

Desde el comienzo de la ocupación norteamericana hasta mediados de los años cincuenta eran frecuentes las películas en las que una mujer, a la que hacían perder el juicio, fuera violada; la cinta de Mizoguchi fue otro ejemplo más de esa tendencia.

“Las fantasías sexuales descritas en obras audiovisuales y las violaciones reales son temas completamente diferentes. Desde un punto de vista actual, sin embargo, aunque se narre una violación jamás podría existir una psicología similar en la víctima; quizá lo primero sería debatir si es lícito mostrar en el cine este tipo de fantasías. Yo estoy en contra de toda restricción a la libertad de expresión y las prohibiciones de proyecciones audiovisuales. El debate debe llegar después de proyectarse la obra”.

En cuanto a Rashōmon (1950), de Kurosawa Akira, Kinoshita señala que pese a “considerarla una gran obra, como película”, es una clara muestra del sexismo de su director.

Rashōmon condensa su anhelo de sexualidad, su recelo y su desprecio hacia las mujeres. Muestra a una mujer que seduce con una belleza engañosa, siempre dispuesta a responder a quienes la solicitan”.

“Cuando se estrenó Rashōmon muchas mujeres debieron de sentirse incómodas con aquel retrato de la mujer pero no pudieron hablar claramente al respecto. En muchas ocasiones la situación dicta quién puede decir según qué cosas; el hecho de que nadie haya criticado ese aspecto de la obra no significa que no exista ese problema. En esta época sí podemos hablar de ello”.

“Sin embargo, por mucho que un director tenga sus prejuicios, en ocasiones su obra no muestra nada negativo, e incluso puede llegar a ser una obra maestra. Ahí reside su interés, y también su dificultad”.

Es cierto que a medida que aumenta el número de directoras también lo hace la diversidad y riqueza de la cultura cinematográfica.

“No existe una forma de componer el plano o mover la cámara que sea exclusiva de la mujer, pero su entorno vital es diferente, de modo que la forma en que percibe, expresa sus intereses y describe sus personajes sí será diferente. Una producción puede cambiar mucho dependiendo de si el director ha experimentado su vida como hombre o como mujer”.

Rodajes black

En la primavera de 2022 se produjeron acusaciones de violencia sexual contra directores como Sakaki Hideo o Sono Shion, algo que ha hecho aumentar el interés público por las producciones cinematográficas. Al parecer, el acoso sexual y el abuso de poder son fenómenos frecuentes durante los rodajes, en una industria muy masculina organizada en una fuerte jerarquía en la que el productor se halla en el vértice superior.

Por otro lado, Kinoshita señala que el mal clima laboral en los rodajes se ha convertido en un grave problema, junto a la disparidad de género y el acoso. Tras él se encuentra el desmantelamiento del sistema de estudios durante la década de los setenta. Esos estudios eran antes lugares de contratación y capacitación de recursos humanos, pero en la actualidad la mayoría de los creadores que participan en los rodajes son autónomos.

A finales de mayo de 2022, el JFP realizó un simposio online en el que estudiaba el equilibrio de género y las condiciones laborales de la industria cinematográfica, así como la búsqueda de nuevos sistemas. Kinoshita participó en el evento junto a personalidades como el director Shiraishi Kazuya o Kanbayashi Ryō, economista laboral y profesor de la Universidad Hitotsubashi.

Según una encuesta sobre género realizada entre varias asociaciones profesionales de la industria, que presentó el JFP en el simposio, las mujeres representan menos del 5 % de los miembros del Sindicato de Directores de Japón y cerca de un 8 % de la Sociedad Japonesa de Cineastas. La única excepción proviene de la Sociedad de Continuistas, en la que el 100 % de los miembros son mujeres. Además, la proporción de directoras en las principales productoras y distribuidoras de cine (Tōhō, Tōei, Shōchiku y Kadokawa), miembros de la Asociación de Productores Cinematográficos de Japón, es en total cerca de un 8 % (datos de ese mes de mayo). Son muy pocas las mujeres que pertenecen al estrato del mundo del cine en el que se toman las decisiones.

En el simposio también se informó de que, según un formulario rellenado como parte de la encuesta sobre las condiciones reales del personal de rodaje (completado a finales de junio, con datos preliminares de 500 personas), muchas mujeres carecían de contrato, y debían trabajar durante largas horas a cambio de una promesa de remuneración.

“Muchas personas quieren que les hagan contrato, pero cuando se trata de jóvenes tampoco quieren que los consideren problemáticos. Sienten una gran presión porque se hallan en una posición débil, en un entorno laboral en el que si te quejas quizá ya no te den más trabajo”, señala Kinoshita.

Actualmente, bajo el liderazgo del Ministerio de Economía, Comercio e Industria, la Asociación de Productores de Películas y otros grupos del mundo del cine coordinados por ella tratan de establecer una entidad a la que de momento llaman Organización para la Optimización de las Producciones Audiovisuales. Su objetivo es crear un sistema con el que certificar las obras producidas de acuerdo con ciertas directrices que incluyen la emisión de contratos, una clara estipulación de los horarios de trabajo y las vacaciones, y el establecimiento de líneas de consulta para los trabajadores.

Se discute también la posibilidad de establecer una mesa de consulta en la que denunciar cuestiones laborales y de acoso dentro de cada comité de producción (un sistema muy común en Japón según el cual las empresas que invierten en un proyecto –estaciones de televisión, productoras cinematográficas, agencias de publicidad o empresas de venta de vídeo digital– producen y ponen en marcha proyectos de forma conjunta). Sin embargo, según la encuesta del JFP, el 40 % de los encuestados afirma que no tendría sentido instalar ese tipo de sistema dentro del comité de producción. “Se trata de un mundo muy pequeño, y si alguien se queja, el productor terminará por enterarse, probablemente”, dice Shiraishi. “No resulta fácil realizar consultas así en industrias tan ‘familiares’ como esta”.

El profesor Kanbayashi considera fundamental formar ante todo un sindicato, crear una forma unificada de contrato y ponerse de acuerdo en ciertos mínimos, en contraste con la situación actual, en la que no firmar contrato es una práctica bastante común.

Además, se plantearon varios problemas, como la configuración de los presupuestos de producción de escasa transparencia, o la falta de un mecanismo que permita devolver lo obtenido a la industria del cine, si crean una película de éxito.

El problema de imagen del cine japonés

No está claro cuánto puede cambiar la industria del cine esa Organización para la Optimización de las Producciones Audiovisuales, que en teoría comenzará a operar en la primavera de 2023. Sin embargo está claro que la prevención del acoso sexual y la mejora de las condiciones laborales deben ser prioritarias y realizarse lo antes posible. En Occidente, a raíz del movimiento #MeToo, cuando se filman escenas de sexo los llamados “coordinadores de intimidad” (CI) se encargan de coreografiar a los actores, al personal de rodaje y al director para prevenir posibles acosos físicos o mentales. La demanda de este tipo de profesionales es cada vez mayor.

Por otro lado son todavía pocos quienes en Japón pueden recibir y practicar la capacitación especializada necesaria para trabajar como CI.

“Se trata de un trabajo difícil, si no tienes conocimientos sobre el proceso de rodaje y habilidades de comunicación. Dicen que en Japón eran las continuistas quienes en realidad desempeñaban ese papel “, cuenta Kinoshita. “Es, tradicionalmente, un trabajo de mujeres, y la continuista se halla en posición, como parte del departamento de supervisión, de hablar sobre asuntos de dirección. Sin embargo, por cuestiones presupuestarias, hay momentos en los que no se cuenta con esas profesionales. Creo que, para empezar, necesitamos contar con más mujeres en los rodajes, capaces de involucrarse”.

“Si no se abordan pronto estos problemas de agresión sexual y de condiciones laborales, se degradará en gran medida la imagen de la industria cinematográfica japonesa en su conjunto. Creo que hay muchas personas que no quieren ver películas creadas en lugares con este tipo de problemas; y no me refiero únicamente a las horas fuera de contrato de grandes largometrajes, si no a los diversos acosos sexuales que se llevan a cabo como parte del día a día de la industria. Incluso hoy en día son muchas las personas que tiran la toalla y dejan el cine, con lo que se va generando una gran falta de personal; si esto sigue así, pronto nos quedaremos sin talento, una idea muy preocupante”.

(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: Pixta)

mujer acoso sexual acoso laboral Cine japonés