El PLD y la Iglesia de la Unificación: ¿recuperará su credibilidad el conservadurismo?

Sociedad Política

El asesinato del ex primer ministro Abe Shinzō desveló los estrechos vínculos que él y otros muchos políticos del PLD mantenían con la antigua Iglesia de la Unificación. Han salido a la luz, igualmente, las cuantiosas donaciones que la organización religiosa obligaba a hacer a sus fieles. Que el PLD se relacionase con una entidad así ha sembrado el descrédito en la opinión pública.

Antijaponesismo y conservadurismo… una extraña combinación

El detenido por el asesinato del ex primer ministro Abe Shinzō resultó pertenecer a la llamada “segunda generación” de fieles de la antigua Iglesia de la Unificación (actual Federación Familiar para la Paz y la Unificación Mundial). Las cuantiosas donaciones hechas por su madre arrastraron al hogar familiar a una situación de quiebra y el detenido atentó contra Abe movido por el odio hacia la organización, a la que Abe había dirigido un videomensaje y con la que mantenía estrechos vínculos. El primer ministro Kishida Fumio decidió honrar a Abe con un funeral de Estado en un momento en que las informaciones sobre la profunda relación existente entre la antigua Iglesia de la Unificación y el Partido Liberal Democrático (PLD) no dejaban de aflorar a los medios y esto explica que la opinión pública se posicionase en contra. Además, en casi todas las encuestas realizadas, más del 70 % de los encuestados consideraron insuficientes las medidas tomadas por el PLD frente a la antigua Iglesia de la Unificación y el apoyo popular al gabinete de Gobierno se desplomó.

Evolución del apoyo al gabinete Kishida

Para hacer frente a esta situación, el 17 de octubre el primer ministro Kishida hizo público que ejercería el derecho de interpelación (compeler a la organización a responder formalmente antes de determinada fecha) que le concede la Ley de Organizaciones Religiosas, una iniciativa que podría conducir a la disolución de la entidad. Ahora la cuestión ya no afecta solo a las relaciones entre el PLD y la organización religiosa: Japón, como sociedad, se plantea si debe tratar la antigua Iglesia de la Unificación como un caso excepcional dentro de las organizaciones religiosas del país.

Los japoneses rechazan la antigua Iglesia de la Unificación básicamente por dos razones. Ven de forma muy crítica, en primer lugar, su modus operandi religioso, en particular la excesiva cuantía de las donaciones que exige a sus fieles, y se compadecen de la “segunda generación” de la que forma parte el asesino de Abe. En segundo lugar, dentro de la doctrina de esta organización, que es una deformación del cristianismo, a Corea del Sur le corresponde el papel de Adán y a Japón el de Eva, quedando este país supeditado o subordinado a aquel, un punto difícil de aceptar para gran parte de los japoneses. La facción más conservadora del PLD, que ha izado la bandera del nacionalismo japonés, ha mantenido durante muchos años estrechas relaciones con la Federación Internacional para la Victoria sobre el Comunismo, que es el ala política de la organización religiosa, y esto significa que los conservadores japoneses, que tanto detestan a quienes califican de “antijaponeses”, se han dado la mano con una entidad “antijaponesa”. Es perfectamente natural que los japoneses exijan que el PLD, como partido gobernante, dé una respuesta responsable.

Demasiado tarde, demasiado poco

Pero no puede decirse que, hasta el momento, el PLD y el Gobierno de Kishida se estén tomando el asunto demasiado en serio. Confían en que el interés ciudadano irá diluyéndose conforme el asunto se enfríe informativamente. Además, dado que para ellos la organización religiosa es una más de las “canteras” de votos que tienen, todo apunta a que restarán importancia a esta relación, pretendiendo que se limita a una “colaboración electoral”. Por eso, no se advierte en ellos una actitud decidida de querer finiquitar la relación. La ligereza con que se trata el problema en el seno del PLD contrasta con las profundas dudas que está creando en la población.

El tratamiento que le ha dado al problema el Gobierno de Kishida solo puede calificarse de descuidado. La investigación interna realizada por el PLD entre sus miembros de la Dieta (Parlamento), cuyo resultado fue revelado el 8 de septiembre, careció completamente de exhaustividad y, una vez concluida, se ha pretendido poner fin al asunto reformando el “código de gobernanza”, que acababa de establecerse como una de las directrices de gestión interna del partido. Pero, lejos de ponérsele fin, lo que siguió fue una larga serie de informaciones sobre las relaciones que mantenían con la antigua Iglesia de la Unificación muchos otros parlamentarios de dicho partido. Es cierto de que, con miras a las elecciones regionales que se celebrarán en abril de 2023, el PLD ha dirigido públicamente a sus parlamentarios locales una petición formal de que corten todo vínculo con la organización religiosa. Pero no se ha hecho ninguna investigación al respecto. Ha quedado de manifiesto que el PLD ya no está dispuesto a hacer ningún otro esfuerzo.

Frente a esto, el primer ministro Kishida ha recurrido a la potestad que le concede la ley de interpelar directamente a la organización, un mecanismo que se activa sobre la premisa de que podría acarrear una orden gubernamental de disolución del grupo religioso. Si hasta ahora solo se hablaba de gobernanza interna del PLD –cortar o no sus vínculos con la organización–, ahora estamos hablando ya de disolver o no la entidad, lo que supone un replanteamiento en profundidad de las relaciones que mantiene la sociedad japonesa con la organización y sus fieles y, en un sentido más amplio, con todas las organizaciones religiosas.

De todos modos, aunque la organización sea disuelta, la comunidad de fieles subsistirá. Además, mientras que las otras dos organizaciones religiosas que han recibido en el pasado orden de disolución, una de ellas la Verdad Suprema (Aum Shinrikyō), estaban asentadas principalmente en Japón, fieles de la antigua Iglesia de la Unificación los hay por todo el mundo y previsiblemente la comunidad japonesa reciba apoyo del exterior.

Endurecer los castigos a los parlamentarios implicados, una necesidad

Al final, en tanto la organización siga causando esta aversión a los japoneses, va a ser necesario dar a este problema una solución drástica. Primero, el PLD debería investigar en profundidad a sus representantes en la Dieta y en las asambleas legislativas regionales y locales. Luego, debería cortar tajantemente sus lazos con la organización.

La investigación debería ser minuciosa y sus resultados, públicos y acompañados de las necesarias explicaciones. Y en el punto de mira no deberían estar solo quienes actualmente ocupen algún escaño: hay que extender la investigación a las relaciones que mantuvo con la organización Abe, que es el punto central del problema. Abe fue primer ministro durante siete años y ocho meses, un periodo muy largo para los estándares japoneses, y la sospecha de que su longevidad política tuvo mucho que ver con el apoyo que recibía de la organización no puede dejarse sin disipar.

En segundo lugar, inevitablemente el PLD tendrá que establecer duros castigos, como la exhortación a la salida del partido o la expulsión del mismo, para sus parlamentarios nacionales y regionales de quienes en el futuro se descubran vínculos con la organización. En el pasado encontramos otro caso en el que el partido tuvo que tomar duras medidas por los escándalos ocurridos durante un mandato largo: el de Nakasone Yasuhiro, quien siendo ex primer ministro fue obligado a abandonar el partido por el escándalo Recruit (1988-1989). Es evidente que esta organización religiosa no va a resignarse a quedar fuera de la política y, si el interés de los medios informativos decae, es muy probable que siga buscando vínculos.

En Japón se conocen casos de estrellas del espectáculo que han desaparecido por completo de la pantalla tras descubrirse sus fuertes vínculos con organizaciones “antisociales”. De esta organización religiosa que tantos esfuerzos ha dedicado a extraer cuantiosas donaciones de sus miembros solo cabe decir que también tiene un fuerte carácter “antisocial”. Como personalidades públicas que son, al margen de cuál sea su visión del asunto, los políticos en quienes se haya detectado esa problemática relación deberían apartarse de la actividad política.

No obstante, hay que decir que dentro del partido predomina la actitud contemplativa, pues se entiende que el problema irá extinguiéndose por sí mismo, como se hizo patente en el caso de Yamagiwa Daishirō, quien, tras verse obligado a dimitir como ministro encargado de la Reconstrucción Económica por sus profundos vínculos con la organización, fue nombrado inmediatamente jefe del centro de medidas contra la Covid del PLD.

El entonces ministro encargado de la Reconstrucción Económica Yamagiwa Daishirō responde a las preguntas de los informadores después de anunciar su intención de dimitir de su cargo. (Jiji Press)
El entonces ministro encargado de la Reconstrucción Económica Yamagiwa Daishirō responde a las preguntas de los informadores después de anunciar su intención de dimitir de su cargo. (Jiji Press)

El discurso conservador, acallado

Pero hay que considerar el asunto dentro de la relación de colaboración establecida entre la antigua Iglesia de la Unificación y el PLD durante el largo periodo de la posguerra. Todo parte de Kishi Nobusuke, abuelo de Abe y, como él, primer ministro. Y dentro del antagonismo entre el Este y el Oeste durante la Guerra Fría, la Federación Internacional para la Victoria sobre el Comunismo, ala política de la antigua Iglesia de la Unificación, se posicionó entre las fuerzas anticomunistas. En los años 80 estuvo en el núcleo del movimiento conservador que promovió la ley antiespionaje y apoyó al sector más conservador del PLD.

En 2015, con Abe como primer ministro, la antigua Iglesia de la Unificación consiguió oficializar su cambio de nombre y pasó a llamarse Federación Familiar para la Paz y la Unificación Mundial. Se está empezando a informar también de que el propio Abe presentaba a la organización a los candidatos con débil base electoral. Para el PLD, finiquitar su relación con una organización que ha tenido tan importante papel en las filas conservadoras podría producir un fuerte antagonismo entre quienes desean realmente hacerlo y quienes pretenden difuminar esa relación.

Por otra parte, comprobamos que, desde que ha salido a relucir esta relación, se ha acallado por completo el discurso derechista que solía acompañar al ala conservadora del PLD.Y es que, siendo la doctrina de la antigua Iglesia de la Unificación tan intrínsecamente contraria al nacionalismo japonés, resulta una gran contradicción que quienes mantenían relaciones con ella fueran precisamente los que desplegaban un discurso más conservador. Si ahora se empeña en desdibujar su pasado, es muy probable que sea el propio discurso conservador el que pierda aceptación entre la ciudadanía.

Si la solución al problema de la antigua Iglesia de la Unificación sigue dilatándose, las fuerzas conservadoras se debilitarán y esto significará un hundimiento de las bases de apoyo al PLD. En adelante, para dar estabilidad al PLD y al conjunto de la política japonesa será necesario reconstruir el conservadurismo de forma que recupere su credibilidad.

Una situación que exige un profundo replanteamiento

Como el problema es, ante todo, un problema de religión y de fe, tanto para las religiones de nuevo cuño como para las tradicionales esta es una oportunidad que podrán aprovechar para repensar la forma en que realizan sus actividades. Se espera de ellas que, en un marco de respeto a la libertad de credo, sepan abstenerse de realizar actividades proselitistas irregulares, y también se cuestionará hasta qué punto es adecuado el trato excepcional del que se benefician las organizaciones religiosas, en el aspecto tributario y en otros campos.

En caso de que esta organización religiosa sea disuelta, previsiblemente se desatará una tormenta de críticas en su contra, tal como ocurrió con la Verdad Suprema, y el problema será entonces cómo evitar la exclusión social de sus fieles. Sería deseable que prevaleciera el espíritu de la tolerancia, pero para eso es necesario que la organización religiosa se reconcilie con la sociedad japonesa absteniéndose de realizar actividades políticas y concentrándose en su fe.

Los problemas religiosos están íntimamente relacionados con la visión de la vida y de la muerte que tiene cada uno de los miembros de la sociedad. Sobre este contencioso, diversas organizaciones religiosas seguirán haciendo declaraciones y entre ellas muchas presentarán sus objeciones. Hay que entender que el problema de la antigua Iglesia de la Unificación, por su propia naturaleza, provocará un debate duradero en la sociedad y expondrá a la luz otros muchos problemas.

Además, ahora que el Gobierno se plantea emitir una orden de disolución, es muy probable que el problema acabe en manos del poder judicial. Todo dependerá de cómo responda la organización a las cuestiones que ya le han sido formuladas. Aun en el supuesto de que el Gobierno solicite este mismo año a los tribunales que disuelvan la organización, a juzgar por otros casos pasados, se prevé que pasará más de medio año hasta obtenerse sentencia firme del Tribunal Supremo. Paralelamente, se está realizando el peritaje psicológico de imputabilidad para conocer si el detenido por el asesinato de Abe puede ser responsabilizado por dicha acción. Si resulta ser imputable, puede preverse que su proceso penal desde el tribunal de primera instancia al supremo se alargue varios años, y que durante todo el proceso los medios de comunicación continúen dedicando grandes espacios al caso. Además, el 10 de diciembre de 2022 fue aprobada una nueva ley de ayuda a las víctimas, una iniciativa de la oposición que ha sido secundada por los partidos que forman la coalición gubernamental. El texto de la ley no es suficientemente explícito y no está claro que sea suficiente para prestar una ayuda efectiva a los hijos de los fieles que, debido a las desproporcionadas donaciones que hicieron estos, han quedado en situación de desprotección económica. Pero la ley servirá de base para que las víctimas puedan demandar a la organización e incluso podría dar origen un movimiento para promover una nueva iniciativa legislativa más eficaz. No cabe duda de que la antigua Iglesia de la Unificación seguirá en el centro de la discusión social y política también durante el año que acaba de comenzar.

Estamos, pues, ante un problema cuya resolución llevará mucho tiempo, pues el proceso exigirá finiquitar este incómodo legado del conservadurismo de la posguerra y de los decenios subsiguientes, así como un profundo replanteamiento de la cuestión religiosa, y tiene visos de teñir todo el debate político en el Japón del siglo XXI.

(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: una joven de la “segunda generación” de fieles de la antigua Iglesia de la Unificación, que por ahora preserva su identidad bajo el nombre supuesto de Ogawa Sayuri, se seca las lágrimas durante una rueda de prensa celebrada el 7 de octubre de 2022 en Chiyoda-ku, Tokio. Jiji Press)

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