Los funerales de Estado en Japón: el caso de Yoshida Shigeru y el de Abe Shinzō

Política Historia

El 27 de septiembre se celebrará el funeral de Estado en honor al ex primer ministro Abe Shinzō, que perdió la vida tras ser tiroteado cuando pronunciaba un discurso en la calle durante la pasada campaña electoral. Han pasado 55 años desde que el también ex primer ministro Yoshida fue objeto del mismo honor en 1967, por primera vez tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

El funeral del asesinado Ōkubo Toshimichi

Llamamos funeral de Estado a aquel que se realiza con gran ceremonial y costeado por fondos públicos, como muestra de dolor por la muerte de un personaje que ha prestado destacados servicios al país. No son pocos los que consideran este acto como el mayor honor del que puede ser objeto una persona.

El efecto renovador de la llamada “Restauración Meiji”, en la segunda mitad del siglo XIX, convirtió a Japón en un Estado nación bien cohesionado. Ōkubo Toshimichi, el político más influyente y de mayor valía de la época, que ocupaba en el nuevo Gobierno Meiji un cargo equivalente al de primer ministro, fue asesinado en 1878 por un grupo de samuráis descontentos. Ocurrió en una época de inestabilidad política, marcada por hechos como la rebelión de Satsuma o Guerra del Suroeste desencadenada un año antes y protagonizada por Saigō Takamori, una de las figuras más prominentes en el proceso que condujo a la restauración.

El Emperador y el pueblo de Japón sintieron profundamente la muerte de Ōkubo, y el Gobierno, ahora comandado por Itō Hirobumi, que posteriormente asumiría el primer cargo de primer ministro, había perdido a su líder. Ante esta situación y para hacer saber a todo el país que no iban a permitirse nuevas revueltas contra la autoridad, se planeó un funeral de Estado grandioso, para el que se incurrieron en enormes gastos. La ceremonia celebrada en la mansión de Ōkubo, a la que acudieron cerca de 1.200 personas, puede considerarse un primer precedente de los funerales de Estado del Japón moderno, y estuvo también en el origen de la extendida idea de que los funerales de Estado van acompañados siempre de una cierta intencionalidad por parte de los gobernantes y son, por esta razón, utilizables políticamente.

Los primeros funerales de Estado propiamente dichos se celebraron en 1883 en honor de otro de los próceres del Estado Meiji, Iwakura Tomomi. La decisión de otorgar a la ceremonia ese carácter estatal fue tomada por el dajō daijin, máximo responsable del órgano político previo a la implantación de un gabinete de Gobierno. Sucesivamente, otros antiguos señores feudales de los extinguidos señoríos o feudos de Satsuma y Chōshū, de los que salieron la mayor parte de los líderes de la política nacional de la época, recibieron ese mismo tratamiento en sus funerales.

El citado Itō Hirobumi, que fue tiroteado y perdió la vida en Harbin (nordeste de China) en 1909, recibió los mismos honores. Los japoneses acudieron en masa al parque de Hibiya de Tokio, donde se celebraron las exequias, para dar su último adiós a este influyente político japonés caído en tierra extranjera.

Tres años después, en 1912, se celebró el taisō (literalmente, ‘gran funeral’) por la muerte del emperador Mutsuhito (Meiji), con todos los honores de Estado que le correspondían.

El decreto de Funeral de Estado de la era Taishō

A finales de la era Taishō (1912-1926) la salud del emperador Yoshihito empeoró ostensiblemente y el Gobierno se apresuró a preparar un decreto que regulase la tramitación y otros aspectos de los funerales del Emperador y del resto de la familia imperial. En octubre de 1926 el decreto fue promulgado junto a otro que regulaba los funerales de Estado y dos meses más tarde murió el Emperador.

El Decreto de Funerales de Estado es corto, pues solo consta de cinco artículos. En el primero, se especifica que los funerales de la familia imperial (en este caso, Emperador, Emperatriz, Emperatriz Emérita y la abuela del emperador) son funerales de Estado. En el tercero, que, cuando concurra la voluntad del Emperador, se podrán celebrar funerales de Estado en honor de personas que hayan hecho una contribución relevante al mismo. Y en el quinto, que el primer ministro será el encargado de realizar los funerales de Estado para personas no pertenecientes a la familia imperial, una vez se haya pronunciado favorablemente el Emperador. De esta forma, se aportaba un sólido fundamento legal para la realización, si así lo decidía el gabinete, de funerales de Estado en honor de esta categoría de personas.

Los casos de los militares Tōgō Heihachirō y de Yamamoto Isoroku

Marcada por las guerras, la era Shōwa (1926-1989) vio celebrarse dos funerales de Estado por sendos héroes de la Marina japonesa. El almirante de la flota combinada japonesa Tōgō Heihachirō, que condujo a su país a la victoria ante Rusia en 1905, fue homenajeado de esta forma a su muerte en 1934, y el también almirante Yamamoto Isoroku, que dirigió el ataque japonés sobre la base norteamericana de Pearl Harbor (Hawái), recibió esos mismos honores en 1943. Yamamoto perdió la vida al ser derribado el avión en el que viajaba por un caza estadounidense en el cielo de las islas Salomón. Su muerte fue ocultada por las autoridades japonesas durante un mes, pero cuando se celebró su funeral, este fue utilizado para elevar la moral de batalla y se hizo con mayores honores que cualquier otro de los que se llevaron a cabo durante la guerra. Yamamoto fue el primer plebeyo, no perteneciente ni a la familia imperial ni a la aristocracia creada a inicios de la era Meiji, en recibir estos honores póstumos.

Funeral de Estado por el almirante Yamamoto Isoroku, celebrado el 5 de junio de 1943 en el parque Hibiya de Tokio. (Kyodo)
Funeral de Estado por el almirante Yamamoto Isoroku, celebrado el 5 de junio de 1943 en el parque Hibiya de Tokio. (Kyodo)

En 1947, con la entrada en vigor de la nueva Constitución de Japón, quedó abolido el decreto que daba fundamento a los funerales de Estado, pero también se estableció una nueva Ley de la Casa Imperial cuyo Artículo 25 establecía que, al morir el Emperador, se celebraría un taisō o gran funeral. Esto sirvió de base, una vez más, para interpretar que esta ceremonia es una ceremonia nacional con carácter de funeral de Estado.

¿Significa esto que ya no habría funerales de Estado más que para el Emperador? En 1951, estando Japón todavía ocupado y bajo la autoridad del Mando Supremo Aliado, falleció la madre del emperador Hirohito (Shōwa) y se planteó el problema de si a su funeral debía dársele tal consideración. De haber estado vigente el decreto de 1926 se le habría dado, pero el gabinete de Yoshida Shigeru no se la concedió. Aun así, el funeral no fue costeado con el presupuesto privado de la Casa Imperial, sino con el público, por lo que podríamos considerarlo un funeral “semiestatal”.

Funeral de Estado solo para el Emperador, la idea de Yoshida

Entonces, el primer ministro Yoshida entendía que solo al Emperador podía hacérsele un funeral de Estado. Paradójicamente, el primer funeral de Estado de la posguerra se celebró en su honor.

Yoshida formó gabinete cinco veces entre 1946 y 1954, ocupando el cargo un total de siete años. Durante su mandato, Japón recuperó su independencia como país. Yoshida murió el 20 de octubre de 1967. Al celebrarse su funeral, era primer ministro Satō Eisaku, uno de los “alumnos aventajados” de la escuela fundada por Yoshida para formar a sus delfines. Satō, para quien Yoshida fue un maestro y un mentor, tenía tomada la decisión de hacerle un funeral de Estado ya antes de que muriera.

Tal vez no fuera la principal razón que lo explique, pero, en el marco de su relación personal, debió de contar la intervención de Yoshida cuando, siendo primer ministro, ordenó al ministro de Justicia que ejerciera sus poderes para “salvar” a Satō, entonces secretario general del Partido Liberal Democrático (PLD), que estaba a punto de ser detenido como sospechoso en un sonado caso de sobornos y corrupción relacionado con la industria naviera.

Satō Eisaku, ardiente promotor de un funeral de Estado desde el extranjero

Satō, que desde dos semanas antes de la muerte de Yoshida realizaba una gira por el Sudeste Asiático, Australia y otros países, se enteró de la luctuosa noticia cuando estaba en Manila (Filipinas). Aunque desde el fin de la Segunda Guerra Mundial no había precedentes, desde la distancia Satō maniobró con toda su energía para hacer realidad el primer funeral de Estado en honor a Yoshida. En su diario hizo esta anotación: “He telefoneado rápidamente a Tokio y he ordenado al secretario en jefe del gabinete Kimura (Toshio) que prepare el funeral de Estado”.

Según informó en su momento la agencia de noticias Kyōdō, horas después de haber recibido la noticia de la muerte de Yoshida, Satō llamó también al vicepresidente de la Cámara de Representantes (Baja) de la Dieta y miembro del PLD Sonoda Sunao para pedirle que convenciera al principal partido de la oposición, el Partido Socialista, de que aceptase llevar a cabo el funeral de Estado para Yoshida, que no tenía fundamento legal, “por métodos extralegales”, ya que, según entendía, eso no sería posible sin su apoyo. Recibida la orden desde Manila, Sonoda se las arregló para obtener la aquiescencia de los socialistas ese mismo día. La referencia a la nota de Kyōdō apareció en la edición matinal del periódico Tōkyō Shimbun el 5 de septiembre de 2022.

Satō acortó su gira y regresó a Japón la noche del 21 de octubre. Sin dilación se dirigió a la residencia de Yoshida en Ōiso, donde abrazó el cuerpo ya sin vida de su maestro. La mañana del 23, Satō convocó un consejo de ministros que decidió oficialmente que los funerales del ex primer ministro Yoshida serían de Estado. Apurando al máximo su agenda, consiguió también estar presente en la misa privada que se celebró en la casa de Yoshida tras lo cual, desprendiéndose del luto, visitó al Emperador, que se encontraba pasando unos días en Urawa, para informarle acerca de su gira por el Sudeste Asiático y del funeral de Estado de Yoshida.

Si exceptuamos al Partido Comunista, ninguna de las fuerzas políticas de oposición se posicionó en contra de la realización de un funeral de Estado, que quedó decidido finalmente tres días después de su muerte y se llevó a cabo el 31 de octubre en el Nippon Budōkan de Tokio ante la presencia del entonces príncipe heredero Akihito (actual Emperador Emérito) y su esposa Michiko. Acudieron al acto un total de 5.700 personas, entre ellas muchos dignatarios extranjeros. En su discurso fúnebre, Satō, que presidía el comité organizador del funeral, manifestó: “En circunstancias muy difíciles, cuando Japón sufría su primera derrota bélica en la historia, el ejército de ocupación seguía desplegado por el país y el pueblo estaba a punto de perder su orgullo patrio, a la cabeza del gabinete, mi maestro hizo todo lo posible para que todas las fuerzas se concentrasen en la reconstrucción del país. (...) La firma del tratado de paz y la recuperación de la independencia del país son los logros políticos más importantes desde el fin de la guerra, y méritos imperecederos”.

En la anotación en su diario correspondiente a aquel día, Satō escribió: “Estaba un poco preocupado, ya que no había precedente ni modelo que poder seguir, pero todo se ha conducido digna y solemnemente”. En estas palabras se siente la satisfacción de la labor cumplida. Sobre el efecto diplomático positivo que podría tener la celebración del funeral de Estado, Satō no debía de abrigar demasiadas esperanzas, pues se limitó a escribir, secamente, que a partir de las seis y media de la tarde había recibido en su oficina a los dignatarios extranjeros y que todo había ido bien.

El funeral de Estado de Abe Shinzō

Fue solo el empuje de Satō lo que hizo posible celebrar el funeral de Estado de Yoshida 11 días después de su muerte. De aquello han pasado 55 años. Si bien es cierto que el ex primer ministro Abe murió en circunstancias muy dolorosas, también es cierto que entre la ciudadanía son muchos los que se pronuncian en contra de que se celebre un funeral de Estado en su honor y que, en todo caso, no ha sido posible conseguir un amplio consenso popular al respecto. Tras esta falta de consenso está la desigual valoración que se hace de sus méritos políticos, a lo que ha venido a sumarse últimamente las continuas menciones que se hacen a su relación con la antigua Iglesia de la Unificación.

Mientras que Satō se movió con habilidad para obtener rápidamente el consentimiento de la oposición, en el caso actual no vemos que Kishida, presidente del comité organizador del funeral de Estado, haya hecho ningún esfuerzo en esa dirección. La diferencia entre él y Satō en términos de entusiasmo es más que evidente.

Fotografía del encabezado: Funeral de Estado del ex primer ministro Yoshida Shigeru (Nippon Budōkan, Tokio, 31 de octubre de 1967). Fue el primero celebrado en Japón tras la Segunda Guerra Mundial. (Fotografía: Jiji Press)

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